Cloe siempre ha sido una chica alegre y de buenos principios, criada por su abuela, quien la ha cuidado toda su vida. Sin embargo, hay una condición para que Cloe herede la fortuna familiar: debe casarse. Aunque tiene novio, su abuela sospecha que él no es el indicado y le propone algo inesperado: tener tres citas a ciegas antes de tomar una decisión. Cloe, confiada en su relación, rechaza la idea y decide pedirle matrimonio a su novio. Pero lo que jamás imaginó fue escuchar las frías palabras que destrozarían sus ilusiones: —Quiero a Cloe, pero no me veo casándome con ella o viviendo un futuro a su lado. Mientras Cloe lidia con esta devastadora verdad, su destino toma un giro inesperado. Ethan Chandra, el Alfa Supremo, quien ha perdido a su primera luna, ha puesto los ojos en ella. Él, obligado por las circunstancias, ha decidido reclamarla como su segunda luna, y hará lo que sea necesario para conquistarla, aunque Cloe no tiene idea de que existen los hombres lobo. ¿Podrá una simple humana controlar a un lobo oscuro? ¿O se verá consumida por los secretos y peligros que acechan en su nuevo mundo?
Leer másSin pensarlo dos veces, Gregor la lanzó con fuerza sobrenatural contra la mesa de roble donde compartía la cena con Elyria. La madera crujió y se hizo añicos bajo su cuerpo.Justo en ese instante, Ewan irrumpió en la cocina junto a dos guardias, alertado por el súbito cambio de energía de su alfa. Su mirada recorrió el lugar con rapidez, viendo a la loba retorciéndose entre los restos destrozados de la mesa, y a Gregor… atrapado en medio de una metamorfosis brutal.El cuerpo del alfa temblaba con espasmos violentos. Cada crujido de sus huesos resonaba en la habitación como una amenaza primitiva. La piel se le estiraba, y los músculos se expandían como si fueran a desgarrarse, y sus ojos humanos se tornaban de un ámbar encendido, cargado de furia. No era una bestia, no todavía. Pero tampoco era ya humano.—Luna simbólica, será mejor que salgas de aquí —advirtió Ewan a Elyria, retrocediendo un paso, con la mano lista para defenderla—. Está en plena metamorfosis…—¿Por qué tengo que sal
Justo cuando Elyria entró a la cocina, agarrada al brazo de Gregor, dos sirvientas clavaron la mirada en la tobillera de su pie, como si fuera una marca de deshonra para la manada.La incredulidad primero, y el odio después, se reflejaron sin disimulo en sus rostros. Elyria lo sintió todo, como si las miradas fueran cuchillas afiladas recorriéndole la piel.Sin embargo, la vieja nana de Gregor, sonrió en cuanto los vio llegar.—Mi muchacho —murmuró con ternura, secándose las manos en su delantal—, no debiste venir hasta aquí. Yo habría podido llevarte la cena a tu habitación.Gregor se dejó caer con naturalidad en uno de los bancos de madera, arrastrando a Elyria con él para que se sentara sobre su regazo.—Nana, mi luna simbólica quiere comer curry picante —anunció, sin dejar de mirar a Elyria con esa expresión de orgullo posesivo que hacía que a las lobas presentes se les crisparan los músculos de la mandíbula.Elyria, sintiendo la tensión como una tormenta a punto de estallar, baj
Ronald negó con la cabeza, girando lentamente hacia su beta con una mirada que quemaba como fuego oscuro.—La princesa está a su lado —gruñó—. Ella sola podría desmantelar toda nuestra manada si quisiera. ¿Y tú quieres provocar una guerra sin entender por qué está fingiendo ser una humana? ¡Saber que es mi luna no pareció importarle!Se puso de pie con lentitud, dejando que la tensión pesara en el aire como una niebla espesa.—No... primero debemos conocer bien sus intenciones. ¿Por qué ocultarse? ¿Por qué jugar a ser una humana? Hasta que sepamos qué busca, cualquier movimiento sería un suicidio.El beta tragó saliva, pero luego asintió con energía.—Pero... si es realmente ella, nuestra luna... —Se le iluminó el rostro con esperanza—. Si es la destinada para esta manada… ¿Qué hará para traerla? ¿Es verdaderamente nuestra luna?—Adivina —lo interrumpió Ronald con una sonrisa torcida, palmeando el hombro de su beta como si ya pudiera saborear el poder en sus manos.El beta se quedó al
Gregor la sacudía por los hombros, angustiado, casi al borde del colapso. —¡Elyria! ¡Mírame!— rugió con desesperación, al verle el rostro arrugado por el dolor, los labios pálidos y la respiración entrecortada.Sin pensarlo, alzó una mano, dejando que su poder de sanación se activara, y un brillo tenue cubrió su palma mientras la acercaba al pecho de Elyria.Pero antes de tocarla, ella comenzó a respirar agitadamente, tosiendo con fuerza. Se llevó una mano al pecho, temblorosa, mientras alzaba la otra, en un gesto débil pero claro de detenerlo.—C-calma… Estoy bien… —susurró entre jadeos—. Esto… esto es normal…Gregor frunció el ceño, confundido. —¿Qué demonios, te pasó? ¿Por qué mi sangre te causó dolor? La sangre de alfa no debería afectarte… Lo poco que sé es suficiente para entender que eso no es normal. Tu tía humana formó un vínculo con la manada del alfa supremo sin ningún rechazo… —dijo, refiriéndose a Teresa.Elyria asintió lentamente, aún presionando su pecho, aunque un
