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Capítulo 12 «Dos idiotas»

Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.

Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.

—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.

—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.

—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.

¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospital y Arzhel sin duda no era la clase de persona que solucionaba las cosas con fuerza bruta, por lo menos, no la suya. Finalmente me escuchó. Sus ojos se encontraron con los míos por unos instantes, en ellos logré ver que de verdad estaba molesto, a pesar de que se notara en lo más profundo de su mirada.

No era característico de Arzhel, pero, había que admitir que Rune no era la persona menos irritante del universo; ni siquiera este manipulador se libraba del esposo de la hiena.

—Dejaré pasar todo esto, señor Harriman; sin embargo, si vuelve a repetirse, tendré que decírselo a su esposa. Prefiero evitar cualquier clase de malentendidos por ella, si sabe a lo que me refiero.

No esperé por una respuesta; simplemente me alejé soltando una bocanada de aire. Mis manos me picaban con el deseo de abofetear a Rune, eso era lo menos que se merecía. No solo estaba engañando a Nessa, no solo habló más de ella, sino de mí. Inventó tantas cosas de Aideen que lo hacían quedar como el pobre de la relación.

¡¿Acaso todo este tiempo él no estuvo detrás del dinero de mi familia?

—Luces molesta —susurró Arzhel mientras abría la puerta del auto para que yo subiera.

—¿Se nota demasiado? —murmuré viéndolo directamente a los ojos—. Me estaba sacando de las casillas, deseaba golpearlo; sin embargo, necesitaba mantener esta apariencia. ¡No te imaginas lo despreciable que es!

—Tengo una idea clara de la clase de escoria que es, Aideen. Puedo decir que lo vi en primera fila. Admito que esa es una de las pocas personas que me tientan a actuar de manera irracional.

—¿Hay más personas? —solté una pequeña risa, por lo menos estaba haciendo lo posible para cambiar el ambiente pesado del que acabábamos de salir—. Espero no estar en esa lista.

—Te aseguro que eres la primera en ella, princesa —dijo con un tono serio; sin embargo, sentía que sus palabras tenían una segunda intención. Al ver mi gesto de confusión, desvió la mirada para centrarse en el camino y comenzar a conducir.

—Entonces me esforzaré para conservar mi puesto —alardeé un poco al centrar mi mirada en la ventana.

Se suponía que iríamos a una cena con inversionistas. Lo que es extraño, porque si lo fuera, me habría hecho cambiar por algo más acorde con la ocasión. Por otro lado, esto podría haber sido una distracción para poder sacarme de ese lugar con Rune.

¿Supo antes que yo que ese hombre llegaría a molestarme la existencia?

—Tómese ese trabajo con calma, le aseguro que no tiene competencia aún —intentó bromear mientras detenía el auto en medio del tráfico—. Si esto demora demasiado, tendremos que desviarnos y regresar a casa.

—¿No dijo que era un evento importante de la empresa? No creo que haya problema si llegamos unos minutos tarde —susurré tomando un poco de aire.

Comenzamos a avanzar; sin embargo, cuando elevé mi mirada, noté la razón por la que era difícil transitar por esa zona. Había un incendio en uno de los laterales de la carretera, parecía ser que un cultivo ardía sin que pudieran apagarlo.

Mi mirada se quedó tan centrada en el fuego, mientras mi mente era llevada cautiva al momento donde el comienzo de mi fin transcurrió. Dejé pasar un gran trago de saliva, sentía que, una vez más, estaba dentro de la cabaña. Me veía a mí misma, completamente atada, aterrada, viendo cómo el fuego avanzaba con rapidez en mi dirección, cómo me rodeaba.

Podía sentir el calor ardiendo en mis mejillas, en todo mi cuerpo. Mi visión se volvía borrosa mientras mi rostro se humedecía. Intentaba tomar mis manos para recordarme que no estaba en medio del fuego, que me encontraba fuera, completamente a salvo. Mis manos parecían estar atadas, inmóviles por el miedo, así como el resto de mi cuerpo.

—¿Aideen? —escuché la voz de Arzhel a la distancia, por primera vez podía sentir la preocupación en esta.

No tenía la fuerza para responder, mi corazón latía a mil por minuto. Mi cuerpo finalmente tuvo la fuerza para moverse, escondí mi rostro entre mis rodillas mientras las rodeaba con mis brazos. Solo deseaba que eso terminara de una vez por todas.

Noté que un brazo fuerte me rodeaba por la espalda, pero, no lograba identificar quién era, no sabía si era real, o todo era un producto de mi imaginación, o las alucinaciones. Sentía que mi pasado y presente se hubieran fusionado en un mismo instante.

»Por favor, mírame. Todo está bien, estás bien.

Seguía escuchando esa voz, si bien mi cabeza decía que esa voz le pertenecía a Arzhel, lo que mis ojos veían era el rostro preocupado de Ciprian. Eso no era posible, él no sabía en dónde me encontraba en ese momento, no podía estar en el auto conmigo, ¿o sí?

—¿Ciprian? —balbuceé en medio de mi confusión.

—Arzhel, Aideen. Soy Arzhel. Respira, por favor, estamos yendo a otro lugar lejos del fuego.

Mi respiración estaba agitada, mi corazón no regresaba a su ritmo natural por un gran rato. Cuando el calor del fuego e incluso sus destellos se perdían a la distancia, entonces pude regresar a la realidad. Finalmente pude respirar tranquila.

Sentí que el hombre se bajó del auto y abrió la puerta de mi lado. Me tomó de la mano para llevarme a quien sabe dónde, pero, a diferencia de lo que sentiría en cualquier otro momento, me sentía segura con él cerca.

El viento frío estaba golpeando mi cuerpo, ayudando a que este se tranquilizara. Me ayudó a sentarme en una banca.

—¿En dónde estamos? —susurré intentando que mi voz sonara normal, pero se entrecortaba en contra de mi voluntad.

—En un mirador. Lo descubrí por accidente hace un par de años —habló con suavidad, casi como si un suspiro se escapara de sus labios.

—Luce bastante bonito —afirmé intentando cambiar el enfoque de mi mente.

Se sentó a mi lado y tomó una de mis manos, la observó como si estuviera comprobando mi pulso, o si aún llevaba el anillo que me obligaba a cargar; luego, comenzó a darle leves golpecitos, de esos que se sentían como una caricia. 

Fue ahí cuando lo entendí por fin, él también estaba preocupado por mi.

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