Creyó haber encontrado al amor de su vida; sin embargo, una semana después de su boda, despertó en una cabaña, atada a una silla, enfrentando la traición más brutal que jamás imaginó. Descubrió que su esposo y su hermanastra habían conspirado, no solo para arrebatarle su herencia, sino también su vida. El fuego la rodeó mientras ellos celebraban su amor, pero Aideen desafió su destino. Lo que no sabían era que Kenna renacería de entre las llamas, dispuesta a devolverles el dolor multiplicado por diez. Aideen había muerto, pero Kenna, ella los haría arder.
Leer másEl tiempo había pasado más rápido de lo que jamás imaginé. Durante años, mi vida fue un torbellino de secretos, traiciones y planes meticulosamente elaborados para lograr la venganza que creí necesaria. Hubo un tiempo en el que mi existencia giraba en torno al dolor, a la necesidad de justicia y a la determinación de destruir a quienes habían intentado hacerme desaparecer. Pero ahora… el aire era distinto.El sol bañaba con su luz dorada los extensos jardines de nuestra casa, iluminando el verde vibrante del césped mientras el viento suave sacudía las cortinas de los ventanales. Desde donde estaba, sentada en un columpio de madera que Arzhel había construido con sus propias manos, observé a mi hijo correr por el jardín con la risa más pura y contagiosa que jamás había escuchado.Gabriel Whitfield Beauregard.Cada vez que pronunciaba su nombre, mi corazón se llenaba de una calidez indescriptible. Nuestro hijo era el reflejo de todo lo que habíamos construido, de todo lo que habíamos pel
El gran salón de conferencias estaba repleto; un mar de rostros expectantes llenaba cada rincón del lugar. El sonido del murmullo colectivo creaba una atmósfera densa, una mezcla de incertidumbre y curiosidad que se extendía en oleadas. El aire vibraba con la anticipación de lo que estaba por ocurrir, pues todos sabían que este no era un anuncio cualquiera.Las luces brillaban con intensidad sobre el escenario, donde mi padre, Raiden Beauregard, permanecía de pie con la postura imponente de un hombre que había recuperado lo que era suyo. Su sola presencia lograba someter a cualquier audiencia, y en esta ocasión no sería diferente. Yo estaba a su lado, con la mirada al frente, sosteniendo mi propio peso sin vacilar.Mi respiración se mantenía estable, pero por dentro, sentía el peso del momento. No era miedo ni inseguridad, era la carga de todo lo que había ocurrido para llegar hasta aquí. Mi historia era una de engaños, pérdida y traición, pero también de resiliencia y redención. Cada
El camino de regreso a la prisión fue silencioso. Estaba sentada en el asiento del copiloto mientras Arzhel conducía con la mirada fija en la carretera, su mandíbula estaba apretada y sus manos sujetaban el volante con más fuerza de la necesaria. Afuera, la ciudad pasaba en destellos de luces parpadeantes, los edificios y las calles se desdibujaban en la oscuridad.Yo, por mi parte, sentía el pecho apretado. No por miedo, ni por culpa. Era la tensión de saber que esta sería la última vez que verían a Kenna. Después de esta noche, no habría más juegos, no más mentiras.Después de esta noche, solo quedaría Aideen Beauregard.Arzhel debió notar mi estado, pues apenas y había hablado en todo el camino, así que deslizó una de sus manos sobre mi muslo en un gesto de apoyo.—Si en algún momento quieres cambiar el plan, solo dime.Giré el rostro hacia él. Su voz sonaba grave, seria, como si me estuviera dando una última oportunidad para retractarme. Sabía que luego de esto no habría nada más,
El sol de la mañana se filtraba por las cortinas en suaves destellos dorados, acariciando mi piel con una calidez reconfortante. Todavía no abría los ojos del todo, pero podía sentir la suavidad de las sábanas, la brisa ligera que se colaba por la ventana y la respiración constante de Arzhel a mi lado. Todo en ese momento era paz.Me moví ligeramente bajo las cobijas, dejando escapar un suspiro de satisfacción. Mi cuerpo seguía relajado por la noche anterior, pero mi mente comenzaba a llenarse de pensamientos dispersos, la mayoría de ellos relacionados con el futuro.Y entonces, lo sentí.Una mirada fija en mí.No necesitaba abrir los ojos para saber que Arzhel me estaba observando. Podía imaginar su sonrisa, la expresión de satisfacción en su rostro, la manera en que sus ojos recorrían mi piel como si tratara de grabar cada detalle en su memoria.No era la primera vez que lo hacía. Algo cálido y suave rozó mi mejilla, un contacto apenas perceptible que me hizo suspirar otra vez.—Es
Estando ya en la villa, cada uno se dirigió a una respectiva habitación. Arzhel y yo nos dirigimos a la mía. El silencio se sentía distinto esta vez, no era tenso ni anticipatorio, sino calmado, como una suave ola que arrastra consigo los restos de una tormenta pasada.Me dejé caer sobre la cama con un suspiro profundo, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que mi cuerpo podía relajarse sin que mi mente estuviera constantemente planeando el siguiente movimiento. Cerré los ojos por un momento, disfrutando de la suavidad de las sábanas, del colchón que me recibía sin exigencias ni condiciones.Era una sensación extraña. Mi piel todavía guardaba la memoria de noches en vela, de músculos tensos, de la necesidad perpetua de estar alerta. Pero ahora… ahora el peligro había desaparecido. Mi pecho se expandió con un aliento profundo, como si mi cuerpo recién estuviera aprendiendo lo que era vivir sin miedo ni rencor.Desde el umbral, Arzhel me observaba con una sonrisa divertida, apoyado
Estábamos en camino a la villa Lancaster, ese lugar de tranquilidad que nos permitía estar lejos de todos los problemas y bullicio de la ciudad. El lugar que por bastante tiempo se había vuelto una cueva para resolver misterios y trazar planes de venganza. Ahora, era nuestro sitio para descansar esa noche.El humo del incendio aún flotaba en mi mente. Cerraba los ojos y lo veía: el crujir de las llamas devorando la cabaña, la forma en que el fuego danzaba en la oscuridad, pintando sombras retorcidas en la madera ennegrecida. Pero lo que más resonaba en mi interior no eran las llamas… sino los gritos.Su voz desgarrada aún vibraba en los rincones de mi conciencia. No me perseguía por culpa, no era un eco de remordimiento, sino la prueba de algo mucho más profundo: la certeza de que todo había terminado. Finalmente.Ciprian conducía con una mano firme sobre el volante, su rostro iluminado solo por el resplandor intermitente del tablero. Cristopher, en el asiento del copiloto, mantenía l
Con una señal de mi mano, di la orden para que se hiciera justo cómo todo esto comenzó. Los tres mosqueteros, es decir, Arzhel Ciprian y Cristopher, trajeron numerosas bandejas de incienso, preparadas para los funerales, justo como Rune lo hizo la última vez. El resto de los hombres se dedicaron a cubrir cada rincón de ese líquido precioso.El aire estaba denso, pesado, saturado con el olor a gasolina que se filtraba en cada grieta de la madera vieja. La cabaña, la misma en la que una vez fui traicionada, ahora se convertía en el escenario de su castigo. Todo era un reflejo de aquella noche, un eco del pasado vuelto contra él.La soga que ataba a Rune a la silla se hundía en su piel, la tela de su camisa estaba empapada de sudor y el cabello se le pegaba a la frente por la humedad del miedo. Jadeaba como un animal atrapado, su pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas, demasiado rápidas, demasiado ansiosas. Sus ojos recorrían la habitación con desesperación, buscando algo,
Una gran carcajada salió de mis labios antes de poder detenerla. No fue una risa de diversión, ni fue una risa de burla.Fue una risa hueca, amarga, como la única respuesta que podía dar ante lo absurdo de la situación. Porque, después de todo, ¿qué más podía hacer? Había pasado demasiado tiempo tratando de comprender a Rune, intentando descifrar qué parte de él era real y qué parte era una ilusión creada por su propia conveniencia.Y ahora, aquí estábamos, en el punto final del tablero.Ese idiota frunció el ceño al escuchar mi risa, su expresión se endureció con una mezcla de confusión y fastidio. No era la reacción que esperaba de mí. No era el temor, la súplica o el dolor que seguramente deseaba ver en mi rostro.—¿De qué te ríes? —preguntó con impaciencia. Sus ojos oscuros analizaban cada uno de mis gestos, buscando una explicación.Le sostuve la mirada, y tras unos segundos, negué lentamente con la cabeza, como si realmente no pudiera creer lo que estaba viendo, como si toda est
—¿Lo sabes? —cuestioné escondiendo la sonrisa que se estaba queriendo formar en mis labios— ¿Desde cuándo?Mi actuación debía ser perfecta, tenía que regalarle esa pequeña satisfacción de haberme engañado todo este tiempo, de esa forma, su sorpresa al saber que lo tenía entre las cuerdas sería mucho mayor.—Lo supe todo el tiempo —confesó— desde que te vi en la ceremonia. Puede que no luzcas como mi Aideen, sin embargo, tu mirada, tu manera de moverte, eres ella.¿Acaso dijo «mi Aideen? Este hombre realmente había perdido el uso de razón. Mi mandíbula se tensó. Debía admitirlo, el llevarme a un pueblo preparado para limitar mi libertad, de esa forma había sido una jugada bastante buena. No era suficiente para ponerme en una posición desventajosa, pero, admitamos que jugó bien.—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué actuaste como si no me conocieras? —mi voz se quebró un poco. Debía hacerle creer que estaba confundida e incluso dolida.Su mirada cambió, era una mezcla de diferentes emoci