Entonces escuchó un sollozo apenas audible, como un animalito herido, que se contiene en la oscuridad.Ese quejido le atravesó el alma.Con un rugido, levantó la pierna y, de una sola patada, destrozó la puerta. Las bisagras crujieron, la madera estalló, y el eco del impacto retumbó por toda la cabaña.Allí estaba ella. Sentada en el borde de la bañera. Desnuda, envuelta solo en la toalla, con el rostro empapado en lágrimas, y con las mejillas encendidas por el llanto reprimido.Elyria alzó la cara hacia él. Su mirada era un océano de dolor y confusión. —Ahora comprendo... cuando mi madre me decía que mi infantilidad me iba a causar problemas… Gregor sintió cómo se le partía algo por dentro.Sin decir una palabra, se acercó a ella, la tomó entre sus brazos con la misma delicadeza con la que se carga una flor rota, y la llevó a la habitación. La sentó sobre la cama con cuidado, como si fuera de cristal, y se agachó delante de ella, aún con el pecho agitado por la rabia, y la impoten
En la sala de estar de la cabaña de Gregor, el ambiente estaba cargado de tensión. Algunos lobos se encontraban reunidos dentro, de pie o recostados contra las paredes de madera, mientras otros aguardaban fuera, agitados, esperando una respuesta definitiva de su alfa.La incertidumbre los consumía. Estaban asustados, y desesperados. Ninguno quería enfrentarse a Ronald. A pesar de su orgullo, sabían reconocer una amenaza real… y el alfa enemigo no era uno cualquiera. Era brutal. Implacable e invencible, para una manada con tan poco poder militar. Enfrentarlo era casi una sentencia de muerte, y todos lo sabían.Elyria permanecía cerca del fuego, sentada, con las manos apretadas sobre su regazo. Tenía la mirada perdida, los ojos vidriosos y el alma rota. Seguía sin comprender cómo la diosa de la luna podía haberle hecho algo tan cruel: ¿cómo podía su alfa destinado ser Ronald? Ese monstruo… ese asesino, de todos los alfas que pedían su mano, él le parecía el más desagradable.—No lo qui
Gregor se incorporó de golpe, con la expresión tan endurecida como el acero. Sus ojos dorados centellearon con fiereza mientras apretaba los puños.—Gregor… —murmuró Elyria, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.El alfa no respondió de inmediato, pues su mente todavía seguía conectada con la de su guerrero.—¿Qué ocurre? —preguntó con voz grave a través del enlace mental.Pero la respuesta que recibió hizo que un rugido de ira se formara en su garganta.—Debí imaginar que ese desgraciado se aprovecharía de nuestras desventajas… —gruñó Gregor, y Elyria no necesitó más para entender que hablaba de Ronald.Los ojos de Gregor se tornaron feroces cuando se giró hacia la puerta.—Lo siento, Elyria. Debo irme —anunció, esperando que ella se quedara.Pero para su sorpresa, Elyria no asintió ni vaciló. Sin decir palabra, comenzó a seguirlo.—Debes esperarme, ¡es peligroso!—le ordenó Gregor, girándose para mirarla con severidad.—No —respondió ella con firmeza, sin detenerse—. Algo me
Gregor giró lentamente la cabeza.—Creo que ya lo pensé lo suficiente. Mi instinto lobuno me arrastra hacia ella; nunca antes había sentido algo así. Y mi lobo nunca se ha equivocado.Ewan apretó los dientes. Sabía que discutir con su alfa en ese estado era peligroso, pero no podía callar.—Estás actuando impulsivamente. Ya está nevando, no tenemos manera de conseguir los suministros sin el apoyo de la princesa. Si eliges a la humana ahora, Mairen nos abandonará.Gregor colocó una de sus manos, aún convertida en garras, sobre el hombro de su beta.—Piensa en esto, Ewan… algo no cuadra aquí. Si esa princesa realmente quisiera ayudar, si en verdad tuviera los recursos que dice, habría sacado su tarjeta bancaria desde el primer momento en que mi madre pidió ayuda. Pero no lo hizo. Su vacilación me dice que no tiene dinero.Ewan se quedó paralizado, y mientras sus pensamientos chocaban unos con otros. Observó a Gregor alejarse, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.—Estamos arruina
—Solo te daré unos días —le había dicho Elyria a Gregor como un ultimátum. Sin embargo, el estrépito de una taza de café estrellándose contra el suelo y haciéndose añicos provocó que Gregor y Elyria giraran las cabezas justo cuando la puerta se abrió de golpe, revelando a Lynn con el rostro contorsionado por la furia. —¡Humana pretenciosa! ¿Cómo te atreves a reclamar el puesto de Luna? —espetó centelleando de odio. Sin vacilar, avanzó a zancadas, pisoteando la bandeja y los cristales rotos como si no los sintiera.Sin que Gregor pudiera anticiparlo, Lynn dejó salir sus garras y, con un movimiento felino, rasguñó la mejilla de Elyria. La piel se abrió al instante y un delgado hilo de sangre descendió por su rostro. Un gruñido retumbó en la habitación y Gregor, en un salto, se interpuso entre ambas, cubriendo la herida de Elyria con su mano.—¡Ya basta, madre! —rugió Gregor con tal intensidad que la cabaña pareció estremecerse desde sus cimientos.—¡Primero muerta aceptaré que tom