Una punzada de duda cruzó su pecho. Ronald la notó, y sonrió con crueldad antes de girarse hacia Gregor.—Y tú… —le dijo con desdén—. ¿Sabías que la loba que fingía ser la princesa no lo era y aun así te aprovechaste? ¿Usaste a la princesa verdadera para ganar poder? ¿O fue solo por placer? Ahora entiendo por qué la llamas “tu luna”. ¡Eres un miserable! Un oportunista que no deja pasar ni la más mínima oportunidad.Gregor gruñó.—Curioso… —murmuró—. ¿Por qué no pareces tan sorprendido de saber que ella es la princesa? ¿Sabes por qué? Lo sabías desde el principio, ¿verdad? ¡Tú estuviste en su fiesta de los dieciocho años! ¡Tú la viste! ¡La reconociste! ¡Y te callaste!Ronald entrecerró los ojos. El odio se dibujó en sus facciones, y sin decir una palabra más, alzó la mano.—¡Atrápenlo! —ordenó.Varios de sus hombres se lanzaron de inmediato. Unos se transformaron en lobos en el aire, cayendo sobre Gregor con furia salvaje, mientras otros, aún en forma humana, se abalanzaron con cuchill
Elyria alzó la vista justo a tiempo para verlo correr. Agradeció internamente, porque sabía que en ese momento no tenía fuerzas para detenerlo si decidía atacar otra vez. Estaba exhausta, destrozada emocionalmente. Pero por ahora… Gregor seguía vivo.Y eso, por un instante fugaz, fue suficiente.Ella solo fue consciente hasta que su cuerpo se desplomó sobre el de Gregor. El contacto con su calor la ancló unos segundos a la realidad, pero su vista pronto se nubló, como si una cortina de sombra le cayera sobre los ojos. No supo cuánto tiempo estuvo así, sumida en la oscuridad del desmayo, hasta que el mundo volvió lentamente a tomar forma.Lo primero que sintió fue un roce suave y cálido, en la frente.—Gracias por salvarme —murmuró Gregor, con una sonrisa leve.Elyria abrió los ojos con dificultad, notando que ya estaban en su habitación, y al ver el rostro de su amado tan cerca, no pudo evitar sonreír también. Se incorporó despacio, con un leve temblor, y sin pensarlo, acomodó su r
—¿Me lo dices porque irás a buscarla? —preguntó Elyria, temblando por dentro. Sabía la respuesta, pero necesitaba oírla. O tal vez solo necesitaba que él dijera lo contrario.Sentía cómo su corazón se desgarraba en pedazos, como si cada latido la empujara un poco más hacia el abismo.Gregor la miró con pesar, y con una delicadeza, le acarició la mejilla con las yemas de los dedos. Estaba a punto de decir algo… pero entonces la conexión mental retumbó en su cabeza como un trueno en medio del silencio:“Alfa, debes venir. Esa loba mentirosa se está resistiendo… y ya ha matado a dos guardias.”La voz de Ewan era urgente, alterada.La expresión de Gregor se endureció en el acto. No hubo espacio para dudas.Giró la cabeza hacia Elyria y, simplemente, extendió una mano hacia ella.—Ven conmigo —ordenó en un tono seco.Ella asintió, confundida y preocupada, sin saber aún lo que estaba ocurriendo, pero entendiendo que el temblor en los ojos de Gregor era distinto.Caminaron apresurados por lo
La voz de Gregor sonaba firme, como si cada palabra fuera una promesa tallada en piedra.—¿Por…? ¿Por qué?—Porque te amo. No quiero a otra. Mi deseo ha cambiado, eso de que el lugar de mi luna solo era para mí destinada ha cambiado. No creí que tú podrías hacerme desistir de un anhelo tan profundo… pero lo hiciste. Me aferro a este sentimiento de tal manera que, aunque esa loba aparezca, no cambiará lo que siento por ti. ¡Tú eres mi elección!—Pero… si es tu luna destinada… —ella tartamudeó, con la voz convertida en un susurro quebrado— ¿Y si el vínculo es más fuerte? ¿Y si no puedes resistirte?Gregor sonrió.—Entonces lucharé contra el destino, si es necesario. Lucharé como lo haces tú… tú, que a pesar de lo fuerte que es el vínculo con Ronald, te resistes porque me amas. Yo haré lo mismo.Las palabras de Gregor hicieron que algo se deshiciera dentro de Elyria. Sonrió feliz, con los ojos llenos de luz, pero en su interior el miedo persistía. Porque había algo que no podía ignorar:
Agitada, con el corazón retumbándole en el pecho como un tambor de guerra y la adrenalina bulléndole en las venas, Mairen llegó frente a los altos portones de la manada de Ronald, exigiendo verle. Su voz vibraba con urgencia y fuego, pero lo único que recibió fue una orden seca: esperar fuera.Se le permitió sentarse en una banca de piedra frente a la mansión, con vista directa a la imponente fachada que tanto la había fascinado la primera vez… Frunció el ceño. ¿Por qué el trato era distinto? ¿Por qué ahora la miraban como una amenaza y no como una aliada?Dos lobos uniformados custodiaban la entrada, observándola con una mezcla de burla y desdén, como si ella fuese una ratera vulgar que planeaba robarse la vajilla de plata.La rabia la hizo hervir.—¿Saben quién soy, para que no me permitan entrar a ver al alfa? —soltó de golpe, alzando la voz con una furia que intentó dominar, pero que le temblaba en los labios.Los guardias intercambiaron miradas... y luego se rieron.—¿Y quién e
Continuación:—Esto no es de tu incumbencia. Lárgate al campamento. Ve a entrenar, si quieres quedarte —el rugido de Ronald retumbó en las paredes, autoritario, y cortante.Provocando que Mairen apretara la mandíbula hasta sentir el sabor metálico de su propia sangre. Y sus ojos se clavaron en la hechicera, que ahora apoyaba una mano en el pecho de Ronald, como si ya lo reclamara como suyo.—Mi alfa —dijo la bruja con voz melosa, pegándose a él con descaro—. Ya he terminado… ahora todo depende del desenvolvimiento de nuestro experimento.Ronald la tomó del mentón con fuerza, y por un momento pareció que iba a besarla. Mairen desvió la mirada, sintiendo cómo un nudo de impotencia le revolvía el estómago. Pues no podía aceptar que dos alfas la habían rechazado, y preferían a otras en su lugar.—Te recompensaré más tarde —le prometió Ronald a la hechicera, ignorando los gruñidos de Mairen.Mientras tanto, en la manada de Gregor, el ambiente era otro. Oscuro. Tenso. El alfa caminaba de
Aguantando las lágrimas que picaban tras sus párpados, Elyria fingió una serenidad que se resquebrajaba por dentro. Se obligó a sostener la barbilla en alto, aunque su corazón dolía como si le hubieran clavado una estaca. Que la luna destinada de Gregor estuviera fuera de la manada ya era una noticia lo bastante desgarradora, pero que él, delante de todos, dijera que quería ir a verla… eso la atravesó como una lanza en mitad del pecho. Y aun así, se negó a permitir que alguien lo notara.Con una dignidad que apenas lograba sostener, dio dos pasos hacia adelante, con la intención de marcharse por su cuenta hacia la cabaña. Quería escapar, huir antes de que la expresión en su rostro la delatara. Pero de pronto, la mano de Gregor se cerró con fuerza sobre la de ella.Elyria se congeló. No se giró. No podía. Si lo miraba, si se enfrentaba a esos ojos que creyó que la veían solo a ella, terminaría desmoronándose frente a todos. Y eso no se lo perdonaría jamás.—Estoy cansada —susurró—. S
Gregor entrecerró los ojos, sin soltar la mano de Elyria ni un segundo.—No… —dijo con voz grave—. Elyria no irá a ningún lado. Ella es mi luna. Lo siento… te esperé durante años, porque creí que te necesitaba. Pero ahora… ahora ya entregué mi corazón. Y no pienso cambiar eso.El silencio cayó como un manto pesado sobre los presentes. Un par de lobos se miraron sorprendidos. Lynn abrió la boca, pero no emitió sonido. Y la beta… la beta se quedó helada. Sus ojos se agrandaron como platos. Y su rostro reflejaba incredulidad.—¿Pretendes… rechazarme? —preguntó con la voz quebrada, como si jamás hubiera contemplado esa posibilidad.Gregor asintió levemente, aunque sus ojos mostraban compasión.—Es lo más inteligente. ¿No crees?—¡No! —rugió—. ¡Me niego! Yo quiero ser la luna de esta manada. ¡Es mi derecho! La diosa me destinó a un alfa guapo y fuerte, y no voy a perderte así de fácil.Dio un paso hacia él, alzando los brazos para abrazarlo. Pero Gregor se apartó con un gesto firme, al ti