Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.
Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.
—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.
Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente; pero ahora siento que algo estaba cambiando y no precisamente para mal.
»Si no deseas decirlo, lo entenderé —añadió con serenidad—. Tengo todo el tiempo del mundo para sacarte esa información.
—No es eso, estoy poniendo mis ideas en orden —susurré, sintiendo un poco de su calidez. En este momento sentía que el Arzhel que estaba a mi lado, no era el mismo que conocí. Este se sentía más… humano.
—Está bien, no tendré que contratar a un detective privado.
—Recuerdo que cuando estaba rodeada por el fuego, hubo un gran estruendo en la puerta. Entraron unos cuantos hombres, unos intentaban apagar la llamarada, pero mi atención estaba centrada en uno en específico.
—¿Ciprian?
—Sí, Ciprian. No sé qué pasó en el lapso de tiempo en que me desataron hasta que ya estábamos lejos del lugar, fuera de la cabaña antes de que esta explotara —suspiré y apreté mis labios con fuerza, casi conteniendo mis lágrimas, pero necesitaba sacarlo de una vez por todas, ¿no me haría bien hacerlo?
—Si quieres llorar, no te juzgaré, Aideen —susurró para rodearme con su brazo.
—¿Quién dijo que quería llorar? —repliqué notando cómo las lágrimas se deslizaban por mis mejillas sin ningún tipo de control.
—Sigue hablando.
—Gruñón. Luego de eso, fui sometida a múltiples cirugías. El dolor de todas ellas y del proceso de recuperación eran impresionantes, sentía que las fuerzas no me alcanzarían para sobrevivir y que, tarde o temprano, Rune obtendría lo que deseaba. Cada vez que estaba a punto de rendirme, llegaba Ciprian a recordarme lo valiosa que era y que ningún hombre merecía derribarme —sonreí con un poco de nostalgia mientras secaba unas de las muchas lágrimas—. Gracias a él estoy aquí, ¿sabes?
Arzhel se mantuvo callado, parecía que estaba procesando toda la información que le daba, así como resistiendo sus ganas de enfrentar a Rune por todo lo que hizo. Sentía que pensaba eso, y, a su vez, veía algo más profundo en sus ojos; era como una especie de fuego que no vi con anterioridad.
»¿Celoso? —intenté bromear, pero solo recibí un gruñido como respuesta—. Está bien, mala mía… solo… solo necesito…
Mis ojos se cerraron incluso antes de que se me ocurriera algo más para molestarlo. Pero, quizá esa era mi manera de escapar de mi cruel realidad.
—Te dije que no sentía celos, que cuidarte sería mucho más práctico —fue lo último que escuché antes de perder por completo la conciencia; sin embargo, en ningún momento dejé de sentir esa calidez, no solamente de su cuerpo, sino de sus palabras.
¿Alguna vez les ha pasado que están dormidos, pero son conscientes de lo que sucede a su alrededor?
Tenía la sensación de estar siendo movida; no obstante, estaba completamente dormida, incapaz de salir de ese estado de somnolencia. Me gustaría poder pasar así el resto del día, cada vez que dormía. Era como si todo el mundo estuviera en pausa, o como si siguiera corriendo sin mí.
Notaba la suavidad de la cama, la calidez de las cobijas, incluso de unas manos acariciando mi cabello. Era uno de esos pocos momentos en la vida que me sentía verdaderamente en calma, en paz, como si todas las preocupaciones de mi mente hubieran sido borradas.
El aroma del perfume de Arzhel inundaba mis fosas nasales. Algo me decía que podría estarme habituando a él. Mi mente no quería eso, no quería depender de nadie, porque, siempre, al final de un capítulo, las personas que querías, se iban o te traicionaban.
Mis ojos se abrieron de repente al sentir un gran estruendo. Me senté de repente, observé alrededor un poco asustada. El sol ya estaba iluminando el día y todo parecía haber sido una reacción natural de mi cuerpo. Algunos lo llaman espasmos.
—¿Cuánto tiempo se supone que dormí? —Sostuve mi cabeza, dolía un poco, quizá por haber llorado la noche anterior como Magdalena.
Cubrí mi cuerpo con los edredones para poder continuar con un poco más de sueño, bueno, eso hasta que noté que esas no eran mis sábanas, ni mi habitación. La recorrí con la mirada y esta era la habitación prohibida, esa en la que ni de broma podría pisar.
Me levanté de prisa, sintiendo cómo el mundo dio un par de vueltas rápidas, busqué mis zapatos y salí de esta para comer algo. Mis pasos se detuvieron al escuchar la voz de Arzhel en la cocina.
Su voz, no parecía suya realmente. Era mucho más fría de lo que jamás llegué a escuchar. Y yo, que creía que me odiaba. Ya no tenía dudas, la persona que se encontraba al otro lado de la línea, debía ser un enemigo declarado, ¿quizá un examigo traicionero?
—Escúchame muy bien, Harriman. Quiero que te alejes de mi mujer, o no dudaré en destruirte, y sabes bien de lo que soy capaz.
Llevé mis manos para cubrir mi boca y evitar que algún ruido inesperado llamara su atención sobre mí. Caminé lo más rápido que pude para regresar a la habitación prohibida. ¿Escuché correctamente?
Mi corazón latía con fuerza mientras me cubría con los edredones. Mi mente intentaba unir con claridad todas las cosas que estaban sucediendo, pero no podía; era como si llegara a un punto en que se quedaba completamente en blanco.
