Cuando Cloe llegó a casa, se detuvo en la entrada, sorprendida al encontrar un hermoso arreglo floral en la mesa del recibidor, adornado con rosas de un intenso color rojo y lirios blancos que parecían brillar bajo la luz suave del atardecer.—Señora, este arreglo es para usted —le dijo un repartidor.Curiosa, Cloe tomó la tarjeta del remitente.—¿Qué se cree? —murmuró para sí misma mientras leía la tarjeta con rechazo y rabia.Aunque el gesto de Robin reflejaba cuánto conocía sus gustos, cada pétalo del arreglo era para ella un cruel y doloroso recordatorio de su traición.La rabia hirvió en su interior, convirtiendo la admiración por las flores en un asco abrumador.—Lo siento, pero no lo voy a recibir —dijo con firmeza al repartidor, quien la miraba con sorpresa y un poco de preocupación—. No me interesa nada que venga de ese miserable. Le pagaré el doble para que se lo lleve y lo tire lejos, donde mejor le parezca.El repartidor, desconcertado pero profesional, asintió.—De acuerd
Cloe nunca había sido una chica de frecuentar clubes ni bares; tenía un mal recuerdo de una de esas noches, y por primera vez en cuatro años, aceptó la propuesta de su atrevida y espontánea amiga, Samira, quien le había dado el consejo más osado que jamás imaginó seguir: ir a un club para encontrar a un hombre que la ayudara a cumplir su propósito.Cloe no buscaba amor, ni mucho menos. Solo necesitaba a alguien que fingiera ser su esposo para convencer a su abuela de que ella era la mejor opción para heredar la fortuna familiar.Al llegar al club, la atmósfera vibrante y ruidosa la envolvió de inmediato.Se instalaron en una mesa y pidieron unas bebidas. La música pulsaba a su alrededor, y ambas se relajaron poco a poco, moviéndose ligeramente al compás de los beats, dejándose llevar por la energía del lugar.—Hoy es noche de conquista, amiga —dijo Samira, voceando sobre el ruido mientras una sonrisa traviesa iluminaba su rostro—. Tienes que aprovechar.Cloe le devolvió una mirada dud
Ethan sintió cómo su pecho vibraba mientras Ferus, su lobo interno, se agitaba violentamente. La tensión en su cuerpo era palpable, y cada músculo se tensaba bajo su piel como si estuviera a punto de romperse. Ferus no estaba contento, y sus bramidos rugían en la mente de Ethan con rabia descontrolada."(Enséñale a nuestra humana que no puede tomar la iniciativa. Ese era nuestro derecho como alfa, dominar ese beso)", refunfuñaba el lobo, con el orgullo herido. Para Ferus, la idea de que una mujer, y peor aún, una humana, besara a un alfa de esa manera era inaceptable. Él imaginaba que Ethan debió haber robado ese beso primero, imponiendo su dominio.El silencio entre ambos se hacía cada vez más denso, y Cloe, que no soportaba la falta de respuesta, lo rompió con una punzada de sarcasmo. —Bien, no me respondas. Supongo que ese será el sonido que hacen los pervertidos como tú —espetó, desafiante.Ethan la miró, incrédulo, señalándose a sí mismo como si no pudiera creer lo que acababa
Aterrorizada, Cloe observaba cómo Ethan se acercaba a Robin con una determinación oscura y palpable en cada uno de sus movimientos. En su mente, todo se volvió una confusa maraña de pensamientos cuando una imagen aterradora se filtró desde las profundidades de su memoria: se trataba sobre la bestia que una vez la atacó en medio de la noche, dejándola por muerta. «No, no puede ser real», pensó con desesperación mientras sacudía la cabeza, intentando borrar ese recuerdo que aún la aterraba.Cuando volvió a enfocarse en Ethan, su corazón dio un vuelco.Ethan, con una sola mano, tomó la solapa de la camiseta de Robin y lo levantó del suelo como si fuera un muñeco, con su puño libre ya alzado, listo para golpear. El miedo se transformó en algo más, algo visceral. —¡Ya es suficiente! —gritó Cloe con lágrimas en los ojos, y con voz quebrada por la angustia y el horror. Aunque estaba enfadada con Robin por sus engaños, no podía soportar la idea de verlo morir frente a sus ojos. Para sor
Cloe parpadeó varias veces, intentando despejarse, pero una sensación de confusión y pesadez se asentaba en su mente, como si su cabeza estuviera envuelta en una densa nube de humo. Cuando al fin logró abrir bien los ojos, se dio cuenta de que no estaba en su casa. La habitación en penumbra, iluminada apenas por la luz tenue de una lámpara en el rincón, desprendía un aire varonil, con muebles de líneas fuertes y una sobriedad imponente. —Este olor, siento que lo reconozco— murmuró recordando la fragancia masculina de Ethan, como si estuviera impregnada en su memoria.Saboreó de forma inconsciente.Pero horrorizada, levantó un poco la sábana gris de seda que la cubría, sintiendo la suavidad del tejido contra su piel. Al mirarse debajo, su respiración se cortó: estaba solo en ropa interior.«¿Qué pasó…?», se preguntó mentalmente, abrumada y tratando de hacer memoria, pero todo estaba borroso, y algo fragmentado. Lo último que recordaba era ese beso que le había dado a Ethan. A ese h
—Y tú estás jugando conmigo, y créeme, no saldrás victorioso. ¿Qué eres, de esos tipos abusadores que disfrutan humillando a las mujeres hasta que se rinden? ¿Por qué, qué otros sentidos tendrían nuestros extraños encuentros? Ethan entrecerró los ojos, y un destello de irritación se reflejó en su mirada. —No lo era, pero parece que tendré que serlo contigo. Te doblegaré, hasta que seas tú misma la que me lo pida. Serás mi luna, Cloe, y llevarás mi marca antes de que puedas siquiera imaginarlo. Es un desafío.Cloe lo observó con una expresión de puro desprecio. —Qué arrogante eres. Ni en tus sueños más delirantes te cedería ese deseo. ¡Nunca me doblegaré ante un tipejo como tú!Sin más, Ethan dio un paso hacia la puerta. La furia contenida le tensaba los músculos, y su mandíbula apretada mostraba lo difícil que le resultaba alejarse sin imponer su voluntad. Sin embargo, apenas dio un paso fuera de la habitación, tuvo que agacharse cuando una figura decorativa salió volando en su di
El beta de Ethan, Noa, que organizaba distraídamente los libros en una estantería cercana, se permitió una leve sonrisa, como si encontrara divertida la indignación de Cloe.—Ese “tal supremo” soy yo —respondió Ethan con voz calmada y ligeramente burlona, sin molestarse en levantarse—. Y mientras no accedas a ser mi Luna, tendrás que conformarte con el título de mascota.Cloe frunció el ceño, endureciendo sus facciones al comprender que él estaba disfrutando con esa afirmación.Ethan observaba cómo su orgullo se desmoronaba poco a poco; estaba cobrándose ese golpe que ella le había dado a su ego. Dentro de su mente, Ferus, su lobo interior, le daba su aprobación.*(Bien hecho, humano. Hazle saber quién manda, pero no la hagas llorar; no quiero que su aroma sea desagradable).*Cloe apretó los labios, temblando de rabia.—Si necesitas a un animal para domarlo, adopta un perro —espetó—. Dile a tu gente que me deje ir o llamaré a la policía.Ethan se cruzó de brazos y dejó escapar una ris
El eco de los golpes de Samira retumbaba en el cuarto, cargado de una furia y desesperación que la envolvía como un torbellino. —¡Ayuda, por favor! —gritaba, mientras sus puños chocaban contra la puerta cerrada, sabiendo que el castillo era enorme, pero también consciente de que los lobos en su interior, con sus sentidos agudos, podían escucharla—. ¡Solo quiero una reunión con el supremo, no pido nada más!De repente, la puerta se abrió con un golpe seco, y en el umbral apareció una omega. La loba la miró con desprecio y frialdad, y con una postura firme, irradiando autoridad dentro de su limitada jerarquía.—Cállate ya —ordenó con una voz cargada de hostilidad—. Si no quieres que el alfa supremo estalle en furia contigo, te exijo guardar silencio. A menos que quieras afrontar las consecuencias.Samira sintió el peso de esa amenaza. La advertencia de Ethan aún retumbaba en su cabeza, pero antes de que pudiera responder, se quedó pasmada al ver a un lobo delta arrastrando a Cloe. Sa