El frío aire matutino llenaba los pasillos de la escuela, pero Aisha apenas lo notaba. Su mente estaba atrapada en imágenes desconcertantes: el resplandor de la luna roja, el eco de un aullido distante, y esos ojos dorados que la acechaban cada vez que cerraba los suyos.
"Deben ser sueños… nada más que sueños", se dijo mientras doblaba la esquina. Fue entonces cuando chocó contra alguien, el impacto fuerte la sacó bruscamente de sus pensamientos.
—Lo siento —murmuró una voz profunda.
Aisha levantó la vista y se encontró con unos ojos que la dejaron sin aliento. Eran oscuros, intensos… y, de alguna manera, familiares.
—Tú… —murmuró sin pensar, mientras su corazón latía con fuerza.
El joven frunció el ceño. Se agachó para recoger los libros de Aisha, sin apartar la mirada de ella.
—¿Estás bien? —preguntó, ofreciéndole un cuaderno.Ella asintió, aunque su atención seguía fija en él. Algo en su mirada les recordaba a las visiones que la habían atormentado últimamente. Su mente, rebelde, le enviaba imágenes confusas: el lobo blanco, la luna roja… y ahora, este chico.
—Gracias —dijo finalmente, pero al tomar el cuaderno, sus dedos rozaron los de él, y un escalofrío inexplicable recorrió su espalda.
Por un instante, sus ojos se encontraron. Fue como si el tiempo se detuviera y ambos quedaran atrapados en un momento que ninguno podía comprender.
—Nos volveremos a ver —dijo él de pronto, su voz firme pero cargada de algo más que simple certeza.
Sin esperar respuesta, se giró y se alejó por el pasillo. Aisha lo observó marcharse, sintiendo una mezcla de inquietud y curiosidad.
"¿Por qué me siento así?"
Más tarde, mientras Rasen se acomodaba en su nueva aula, no podía apartar la imagen de Aisha de su mente. Sus ojos parecían haber despertado algo en él, algo que llevaba mucho tiempo enterrado.
Al final de la clase, el profesor anunció una actividad en parejas.
—Señor Rasen, trabajará con la señorita Aisha.Ambos se miraron, y la tensión en el aire fue palpable. Sin decir una palabra, se acercaron a trabajar juntos. Mientras completaban el ejercicio, Rasen no podía ignorar la sensación de que Aisha era más de lo que aparentaba, y ella tampoco podía dejar de pensar en la conexión que sentía con él.
Escena en el baño:
Aisha, aún alterada por el encuentro, se refugió en el baño, intentando calmarse. Pero mientras se miraba al espejo, un par de ojos dorados brillaron en el reflejo, observándola desde la oscuridad.
—¡No es real! —gritó, golpeando el espejo.
Al recoger su cuaderno del suelo, sintió que alguien la observaba. Al girarse, encontró a Rasen en la puerta del baño.
—¿Estás bien? —preguntó él, pero su tono era más frío que preocupado.
Aisha lo miró, sus labios temblando.
—¿Qué haces aquí?Rasen no respondió de inmediato. Dio un paso hacia ella, y por un momento, sus ojos parecieron oscurecerse, llenos de algo que Aisha no supo descifrar.
—Tú… no eres como los demás —murmuró él, más para sí mismo que para ella.
El silencio entre ellos se volvió insoportable, y finalmente, Rasen retrocedió.
—Nos veremos pronto, Aisha.Cuando él desapareció, Aisha sintió que su corazón latía desbocado. Sabía que había algo extraño en Rasen, algo peligroso… pero también algo que la atraía irremediablemente.
El eco de la palabra "madre" resonaba en la mente de Aisha como una campanada dolorosa, arrastrándola a recuerdos que prefería olvidar. Cerró los ojos un instante, intentando recuperar la compostura, pero el leve enfado en su interior seguía creciendo.
