Inicio / Hombre-lobo / SANATHIEL / Capítulo 4: “El nuevo”
Capítulo 4: “El nuevo”

El frío aire matutino llenaba los pasillos de la escuela, pero Aisha apenas lo notaba. Su mente estaba atrapada en imágenes desconcertantes: el resplandor de la luna roja, el eco de un aullido distante, y esos ojos dorados que la acechaban cada vez que cerraba los suyos.

"Deben ser sueños… nada más que sueños", se dijo mientras doblaba la esquina. Fue entonces cuando chocó contra alguien, el impacto fuerte la sacó bruscamente de sus pensamientos.

—Lo siento —murmuró una voz profunda.

Aisha levantó la vista y se encontró con unos ojos que la dejaron sin aliento. Eran oscuros, intensos… y, de alguna manera, familiares.

—Tú… —murmuró sin pensar, mientras su corazón latía con fuerza.

El joven frunció el ceño. Se agachó para recoger los libros de Aisha, sin apartar la mirada de ella.

—¿Estás bien? —preguntó, ofreciéndole un cuaderno.

Ella asintió, aunque su atención seguía fija en él. Algo en su mirada les recordaba a las visiones que la habían atormentado últimamente. Su mente, rebelde, le enviaba imágenes confusas: el lobo blanco, la luna roja… y ahora, este chico.

—Gracias —dijo finalmente, pero al tomar el cuaderno, sus dedos rozaron los de él, y un escalofrío inexplicable recorrió su espalda.

Por un instante, sus ojos se encontraron. Fue como si el tiempo se detuviera y ambos quedaran atrapados en un momento que ninguno podía comprender.

—Nos volveremos a ver —dijo él de pronto, su voz firme pero cargada de algo más que simple certeza.

Sin esperar respuesta, se giró y se alejó por el pasillo. Aisha lo observó marcharse, sintiendo una mezcla de inquietud y curiosidad.

"¿Por qué me siento así?"

Más tarde, mientras Rasen se acomodaba en su nueva aula, no podía apartar la imagen de Aisha de su mente. Sus ojos parecían haber despertado algo en él, algo que llevaba mucho tiempo enterrado.

Al final de la clase, el profesor anunció una actividad en parejas.

—Señor Rasen, trabajará con la señorita Aisha.

Ambos se miraron, y la tensión en el aire fue palpable. Sin decir una palabra, se acercaron a trabajar juntos. Mientras completaban el ejercicio, Rasen no podía ignorar la sensación de que Aisha era más de lo que aparentaba, y ella tampoco podía dejar de pensar en la conexión que sentía con él.

Escena en el baño:

Aisha, aún alterada por el encuentro, se refugió en el baño, intentando calmarse. Pero mientras se miraba al espejo, un par de ojos dorados brillaron en el reflejo, observándola desde la oscuridad.

—¡No es real! —gritó, golpeando el espejo.

Al recoger su cuaderno del suelo, sintió que alguien la observaba. Al girarse, encontró a Rasen en la puerta del baño.

—¿Estás bien? —preguntó él, pero su tono era más frío que preocupado.

Aisha lo miró, sus labios temblando.

—¿Qué haces aquí?

Rasen no respondió de inmediato. Dio un paso hacia ella, y por un momento, sus ojos parecieron oscurecerse, llenos de algo que Aisha no supo descifrar.

—Tú… no eres como los demás —murmuró él, más para sí mismo que para ella.

El silencio entre ellos se volvió insoportable, y finalmente, Rasen retrocedió.

—Nos veremos pronto, Aisha.

Cuando él desapareció, Aisha sintió que su corazón latía desbocado. Sabía que había algo extraño en Rasen, algo peligroso… pero también algo que la atraía irremediablemente.

Parte II: Sentimientos

El eco de la palabra "madre" resonaba en la mente de Aisha como una campanada dolorosa, arrastrándola a recuerdos que prefería olvidar. Cerró los ojos un instante, intentando recuperar la compostura, pero el leve enfado en su interior seguía creciendo.

Sin embargo, al ver a Rasen disculparse y extenderle la mano, sintió una calma inesperada, como si su mera presencia pudiera apaciguar las tormentas que cargaba en su alma.

Aisha sacó un pañuelo y, casi sin darse cuenta, secó una lágrima que creía haber ocultado. Miró a Rasen, su voz apenas un susurro:

—¿Por qué eres amable conmigo?

Rasen la observó, como si buscara las palabras correctas, pero antes de que pudiera responder, un grupo de estudiantes irrumpió en el pasillo. Entre ellas, Estrella y sus amigas. Aisha cortó la conversación, apartándose rápidamente hacia el patio de comidas.

Pero incluso entre la multitud, sintió su mirada. Rasen la seguía con los ojos, como si supiera exactamente dónde encontrarla.

De repente, una voz desgarró el aire:

—¡Esa mujer es una criminal inmunda! ¡La única culpable!

El grito resonó como una sentencia. Aisha intentó ignorarlo, pero pronto Estrella se acercó, sus palabras llenas de veneno:

—¿Dónde escondiste su cuerpo, zorra manipuladora? Pareces olvidar rápido, Aisha. ¡Eres una m*****a asesina!

Cada palabra era como una daga clavándose en su pecho. Aisha se quedó paralizada, luchando contra las lágrimas que amenazaban con traicionarla. Justo entonces, sintió una mano cálida tomar la suya.

—Aquí estabas, Aisha. Vámonos —dijo Rasen con suavidad, su voz un ancla en medio del caos.

El contacto la tranquilizó de inmediato. Aisha notó cómo sus dedos se entrelazaron con los de él, y aunque una parte de ella quería soltarse, otra encontró consuelo en el gesto protector.

Rasen se giró hacia Estrella, su mirada transformándose en algo mucho más frío.

—Con respecto a ustedes, será mejor que desaparezcan de mi vista.

Su tono era tan firme que las chicas vacilaron, intercambiando miradas nerviosas antes de retroceder lentamente.

—No era necesario… —murmuró Aisha, intentando liberarse de su mano.

Rasen la miró por un momento antes de soltarla.

—Quizás no, pero no podía quedarme al margen.

Sin decir más, Aisha se apartó y se perdió entre la multitud. Pero su mente seguía atrapada entre la gratitud y la confusión. “¿Por qué él? ¿Por qué ahora?”

Después del incidente en el patio, Rasen no obtuvo respuesta. El silencio de Aisha se convirtió en una tortura que lo consumía lentamente. No podía quedarse quieto, así que, impulsado por la necesidad de verla, esperó a la salida del colegio.

El viernes, cuando finalmente la vio salir, se quedó a cierta distancia, observando cómo caminaba con la mirada perdida, como si cargara un peso invisible.

—Aisha… —susurró su nombre, lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara.

Ella se detuvo en seco, girando lentamente hacia él. Sus ojos verdes, llenos de una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad, se encontraron con los suyos.

Rasen dio un paso hacia ella, dudando por un instante antes de tomar su mano para detenerla. El semáforo había cambiado, pero el mundo parecía haberse detenido solo para ellos.

—Detente… —dijo con voz suave, intentando calmar su evidente desconcierto—. Solo quería hablar contigo.

Aisha lo miró, tratando de entender sus intenciones. Había algo en él que la desarmaba, una sinceridad que no había encontrado en mucho tiempo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo