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Capítulo 13 «Mi pasado»

Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.

Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.

—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.

Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente; pero ahora siento que algo estaba cambiando y no precisamente para mal.

»Si no deseas decirlo, lo entenderé —añadió con serenidad—. Tengo todo el tiempo del mundo para sacarte esa información.

—No es eso, estoy poniendo mis ideas en orden —susurré, sintiendo un poco de su calidez. En este momento sentía que el Arzhel que estaba a mi lado, no era el mismo que conocí. Este se sentía más… humano.

—Está bien, no tendré que contratar a un detective privado.

—Recuerdo que cuando estaba rodeada por el fuego, hubo un gran estruendo en la puerta. Entraron unos cuantos hombres, unos intentaban apagar la llamarada, pero mi atención estaba centrada en uno en específico.

—¿Ciprian?

—Sí, Ciprian. No sé qué pasó en el lapso de tiempo en que me desataron hasta que ya estábamos lejos del lugar, fuera de la cabaña antes de que esta explotara —suspiré y apreté mis labios con fuerza, casi conteniendo mis lágrimas, pero necesitaba sacarlo de una vez por todas, ¿no me haría bien hacerlo?

—Si quieres llorar, no te juzgaré, Aideen —susurró para rodearme con su brazo.

—¿Quién dijo que quería llorar? —repliqué notando cómo las lágrimas se deslizaban por mis mejillas sin ningún tipo de control.

—Sigue hablando.

—Gruñón. Luego de eso, fui sometida a múltiples cirugías. El dolor de todas ellas y del proceso de recuperación eran impresionantes, sentía que las fuerzas no me alcanzarían para sobrevivir y que, tarde o temprano, Rune obtendría lo que deseaba. Cada vez que estaba a punto de rendirme, llegaba Ciprian a recordarme lo valiosa que era y que ningún hombre merecía derribarme —sonreí con un poco de nostalgia mientras secaba unas de las muchas lágrimas—. Gracias a él estoy aquí, ¿sabes?

Arzhel se mantuvo callado, parecía que estaba procesando toda la información que le daba, así como resistiendo sus ganas de enfrentar a Rune por todo lo que hizo. Sentía que pensaba eso, y, a su vez, veía algo más profundo en sus ojos; era como una especie de fuego que no vi con anterioridad.

»¿Celoso? —intenté bromear, pero solo recibí un gruñido como respuesta—. Está bien, mala mía… solo… solo necesito…

Mis ojos se cerraron incluso antes de que se me ocurriera algo más para molestarlo. Pero, quizá esa era mi manera de escapar de mi cruel realidad.

—Te dije que no sentía celos, que cuidarte sería mucho más práctico —fue lo último que escuché antes de perder por completo la conciencia; sin embargo, en ningún momento dejé de sentir esa calidez, no solamente de su cuerpo, sino de sus palabras.

¿Alguna vez les ha pasado que están dormidos, pero son conscientes de lo que sucede a su alrededor?

Tenía la sensación de estar siendo movida; no obstante, estaba completamente dormida, incapaz de salir de ese estado de somnolencia. Me gustaría poder pasar así el resto del día, cada vez que dormía. Era como si todo el mundo estuviera en pausa, o como si siguiera corriendo sin mí.

Notaba la suavidad de la cama, la calidez de las cobijas, incluso de unas manos acariciando mi cabello. Era uno de esos pocos momentos en la vida que me sentía verdaderamente en calma, en paz, como si todas las preocupaciones de mi mente hubieran sido borradas.

El aroma del perfume de Arzhel inundaba mis fosas nasales. Algo me decía que podría estarme habituando a él. Mi mente no quería eso, no quería depender de nadie, porque, siempre, al final de un capítulo, las personas que querías, se iban o te traicionaban.

Mis ojos se abrieron de repente al sentir un gran estruendo. Me senté de repente, observé alrededor un poco asustada. El sol ya estaba iluminando el día y todo parecía haber sido una reacción natural de mi cuerpo. Algunos lo llaman espasmos.

—¿Cuánto tiempo se supone que dormí? —Sostuve mi cabeza, dolía un poco, quizá por haber llorado la noche anterior como Magdalena.

Cubrí mi cuerpo con los edredones para poder continuar con un poco más de sueño, bueno, eso hasta que noté que esas no eran mis sábanas, ni mi habitación. La recorrí con la mirada y esta era la habitación prohibida, esa en la que ni de broma podría pisar.

Me levanté de prisa, sintiendo cómo el mundo dio un par de vueltas rápidas, busqué mis zapatos y salí de esta para comer algo. Mis pasos se detuvieron al escuchar la voz de Arzhel en la cocina.

Su voz, no parecía suya realmente. Era mucho más fría de lo que jamás llegué a escuchar. Y yo, que creía que me odiaba. Ya no tenía dudas, la persona que se encontraba al otro lado de la línea, debía ser un enemigo declarado, ¿quizá un examigo traicionero?

—Escúchame muy bien, Harriman. Quiero que te alejes de mi mujer, o no dudaré en destruirte, y sabes bien de lo que soy capaz.

Llevé mis manos para cubrir mi boca y evitar que algún ruido inesperado llamara su atención sobre mí. Caminé lo más rápido que pude para regresar a la habitación prohibida. ¿Escuché correctamente?

Mi corazón latía con fuerza mientras me cubría con los edredones. Mi mente intentaba unir con claridad todas las cosas que estaban sucediendo, pero no podía; era como si llegara a un punto en que se quedaba completamente en blanco.

—¿Acaso dijo que era su mujer? —murmuré para mí misma—. Pero ni siquiera hemos estado juntos. Voy a volverme loca.

Segundos después, escuché sus pasos dirigiéndose a la habitación.

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