—¿Acaso dijo que era su mujer? —murmuré para mí misma—. Pero ni siquiera hemos estado juntos. Voy a volverme loca.
Segundos después, escuché sus pasos dirigiéndose a la habitación.
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.
Él tenía por ahora lo que yo necesitaba para adentrarme con mayor facilidad en ese agujero de cobras. Tenía el dinero, los contactos, y los medios; si realmente estaba dispuesto a facilitar mi venganza, entonces sería exactamente lo que requería para avanzar en mi plan.Arzhel Whitield podía ser codicioso, arrogante, pedante y frío, pero había algo en él que me inspiraba una oscura confianza: jamás mentía. Su honestidad brutal era su mejor y peor cualidad, porque no necesitaba engañar cuando podía doblegar a todos a su alrededor con solo una mirada de hielo.Me tomé un tiempo para analizar todas mis opciones; lo ideal sería mantener a los Lancaster fuera de esto, al menos hasta que fuera necesario. Pero sabía que cualquier error podría costarme la ventaja que tanto me había costado conseguir.—Está bien —dije, sentándome en el borde de la cama, tratando de ignorar el dolor punzante en mi pecho—. ¿Qué es lo que averiguó?Arzhel se quedó en silencio por un momento, su expresión era tan
«No juegues con fuego», escuché eso cientos de veces; sin embargo, es hora de que yo misma aprenda a aprovechar cada pequeño fuego para crear un incendio. Arzhel parece que tiene el control de todo el mundo a su alrededor, por eso mismo, debo esforzarme por jugar su juego.No puedo dejar que esa ventaja que tiene sobre mí, se haga más grande, incluso si intenta disfrazar eso como una obra de caridad.—A mi parecer, luce estable —me dedicó una mirada inquisitiva—. Para que nuestra relación se asemeje a la realidad, irá a vivir a mi casa —sentenció sin dar pie a que yo hablara. Su tono de voz era más helado que el ártico—. Vamos a su antigua casa para recoger sus cosas.Sabía que todo eso era parte del trato que no supe cuándo terminé de firmar. Por otro lado, ¿debería actuar como si tuviera alguna clase de voz y voto en mi vida en este momento? Solo necesitaba lograr mi venganza sin ser descubierta.Al salir del hospital, un gran auto negro nos esperaba en uno de los parqueaderos VIP.
Me acercó aún más a él. Mis brazos parecían tener vida propia, pues, a pesar de que les ordenara que se mantuvieran quietos, estos terminaron de rodearlo por el cuello, como si una parte muy profunda de mí no deseara que se alejara.Mi cabeza gritaba que no estaba bien lo que pasaba, y mi cuerpo decía todo lo contrario.Al cabo de unos segundos que se hicieron eternos, terminamos con ese beso que, al juzgar por la mirada de Arzhel, no solo tuvo un efecto en mí.—Pasaré por ti en la tarde, princesa —afirmó con voz ronca mientras se alejaba.Me limité a asentir, era como si un gato hubiera devorado mi lengua por completo. Mi corazón parecía un caballo desbocado, salí de mi trance al ver que se alejó en su auto.No tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Aclaré mi garganta y me encaminé al interior de la empresa. Hice mi mayor esfuerzo para ignorar a Rune, quien presenció toda la escena.Por el rabillo de mi ojo, logré observar ese gesto de disgusto en su rostro.
—Siempre consigo lo que quiero, Beauregard —su manera de hablar era un poco jactanciosa, esto me hacía sentir como si fuera un mero objeto para él, solo una transacción.Es decir, todo esto era un plan, era un compromiso y no desconocía la manera en la que Arzhel se manejaba en los negocios. Intenté poner la sonrisa menos hipócrita del universo; no me agradaba ser comparada con una cosa.—No se imagina, señorita, lo afortunada que es. Whitfield es un gran hombre —expuso mi padre con una sonrisa esperanzadora.¿Acaso se estaba escuchando? ¡¿Si supiera que yo era su hija, pensaría de la misma manera?! ¡Claro que no! Arzhel era una persona egoísta, centrada en él mismo, no le importaba para nada lo que sucediera conmigo. Solo me quería, como una apariencia.Está bien, yo también me beneficiaba en algo con esto, pero no significaba que estuviera satisfecha.—Por supuesto, señor. Lo sé —sonreí, dedicándole una sonrisa enamorada a mi supuesto prometido—. Sé lo afortunada que soy por tenerl
—¿Yo? —Ellos asintieron—. No se preocupen, es solo que la comida parece haberme caído mal. Necesito comprar medicina.—Voy contigo, Kenna —la bruja se aferró a mi brazo y me arrastró fuera de la empresa.Estando lo suficientemente lejos de todos, terminamos en una cafetería. Era increíble la oportunidad que la vida me daba; no hay una mejor forma para hacer que Nessa confíe y dependa ciegamente en mí.Ninguna de las dos se atrevía a decir a primera palabra. En mi caso, podría asegurar que la primera en hablar sería la más desesperada, y esa no sería yo. En estos escasos días que llevo junto a Arzhel, he aprendido a no dar nada de información, a que el enemigo no sepa qué es lo que tengo en la cabeza.»Gracias por no haber dicho nada —susurró finalmente.—Escuché de Arzhel que los hijos fuera del matrimonio, están mal vistos en su familia —susurré intentando hacer que nadie me escuchara.—Tiene razón. Por eso le pido que no le diga nada de esto a nadie, mucho menos a mi padre. No sé qu