Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.
Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.
—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.
—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.
—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.
¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospital y Arzhel sin duda no era la clase de persona que solucionaba las cosas con fuerza bruta, por lo menos, no la suya. Finalmente me escuchó. Sus ojos se encontraron con los míos por unos instantes, en ellos logré ver que de verdad estaba molesto, a pesar de que se notara en lo más profundo de su mirada.
No era característico de Arzhel, pero, había que admitir que Rune no era la persona menos irritante del universo; ni siquiera este manipulador se libraba del esposo de la hiena.
—Dejaré pasar todo esto, señor Harriman; sin embargo, si vuelve a repetirse, tendré que decírselo a su esposa. Prefiero evitar cualquier clase de malentendidos por ella, si sabe a lo que me refiero.
No esperé por una respuesta; simplemente me alejé soltando una bocanada de aire. Mis manos me picaban con el deseo de abofetear a Rune, eso era lo menos que se merecía. No solo estaba engañando a Nessa, no solo habló más de ella, sino de mí. Inventó tantas cosas de Aideen que lo hacían quedar como el pobre de la relación.
¡¿Acaso todo este tiempo él no estuvo detrás del dinero de mi familia?
—Luces molesta —susurró Arzhel mientras abría la puerta del auto para que yo subiera.
—¿Se nota demasiado? —murmuré viéndolo directamente a los ojos—. Me estaba sacando de las casillas, deseaba golpearlo; sin embargo, necesitaba mantener esta apariencia. ¡No te imaginas lo despreciable que es!
—Tengo una idea clara de la clase de escoria que es, Aideen. Puedo decir que lo vi en primera fila. Admito que esa es una de las pocas personas que me tientan a actuar de manera irracional.
—¿Hay más personas? —solté una pequeña risa, por lo menos estaba haciendo lo posible para cambiar el ambiente pesado del que acabábamos de salir—. Espero no estar en esa lista.
—Te aseguro que eres la primera en ella, princesa —dijo con un tono serio; sin embargo, sentía que sus palabras tenían una segunda intención. Al ver mi gesto de confusión, desvió la mirada para centrarse en el camino y comenzar a conducir.
—Entonces me esforzaré para conservar mi puesto —alardeé un poco al centrar mi mirada en la ventana.
Se suponía que iríamos a una cena con inversionistas. Lo que es extraño, porque si lo fuera, me habría hecho cambiar por algo más acorde con la ocasión. Por otro lado, esto podría haber sido una distracción para poder sacarme de ese lugar con Rune.
¿Supo antes que yo que ese hombre llegaría a molestarme la existencia?
—Tómese ese trabajo con calma, le aseguro que no tiene competencia aún —intentó bromear mientras detenía el auto en medio del tráfico—. Si esto demora demasiado, tendremos que desviarnos y regresar a casa.
—¿No dijo que era un evento importante de la empresa? No creo que haya problema si llegamos unos minutos tarde —susurré tomando un poco de aire.
Comenzamos a avanzar; sin embargo, cuando elevé mi mirada, noté la razón por la que era difícil transitar por esa zona. Había un incendio en uno de los laterales de la carretera, parecía ser que un cultivo ardía sin que pudieran apagarlo.
Mi mirada se quedó tan centrada en el fuego, mientras mi mente era llevada cautiva al momento donde el comienzo de mi fin transcurrió. Dejé pasar un gran trago de saliva, sentía que, una vez más, estaba dentro de la cabaña. Me veía a mí misma, completamente atada, aterrada, viendo cómo el fuego avanzaba con rapidez en mi dirección, cómo me rodeaba.
Podía sentir el calor ardiendo en mis mejillas, en todo mi cuerpo. Mi visión se volvía borrosa mientras mi rostro se humedecía. Intentaba tomar mis manos para recordarme que no estaba en medio del fuego, que me encontraba fuera, completamente a salvo. Mis manos parecían estar atadas, inmóviles por el miedo, así como el resto de mi cuerpo.
—¿Aideen? —escuché la voz de Arzhel a la distancia, por primera vez podía sentir la preocupación en esta.
No tenía la fuerza para responder, mi corazón latía a mil por minuto. Mi cuerpo finalmente tuvo la fuerza para moverse, escondí mi rostro entre mis rodillas mientras las rodeaba con mis brazos. Solo deseaba que eso terminara de una vez por todas.
Noté que un brazo fuerte me rodeaba por la espalda, pero, no lograba identificar quién era, no sabía si era real, o todo era un producto de mi imaginación, o las alucinaciones. Sentía que mi pasado y presente se hubieran fusionado en un mismo instante.
»Por favor, mírame. Todo está bien, estás bien.
Seguía escuchando esa voz, si bien mi cabeza decía que esa voz le pertenecía a Arzhel, lo que mis ojos veían era el rostro preocupado de Ciprian. Eso no era posible, él no sabía en dónde me encontraba en ese momento, no podía estar en el auto conmigo, ¿o sí?
—¿Ciprian? —balbuceé en medio de mi confusión.
—Arzhel, Aideen. Soy Arzhel. Respira, por favor, estamos yendo a otro lugar lejos del fuego.
Mi respiración estaba agitada, mi corazón no regresaba a su ritmo natural por un gran rato. Cuando el calor del fuego e incluso sus destellos se perdían a la distancia, entonces pude regresar a la realidad. Finalmente pude respirar tranquila.
Sentí que el hombre se bajó del auto y abrió la puerta de mi lado. Me tomó de la mano para llevarme a quien sabe dónde, pero, a diferencia de lo que sentiría en cualquier otro momento, me sentía segura con él cerca.
El viento frío estaba golpeando mi cuerpo, ayudando a que este se tranquilizara. Me ayudó a sentarme en una banca.
—¿En dónde estamos? —susurré intentando que mi voz sonara normal, pero se entrecortaba en contra de mi voluntad.
—En un mirador. Lo descubrí por accidente hace un par de años —habló con suavidad, casi como si un suspiro se escapara de sus labios.
—Luce bastante bonito —afirmé intentando cambiar el enfoque de mi mente.
Se sentó a mi lado y tomó una de mis manos, la observó como si estuviera comprobando mi pulso, o si aún llevaba el anillo que me obligaba a cargar; luego, comenzó a darle leves golpecitos, de esos que se sentían como una caricia.
Fue ahí cuando lo entendí por fin, él también estaba preocupado por mi.
Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.
Él tenía por ahora lo que yo necesitaba para adentrarme con mayor facilidad en ese agujero de cobras. Tenía el dinero, los contactos, y los medios; si realmente estaba dispuesto a facilitar mi venganza, entonces sería exactamente lo que requería para avanzar en mi plan.Arzhel Whitield podía ser codicioso, arrogante, pedante y frío, pero había algo en él que me inspiraba una oscura confianza: jamás mentía. Su honestidad brutal era su mejor y peor cualidad, porque no necesitaba engañar cuando podía doblegar a todos a su alrededor con solo una mirada de hielo.Me tomé un tiempo para analizar todas mis opciones; lo ideal sería mantener a los Lancaster fuera de esto, al menos hasta que fuera necesario. Pero sabía que cualquier error podría costarme la ventaja que tanto me había costado conseguir.—Está bien —dije, sentándome en el borde de la cama, tratando de ignorar el dolor punzante en mi pecho—. ¿Qué es lo que averiguó?Arzhel se quedó en silencio por un momento, su expresión era tan
«No juegues con fuego», escuché eso cientos de veces; sin embargo, es hora de que yo misma aprenda a aprovechar cada pequeño fuego para crear un incendio. Arzhel parece que tiene el control de todo el mundo a su alrededor, por eso mismo, debo esforzarme por jugar su juego.No puedo dejar que esa ventaja que tiene sobre mí, se haga más grande, incluso si intenta disfrazar eso como una obra de caridad.—A mi parecer, luce estable —me dedicó una mirada inquisitiva—. Para que nuestra relación se asemeje a la realidad, irá a vivir a mi casa —sentenció sin dar pie a que yo hablara. Su tono de voz era más helado que el ártico—. Vamos a su antigua casa para recoger sus cosas.Sabía que todo eso era parte del trato que no supe cuándo terminé de firmar. Por otro lado, ¿debería actuar como si tuviera alguna clase de voz y voto en mi vida en este momento? Solo necesitaba lograr mi venganza sin ser descubierta.Al salir del hospital, un gran auto negro nos esperaba en uno de los parqueaderos VIP.
Me acercó aún más a él. Mis brazos parecían tener vida propia, pues, a pesar de que les ordenara que se mantuvieran quietos, estos terminaron de rodearlo por el cuello, como si una parte muy profunda de mí no deseara que se alejara.Mi cabeza gritaba que no estaba bien lo que pasaba, y mi cuerpo decía todo lo contrario.Al cabo de unos segundos que se hicieron eternos, terminamos con ese beso que, al juzgar por la mirada de Arzhel, no solo tuvo un efecto en mí.—Pasaré por ti en la tarde, princesa —afirmó con voz ronca mientras se alejaba.Me limité a asentir, era como si un gato hubiera devorado mi lengua por completo. Mi corazón parecía un caballo desbocado, salí de mi trance al ver que se alejó en su auto.No tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Aclaré mi garganta y me encaminé al interior de la empresa. Hice mi mayor esfuerzo para ignorar a Rune, quien presenció toda la escena.Por el rabillo de mi ojo, logré observar ese gesto de disgusto en su rostro.
—Siempre consigo lo que quiero, Beauregard —su manera de hablar era un poco jactanciosa, esto me hacía sentir como si fuera un mero objeto para él, solo una transacción.Es decir, todo esto era un plan, era un compromiso y no desconocía la manera en la que Arzhel se manejaba en los negocios. Intenté poner la sonrisa menos hipócrita del universo; no me agradaba ser comparada con una cosa.—No se imagina, señorita, lo afortunada que es. Whitfield es un gran hombre —expuso mi padre con una sonrisa esperanzadora.¿Acaso se estaba escuchando? ¡¿Si supiera que yo era su hija, pensaría de la misma manera?! ¡Claro que no! Arzhel era una persona egoísta, centrada en él mismo, no le importaba para nada lo que sucediera conmigo. Solo me quería, como una apariencia.Está bien, yo también me beneficiaba en algo con esto, pero no significaba que estuviera satisfecha.—Por supuesto, señor. Lo sé —sonreí, dedicándole una sonrisa enamorada a mi supuesto prometido—. Sé lo afortunada que soy por tenerl