—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.
—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.
Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.
La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.
—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me dirigía hacia la salida.
No esperaba que me siguiera.
—Espera. —Su voz me detuvo apenas unos pasos fuera del hospital.
No me di la vuelta, podía sentir que se acercaba a mí con una sonrisa estúpida en el rostro, como si buscara alguna señal de debilidad en mí.
—¿Necesita algo? —Me di vuelta por fin, sintiendo la exasperación crecer en mi interior que era camuflada por una sonrisa preocupada.
—Solo quería asegurarme de que llegaras bien a casa. —Su tono era suave, pero la forma en que me miraba me hacía sentir incómoda. Rune siempre tenía una intención oculta detrás de cada gesto.
Toda su vida se comportó de esa manera, y yo, fui tan ciega como para evitar verlo durante todo el tiempo en que estuvimos juntos. Antes de que fuera demasiado tarde.
—Estoy perfectamente capaz de cuidarme sola. Gracias. —Intenté seguir caminando, pero él se colocó a mi lado, igualando mi paso.
—No puedo evitar preguntarme algo. —Su voz tenía ese tono casual que siempre precedía a sus comentarios más inoportunos—. Tú y Arzhel, ¿qué son realmente?
—¿Qué quiere decir?
—Lo que escuchaste. —Sonrió de lado, inclinándose ligeramente hacia mí—. Arzhel Whitfield no es exactamente el tipo de hombre que se compromete emocionalmente. Así que no puedo evitar preguntarme… ¿Es un trato de negocios, algo por conveniencia, o hay algo más?
—¿Le interesa tanto mi relación con él? —respondí con frialdad, sintiendo cómo su atención empezaba a irritarme.
—Quizás solo estoy curioso. Después de todo, él es socio de mi suegro. Y tú… bueno, no nos hemos visto muchas veces, pero pareces más interesante de lo que aparentas.
Sus palabras me asquearon. Había algo en la forma en que las decía, ese tono que parecía siempre buscar una reacción, que me hacía querer alejarme de inmediato. Bueno, luego de darle con mi bolso un par de veces en el rostro.
—Mi relación con Arzhel no es asunto suyo. —Di un paso hacia atrás, cruzándome de brazos para poner algo de distancia entre nosotros.
—No tienes que ponerte a la defensiva, Kenna. —Rune alzó las manos en un gesto de paz, pero la sonrisa que seguía en sus labios traicionaba cualquier intención de disculpa—. Solo digo que me intriga cómo alguien como tú termina con alguien como él.
—¿Y por qué eso es tan intrigante para usted? —pregunté, inclinándome ligeramente hacia él, con el tono de alguien que sabe más de lo que debería.
Rune se quedó en silencio por un momento, evaluándome. Luego, dejó escapar una risa baja y sacudió la cabeza.
—Eres diferente, lo admito. No como otras mujeres que he conocido.
—Oh, ¿cómo su antigua esposa, tal vez? —Mi pregunta fue casual, pero lo vi tensarse apenas un segundo. Sus ojos buscaron los míos, y por un instante, pensé que veía algo parecido al enojo en su mirada.
—No me hables de esa mujer. —Su voz se endureció, perdiendo ese tono juguetón que siempre llevaba consigo. Dio un paso más cerca, demasiado cerca para mi gusto—. Aideen era una niña malcriada, una carga que no supo lo que significaba tener un hombre como yo.
—Eso suena… desagradable. —Me crucé de brazos, fingiendo interés mientras reprimía el deseo de golpearlo.
—Desagradable, pero cierto. —soltó un suspiro dramático, como si fuera la víctima de alguna gran injusticia—. Creía que podía manejar todo con su apellido, con sus caprichos. Nunca entendió que el mundo no funciona así.
—Entonces no estaba feliz con ella —susurré como si estuviera llegando a una conclusión —Los rumores están en todos lados, lo que se me hace extraño es que usted haya decidido casarse con la hermana.
—No, no lo estaba. —volvió a sonreír, aunque esta vez su sonrisa era amarga—. Y no estoy muy feliz con Nessa tampoco, si te soy sincero. Mi querida esposa tiene la habilidad de complicar incluso las cosas más simples.
—¿Y por qué sigue con ella, entonces? —mantuve mi tono ligero, casi como si estuviera disfrutando de la conversación.
