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**Capítulo 5** Reunión de alfas.

Robin observó a Ethan alejarse, pero no podía moverse. El miedo lo consumía, no por la partida de Ethan, sino por lo que implicaba: que alguien más pudiera ocupar el lugar que él tanto ansiaba junto a Cloe. 

No estaba dispuesto a dejarla, no cuando la fortuna de la familia materna de Cloe podía pasar a sus manos. Sus ambiciones lo mantenían anclado a ella, dispuesto a cualquier cosa para asegurarse de que no lo dejarían atrás. 

Apretando los dientes, cayó de rodillas. Sabía que tenía que hacer a un lado su orgullo si quería mantenerla cerca.

Mordió su labio con tanta fuerza que sintió el sabor metálico de la sangre. Con un susurro quebrado, dejó salir las palabras que tanto le costaban: —Lo siento… lo que te dije hace un momento, no debí haberlo dicho—.  

Cloe lo miraba desde arriba, con los brazos cruzados y una expresión llena de dolor. Sus ojos lo perforaban, pero ella no respondía, y ese silencio lo hacía sentir más vulnerable de lo que jamás había estado.

 El orgullo herido de Robin se desmoronaba mientras se arrastraba de rodillas hasta sus pies, sin dejar de mirarla. Al llegar, envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Cloe con desesperación.  

—También lamento lo que escuchaste… aunque pareciera verdad, fue todo mentira. Solo quería ver la reacción de mi hermana—, su voz se rompió en un tono desesperado. —Quiero que seas parte de mi familia, Cloe. Tenía que ponerla a prueba, asegurándome de que realmente entiende lo importante que eres para mí.  

Le tomó la mano con delicadeza, y sus labios rozaron el dorso de su piel con una devoción que resultaba casi enfermiza.  

—Te amo, Cloe… y no puedo perderte—, murmuró, con lágrimas en los ojos. —Eres la única mujer en mi vida, sin ti me sentiría perdido. Por favor, dame otra oportunidad. Juro que no te voy a fallar.  

Los ojos de Cloe brillaban, luchando por no romperse, pero la fuerza de Robin, su insistencia, la hizo dudar.  Y más cuando él sacó el anillo que ella había dejado caer antes y, tras mirarla intensamente, lo deslizó en su dedo. 

Cloe respiró hondo, conteniendo el temblor en sus manos.

             

Mientras tanto, Ethan llegó a su manada, llamada ‘resplandor eterno', pero algo no estaba bien. Su lobo interno gruñía, detectando la presencia de otros alfas que no pertenecían a su territorio. Apenas cruzó el umbral del gran salón, su beta lo alertó:  

—Supremo, muchos alfas han venido de distintos territorios para verlo. 

Ethan no perdió tiempo. Ingresó con paso firme a la sala de reuniones, observando las caras preocupadas de cada alfa. Era como si estuvieran a punto de rebelarse.

  

—Alfa Supremo, hemos venido porque no podemos seguir así—, empezó el Alfa del Norte, con voz tensa. 

—Nuestras manadas se están desmoronando. Durante las lunas nuevas, nuestros lobos no tienen control. Pelean entre ellos, e incluso han comenzado a matar sin razón. Si esto continúa, no quedará nada de lo que una vez fuimos— agregó.

Ethan apretó los puños contra la mesa, el sonido de la madera crujió bajo su fuerza.  

—¿Qué quieren que haga? Sabemos que desde que murió mi Luna destinada, Ferus, mi lobo, no puede ser controlado— gruñó con frustración.  

—Debes elegir una nueva Luna—, intervino otro alfa. —Si no marcas a una nueva, el caos continuará. Nuestras manadas necesitan un alfa rey que las mantenga a salvo. Es tu deber como Supremo.

Ethan los miró con furia y resignación. Sabía que tenían razón, pero elegir a una loba solo por necesidad le parecía una condena.  

—Ya he experimentado el amor verdadero, y no pienso conformarme con menos. No quiero a una loba que solo sea una herramienta para controlar a Ferus— replicó llenó de amargura.

—¿Qué sucederá con la elegida? No ha sido destinada por la Diosa. ¿Podrá manejar la carga de controlar al lobo oscuro de mi rey?— preguntó el beta del supremo, observando a todos los alfas.

—No hay otra alternativa. Si el supremo no actúa, nuestras manadas podrían aniquilarse mutuamente. Hemos perdido demasiado ya. Sugiero a mi hija, podría ser una excelente luna, es una loba alfa fuerte— ofreció el alfa de la manada del sur.

—Imagino que todos se opondrán a mí si me rehuso y, tras asesinarme, elegirán a mi hermano menor como supremo— especuló Ethan con gruñidos.

—Debe comprender, supremo, que el tiempo se agota, y usted sabe que no solo los lobos sufrirán las consecuencias, sino también todas las criaturas de este mundo; cuando nos convirtamos en bestias irracionales, nada nos podrá detener.

El silencio cayó en el salón cuando Ethan, con una profunda inhalación, finalmente habló: 

 —Ya he elegido a mi Luna.  

El asombro recorrió la sala.  

—¿Quién es?—, preguntó el Alfa del Sur.  

—Es humana—, reveló Ethan, dejando a todos sin palabras. Los alfas intercambiaron miradas de incredulidad.  

—Una humana no podrá controlar a tu lobo. Es una locura— replicó uno de ellos.  

—Ferus ya la ha elegido. Desde que Isabella murió, él nunca había reaccionado ante otra hembra, hasta ahora— añadió Ethan, imperturbable

Pero los alfas no aceptaban esa decisión. Sabían que una humana en territorio de lobos era una sentencia de muerte. 

A la mañana siguiente, Cloe se levantó con una sonrisa, aun sintiendo el calor de la reconciliación con Robin. 

Quería sorprenderlo, mostrarle que todo estaba bien, y decidió preparar su desayuno favorito. 

—Le daré una sorpresa— murmuró con entusiasmo mientras giraba la cerradura del departamento de Robin.

La puerta se abrió lentamente, y el silencio del lugar la envolvió. Pero apenas dio un paso dentro, su sonrisa se desvaneció. Sus ojos se fijaron en algo que hizo que su corazón se detuviera. 

Las bolsas resbalaron de sus manos, chocando contra el suelo con un ruido sordo. 

Cloe no se movió, paralizada por lo que acababa de ver, con una sola pregunta invadiendo su mente: «¿Qué demonios estaba pasando?»

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