Una gran carcajada salió de mis labios antes de poder detenerla. No fue una risa de diversión, ni fue una risa de burla.Fue una risa hueca, amarga, como la única respuesta que podía dar ante lo absurdo de la situación. Porque, después de todo, ¿qué más podía hacer? Había pasado demasiado tiempo tratando de comprender a Rune, intentando descifrar qué parte de él era real y qué parte era una ilusión creada por su propia conveniencia.Y ahora, aquí estábamos, en el punto final del tablero.Ese idiota frunció el ceño al escuchar mi risa, su expresión se endureció con una mezcla de confusión y fastidio. No era la reacción que esperaba de mí. No era el temor, la súplica o el dolor que seguramente deseaba ver en mi rostro.—¿De qué te ríes? —preguntó con impaciencia. Sus ojos oscuros analizaban cada uno de mis gestos, buscando una explicación.Le sostuve la mirada, y tras unos segundos, negué lentamente con la cabeza, como si realmente no pudiera creer lo que estaba viendo, como si toda est
Con una señal de mi mano, di la orden para que se hiciera justo cómo todo esto comenzó. Los tres mosqueteros, es decir, Arzhel Ciprian y Cristopher, trajeron numerosas bandejas de incienso, preparadas para los funerales, justo como Rune lo hizo la última vez. El resto de los hombres se dedicaron a cubrir cada rincón de ese líquido precioso.El aire estaba denso, pesado, saturado con el olor a gasolina que se filtraba en cada grieta de la madera vieja. La cabaña, la misma en la que una vez fui traicionada, ahora se convertía en el escenario de su castigo. Todo era un reflejo de aquella noche, un eco del pasado vuelto contra él.La soga que ataba a Rune a la silla se hundía en su piel, la tela de su camisa estaba empapada de sudor y el cabello se le pegaba a la frente por la humedad del miedo. Jadeaba como un animal atrapado, su pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas, demasiado rápidas, demasiado ansiosas. Sus ojos recorrían la habitación con desesperación, buscando algo,
Estábamos en camino a la villa Lancaster, ese lugar de tranquilidad que nos permitía estar lejos de todos los problemas y bullicio de la ciudad. El lugar que por bastante tiempo se había vuelto una cueva para resolver misterios y trazar planes de venganza. Ahora, era nuestro sitio para descansar esa noche.El humo del incendio aún flotaba en mi mente. Cerraba los ojos y lo veía: el crujir de las llamas devorando la cabaña, la forma en que el fuego danzaba en la oscuridad, pintando sombras retorcidas en la madera ennegrecida. Pero lo que más resonaba en mi interior no eran las llamas… sino los gritos.Su voz desgarrada aún vibraba en los rincones de mi conciencia. No me perseguía por culpa, no era un eco de remordimiento, sino la prueba de algo mucho más profundo: la certeza de que todo había terminado. Finalmente.Ciprian conducía con una mano firme sobre el volante, su rostro iluminado solo por el resplandor intermitente del tablero. Cristopher, en el asiento del copiloto, mantenía l
Estando ya en la villa, cada uno se dirigió a una respectiva habitación. Arzhel y yo nos dirigimos a la mía. El silencio se sentía distinto esta vez, no era tenso ni anticipatorio, sino calmado, como una suave ola que arrastra consigo los restos de una tormenta pasada.Me dejé caer sobre la cama con un suspiro profundo, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que mi cuerpo podía relajarse sin que mi mente estuviera constantemente planeando el siguiente movimiento. Cerré los ojos por un momento, disfrutando de la suavidad de las sábanas, del colchón que me recibía sin exigencias ni condiciones.Era una sensación extraña. Mi piel todavía guardaba la memoria de noches en vela, de músculos tensos, de la necesidad perpetua de estar alerta. Pero ahora… ahora el peligro había desaparecido. Mi pecho se expandió con un aliento profundo, como si mi cuerpo recién estuviera aprendiendo lo que era vivir sin miedo ni rencor.Desde el umbral, Arzhel me observaba con una sonrisa divertida, apoyado
El sol de la mañana se filtraba por las cortinas en suaves destellos dorados, acariciando mi piel con una calidez reconfortante. Todavía no abría los ojos del todo, pero podía sentir la suavidad de las sábanas, la brisa ligera que se colaba por la ventana y la respiración constante de Arzhel a mi lado. Todo en ese momento era paz.Me moví ligeramente bajo las cobijas, dejando escapar un suspiro de satisfacción. Mi cuerpo seguía relajado por la noche anterior, pero mi mente comenzaba a llenarse de pensamientos dispersos, la mayoría de ellos relacionados con el futuro.Y entonces, lo sentí.Una mirada fija en mí.No necesitaba abrir los ojos para saber que Arzhel me estaba observando. Podía imaginar su sonrisa, la expresión de satisfacción en su rostro, la manera en que sus ojos recorrían mi piel como si tratara de grabar cada detalle en su memoria.No era la primera vez que lo hacía. Algo cálido y suave rozó mi mejilla, un contacto apenas perceptible que me hizo suspirar otra vez.—Es
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.