Sin embargo, al ver a Rasen disculparse y extenderle la mano, sintió una calma inesperada, como si su mera presencia pudiera apaciguar las tormentas que cargaba en su alma.
Aisha sacó un pañuelo y, casi sin darse cuenta, secó una lágrima que creía haber ocultado. Miró a Rasen, su voz apenas un susurro:
—¿Por qué eres amable conmigo?Rasen la observó, como si buscara las palabras correctas, pero antes de que pudiera responder, un grupo de estudiantes irrumpió en el pasillo. Entre ellas, Estrella y sus amigas. Aisha cortó la conversación, apartándose rápidamente hacia el patio de comidas.
Pero incluso entre la multitud, sintió su mirada. Rasen la seguía con los ojos, como si supiera exactamente dónde encontrarla.
De repente, una voz desgarró el aire:
—¡Esa mujer es una criminal inmunda! ¡La única culpable!El grito resonó como una sentencia. Aisha intentó ignorarlo, pero pronto Estrella se acercó, sus palabras llenas de veneno:
—¿Dónde escondiste su cuerpo, zorra manipuladora? Pareces olvidar rápido, Aisha. ¡Eres una m*****a asesina!Cada palabra era como una daga clavándose en su pecho. Aisha se quedó paralizada, luchando contra las lágrimas que amenazaban con traicionarla. Justo entonces, sintió una mano cálida tomar la suya.
—Aquí estabas, Aisha. Vámonos —dijo Rasen con suavidad, su voz un ancla en medio del caos.
El contacto la tranquilizó de inmediato. Aisha notó cómo sus dedos se entrelazaron con los de él, y aunque una parte de ella quería soltarse, otra encontró consuelo en el gesto protector.
Rasen se giró hacia Estrella, su mirada transformándose en algo mucho más frío.
—Con respecto a ustedes, será mejor que desaparezcan de mi vista.Su tono era tan firme que las chicas vacilaron, intercambiando miradas nerviosas antes de retroceder lentamente.
—No era necesario… —murmuró Aisha, intentando liberarse de su mano.
Rasen la miró por un momento antes de soltarla.
—Quizás no, pero no podía quedarme al margen.Sin decir más, Aisha se apartó y se perdió entre la multitud. Pero su mente seguía atrapada entre la gratitud y la confusión. “¿Por qué él? ¿Por qué ahora?”
Después del incidente en el patio, Rasen no obtuvo respuesta. El silencio de Aisha se convirtió en una tortura que lo consumía lentamente. No podía quedarse quieto, así que, impulsado por la necesidad de verla, esperó a la salida del colegio.
El viernes, cuando finalmente la vio salir, se quedó a cierta distancia, observando cómo caminaba con la mirada perdida, como si cargara un peso invisible.
—Aisha… —susurró su nombre, lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara.
Ella se detuvo en seco, girando lentamente hacia él. Sus ojos verdes, llenos de una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad, se encontraron con los suyos.
Rasen dio un paso hacia ella, dudando por un instante antes de tomar su mano para detenerla. El semáforo había cambiado, pero el mundo parecía haberse detenido solo para ellos.
—Detente… —dijo con voz suave, intentando calmar su evidente desconcierto—. Solo quería hablar contigo.
Aisha lo miró, tratando de entender sus intenciones. Había algo en él que la desarmaba, una sinceridad que no había encontrado en mucho tiempo.
