Cloe siempre ha sido una chica alegre y de buenos principios, criada por su abuela, quien la ha cuidado toda su vida. Sin embargo, hay una condición para que Cloe herede la fortuna familiar: debe casarse. Aunque tiene novio, su abuela sospecha que él no es el indicado y le propone algo inesperado: tener tres citas a ciegas antes de tomar una decisión. Cloe, confiada en su relación, rechaza la idea y decide pedirle matrimonio a su novio. Pero lo que jamás imaginó fue escuchar las frías palabras que destrozarían sus ilusiones: —Quiero a Cloe, pero no me veo casándome con ella o viviendo un futuro a su lado. Mientras Cloe lidia con esta devastadora verdad, su destino toma un giro inesperado. Ethan Chandra, el Alfa Supremo, quien ha perdido a su primera luna, ha puesto los ojos en ella. Él, obligado por las circunstancias, ha decidido reclamarla como su segunda luna, y hará lo que sea necesario para conquistarla, aunque Cloe no tiene idea de que existen los hombres lobo. ¿Podrá una simple humana controlar a un lobo oscuro? ¿O se verá consumida por los secretos y peligros que acechan en su nuevo mundo?
Leer másKael hizo una pausa, con su mirada fija en Cloe.—No la dejó desayunar porque alguien intentó envenenar su comida. En ese plato pusieron plata fundida, un veneno para nosotros. Si fueron capaces de hacer eso con el plato de mi Alfa, ¿cree que no harían algo igual o peor para dañarla a usted? Las palabras golpearon a Cloe como un mazo. Tragó grueso, mientras un recuerdo surgía en su mente: la pulsera de plata que llevaba aquel día había desaparecido después de que Xiomara la tocara. Una oleada de incomodidad y culpa la atravesó. —Si nadie me quiere aquí —murmuró, con un nudo en la garganta—, ¿no sería más sensato que tu jefe simplemente me dejara ir? Kael alzó una ceja, con un aire de escepticismo. —No es tan simple, futura Luna… —empezó, pero antes de que pudiera continuar, Cloe alzó una mano, deteniéndolo. —No importa. De todos modos, solo quería ir a la cocina a ayudar a la señora Aria. Está sola preparando la comida de todos, y no es justo que una mujer enferma tenga que
La indignación hervía en la sangre de Leila mientras se miraba en el espejo, repasando cada detalle de su rostro a la vez que se aplicaba las cremas de su costosa rutina de skincare. Y su reflejo parecía devolverle una mueca amarga de su propia frustración. —¿Qué solo sea su mediocre empleada? —murmuró con dientes apretados, masajeando su mandíbula con fuerza—. Abuela, con razón vas a morir de manera tan fea. Eres un ser despreciable. —Odio ser masajista —continuó, deslizando sus dedos por sus mejillas con movimientos mecánicos—. Me dediqué a esto solo para infiltrarme en ese maldito spa y fastidiarle la vida a esa mojigata. Y ahora… ahora no solo se quedó con mi herencia, sino que tiene un hombre envidiable, no como mi patético esposo. ¡Un gerente sin atributos ni ambiciones! —gruñó, golpeando la mesa frente a ella con la palma de la mano.Un timbre interrumpió su diatriba interna. Leila respiró profundamente, ajustándose la bata de seda antes de dirigirse hacia la puerta. Al abrir
Cloe se encontraba sumida en un sueño profundo, donde sus pensamientos se entrelazaban entre la oscuridad de la noche. En su ensoñación, se vio a sí misma en un bosque frondoso, rodeada por altos árboles de misterioso follaje. De repente, un lobo azul azabache con ojos rojos gigantes y brillantes emergió de la penumbra, acercándose sigilosamente hacia ella. El pelaje del lobo ondeaba en el viento de forma siniestra, emanando un aura de peligro. Y Cloe sintió el pánico apoderarse de su ser mientras el lobo se acercaba cada vez más, mostrando sus fauces con afilados colmillos ansiosos por la sangre.Justo en el momento en que el lobo estaba a punto de abalanzarse sobre ella, el sueño cambió súbitamente. La oscuridad del bosque se desvaneció para dejar paso a un lugar completamente diferente. Incluso ella había cambiado, su cabello no era de color negro, sino blanco, y la piel de su brazo y pecho estaba cubierta por runas de color negro. Se encontraba de pie en un prado radiante. A
Ethan, que seguía corriendo por el bosque con Cloe en brazos, frunció el ceño. A pesar de su calma habitual, las palabras de Kael encendieron una chispa de ira en su interior.(Entonces que no lo intente más. Contengan a esa cosa. No permito que ninguna amenaza cruce este territorio)(Lo estamos haciendo, pero es astuta. Nos está costando mantenerla fuera)Mientras Kael hablaba, la abominación se lanzó contra uno de los miembros de la manada que había llegado para reforzar el perímetro. Su grotesca figura parecía más desesperada con cada momento que pasaba, gruñendo y lanzándose contra cualquier cosa que se interpusiera entre ella y el camino que Ethan había tomado.—¿Qué está pasando? —preguntó Cloe con voz temblorosa, aferrada aún más al cuello de Ethan, mientras corría con una precisión que desafiaba la lógica en la oscuridad del bosque.—Nada que deba preocuparte —respondió Ethan con una voz que intentaba ser tranquilizadora, pero que no lograba ocultar del todo la tensión.Cloe
Cloe estaba sentada en silencio, ignorando deliberadamente a Ethan. Sus dedos se movían sobre la pantalla de su teléfono, pero su mente estaba lejos de los mensajes que fingía leer. La pregunta burlona de Ethan seguía resonando en su mente, "¿Estás celosa?", de solo pensarla sentía un desafío y una humillación que la hacía arder de indignación. Él, como siempre, estaba tranquilo, observándola de reojo desde el asiento contiguo, con una leve sonrisa que solo añadía combustible a su ira contenida. De repente, las luces de la camioneta comenzaron a parpadear, como si una sombra densa y ominosa hubiera caído sobre ella. Un frío inusual llenó la cabina, y el aliento de Cloe se volvió visible frente a ella. Ethan frunció el ceño, y su expresión cambió de calma a alerta en un abrir y cerrar de ojos. Dentro de su mente, Ferus gruñó con fuerza. (Algo está en la carretera. Un enemigo.)Ethan no reaccionó externamente; estaba acostumbrado a lidiar con situaciones de peligro. Para un alfa
La cena concluyó en un absoluto desastre. Leila, furiosa y con el orgullo herido, consumió una copa de vino tras otra, abandonando toda semblanza de compostura.Mientras tanto, Cloe apenas probó bocado; su corazón estaba demasiado cargado de tristeza como para concentrarse en otra cosa. Cuando todos comenzaron a dispersarse, Cloe se inclinó hacia Ethan, susurrándole: —¿Me darás unos minutos más para hablar con mi abuela?Ethan, con una mirada comprensiva, asintió.Mientras Cloe se dirigía a la habitación de su abuela, se cruzó con su tío en el pasillo. —No dejaré que te quedes con lo que por derecho me pertenece —escupió con un tono cargado de resentimiento—. Abriré un juicio legal. No sé qué hiciste para convencer a mi madre, pero no te saldrás con la tuya.Cloe lo miró, cansada y herida.—Tío, no hice nada. Esto es el karma pasándote factura. Desde que tengo uso de razón, tú y Leila me han tratado como una recogida, cuando bien sabes que soy parte de esta familia.Él se rió con am
Ethan apretó suavemente la cintura de Cloe, como si le dijera que no estaba sola. Y por primera vez, Cloe sintió que, tal vez, no lo estaba.El área del comedor se llenó de un silencio sepulcral, roto solo por la respiración de Leila.—Lo encontré revolcándose con una mujer fácil, abuela.El impacto de sus palabras resonó en la estancia como un trueno. Los ojos de su abuela, que se encontraban revisando el registro matrimonial que Ethan le había entregado, se cerraron por un instante mientras apretaba los labios. Con una tristeza notoria, dejó el documento sobre la mesa y murmuró: — Finalmente has visto en ese muchacho lo que yo veía, y decidiste seguir adelante. Entonces ya puedo morir en paz.Cloe frunció el ceño de inmediato. Su corazón dio un vuelco. —¿Por qué dices eso, abuela? —preguntó con la voz rota por una mezcla de incredulidad y miedo. La anciana suspiró profundamente, levantando la mirada con los ojos húmedos. —Porque me queda poco tiempo, mi niña. Los doctores me
El colmo fue cuando los escoltas de Ethan se acercaron a abrirle la puerta a Cloe, inclinándose ligeramente con un respeto que parecía reservado para la realeza. Leila apretó los dientes, tratando de no mostrar su envidia desbordante. —Buenas noches, señorita Cloe, sea bienvenida a casa —dijo el mayordomo al recibirlos en la entrada, inclinando la cabeza ligeramente. Cloe sonrió feliz de verlo y le agarró las manos con cariño.—Tiempo sin verte, Joaquín…—Mayordomo, ¿acaso nosotros no somos nadie? Pareces olvidar que también somos los señores de esta casa —exclamó Leila, sintiéndose desatendida por el mayordomo.—Lo siento, señorita. Adelante, la señora los espera en el salón principal — respondió de manera seca, ya que no sentía aprecio por Leila, quien desde niña había tratado a los empleados como basura, a diferencia de Cloe, que siempre era respetuosa y cariñosa con todos, sin hacer distinciones.Cloe, nerviosa y sin pensarlo, tomó del brazo a Ethan, quien, impasible como siem
Mientras la guagua avanzaba lentamente, el ronroneo del motor llenaba el aire, y el paisaje se desdibujaba a través del cristal. Cloe, sentada frente a Ethan, sentía que su mente estaba muy lejos de aquel reducido espacio. Ya que la pregunta que él había hecho horas antes, seguía martillando en su cabeza, clavándose con la precisión de una flecha envenenada. «¿Qué quiere de mí realmente? ¿Por qué la respuesta que quería darle ni siquiera le importó escucharla?», pensaba, mientras su mirada se desviaba hacia el rostro sereno, casi inescrutable, de Ethan. Pero esa serenidad era un espejismo. Ella podía sentirlo. Había algo contenido en él, algo que ardía justo debajo de la superficie, como un volcán esperando estallar. «¿Será que se cansó de mi rechazo constante? Si solo sigo negándome, tarde o temprano se aburrirá y me dejará ir. Eso es lo lógico. Lo prudente». Tragó saliva y desvió la mirada hacia la ventana. Sin embargo, por más que intentaba convencerse, la presencia de Ethan