—Una cena romántica, princesa. ¿No se suponía que las falsas prometidas también disfrutan de las formalidades? —habló con ligereza, casi como si meterse conmigo lo deleitara. Era como si estuviera midiendo cada reacción mía con detenimiento.
—¿Romántica? —solté una risa seca—. Claro, porque eso suena absolutamente como algo que un Whitield haría. Tú, para ser exactos.
—¿Por qué no? —preguntó con gran calma—. Hasta los hombres fríos y egoístas que solo piensan en sí mismos tienen derecho a cenar, ¿no? Aunque, para ser sincero, esta cena no es solo para nuestro entretenimiento. —Su voz bajó un poco, como si me fuera a contar algún secreto—. Hay algo que creo que te interesará.
Fruncí el ceño, estaba claro que ese desgraciado siempre buscaría sacarme de mis cabales, siempre tenía un plan para todo, siempre llevaba la delantera. ¡¿Por qué tenía que ser así?! ¿Qué hice para merecer esto?
—¿Qué es lo que estás tramando, Whitield? —dije, suspirando mientras masajeaba mi sien.
—Tramando, tramando… Qué palabra tan dura, princesa. —¿Estaría loca si les dijera que podía imaginarlo apoyándose en el respaldo de su silla, disfrutando de cada segundo de la conversación?—. Digamos que escuché un rumor. Un par de rostros familiares estarán presentes en este lugar. Pensé que te gustaría… saludarlos.
—¿De qué estás hablando? —pregunté, tratando de mantener mi tono neutral, aunque sentía un nudo en el estómago.
¿Quiénes podrían ser si eran rostros conocidos? No estaba preparada para ver el resto de mi familia paterna. Solo aumentarían mis probabilidades de ser descubierta.
—Oh, no te preocupes por eso, es solo una pareja encantadora. Rune y su adorable esposa, Nessa. —La forma en que dijo sus nombres, con esa mezcla de desprecio y diversión, hizo que mi piel se erizara—. No pensé que querrías perdértelo. Después de todo, siempre es interesante observar a las serpientes en su hábitat natural.
—¿Y tú crees que quiero cenar con ellos? —pregunté, intentando contener mi risa, luego de que los llamara serpientes.
—¿Cenar con ellos? No, princesa, no tan literal. Estaremos a una distancia prudente, disfrutando de nuestra propia velada. Pero… estarás lo suficientemente cerca como para verlos, observarlos… y, quizás, recordar por qué estamos haciendo todo esto.
Sus palabras eran suaves, calculadas. Estaba recurriendo a algo más profundo en mí, a esa furia latente que siempre trataba de mantener bajo control. Sabía lo que Rune y Nessa me habían hecho. Sabía que quería destruirlos. Y estaba usando eso para hacerme aceptar.
Usaba mis propias emociones en mi contra. Lo detestaba.
—Eres un manipulador, Whitield —espeté, apretando los dientes.
—Gracias por el cumplido. Aunque, para ser justos, no estoy manipulando nada. Solo estoy… presentándote una oportunidad. Si prefieres pasar la noche sola, arrancándote el cabello por quién sabe qué, no te detendré. —Su tono era burlón, pero había un matiz de desafío en él.
—No digas tonterías, hay algo que debo contarte; sin embargo, debe ser en casa. Por ahora, aceptaré tu propuesta, solo porque necesito hacerme amiga de esa hiena.
—Ah, antes de que lo olvide —afirmó Arzhel con un tono tan despreocupado que provocaba que la preocupada fuera yo—, envié algo para ti. No puedo permitir que mi prometida aparezca en nuestra cena sin un atuendo digno de la ocasión.
—¿Qué? —averigüé, deteniéndome en seco. Viniendo de Arzhel, cualquier cosa podría pasar—. ¿Qué enviaste?
—Un vestido, por supuesto. —Podía escuchar la sonrisa en su voz, esa que siempre me daba ganas de golpear algo. O a alguien. Preferiblemente a él.
—¿Tú escogiste un vestido para mí? —mordí mis labios intentando contener las maldiciones. Esto no era bueno, para nada bueno.
—¿Por qué no? —respondió con calma, como si fuera la cosa más normal del mundo—. Tengo buen gusto. O eso dicen mis socios. —Pude oír el ligero sarcasmo en su voz antes de que siguiera hablando—. Mi asistente personal ya debe estar en tu puerta con el paquete.
Mis ojos se entrecerraron con cierta desconfianza, ¿había escuchado bien?
—¿Tu asistente? —tanteé con cautela. Mi rostro reflejaba la gran sensación de disgusto que me recorría— ¿Hablas de la dama de la última vez?