—¿Por qué eres tan amable conmigo? —preguntó, su voz quebrándose al final, mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla.La pregunta lo tomó por sorpresa. Rasen tragó saliva, sin saber qué responder. En un impulso, dio el paso final que los separaba y la abrazó.El contacto fue inesperado, pero para ambos se sintió como si hubiera sido inevitable desde el principio. Aisha, conmovida, apoyó la frente en su hombro, dejando que la calidez de su abrazo disipara la fría soledad que llevaba dentro.—Todo mejorará, Aisha. Solo no me apartes —susurró Rasen, su voz cargada de una promesa silenciosa.Aisha cerró los ojos, sintiéndose segura por primera vez en años. Las palabras hirientes del patio, las miradas acusadoras y el peso de su pasado se desvanecieron momentáneamente en sus brazos.—Lo siento… por arrastrarte a mis problemas —murmuró, su voz apenas un susurro.Rasen se apartó lo suficiente para mirarla a los ojos. Su mirada era firme, pero sus labios se curvaron en una leve sonrisa
Sanathiel se reintegraba a sus labores dentro de la comunidad de los trece, una asociación de científicos cuya sed de poder los empujaba a experimentar con su sangre como un recurso invaluable. Sus investigaciones, supuestamente para fines médicos y de innovación, ocultaban oscuros propósitos políticos y económicos. Habían creado a Lionel como resultado de estos experimentos, una advertencia viviente del alcance de su ambición.Desde que su castigo fue anulado, las cláusulas impuestas a Sanathiel eran un recordatorio constante de su subordinación. Obligado a participar en los procedimientos del laboratorio, aceptaba las condiciones con una mezcla de resignación y estrategia. Su presencia no era solo un requisito: era la pieza clave para los nuevos avances de la comunidad, moldeando organismos capaces de neutralizar el poder de su sangre y, por ende, de él mismo.Esa noche, Sanathiel fue convocado al consejo, un eufemismo para el frío y estéril laboratorio donde la comunidad llevaba a
Sanathiel avanzaba por la residencia de Itzel con pasos pausados. Cada movimiento resonaba en el mármol frío como un eco que no terminaba de disiparse. La casa, impecable y majestuosa, emanaba un aire de secretos enterrados bajo su elegante fachada. Las paredes, cubiertas de retratos y paisajes, parecían seguirlo con ojos invisibles, cargados de juicio.La ama de llaves lo condujo hasta una sala rodeada de cristales. Allí estaba Itzel, sentada junto a una mesa baja. Su porte seguía siendo impecable, pero sus ojos... ellos contaban otra historia. Había algo marchito en su mirada, una tristeza que parecía tatuada en su alma.—Toma, es uno de mis favoritos —dijo, ofreciéndole una copa de vino con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.Sanathiel aceptó la copa, sin apartar la vista de ella. Algo en su postura, en los pequeños movimientos de sus manos, lo mantenía alerta. Mientras sorbía lentamente, sus ojos se fijaron en un retrato colgado en una esquina de la sala. Era una joven de cabello
Aisha se encontraba en el hospital, recuperándose de la herida que había puesto en peligro su vida. Aunque la cicatriz en su cintura ya casi había sanado, el peso emocional de todo lo vivido seguía presente. Sus ojos reflejaban algo nuevo: una determinación firme, casi desafiante. Sabía que quedarse allí solo retrasaría lo inevitable.Pero había un obstáculo. Su alta médica requería la presencia de sus padres, algo que no podía permitir.—Rasen, necesito tu ayuda. ¿Cuento contigo? —preguntó, tomando su mano con una firmeza que revelaba la gravedad de la situación.Rasen, sorprendido por el tono de su voz, asintió lentamente. —Sí, claro… pero ¿qué necesitas?—Salir del hospital, sin que nadie lo sepa —respondió con una leve sonrisa, como si buscara aligerar la tensión.Esa tarde, Rasen comenzó a planear el escape. Mientras lo hacía, no podía evitar reflexionar sobre lo mucho que Aisha significaba para él. Era más que una persona a quien proteger; su conexión con ella era inexplicable,
