Él tenía por ahora lo que yo necesitaba para adentrarme con mayor facilidad en ese agujero de cobras. Tenía el dinero, los contactos, y los medios; si realmente estaba dispuesto a facilitar mi venganza, entonces sería exactamente lo que requería para avanzar en mi plan.
Arzhel Whitield podía ser codicioso, arrogante, pedante y frío, pero había algo en él que me inspiraba una oscura confianza: jamás mentía. Su honestidad brutal era su mejor y peor cualidad, porque no necesitaba engañar cuando podía doblegar a todos a su alrededor con solo una mirada de hielo.
Me tomé un tiempo para analizar todas mis opciones; lo ideal sería mantener a los Lancaster fuera de esto, al menos hasta que fuera necesario. Pero sabía que cualquier error podría costarme la ventaja que tanto me había costado conseguir.
—Está bien —dije, sentándome en el borde de la cama, tratando de ignorar el dolor punzante en mi pecho—. ¿Qué es lo que averiguó?
Arzhel se quedó en silencio por un momento, su expresión era tan impasible mientras sus ojos escudriñaban los míos, como si buscara algo que yo misma no había descubierto aún.
—Hubo un incendio en la cabaña. El señor Harriman fue el único que logró salir con vida, alegando que usted lo había salvado. —Su tono era sereno, pero había una nota de desdén escondida en sus palabras—. No necesito decirle lo conveniente que es eso para alguien de su clase. La gente desesperada siempre busca héroes, incluso si tienen que inventarlos.
Lo observé detenidamente, buscando algún indicio de lo que realmente pensaba, pero su rostro era una fachada perfecta de indiferencia. No hubo ni un solo gesto que traicionara sus pensamientos. Me encontré únicamente con su mirada fija, fría y evaluadora, como si estuviera desmenuzando cada palabra que yo le había dicho en busca de mentiras.
—Vaya… —solté una risa amarga, sin poder evitarlo—. Mintió para quedar bien. Debería haberme imaginado que haría cualquier cosa para salvar su miserable pellejo.
—¿De verdad le sorprende? —preguntó, su voz suave como el filo de un cuchillo bien afilado—. Pensé que ya habrías aprendido que las ratas siempre buscan una salida. Harriman no es diferente. Al fin y al cabo, la cobardía es la moneda corriente en su mundo.
Me quedé callada por un momento, tratando de ordenar mis pensamientos. Cada vez que hablaba con Arzhel, sentía como si me estuviera midiendo, poniendo a prueba cada una de mis palabras, buscando alguna debilidad que pudiera explotar más tarde.
—No sabía nada de esto —admití, aunque odiaba cómo eso me hacía parecer menos informada—. Ciprian intentó protegerme de todo mientras me recuperaba. Pero supongo que no pudo ocultarlo para siempre.
—Ciprian… —repitió su nombre con una suavidad casi burlona, como si probara el sabor de la palabra—. Ah, sí, un nombre que aparece en demasiados lugares, si sabes dónde buscar. No me interesan los actores, Aideen, pero me interesa quién te protege. Y aún más, ¿por qué?
Su mirada se volvió penetrante, como si intentara perforar las defensas que había construido durante los últimos cinco años. Sabía que no confiaba en él, y él lo sabía también, pero Arzhel era como una serpiente: paciente, siempre esperando el momento adecuado para atacar. Decidí que lo mejor era no darle más información de la necesaria.
—No es relevante para usted —respondí con frialdad—. Mi pasado no tiene nada que ver con usted. Recuerde que solo es el socio de mi padre.
—Oh, pero todo tiene que ver con todo, querida. —murmuró con una desconcertante tranquilidad—. Mientras menos secretos guarde de mí, más fácil será que este… acuerdo funcione. No obstante, sigue ocultándome cosas y me veré obligado a hacer mis propias indagaciones. Sabe que soy muy bueno en eso.
Me estremecí ante la amenaza implícita en sus palabras. Arzhel no era un hombre que hiciera promesas en vano. Si decía que indagaría, lo haría, y probablemente descubriría más de lo que yo deseaba.
Decidí contar lo que creía conveniente, no escondí nada; aun así, me guardé mucha información hasta convencerme de que era un hombre en el que podía confiar. No oculté las cosas que hizo ese hombre en la cabaña, la manera en la que me golpeó, incluso, el que le prendiera fuego, conmigo en su interior.
—¡Ese hombre es un malnacido! —gritó él de repente, cambiando de tono tan rápido que me tomó por sorpresa. Pero en lugar de dejarse llevar por la rabia, se limitó a apretar los labios en una línea fina—. ¿Todo eso lo pasó, sola?
—No, no estuve sola —admití, bajando la mirada para evitar el brillo calculador en sus ojos—. Pero no es algo de lo que quiera hablar ahora. Limítese, por favor, a lo que le he dicho.
—¿Limitarme? —Arzhel se inclinó hacia delante, sus ojos azules fríos como el acero—. Muy bien, si así lo desea. Pero no olvide que cuanto menos sé, más tengo que asumir. Y no siempre asumo lo mejor.
Un silencio pesado cayó entre nosotros, solo roto por el tic-tac del reloj en la pared.
—He dicho a todos que eres mi prometida —dijo de pronto, rompiendo la tensión con una sonrisa tan vacía de calidez que me hizo estremecer mientras tomaba mi mano enseñando el anillo que me puso en mi inconsciente—. Así que será mejor que se acostumbre a la idea. La gente ya ha comenzado a hablar, y no querrá desmentirlos, ¿verdad?
—¡Estás loco si piensas que voy a tolerar eso! —Me quité el anillo y se lo arrojé, pero él lo atrapó en el aire con la rapidez de una serpiente cazando a su presa.
—¿Se siente mejor ahora? —preguntó con una sonrisa burlona, mirando el anillo como si fuera un trofeo—. Puede quitárselo cuantas veces quiera, pero la gente ya ha visto lo que quería ver. Es mía, al menos ante sus ojos. Así que será mejor que juegue bien su papel, Aideen, si no quiere que todo este plan se desmorone antes de empezar.
Sentí la frustración hervir en mi interior, pero sabía que él tenía razón. Necesitaba su influencia para acercarme a los Lancaster y completar mi venganza. Pero odiaba la forma en que él tenía la ventaja en cada conversación, como si todo hubiera sido planificado desde el principio.
—Está bien —concedí, apretando los dientes—. Seré tu prometida falsa. Pero habrá reglas, Arzhel. Normas claras que ambos deberemos cumplir.
Él se echó a reír suavemente, como si hubiera escuchado el chiste más divertido del mundo.
—¿Reglas? —Se inclinó aún más cerca, hasta que pude sentir su aliento frío en mi mejilla—. ¿De verdad cree que está en posición de imponerme condiciones? Juguemos su juego, si eso la tranquiliza. Pero no olvide, Aideen… yo siempre tengo la última palabra.
Me quedé mirándolo con odio, no obstante, él simplemente se apartó, con una sonrisa satisfecha en los labios, como si ya hubiera ganado.
—Eso es lo que me gusta de usted —dijo finalmente, con voz suave y burlona—. Tanta lucha… tan inútil. Será un placer ver cuánto tiempo puede mantener esa fachada. Pero recuerde esto: sus secretos no son seguros conmigo. Y algún día, me los contará todos, lo quiera o no.
Arzhel se alejó. Sabía que, mientras estuviera bajo su sombra, cada paso que daba en este juego mortal lo había calculado antes. Y eso me aterrorizaba más de lo que me atrevía a admitir.
«No juegues con fuego», escuché eso cientos de veces; sin embargo, es hora de que yo misma aprenda a aprovechar cada pequeño fuego para crear un incendio. Arzhel parece que tiene el control de todo el mundo a su alrededor, por eso mismo, debo esforzarme por jugar su juego.No puedo dejar que esa ventaja que tiene sobre mí, se haga más grande, incluso si intenta disfrazar eso como una obra de caridad.—A mi parecer, luce estable —me dedicó una mirada inquisitiva—. Para que nuestra relación se asemeje a la realidad, irá a vivir a mi casa —sentenció sin dar pie a que yo hablara. Su tono de voz era más helado que el ártico—. Vamos a su antigua casa para recoger sus cosas.Sabía que todo eso era parte del trato que no supe cuándo terminé de firmar. Por otro lado, ¿debería actuar como si tuviera alguna clase de voz y voto en mi vida en este momento? Solo necesitaba lograr mi venganza sin ser descubierta.Al salir del hospital, un gran auto negro nos esperaba en uno de los parqueaderos VIP.
Me acercó aún más a él. Mis brazos parecían tener vida propia, pues, a pesar de que les ordenara que se mantuvieran quietos, estos terminaron de rodearlo por el cuello, como si una parte muy profunda de mí no deseara que se alejara.Mi cabeza gritaba que no estaba bien lo que pasaba, y mi cuerpo decía todo lo contrario.Al cabo de unos segundos que se hicieron eternos, terminamos con ese beso que, al juzgar por la mirada de Arzhel, no solo tuvo un efecto en mí.—Pasaré por ti en la tarde, princesa —afirmó con voz ronca mientras se alejaba.Me limité a asentir, era como si un gato hubiera devorado mi lengua por completo. Mi corazón parecía un caballo desbocado, salí de mi trance al ver que se alejó en su auto.No tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Aclaré mi garganta y me encaminé al interior de la empresa. Hice mi mayor esfuerzo para ignorar a Rune, quien presenció toda la escena.Por el rabillo de mi ojo, logré observar ese gesto de disgusto en su rostro.
