Regresamos a casa y cuando terminé de contarle, el silencio llenó la habitación. Arzhel estaba apoyado contra el respaldo del sofá, girando lentamente el vaso de whisky entre los dedos, como si estuviera procesando cada palabra. Sus ojos permanecían fijos en mí.
—Déjame aclarar esto. Encontraste la prueba en el baño, tu encantadora hermanastra trató de comprarte, y… no aceptaste el dinero. ¿Correcto? —Su tono era suave, pero el sarcasmo apenas se contenía.
—Correcto —respondí, cruzando las piernas y devolviéndole la mirada con firmeza.
—¿Por qué no tomaste el dinero? Podríamos haberlo gastado en algo interesante. —Arzhel sonrió, pero no había humor en su expresión, solo curiosidad.
—Porque no lo necesito, y tampoco es mi objetivo. —Hice una pausa, permitiéndome respirar profundamente antes de continuar—. Es mejor que ella crea que puede confiar en mí. Ganarme su confianza será mucho más útil que unas cuantas monedas, Whitield.
Arzhel dejó escapar una risa baja, dejando el vaso sobre la mesa.
—Una respuesta práctica, princesa. Estoy impresionado. Aunque… no puedo evitar preguntarme si hay algo más que no me estás diciendo.
Lo miré en silencio por un momento, dejando que mi expresión insinuara lo que mis palabras no dirían.
—Digamos que tengo mis propios planes —respondí finalmente, levantándome del sofá con una gran calma. Claro que no le había dicho de mi regalo de bodas, ese maravilloso objeto que me aseguraría obtener mi venganza sin que nadie se enterara o no a tiempo.
Arzhel se levantó también, acercándose lo suficiente para invadir mi espacio personal.
—Si tienes algo bajo la manga, espero que sea tan interesante como parece. —Su voz era un susurro lleno de curiosidad camuflada, y pude percibir su mirada examinándome con atención.
—Tendrás que esperar para averiguarlo. —Sonreí con una pequeña y satisfecha sonrisa. Si él quería jugar al misterioso y manipulador, bien que yo podría seguirle el juego.
Arzhel rio, retrocediendo un paso.
—Esa sonrisa me dice que estás disfrutando más de esto de lo que debería.
—Tal vez. —Me encogí de hombros, moviéndome hacia la cocina mientras él me seguía con la mirada. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía evitar disfrutarlo un poco.
•♥•
La tensión en la oficina era casi palpable. Desde el momento en que llegué, sabía que Nessa no me quitaría los ojos de encima. Y no tardó mucho en demostrarlo. Apenas pasaron unos minutos antes de que se acercara a mi escritorio, con ese andar altivo que siempre me hacía apretar los dientes.
—Kenna. —Su voz era suave, casi amable, pero no me dejé engañar. Cada palabra suya estaba llena de doble intención—. Qué coincidencia encontrarte aquí.
—Oh, no creo que sea coincidencia, señora Harriman. —Le devolví una sonrisa educada, levantando la vista de los papeles frente a mí.
—Solo quería asegurarme de que todo esté en orden contigo. Ya sabes, nuevos empleados, nuevos retos… —Hizo una pausa, sus ojos me examinaban como si buscara algún rastro de debilidad.
—Estoy perfectamente, gracias por preguntar. —Mi tono era sereno, casi inocente. Este era un juego de dos. No iba a dejar que pensara que tenía el control de esta conversación.
Nessa se inclinó ligeramente hacia mí, como si fuera a decir algo más, pero el sonido de su teléfono interrumpió el momento. Frunció el ceño y sacó el móvil de su bolso, contestando de inmediato.
—¿Qué pasa? Estoy ocupada. —Su tono se endureció al hablar.
Al principio, no presté mucha atención. Pensé que sería una llamada de rutina, alguien más para recibir órdenes de Nessa. Pero algo en su expresión cambió. Su rostro, siempre tan controlado, se volvió tenso.
»¿Qué dijiste? —preguntó, su voz ahora más baja, casi un susurro. Sus ojos se movieron rápidamente de un lado a otro, como si intentara procesar lo que estaba escuchando—. ¿Dónde? ¿Está bien?
El ambiente cambió en un instante. Pude ver cómo el color iba desapareciendo de su rostro, y su mano apretó el borde del escritorio con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.
»Voy para allá ahora mismo. Manténganme informada. —Colgó sin esperar una respuesta, guardó el teléfono con manos temblorosas.
—¿Todo bien? —susurré, manteniendo mi tono neutro, aunque la curiosidad estaba ganándome.
—No es asunto tuyo. —Su respuesta fue cortante, pero la mirada fugaz que me lanzó era como un sutil grito por ayuda.