—Porque las cosas son así, Kenna. —Se encogió de hombros, como si fuera la respuesta más obvia del mundo—. Pero no te preocupes por eso. Dime, ¿te gustaría que te lleve a casa?
—Le agradezco. Mi prometido está a punto de llegar —sonreí con un poco más de serenidad al mencionarlo. Esto debía ser una buena actuación.
Noté cómo la mirada del infeliz se elevaba un poco, llevándola a lo que fuera que estuviera detrás de mí. No necesitaba girarme, el aroma peculiar del perfume de Arzhel inundó mis fosas nasales.
—Y dígame, Kenna. ¿De verdad está con el señor Whitfield por amor o está detrás de su dinero? Es extraño que se acerque a un hombre tan hermético como él. No se ofenda, solo necesito una respuesta clara.
—El motivo por el que esté con él, es meramente íntimo, señor Harriman. El único que debe preocuparse si estoy con Arzhel por su dinero o no, es Arzhel mismo. Es más…
—Si mi mujer está conmigo por dinero, entonces la haré dueña de todo lo que poseo, Harriman —mi corazón dio un vuelco al escucharlo.
Sus manos me rodearon por la cintura y me acercó más a él. Su agarre era demasiado posesivo, incluso más de lo que podría imaginar. Con ese movimiento, comenzó una guerra de miradas entre esos dos idiotas.
Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospit
Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.
Él tenía por ahora lo que yo necesitaba para adentrarme con mayor facilidad en ese agujero de cobras. Tenía el dinero, los contactos, y los medios; si realmente estaba dispuesto a facilitar mi venganza, entonces sería exactamente lo que requería para avanzar en mi plan.Arzhel Whitield podía ser codicioso, arrogante, pedante y frío, pero había algo en él que me inspiraba una oscura confianza: jamás mentía. Su honestidad brutal era su mejor y peor cualidad, porque no necesitaba engañar cuando podía doblegar a todos a su alrededor con solo una mirada de hielo.Me tomé un tiempo para analizar todas mis opciones; lo ideal sería mantener a los Lancaster fuera de esto, al menos hasta que fuera necesario. Pero sabía que cualquier error podría costarme la ventaja que tanto me había costado conseguir.—Está bien —dije, sentándome en el borde de la cama, tratando de ignorar el dolor punzante en mi pecho—. ¿Qué es lo que averiguó?Arzhel se quedó en silencio por un momento, su expresión era tan
«No juegues con fuego», escuché eso cientos de veces; sin embargo, es hora de que yo misma aprenda a aprovechar cada pequeño fuego para crear un incendio. Arzhel parece que tiene el control de todo el mundo a su alrededor, por eso mismo, debo esforzarme por jugar su juego.No puedo dejar que esa ventaja que tiene sobre mí, se haga más grande, incluso si intenta disfrazar eso como una obra de caridad.—A mi parecer, luce estable —me dedicó una mirada inquisitiva—. Para que nuestra relación se asemeje a la realidad, irá a vivir a mi casa —sentenció sin dar pie a que yo hablara. Su tono de voz era más helado que el ártico—. Vamos a su antigua casa para recoger sus cosas.Sabía que todo eso era parte del trato que no supe cuándo terminé de firmar. Por otro lado, ¿debería actuar como si tuviera alguna clase de voz y voto en mi vida en este momento? Solo necesitaba lograr mi venganza sin ser descubierta.Al salir del hospital, un gran auto negro nos esperaba en uno de los parqueaderos VIP.
Me acercó aún más a él. Mis brazos parecían tener vida propia, pues, a pesar de que les ordenara que se mantuvieran quietos, estos terminaron de rodearlo por el cuello, como si una parte muy profunda de mí no deseara que se alejara.Mi cabeza gritaba que no estaba bien lo que pasaba, y mi cuerpo decía todo lo contrario.Al cabo de unos segundos que se hicieron eternos, terminamos con ese beso que, al juzgar por la mirada de Arzhel, no solo tuvo un efecto en mí.—Pasaré por ti en la tarde, princesa —afirmó con voz ronca mientras se alejaba.Me limité a asentir, era como si un gato hubiera devorado mi lengua por completo. Mi corazón parecía un caballo desbocado, salí de mi trance al ver que se alejó en su auto.No tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Aclaré mi garganta y me encaminé al interior de la empresa. Hice mi mayor esfuerzo para ignorar a Rune, quien presenció toda la escena.Por el rabillo de mi ojo, logré observar ese gesto de disgusto en su rostro.