Arzhel rio con suavidad, y el sonido solo provocaba que yo estuviera un poco más molesta. ¿Por qué me sentía así? ¡Era una tontería! Ni siquiera nos conocíamos lo suficiente como para que todo eso tuviera una razón coherente.
—No sabía que estabas tan interesada en mis empleados, princesa. Pero sí, está claro que tengo asistentes personales, soy un hombre de negocios, muñeca. —Hizo una pausa que se sintió más larga de lo necesario, como si saboreara el momento—. Aunque creo que te sorprenderás al conocerla.
—¿Qué significa eso? —gruñí, pero él ya había colgado.
Me quejé mientras dejaba mi celular en el escritorio, estaba molesta. Al sonar la puerta, abrí de golpe, lista para encontrarme con esa mujer hermosa de revista… y casi me atraganté cuando me encontré con un hombre alto, corpulento y perfectamente vestido con traje, el cual traía una caja en sus manos.
—Buenas tardes, señorita Kenna —expuso con una voz profunda y educada, ofreciéndome el paquete con una leve inclinación de cabeza. ¿Era este… el famoso asistente sexy? Oh, claro que Arzhel debía estar disfrutando de esto.
—Ah, gracias —murmuré, aceptando la caja mientras él me sonreía con un profesionalismo impecable antes de marcharse.
Cerré la puerta y solté un largo suspiro. Sabía que Arzhel había planeado esto solo para molestarme, pero cuando abrí la caja, entendí que esto era solo el comienzo. Dentro había un vestido rojo. No cualquier vestido rojo: era el vestido más atrevido que había visto en mi vida. La tela parecía hecha para abrazar cada curva, y el escote… bueno, digamos que había suficiente para que yo misma me sonrojara.
Parte de mí quería arrojar el vestido por la ventana, pero otra parte, una mucho más pequeña y molesta, pensó: Que el mundo arda. Así que me lo puse.
Me miré en el espejo, ajustándome los tirantes con un bufido frustrado. Era escandalosamente perfecto. Demasiado perfecto. Y eso me molestaba aún más. Él sabía exactamente lo que hacía al enviármelo. Y yo, por supuesto, estaba cayendo en su juego.
Antes de que pudiera arrepentirme y ponerme algo más discreto, mi celular vibró. El mensaje era breve. «Mi asistente espera por ti. Disfruta del paseo, princesa.» Maldito Arzhel.
El trayecto al restaurante fue rápido, demasiado para mi gusto. Mis dedos jugueteaban con el dobladillo del vestido mientras miraba por la ventana, intentaba con todas mis fuerzas no pensar en la noche que me esperaba. Rune y Nessa. Sus nombres rondaban en mi mente como un castigo infernal.Cuando llegamos, el asistente salió primero y me ofreció su mano para ayudarme a bajar. La puerta del restaurante era imponente, iluminada por un suave resplandor dorado. Antes de entrar, el asistente hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia mí.—El señor Whitield está adentro esperándola. —Su tono era neutro, pero algo en su mirada sugería que sabía exactamente el efecto que tendría mi entrada.Me enderecé, alzando ligeramente el mentón. Si vamos a hacer esto, que sea a lo grande.Al cruzar por las puertas, el murmullo del restaurante se detuvo por un breve instante, lo suficiente como para que sintiera las miradas sobre mí. El vestido cumplía su propósito con creces: captaba la atención de
Regresamos a casa y cuando terminé de contarle, el silencio llenó la habitación. Arzhel estaba apoyado contra el respaldo del sofá, girando lentamente el vaso de whisky entre los dedos, como si estuviera procesando cada palabra. Sus ojos permanecían fijos en mí.—Déjame aclarar esto. Encontraste la prueba en el baño, tu encantadora hermanastra trató de comprarte, y… no aceptaste el dinero. ¿Correcto? —Su tono era suave, pero el sarcasmo apenas se contenía.—Correcto —respondí, cruzando las piernas y devolviéndole la mirada con firmeza.—¿Por qué no tomaste el dinero? Podríamos haberlo gastado en algo interesante. —Arzhel sonrió, pero no había humor en su expresión, solo curiosidad.—Porque no lo necesito, y tampoco es mi objetivo. —Hice una pausa, permitiéndome respirar profundamente antes de continuar—. Es mejor que ella crea que puede confiar en mí. Ganarme su confianza será mucho más útil que unas cuantas monedas, Whitield.Arzhel dejó escapar una risa baja, dejando el vaso sobre l
—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me diri
Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospit
Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.