El aire dentro del túnel era frío y denso, cargado de una sensación que parecía pesar sobre los hombros de Aisha y Rasen mientras avanzaban. El hospital quedaba atrás, pero la seguridad que buscaban parecía estar aún más lejos.—Rasen… algo no está bien —dijo Aisha, apretando su mano con fuerza.El calor de su tacto lo tranquilizó por un instante, pero el entorno no hacía más que aumentar su desconfianza. Las sombras parecían moverse, y el eco de sus pasos se multiplicaba de forma antinatural.—No te preocupes. Estoy contigo —respondió Rasen, su tono firme, aunque por dentro su mente trabajaba frenéticamente para mantener la calma.El vínculo entre ambos se sentía más fuerte que nunca, pero también más frágil, como si cualquier cambio pudiera romperlo. El túnel se hacía cada vez más oscuro, y entonces todo cambió.Al cruzar una curva, la sensación de irrealidad se intensificó. Las paredes comenzaron a ondularse como si fueran líquidas, y el espacio se expandía y contraía de manera ext
De regreso a su mansión, Sanathiel no lograba conciliar el sueño. Los ecos de los recientes eventos cercanos a la luna roja lo mantenían atrapado en un remolino de pensamientos. Desde la ventana de su habitación, observaba la noche en busca de respuestas, pero el silencio solo acentuaba sus dudas.La llegada inesperada de Noah rompió esa quietud.—Señor Sanathiel, su visita lo espera —anunció un sirviente al abrir elegantemente la puerta.Sanathiel giró lentamente.—Hazlo pasar.Noah, un enviado de la comunidad de los Trece, entró con paso seguro, su presencia inconfundible.—Sanathiel, hace tiempo que no nos encontramos —saludó con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.—Así es, Noah. Parece que hoy serás mi sombra —respondió Sanathiel con tono sereno, aunque sus palabras estaban cargadas de intención.—¿De quién escuchaste eso? —replicó Noah, sus ojos brillando con una chispa de interés.Sanathiel ignoró la pregunta, cambiando el rumbo de la conversación.—Quiero que uses tu habilid
El aire pesado de la tormenta de arena envolvía a Sanathiel y Noah mientras sus palabras cortaban el silencio con la fuerza de dagas. La mirada de Sanathiel estaba fija en el horizonte, pero su atención estaba claramente en el hombre a su lado.—Tu desobediencia no pienso pasarla por alto, Noah. Todos esos que viste hoy sacarán las garras tarde o temprano, ¿lo entiendes? —La voz de Sanathiel era fría, cada palabra cargada de advertencia.Noah dejó escapar una risa nerviosa, que rápidamente se transformó en un tono desafiante. —¡No me hables así, Sanathiel de Ruanda! —espetó, su postura reflejando orgullo herido—. Si persistes en tratarme como un trapo, no dudaré en reportarte al consejo.Sanathiel giró lentamente, sus ojos dorados encendiéndose como un fuego contenido. —No eres más que un perro que obedece órdenes. Si me he contenido, Noah, es porque no representas una amenaza para mí —respondió, apretando con fuerza el medallón lunar hasta que brilló en un tono rojizo, como si reso
Una semana después del regreso de Sanathiel, la comunidad de los Trece decidió enviar a un nuevo "prototipo" a la Gran Ciudad. Su destino era claro: la Casa del Lobo, el hogar de Sanathiel. La misión no era solo un acto de vigilancia, sino también una demostración de poder y control sobre él. Entre los enviados estaba Lionel, decidido a aprovechar cada oportunidad para demostrar su valía y desestabilizar a su hermano.Mientras sellaba un sobre con información delicada, Lionel esbozó una sonrisa maliciosa.—Aisha… —susurró, leyendo el nombre que destacaba en los documentos frente a él—. Si logro encontrarla primero, no solo tendré control sobre Sanathiel, sino sobre mucho más.Mica, siempre al tanto de los movimientos de Lionel, lo observaba con preocupación.—Joven Lionel, ¿cree prudente inmiscuirse con esa humana? Su relación con el lobo blanco ya es complicada…—¿Humana? —replicó Lionel, con una risa seca—. Esa "humana", como dices, podría ser la clave para desmoronar a mi querido h