Aterrorizada, Cloe observaba cómo Ethan se acercaba a Robin con una determinación oscura y palpable en cada uno de sus movimientos. En su mente, todo se volvió una confusa maraña de pensamientos cuando una imagen aterradora se filtró desde las profundidades de su memoria: se trataba sobre la bestia que una vez la atacó en medio de la noche, dejándola por muerta. «No, no puede ser real», pensó con desesperación mientras sacudía la cabeza, intentando borrar ese recuerdo que aún la aterraba.Cuando volvió a enfocarse en Ethan, su corazón dio un vuelco.Ethan, con una sola mano, tomó la solapa de la camiseta de Robin y lo levantó del suelo como si fuera un muñeco, con su puño libre ya alzado, listo para golpear. El miedo se transformó en algo más, algo visceral. —¡Ya es suficiente! —gritó Cloe con lágrimas en los ojos, y con voz quebrada por la angustia y el horror. Aunque estaba enfadada con Robin por sus engaños, no podía soportar la idea de verlo morir frente a sus ojos. Para sor
Cloe parpadeó varias veces, intentando despejarse, pero una sensación de confusión y pesadez se asentaba en su mente, como si su cabeza estuviera envuelta en una densa nube de humo. Cuando al fin logró abrir bien los ojos, se dio cuenta de que no estaba en su casa. La habitación en penumbra, iluminada apenas por la luz tenue de una lámpara en el rincón, desprendía un aire varonil, con muebles de líneas fuertes y una sobriedad imponente. —Este olor, siento que lo reconozco— murmuró recordando la fragancia masculina de Ethan, como si estuviera impregnada en su memoria.Saboreó de forma inconsciente.Pero horrorizada, levantó un poco la sábana gris de seda que la cubría, sintiendo la suavidad del tejido contra su piel. Al mirarse debajo, su respiración se cortó: estaba solo en ropa interior.«¿Qué pasó…?», se preguntó mentalmente, abrumada y tratando de hacer memoria, pero todo estaba borroso, y algo fragmentado. Lo último que recordaba era ese beso que le había dado a Ethan. A ese h
—Y tú estás jugando conmigo, y créeme, no saldrás victorioso. ¿Qué eres, de esos tipos abusadores que disfrutan humillando a las mujeres hasta que se rinden? ¿Por qué, qué otros sentidos tendrían nuestros extraños encuentros? Ethan entrecerró los ojos, y un destello de irritación se reflejó en su mirada. —No lo era, pero parece que tendré que serlo contigo. Te doblegaré, hasta que seas tú misma la que me lo pida. Serás mi luna, Cloe, y llevarás mi marca antes de que puedas siquiera imaginarlo. Es un desafío.Cloe lo observó con una expresión de puro desprecio. —Qué arrogante eres. Ni en tus sueños más delirantes te cedería ese deseo. ¡Nunca me doblegaré ante un tipejo como tú!Sin más, Ethan dio un paso hacia la puerta. La furia contenida le tensaba los músculos, y su mandíbula apretada mostraba lo difícil que le resultaba alejarse sin imponer su voluntad. Sin embargo, apenas dio un paso fuera de la habitación, tuvo que agacharse cuando una figura decorativa salió volando en su di
El beta de Ethan, Noa, que organizaba distraídamente los libros en una estantería cercana, se permitió una leve sonrisa, como si encontrara divertida la indignación de Cloe.—Ese “tal supremo” soy yo —respondió Ethan con voz calmada y ligeramente burlona, sin molestarse en levantarse—. Y mientras no accedas a ser mi Luna, tendrás que conformarte con el título de mascota.Cloe frunció el ceño, endureciendo sus facciones al comprender que él estaba disfrutando con esa afirmación.Ethan observaba cómo su orgullo se desmoronaba poco a poco; estaba cobrándose ese golpe que ella le había dado a su ego. Dentro de su mente, Ferus, su lobo interior, le daba su aprobación.*(Bien hecho, humano. Hazle saber quién manda, pero no la hagas llorar; no quiero que su aroma sea desagradable).*Cloe apretó los labios, temblando de rabia.—Si necesitas a un animal para domarlo, adopta un perro —espetó—. Dile a tu gente que me deje ir o llamaré a la policía.Ethan se cruzó de brazos y dejó escapar una ris
El eco de los golpes de Samira retumbaba en el cuarto, cargado de una furia y desesperación que la envolvía como un torbellino. —¡Ayuda, por favor! —gritaba, mientras sus puños chocaban contra la puerta cerrada, sabiendo que el castillo era enorme, pero también consciente de que los lobos en su interior, con sus sentidos agudos, podían escucharla—. ¡Solo quiero una reunión con el supremo, no pido nada más!De repente, la puerta se abrió con un golpe seco, y en el umbral apareció una omega. La loba la miró con desprecio y frialdad, y con una postura firme, irradiando autoridad dentro de su limitada jerarquía.—Cállate ya —ordenó con una voz cargada de hostilidad—. Si no quieres que el alfa supremo estalle en furia contigo, te exijo guardar silencio. A menos que quieras afrontar las consecuencias.Samira sintió el peso de esa amenaza. La advertencia de Ethan aún retumbaba en su cabeza, pero antes de que pudiera responder, se quedó pasmada al ver a un lobo delta arrastrando a Cloe. Sa
—Adelante, hermano —murmuró, reconociendo de inmediato al visitante.Ryan, su hermano menor, cruzó la puerta con una mirada desafiante y sus ojos llenos de expectativa. —Hermano, he venido a recordarte que la luna nueva se acerca—lanzó con reclamo y reproche.— El pueblo exige respuestas, y todos saben que has traído a esa humana aquí. Padre exige que dejes de perder el tiempo y marques a una loba, aunque sea a tu concubina, puesto que esa humana débil no tendrá la capacidad para contenerte —apuntó Ryan, con un dejo de sarcasmo.Ethan soltó un bufido, y una sonrisa fría cruzó sus labios al escuchar la palabra “concubina.” Después de la muerte de su luna, su padre había insistido en rodearlo de lobas dispuestas, asegurando que era su deber como líder saciar sus necesidades. Aunque todo aquello le parecía ridículo, había accedido para evitar controversias.—Ryan —habló Ethan, levantándose de su asiento con calma y acercándose a su hermano. Colocó una mano firme en el hombro de Ryan, apr
Para calmar su ansiedad, Ethan decidió salir a correr un poco por el bosque y sintió cómo el poder de Ferus comenzaba a tomar control, cómo cada célula en su cuerpo se activaba cuando le daba rienda suelta. No había una línea divisoria clara; cuando Ferus corría, Ethan sentía sus propios músculos tensarse, su piel arder con un calor animal, y su respiración sincronizarse con el ritmo de la tierra bajo sus pies. Su visión se agudizó hasta percibir cada hoja, cada rama del bosque, y el mundo se convirtió en una maraña de estímulos crudos y vibrantes. En esa carrera desenfrenada, no había pensamientos conscientes, solo el instinto y el deseo voraz de libertad, una necesidad básica que Ferus saciaba con cada salto, con cada rugido profundo que emergía de su pecho.Por un momento, Ethan y Ferus fueron uno en el deseo salvaje de sentir la tierra bajo sus garras —o bajo sus pies, daba igual. El aroma terroso llenaba sus sentidos, recordándole una conexión antigua, una conexión que lo lig
—Mañana, interroga a todos los empleados. Quiero saber quién tuvo el atrevimiento de tratar así a mi Luna —las palabras escaparon de Ethan en un rugido contenido, pero la ira en su voz era inconfundible.Durante un instante, Ethan se quedó contemplando a Cloe. Su piel, tan suave y pálida como porcelana fina, resaltaba en la penumbra. Su cabello negro, largo y ondulado, caía desordenado alrededor de su rostro, creando un contraste perfecto que intensificaba la etérea belleza que parecía no pertenecer a este mundo. Inclinándose hacia ella, Ethan le acarició el rostro con la yema de los dedos, trazando con suavidad el contorno de sus mejillas. Luego la levantó en sus brazos, sosteniéndola con una delicadeza poco común en él. La frialdad de la habitación era inhumana, y sus ojos se endurecieron mientras la observaba, notando cómo el peso de su ira permanecía latente, esperando liberarse.Lentamente, Cloe comenzó a despertar, todavía agotada. Pero al abrir bien los ojos y descubrirse en