No tenía que hacerlo, pero me encontré a mí misma siguiendo su auto hasta el hospital. No era parte de mi plan inmediato, pero algo me decía que este era un momento que no podía dejar pasar. Y si mi pequeña demostración de preocupación ayudaba a reforzar la confianza que Nessa podría estar desarrollando hacia mí, mejor.
Cuando llegué, ella ya estaba en recepción, discutiendo con una enfermera que parecía estar intentando calmarla.
—Estoy buscando a Teresa Beauregard. Tuvo un accidente, ¿dónde está?
—Señora, por favor, cálmese. La están atendiendo en urgencias, pero no tenemos más información por el momento.
Nessa dejó escapar un suspiro frustrado y giró sobre sus tacones justo cuando entré en el vestíbulo. Su mirada se encontró con la mía, y algo en su expresión pasó de sorpresa a desconfianza en cuestión de segundos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, cruzándose de brazos, aunque su postura traicionaba el control que intentaba proyectar.
—¿Qué crees? —respondí, con un tono suave, casi amable—. Escuché tu llamada y me preocupé. No podías esperar a que me quedara sentada en la oficina después de ver lo alterada que estabas.
—No necesito tu ayuda, Kenna. Esto no tiene nada que ver contigo.
—Quizás no, pero creo que podrías necesitar apoyo. Estás… —Hice una pausa, dejando que mi mirada se dirigiera fugazmente hacia su vientre—. Bueno, estás en una situación delicada y soy la única que lo sabe de una u otra forma.
—Como quieras —gruñó, pero notaba su agradecimiento, muy, muy en el fondo.
Nessa no paraba de caminar de un lado a otro, su mano descansando inconscientemente sobre su vientre en algunos momentos, como si estuviera buscando consuelo.
—Siéntate, por favor. Sé que estás nerviosa, pero… el bebé…
—Señora Harriman. —Una enfermera apareció finalmente, nos giramos a verla con un poco de descanso—. Puede pasar a ver a su madre ahora.
En completo silencio, Nessa asintió y se dirigió hacia el pasillo que llevaba a urgencias. Sin embargo, apenas cruzó las puertas, dio un paso en falso y su rostro se contrajo de dolor.
—¿Estás bien? —pregunté, acercándome instintivamente.
—Estoy… —Comenzó a responder, pero el dolor en su vientre la hizo detenerse y apoyar una mano contra la pared.
—¡Enfermera! —llamé, levantando la voz lo suficiente para atraer la atención necesaria.
En cuestión de minutos, llevaron a Nessa a una sala de observación, dejándome sola en el pasillo con un sabor amargo en la boca. No podía evitar sentir que la tensión de la situación estaba pasando factura en más de un sentido.
—No sabía que eras tan… atenta —sabía que se trataba de Rune. Debía salir de ahí.
—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me diri
Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospit
Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.
Él tenía por ahora lo que yo necesitaba para adentrarme con mayor facilidad en ese agujero de cobras. Tenía el dinero, los contactos, y los medios; si realmente estaba dispuesto a facilitar mi venganza, entonces sería exactamente lo que requería para avanzar en mi plan.Arzhel Whitield podía ser codicioso, arrogante, pedante y frío, pero había algo en él que me inspiraba una oscura confianza: jamás mentía. Su honestidad brutal era su mejor y peor cualidad, porque no necesitaba engañar cuando podía doblegar a todos a su alrededor con solo una mirada de hielo.Me tomé un tiempo para analizar todas mis opciones; lo ideal sería mantener a los Lancaster fuera de esto, al menos hasta que fuera necesario. Pero sabía que cualquier error podría costarme la ventaja que tanto me había costado conseguir.—Está bien —dije, sentándome en el borde de la cama, tratando de ignorar el dolor punzante en mi pecho—. ¿Qué es lo que averiguó?Arzhel se quedó en silencio por un momento, su expresión era tan
«No juegues con fuego», escuché eso cientos de veces; sin embargo, es hora de que yo misma aprenda a aprovechar cada pequeño fuego para crear un incendio. Arzhel parece que tiene el control de todo el mundo a su alrededor, por eso mismo, debo esforzarme por jugar su juego.No puedo dejar que esa ventaja que tiene sobre mí, se haga más grande, incluso si intenta disfrazar eso como una obra de caridad.—A mi parecer, luce estable —me dedicó una mirada inquisitiva—. Para que nuestra relación se asemeje a la realidad, irá a vivir a mi casa —sentenció sin dar pie a que yo hablara. Su tono de voz era más helado que el ártico—. Vamos a su antigua casa para recoger sus cosas.Sabía que todo eso era parte del trato que no supe cuándo terminé de firmar. Por otro lado, ¿debería actuar como si tuviera alguna clase de voz y voto en mi vida en este momento? Solo necesitaba lograr mi venganza sin ser descubierta.Al salir del hospital, un gran auto negro nos esperaba en uno de los parqueaderos VIP.