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Capítulo 11 «Infeliz»

—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.

—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.

Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.

La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.

—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me dirigía hacia la salida.

No esperaba que me siguiera.

—Espera. —Su voz me detuvo apenas unos pasos fuera del hospital.

No me di la vuelta, podía sentir que se acercaba a mí con una sonrisa estúpida en el rostro, como si buscara alguna señal de debilidad en mí.

—¿Necesita algo? —Me di vuelta por fin, sintiendo la exasperación crecer en mi interior que era camuflada por una sonrisa preocupada.

—Solo quería asegurarme de que llegaras bien a casa. —Su tono era suave, pero la forma en que me miraba me hacía sentir incómoda. Rune siempre tenía una intención oculta detrás de cada gesto.

Toda su vida se comportó de esa manera, y yo, fui tan ciega como para evitar verlo durante todo el tiempo en que estuvimos juntos. Antes de que fuera demasiado tarde.

—Estoy perfectamente capaz de cuidarme sola. Gracias. —Intenté seguir caminando, pero él se colocó a mi lado, igualando mi paso.

—No puedo evitar preguntarme algo. —Su voz tenía ese tono casual que siempre precedía a sus comentarios más inoportunos—. Tú y Arzhel, ¿qué son realmente?

—¿Qué quiere decir?

—Lo que escuchaste. —Sonrió de lado, inclinándose ligeramente hacia mí—. Arzhel Whitfield no es exactamente el tipo de hombre que se compromete emocionalmente. Así que no puedo evitar preguntarme… ¿Es un trato de negocios, algo por conveniencia, o hay algo más?

—¿Le interesa tanto mi relación con él? —respondí con frialdad, sintiendo cómo su atención empezaba a irritarme.

—Quizás solo estoy curioso. Después de todo, él es socio de mi suegro. Y tú… bueno, no nos hemos visto muchas veces, pero pareces más interesante de lo que aparentas.

Sus palabras me asquearon. Había algo en la forma en que las decía, ese tono que parecía siempre buscar una reacción, que me hacía querer alejarme de inmediato. Bueno, luego de darle con mi bolso un par de veces en el rostro.

—Mi relación con Arzhel no es asunto suyo. —Di un paso hacia atrás, cruzándome de brazos para poner algo de distancia entre nosotros.

—No tienes que ponerte a la defensiva, Kenna. —Rune alzó las manos en un gesto de paz, pero la sonrisa que seguía en sus labios traicionaba cualquier intención de disculpa—. Solo digo que me intriga cómo alguien como tú termina con alguien como él.

—¿Y por qué eso es tan intrigante para usted? —pregunté, inclinándome ligeramente hacia él, con el tono de alguien que sabe más de lo que debería.

Rune se quedó en silencio por un momento, evaluándome. Luego, dejó escapar una risa baja y sacudió la cabeza.

—Eres diferente, lo admito. No como otras mujeres que he conocido.

—Oh, ¿cómo su antigua esposa, tal vez? —Mi pregunta fue casual, pero lo vi tensarse apenas un segundo. Sus ojos buscaron los míos, y por un instante, pensé que veía algo parecido al enojo en su mirada.

—No me hables de esa mujer. —Su voz se endureció, perdiendo ese tono juguetón que siempre llevaba consigo. Dio un paso más cerca, demasiado cerca para mi gusto—. Aideen era una niña malcriada, una carga que no supo lo que significaba tener un hombre como yo.

—Eso suena… desagradable. —Me crucé de brazos, fingiendo interés mientras reprimía el deseo de golpearlo.

—Desagradable, pero cierto. —soltó un suspiro dramático, como si fuera la víctima de alguna gran injusticia—. Creía que podía manejar todo con su apellido, con sus caprichos. Nunca entendió que el mundo no funciona así.

—Entonces no estaba feliz con ella —susurré como si estuviera llegando a una conclusión —Los rumores están en todos lados, lo que se me hace extraño es que usted haya decidido casarse con la hermana.

—No, no lo estaba. —volvió a sonreír, aunque esta vez su sonrisa era amarga—. Y no estoy muy feliz con Nessa tampoco, si te soy sincero. Mi querida esposa tiene la habilidad de complicar incluso las cosas más simples.

—¿Y por qué sigue con ella, entonces? —mantuve mi tono ligero, casi como si estuviera disfrutando de la conversación.

—Porque las cosas son así, Kenna. —Se encogió de hombros, como si fuera la respuesta más obvia del mundo—. Pero no te preocupes por eso. Dime, ¿te gustaría que te lleve a casa?

—Le agradezco. Mi prometido está a punto de llegar —sonreí con un poco más de serenidad al mencionarlo. Esto debía ser una buena actuación.

Noté cómo la mirada del infeliz se elevaba un poco, llevándola a lo que fuera que estuviera detrás de mí. No necesitaba girarme, el aroma peculiar del perfume de Arzhel inundó mis fosas nasales.

—Y dígame, Kenna. ¿De verdad está con el señor Whitfield por amor o está detrás de su dinero? Es extraño que se acerque a un hombre tan hermético como él. No se ofenda, solo necesito una respuesta clara. 

—El motivo por el que esté con él, es meramente íntimo, señor Harriman. El único que debe preocuparse si estoy con Arzhel por su dinero o no, es Arzhel mismo. Es más…

—Si mi mujer está conmigo por dinero, entonces la haré dueña de todo lo que poseo, Harriman —mi corazón dio un vuelco al escucharlo.

Sus manos me rodearon por la cintura y me acercó más a él. Su agarre era demasiado posesivo, incluso más de lo que podría imaginar. Con ese movimiento, comenzó una guerra de miradas entre esos dos idiotas.

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