—Siempre consigo lo que quiero, Beauregard —su manera de hablar era un poco jactanciosa, esto me hacía sentir como si fuera un mero objeto para él, solo una transacción.Es decir, todo esto era un plan, era un compromiso y no desconocía la manera en la que Arzhel se manejaba en los negocios. Intenté poner la sonrisa menos hipócrita del universo; no me agradaba ser comparada con una cosa.—No se imagina, señorita, lo afortunada que es. Whitfield es un gran hombre —expuso mi padre con una sonrisa esperanzadora.¿Acaso se estaba escuchando? ¡¿Si supiera que yo era su hija, pensaría de la misma manera?! ¡Claro que no! Arzhel era una persona egoísta, centrada en él mismo, no le importaba para nada lo que sucediera conmigo. Solo me quería, como una apariencia.Está bien, yo también me beneficiaba en algo con esto, pero no significaba que estuviera satisfecha.—Por supuesto, señor. Lo sé —sonreí, dedicándole una sonrisa enamorada a mi supuesto prometido—. Sé lo afortunada que soy por tenerl
—¿Yo? —Ellos asintieron—. No se preocupen, es solo que la comida parece haberme caído mal. Necesito comprar medicina.—Voy contigo, Kenna —la bruja se aferró a mi brazo y me arrastró fuera de la empresa.Estando lo suficientemente lejos de todos, terminamos en una cafetería. Era increíble la oportunidad que la vida me daba; no hay una mejor forma para hacer que Nessa confíe y dependa ciegamente en mí.Ninguna de las dos se atrevía a decir a primera palabra. En mi caso, podría asegurar que la primera en hablar sería la más desesperada, y esa no sería yo. En estos escasos días que llevo junto a Arzhel, he aprendido a no dar nada de información, a que el enemigo no sepa qué es lo que tengo en la cabeza.»Gracias por no haber dicho nada —susurró finalmente.—Escuché de Arzhel que los hijos fuera del matrimonio, están mal vistos en su familia —susurré intentando hacer que nadie me escuchara.—Tiene razón. Por eso le pido que no le diga nada de esto a nadie, mucho menos a mi padre. No sé qu
—Una cena romántica, princesa. ¿No se suponía que las falsas prometidas también disfrutan de las formalidades? —habló con ligereza, casi como si meterse conmigo lo deleitara. Era como si estuviera midiendo cada reacción mía con detenimiento.—¿Romántica? —solté una risa seca—. Claro, porque eso suena absolutamente como algo que un Whitield haría. Tú, para ser exactos.—¿Por qué no? —preguntó con gran calma—. Hasta los hombres fríos y egoístas que solo piensan en sí mismos tienen derecho a cenar, ¿no? Aunque, para ser sincero, esta cena no es solo para nuestro entretenimiento. —Su voz bajó un poco, como si me fuera a contar algún secreto—. Hay algo que creo que te interesará.Fruncí el ceño, estaba claro que ese desgraciado siempre buscaría sacarme de mis cabales, siempre tenía un plan para todo, siempre llevaba la delantera. ¡¿Por qué tenía que ser así?! ¿Qué hice para merecer esto?—¿Qué es lo que estás tramando, Whitield? —dije, suspirando mientras masajeaba mi sien.—Tramando, tram
El trayecto al restaurante fue rápido, demasiado para mi gusto. Mis dedos jugueteaban con el dobladillo del vestido mientras miraba por la ventana, intentaba con todas mis fuerzas no pensar en la noche que me esperaba. Rune y Nessa. Sus nombres rondaban en mi mente como un castigo infernal.Cuando llegamos, el asistente salió primero y me ofreció su mano para ayudarme a bajar. La puerta del restaurante era imponente, iluminada por un suave resplandor dorado. Antes de entrar, el asistente hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia mí.—El señor Whitield está adentro esperándola. —Su tono era neutro, pero algo en su mirada sugería que sabía exactamente el efecto que tendría mi entrada.Me enderecé, alzando ligeramente el mentón. Si vamos a hacer esto, que sea a lo grande.Al cruzar por las puertas, el murmullo del restaurante se detuvo por un breve instante, lo suficiente como para que sintiera las miradas sobre mí. El vestido cumplía su propósito con creces: captaba la atención de
Regresamos a casa y cuando terminé de contarle, el silencio llenó la habitación. Arzhel estaba apoyado contra el respaldo del sofá, girando lentamente el vaso de whisky entre los dedos, como si estuviera procesando cada palabra. Sus ojos permanecían fijos en mí.—Déjame aclarar esto. Encontraste la prueba en el baño, tu encantadora hermanastra trató de comprarte, y… no aceptaste el dinero. ¿Correcto? —Su tono era suave, pero el sarcasmo apenas se contenía.—Correcto —respondí, cruzando las piernas y devolviéndole la mirada con firmeza.—¿Por qué no tomaste el dinero? Podríamos haberlo gastado en algo interesante. —Arzhel sonrió, pero no había humor en su expresión, solo curiosidad.—Porque no lo necesito, y tampoco es mi objetivo. —Hice una pausa, permitiéndome respirar profundamente antes de continuar—. Es mejor que ella crea que puede confiar en mí. Ganarme su confianza será mucho más útil que unas cuantas monedas, Whitield.Arzhel dejó escapar una risa baja, dejando el vaso sobre l
—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me diri