Inicio / Hombre lobo / SANATHIEL / Capítulo 1: La maldición del lobo blanco
Capítulo 1: La maldición del lobo blanco

La luna llena se alzaba sobre el horizonte, bañando el bosque con su luz pálida. Las sombras se alargaban entre los árboles, creando figuras que parecían moverse por sí solas. El aire estaba cargado, denso, como si algo ominoso estuviera por ocurrir. En el centro de esa quietud aterradora, Luciano Kerens caminaba con paso firme, sus pensamientos pesados como la oscuridad que lo rodeaba.

Había llegado el momento.

El frío mordía su piel, pero eso era lo de menos. Lo que realmente sentía era el peso del pacto que había hecho, el pacto que había sellado su destino y el de sus hijos. La marca que el demonio le había grabado en la piel aún ardía, recordándole que no había escapatoria. Sus ojos, apagados por el paso del tiempo y las atrocidades que había cometido, buscaban entre las sombras el altar de piedra que lo había traído hasta aquí.

Cuando finalmente lo encontró, el lugar no había cambiado. Las piedras, gastadas por el tiempo, seguían impregnadas del mismo poder oscuro que había sentido la primera vez. Su mente lo llevó de vuelta a aquel momento: la noche en que sacrificó todo, incluso su humanidad, por la promesa de poder. Pero esta vez, no había calma en el aire. Algo lo observaba.

Un crujido resonó tras de él, y antes de que pudiera girarse, una voz cargada de resentimiento lo paralizó.

—Luciano… —dijo una voz profunda, casi gutural.

Se giró rápidamente, con el corazón latiendo fuerte en su pecho. Frente a él, una figura esbelta emergía de las sombras. La luz de la luna apenas iluminaba su rostro, pero Luciano reconoció al instante esos ojos: dorados, brillando con una intensidad que lo congeló en el lugar.

Sanathiel.

El muchacho que había sido su herramienta, su peón, ahora estaba de pie frente a él. Ya no era el joven confuso que había encontrado años atrás. Había cambiado. Su porte era diferente, más seguro, más imponente. Y había algo en su mirada que hablaba de poder y sufrimiento.

—Sanathiel... —murmuró Luciano, sin poder evitar que su voz sonaba áspera.

Sanathiel no dijo nada al principio. Solo lo observó, con los ojos dorados fijos en él. Podía sentir cómo la ira y el dolor lo consumían por dentro, pero mantenía una calma peligrosa. Una calma que solo precedía la tormenta.

—Todo este tiempo... —comenzó Sanathiel, su voz profunda y cargada de resentimiento—, me has utilizado, manipulando cada paso que he dado.

Luciano abrió la boca para replicar, pero Sanathiel lo interrumpió, dando un paso hacia adelante.

—Lo que no sabías, padre, es que yo también he despertado. Y ahora entiendo todo.

Esas últimas palabras hicieron eco en la mente de Luciano. El poder del lobo blanco había despertado en Sanathiel, devolviéndole no solo sus recuerdos, sino también el linaje maldito que le corría por las venas. Sanathiel no solo era un hijo perdido. Ahora, era una amenaza real, alguien que no solo podía enfrentarse a Luciano, sino a su destino como pieza clave en el retorcido juego del demonio.

—No tienes idea de lo que estás diciendo, Sanathiel, intentó advertir a Luciano, su voz rasgada por la tensión.

Sanathiel avanzó otro paso, su sombra creciendo bajo la luz de la luna. En su mente, las imágenes del pueblo arrasado por el fuego y la oscuridad lo atormentaban. Su hogar destruido, las voces de aquellos que había amado, todo reducido a cenizas por las manos de Luciano.

—He visto lo que has hecho —continuó Sanathiel, cada palabra cargada de rencor—. El pueblo que destruiste, las vidas que arruinaste… y lo hiciste todo para cumplir con tu maldito pacto.

Luciano cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de las verdades dichas. Él lo había hecho, sí. Había arrasado con todo a su paso para mantenerse fiel al pacto con el demonio, pero lo que Sanathiel no entendía —lo que no podía entender— era que todo había sido por él. Por protegerlo. Aunque ahora eso no importaba.

Sanathiel extendió su mano, y con un movimiento lento, comenzó a transformarse. Sus ojos dorados brillaron aún más, y su cuerpo, temblando por el poder contenido, comenzó a mutar. Garras surgieron de sus manos, y un pelaje blanco como la nieve cubrió su piel. El lobo dentro de él, liberado por completo, rugió con una fuerza que resonó en todo el bosque.

Luciano dio un paso atrás, pero no huyó. Sabía que este momento llegaría.

—Me convertiste en esto, Luciano —dijo Sanathiel, su voz ahora un gruñido animal—, y ahora lo pagarás.

—Sanathiel, no tienes porqué hacer esto. —Las palabras de Luciano salieron con una mezcla de tristeza y resignación.

Pero Sanathiel ya no escuchaba razones. Ya no podía. La maldición que compartían, el odio, el dolor… todo lo había arrastrado hasta ese momento. Y ahora solo quedaba una cosa por hacer.

De pronto, una sombra se movió entre los árboles. Ambos giraron sus cabezas al unísono. Desde las profundidades del bosque, un tercer jugador emergió. Era Noah, el vampiro transformado por Luciano. Sus ojos brillaban con una luz rojiza, y su sonrisa era una mezcla de placer y sadismo.

—Así que finalmente se encuentran —murmuró Noah, deleitándose con la tensión—. Qué conmovedor. ¿Debo detener esto o permitir que se maten?

Sanathiel rugió con furia, lanzándose hacia Noah con las garras extendidas. El vampiro se movió con rapidez sobrenatural, esquivando el ataque mientras reía.

—Siempre tan impulsivo, Sanathiel. Quizás no entiendes que este juego apenas comienza.

Luciano aprovechó el momento de distracción para retroceder, pero Sanathiel lo notó. Con un salto impresionante, aterrizó frente a él, bloqueando su escape.

—No esta vez, padre —gruñó.

El lobo blanco lo alcanzó en un instante, y el rugido de la bestia se mezcló con el sonido de los truenos en el cielo. Pero, en lugar de sentir el dolor de la muerte, Luciano sintió algo distinto. "Rompiendo con un rugido gutural, la bestia se transformó en hombre."

“Hasta que la oscuridad se desvanezca”

"Alzó el medallón lunar, que brilló con una intensidad azul, desvaneciendo la oscuridad."

El bosque quedó en silencio. La luna seguía brillando en lo alto, testigo de lo que había ocurrido. Pero en medio de la calma, el demonio observaba desde las sombras, su sonrisa apenas visible en la penumbra.

—Todo está saliendo según lo planeado, murmuró para sí mismo.

La verdadera batalla aún no había comenzado.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP