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Capítulo 10 «Embarazo afortunado»

Regresamos a casa y cuando terminé de contarle, el silencio llenó la habitación. Arzhel estaba apoyado contra el respaldo del sofá, girando lentamente el vaso de whisky entre los dedos, como si estuviera procesando cada palabra. Sus ojos permanecían fijos en mí.

—Déjame aclarar esto. Encontraste la prueba en el baño, tu encantadora hermanastra trató de comprarte, y… no aceptaste el dinero. ¿Correcto? —Su tono era suave, pero el sarcasmo apenas se contenía.

—Correcto —respondí, cruzando las piernas y devolviéndole la mirada con firmeza.

—¿Por qué no tomaste el dinero? Podríamos haberlo gastado en algo interesante. —Arzhel sonrió, pero no había humor en su expresión, solo curiosidad.

—Porque no lo necesito, y tampoco es mi objetivo. —Hice una pausa, permitiéndome respirar profundamente antes de continuar—. Es mejor que ella crea que puede confiar en mí. Ganarme su confianza será mucho más útil que unas cuantas monedas, Whitield.

Arzhel dejó escapar una risa baja, dejando el vaso sobre la mesa.

—Una respuesta práctica, princesa. Estoy impresionado. Aunque… no puedo evitar preguntarme si hay algo más que no me estás diciendo.

Lo miré en silencio por un momento, dejando que mi expresión insinuara lo que mis palabras no dirían.

—Digamos que tengo mis propios planes —respondí finalmente, levantándome del sofá con una gran calma. Claro que no le había dicho de mi regalo de bodas, ese maravilloso objeto que me aseguraría obtener mi venganza sin que nadie se enterara o no a tiempo.

Arzhel se levantó también, acercándose lo suficiente para invadir mi espacio personal.

—Si tienes algo bajo la manga, espero que sea tan interesante como parece. —Su voz era un susurro lleno de curiosidad camuflada, y pude percibir su mirada examinándome con atención.

—Tendrás que esperar para averiguarlo. —Sonreí con una pequeña y satisfecha sonrisa. Si él quería jugar al misterioso y manipulador, bien que yo podría seguirle el juego.

Arzhel rio, retrocediendo un paso.

—Esa sonrisa me dice que estás disfrutando más de esto de lo que debería.

—Tal vez. —Me encogí de hombros, moviéndome hacia la cocina mientras él me seguía con la mirada. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía evitar disfrutarlo un poco.

•♥•

La tensión en la oficina era casi palpable. Desde el momento en que llegué, sabía que Nessa no me quitaría los ojos de encima. Y no tardó mucho en demostrarlo. Apenas pasaron unos minutos antes de que se acercara a mi escritorio, con ese andar altivo que siempre me hacía apretar los dientes.

—Kenna. —Su voz era suave, casi amable, pero no me dejé engañar. Cada palabra suya estaba llena de doble intención—. Qué coincidencia encontrarte aquí.

—Oh, no creo que sea coincidencia, señora Harriman. —Le devolví una sonrisa educada, levantando la vista de los papeles frente a mí.

—Solo quería asegurarme de que todo esté en orden contigo. Ya sabes, nuevos empleados, nuevos retos… —Hizo una pausa, sus ojos me examinaban como si buscara algún rastro de debilidad.

—Estoy perfectamente, gracias por preguntar. —Mi tono era sereno, casi inocente. Este era un juego de dos. No iba a dejar que pensara que tenía el control de esta conversación.

Nessa se inclinó ligeramente hacia mí, como si fuera a decir algo más, pero el sonido de su teléfono interrumpió el momento. Frunció el ceño y sacó el móvil de su bolso, contestando de inmediato.

—¿Qué pasa? Estoy ocupada. —Su tono se endureció al hablar.

Al principio, no presté mucha atención. Pensé que sería una llamada de rutina, alguien más para recibir órdenes de Nessa. Pero algo en su expresión cambió. Su rostro, siempre tan controlado, se volvió tenso.

»¿Qué dijiste? —preguntó, su voz ahora más baja, casi un susurro. Sus ojos se movieron rápidamente de un lado a otro, como si intentara procesar lo que estaba escuchando—. ¿Dónde? ¿Está bien?

El ambiente cambió en un instante. Pude ver cómo el color iba desapareciendo de su rostro, y su mano apretó el borde del escritorio con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.

»Voy para allá ahora mismo. Manténganme informada. —Colgó sin esperar una respuesta, guardó el teléfono con manos temblorosas.

—¿Todo bien? —susurré, manteniendo mi tono neutro, aunque la curiosidad estaba ganándome.

—No es asunto tuyo. —Su respuesta fue cortante, pero la mirada fugaz que me lanzó era como un sutil grito por ayuda.

No tenía que hacerlo, pero me encontré a mí misma siguiendo su auto hasta el hospital. No era parte de mi plan inmediato, pero algo me decía que este era un momento que no podía dejar pasar. Y si mi pequeña demostración de preocupación ayudaba a reforzar la confianza que Nessa podría estar desarrollando hacia mí, mejor.

Cuando llegué, ella ya estaba en recepción, discutiendo con una enfermera que parecía estar intentando calmarla.

—Estoy buscando a Teresa Beauregard. Tuvo un accidente, ¿dónde está?

—Señora, por favor, cálmese. La están atendiendo en urgencias, pero no tenemos más información por el momento.

Nessa dejó escapar un suspiro frustrado y giró sobre sus tacones justo cuando entré en el vestíbulo. Su mirada se encontró con la mía, y algo en su expresión pasó de sorpresa a desconfianza en cuestión de segundos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, cruzándose de brazos, aunque su postura traicionaba el control que intentaba proyectar.

—¿Qué crees? —respondí, con un tono suave, casi amable—. Escuché tu llamada y me preocupé. No podías esperar a que me quedara sentada en la oficina después de ver lo alterada que estabas.

—No necesito tu ayuda, Kenna. Esto no tiene nada que ver contigo.

—Quizás no, pero creo que podrías necesitar apoyo. Estás… —Hice una pausa, dejando que mi mirada se dirigiera fugazmente hacia su vientre—. Bueno, estás en una situación delicada y soy la única que lo sabe de una u otra forma.

—Como quieras —gruñó, pero notaba su agradecimiento, muy, muy en el fondo.

Nessa no paraba de caminar de un lado a otro, su mano descansando inconscientemente sobre su vientre en algunos momentos, como si estuviera buscando consuelo.

—Siéntate, por favor. Sé que estás nerviosa, pero… el bebé…

—Señora Harriman. —Una enfermera apareció finalmente, nos giramos a verla con un poco de descanso—. Puede pasar a ver a su madre ahora.

En completo silencio, Nessa asintió y se dirigió hacia el pasillo que llevaba a urgencias. Sin embargo, apenas cruzó las puertas, dio un paso en falso y su rostro se contrajo de dolor.

—¿Estás bien? —pregunté, acercándome instintivamente.

—Estoy… —Comenzó a responder, pero el dolor en su vientre la hizo detenerse y apoyar una mano contra la pared.

—¡Enfermera! —llamé, levantando la voz lo suficiente para atraer la atención necesaria.

En cuestión de minutos, llevaron a Nessa a una sala de observación, dejándome sola en el pasillo con un sabor amargo en la boca. No podía evitar sentir que la tensión de la situación estaba pasando factura en más de un sentido.

—No sabía que eras tan… atenta —sabía que se trataba de Rune. Debía salir de ahí.

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