El trayecto al restaurante fue rápido, demasiado para mi gusto. Mis dedos jugueteaban con el dobladillo del vestido mientras miraba por la ventana, intentaba con todas mis fuerzas no pensar en la noche que me esperaba. Rune y Nessa. Sus nombres rondaban en mi mente como un castigo infernal.
Cuando llegamos, el asistente salió primero y me ofreció su mano para ayudarme a bajar. La puerta del restaurante era imponente, iluminada por un suave resplandor dorado. Antes de entrar, el asistente hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia mí.
—El señor Whitield está adentro esperándola. —Su tono era neutro, pero algo en su mirada sugería que sabía exactamente el efecto que tendría mi entrada.
Me enderecé, alzando ligeramente el mentón. Si vamos a hacer esto, que sea a lo grande.
Al cruzar por las puertas, el murmullo del restaurante se detuvo por un breve instante, lo suficiente como para que sintiera las miradas sobre mí. El vestido cumplía su propósito con creces: captaba la atención de todos en la sala.
Mis ojos buscaron a Arzhel, pero se encontraron primero con el infeliz mayor, sentado en una mesa junto a la hiena.
La expresión en su rostro era imposible de ignorar. Sus ojos me recorrieron con una intensidad descarada, como si no pudiera evitarlo, y por un momento olvidaba que Nessa estaba sentada a su lado. Podía sentir su mirada como un fuego quemándome la piel, y aunque mi instinto me decía que apartara la vista, algo en mí decidió enfrentarlo.
Sonreí. Una sonrisa pequeña, calculada. Solo lo suficiente para que supiera que había notado su reacción.
—A tiempo como siempre, princesa. —La voz de Arzhel rompió el momento, haciéndome girar hacia él.
Era la primera vez que me aliviaba tenerlo cerca
Estaba de pie junto a una mesa cercana, vestido con un traje impecable, con esa confianza natural que siempre parecía envolverlo. Pero había algo más en su expresión cuando me miró: un destello que no había visto antes.
»Debo admitirlo, superaste mis expectativas. —Su tono era desinteresado, pero sus ojos no mentían. Por primera vez, parecía ligeramente… impresionado.
—¿Eso significa que estoy aprobada para tu agenda de manipulación? —susurré con una pequeña sonrisa mientras me sentaba. Debíamos jugar como la pareja perfecta.
—Aún estás en evaluación. —Sonrió con suficiencia mientras me acomodaba en la silla.
—Tonto.
Desde mi posición, podía ver perfectamente a Rune y Nessa. Sus gestos hablaban de incomodidad; Nessa parecía estar diciendo algo en voz baja, mientras Rune apenas le prestaba atención, con la mirada volviendo a mi mesa más veces de las que debía.
—¿Disfrutando de la atención? —preguntó Arzhel, inclinándose ligeramente hacia mí, con un tono que solo yo podía escuchar.
—Tú planeaste esto. Así que sí, lo estoy disfrutando —respondí en el mismo susurro—. Aunque seguro que tú también lo estás.
Arzhel soltó una risa baja, su mirada fija en mí con una mezcla de burla y… algo más difícil de descifrar.
—Que el mundo arda, ¿cierto?
No pude evitar sonreír.
—Exacto. ¿Sabes? Tenías razón con lo de «ver a las serpientes en su hábitat natural».
—Antes de que se me olvide, princesa, —susurró Arzhel con ese tono de voz que me ponía los pelos de punta, inclinándose ligeramente hacia delante—, cuando hablamos por teléfono, mencionaste que tenías algo que contarme. ¿Puedo suponer que es algo importante?
—Prefiero hablarlo en casa —tomé un sorbo de agua y le devolví la mirada con firmeza—. Es algo… personal, y me sentiré más cómoda con algo de privacidad.
Él sonrió, pero no de la manera usual. Esta vez fue más lenta, más cargada de misterio.
—¿Privacidad? —replicó como si quisiera intimidarme—. Qué misteriosa, señorita Whitield. Perdón, Whitfield. —Remarcó la corrección con una falsa seriedad que hizo que mis labios se curvaran.
—Ese es su apellido y fue lo que dije, Whitield —respondí con un deje de exasperación.
—Oh, siempre lo dice mal, ¿cómo cree que la reconocí? Y debo admitir que casi he llegado a preferirlo. —Se reclinó en su silla, observándome con una expresión que no podía leer del todo—. Aunque tengo que preguntarme, ¿cuánta privacidad necesitas para este misterioso asunto? ¿Estamos hablando de una confesión romántica, princesa?
Me atraganté con el agua.
—¡¿Una qué?! —exclamé, demasiado alto para mi gusto. Las cabezas de las mesas cercanas giraron hacia mí, y Rune fue el primero en fijar sus ojos en los míos con evidente interés. Nessa, por supuesto, seguía parloteando, completamente absorta en su burbujita.
—Oh, tranquila. No tienes que ponerte nerviosa. —Arzhel se inclinó hacia mí, con esa mirada burlona que lograba ser igual de irritante que fascinante—. Prometo no interrumpir si decides declararme tu amor eterno.
Cerré los ojos y respiré hondo, reprimiendo el impulso de tirarle el contenido de mi vaso en la cara y el vaso, de paso.
—Tienes una imaginación demasiado activa, Whitield.
—Gracias. Lo tomaré como un cumplido. —Su sonrisa no desapareció ni un instante.
Intenté ignorarlo, concentrándome en el menú que había tomado para tener algo que hacer con las manos, pero él no dejaba de mirarme. Finalmente, dejé el menú a un lado y lo encaré.
—Si tanto quieres saber, tendrás que esperar. No es algo que debamos discutir aquí.
—Interesante —murmuró, apoyando el codo en la mesa y su barbilla en su mano—. Nunca pensé que podrías ser tan reservada. Pero está bien, esperaré. Aunque… —Hizo una pausa, como si estuviera considerando algo—. Esto me deja con una duda.
—¿Ahora qué? —largué en medio de un suspiro.
—Si eres tan misteriosa, Aideen, ¿cómo puedo conquistarte? —Su tono era suave, casi sincero, pero su mirada seguía teniendo ese brillo astuto, como si estuviera disfrutando del juego más de lo que debería.
Lo miré fijamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas para responder; aun así, algo en mí se detuvo. ¿Ahora de qué rayos hablaba?
—¿Conquistarme? —repetí, levantando una ceja.
—Por supuesto. —Arzhel se enderezó en su asiento, su expresión volviéndose un poco más seria, pero no del todo—. Debo decir que no soy fanático de las relaciones falsas. Y ya que tú insistes en que esto es una actuación, pensé que podría hacerla más interesante para ambos.
—Eres imposible —murmuré, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas.
—Pero divertido —respondió, y pude ver cómo sus ojos recorrían mi rostro, deteniéndose justo en el rubor que intentaba ocultar.
—Si eso te hace sentir mejor. Honestamente, no creo que hayas tenido muchas relaciones en el pasado.
—Soy el que prefiere la calidad, a la cantidad. No como tú, con el bastardo.
Tomé aire, forzándome a no golpearlo, enterré mi vista en el menú y continué desviando el tema. Necesitaba poder decirle al tonto de Arzhel, sobre el embarazo de Nessa.
Regresamos a casa y cuando terminé de contarle, el silencio llenó la habitación. Arzhel estaba apoyado contra el respaldo del sofá, girando lentamente el vaso de whisky entre los dedos, como si estuviera procesando cada palabra. Sus ojos permanecían fijos en mí.—Déjame aclarar esto. Encontraste la prueba en el baño, tu encantadora hermanastra trató de comprarte, y… no aceptaste el dinero. ¿Correcto? —Su tono era suave, pero el sarcasmo apenas se contenía.—Correcto —respondí, cruzando las piernas y devolviéndole la mirada con firmeza.—¿Por qué no tomaste el dinero? Podríamos haberlo gastado en algo interesante. —Arzhel sonrió, pero no había humor en su expresión, solo curiosidad.—Porque no lo necesito, y tampoco es mi objetivo. —Hice una pausa, permitiéndome respirar profundamente antes de continuar—. Es mejor que ella crea que puede confiar en mí. Ganarme su confianza será mucho más útil que unas cuantas monedas, Whitield.Arzhel dejó escapar una risa baja, dejando el vaso sobre l
—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me diri
Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospit
Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.
Él tenía por ahora lo que yo necesitaba para adentrarme con mayor facilidad en ese agujero de cobras. Tenía el dinero, los contactos, y los medios; si realmente estaba dispuesto a facilitar mi venganza, entonces sería exactamente lo que requería para avanzar en mi plan.Arzhel Whitield podía ser codicioso, arrogante, pedante y frío, pero había algo en él que me inspiraba una oscura confianza: jamás mentía. Su honestidad brutal era su mejor y peor cualidad, porque no necesitaba engañar cuando podía doblegar a todos a su alrededor con solo una mirada de hielo.Me tomé un tiempo para analizar todas mis opciones; lo ideal sería mantener a los Lancaster fuera de esto, al menos hasta que fuera necesario. Pero sabía que cualquier error podría costarme la ventaja que tanto me había costado conseguir.—Está bien —dije, sentándome en el borde de la cama, tratando de ignorar el dolor punzante en mi pecho—. ¿Qué es lo que averiguó?Arzhel se quedó en silencio por un momento, su expresión era tan