—¿Yo? —Ellos asintieron—. No se preocupen, es solo que la comida parece haberme caído mal. Necesito comprar medicina.
—Voy contigo, Kenna —la bruja se aferró a mi brazo y me arrastró fuera de la empresa.
Estando lo suficientemente lejos de todos, terminamos en una cafetería. Era increíble la oportunidad que la vida me daba; no hay una mejor forma para hacer que Nessa confíe y dependa ciegamente en mí.
Ninguna de las dos se atrevía a decir a primera palabra. En mi caso, podría asegurar que la primera en hablar sería la más desesperada, y esa no sería yo. En estos escasos días que llevo junto a Arzhel, he aprendido a no dar nada de información, a que el enemigo no sepa qué es lo que tengo en la cabeza.
»Gracias por no haber dicho nada —susurró finalmente.
—Escuché de Arzhel que los hijos fuera del matrimonio, están mal vistos en su familia —susurré intentando hacer que nadie me escuchara.
—Tiene razón. Por eso le pido que no le diga nada de esto a nadie, mucho menos a mi padre. No sé qué sería de nosotros si llegara a enterarse —en sus ojos se denotaba la desesperación—. Le pagaré lo que quiera, haré lo que desee, simplemente, mantenga mi secreto, por favor.
Eso es, querida, sigue suplicando. Te ves maravillosa así.
—No quiero sonar mal, señora Harriman. Pero no necesito dinero —sonreí con serenidad.
—Tiene razón, está próxima a ser la señora Whitfield. Pero, ha de haber algo que quiera, ¿no? Le aseguro que haré lo que desee, simplemente no le diga nada de eso a nadie.
—No necesito ni quiero nada. Agradezco su oferta. Espero que esté tranquila, no le diré a nadie de su situación, pienso que esto es demasiado personal, yo me enteré por accidente, así que, descuide —sonreí una vez más para demostrarle mi honestidad.
No me convenía ni un poco que alguien más que yo supiera este secreto; era cuestión de tiempo para que todos se enteraran por su propia cuenta; mientras, disfrutaría del poder que ya tenía sobre ella.
—No sé cómo agradecértelo, Kenna. De verdad, te debo una.
—Solo preocúpese por tener buenos cuidados en este proceso. Si me disculpa, necesito seguir con mi trabajo.
Salí de la cafetería mientras sentía la mirada pesada de Nessa sobre mí. La conocía muy bien, si alguien para ella era una amenaza, se encargaría de deshacerse de ella, solo que había un pequeño problema en su plan: era la protegida de su padre. Eso le impediría acercarse a mí.
Las horas pasaron, mi turno estaba casi por acabar y durante todo el día sentía las miradas de esa pareja de hienas sobre mí. Pensé que solamente seguirían de esa manera, hasta que, al estar sola en la oficina, la puerta se cerró de repente.
—Señor Harriman, me tomó por sorpresa —continué centrada en la documentación como si no me preocupara su presencia.
—Así que usted es la chica de la fiesta —se cruzó de brazos mientras se apoyaba en una de las paredes—. Debí haberla reconocido desde antes, es más bella de lo que recordaba.
—Le dije a su esposa que mantendría su secreto, así que no hay necesidad en usar zalamería conmigo —sonreí de manera falsa. Detestaba que se me acercara tanto—. Mi palabra es valiosa para mí, señor, así que no se preocupe por eso y cuide de la señora.
—¿Sabes, Kenna? Una parte de mí me hace pensar que te he visto antes. Es como si hubiera un aire familiar en la manera en la que hablas y te comportas. ¿Acaso creciste viendo a la señorita Bloom? Siempre tan correcta… tan coqueta —bajó un poco su tono de voz, mientras trataba de acercarse más a mí.
—Le pido que, por favor, mantenga su distancia. Estamos en horario de oficina y no es adecuado que tengan que enviarlo directo a la sala de urgencias. Además, a su hermosa y dulce esposa no le agradará enterarse de esto, ¿me equivoco?
Mis palabras parecían haber dado en el punto que era, pues ese individuo desagradable retrocedió un par de pasos mientras elevaba sus manos en señal de rendición.
—Solo quería ser amable con usted, señorita Kenna.
—Y yo solo deseo que mantenga su distancia, señor —aclaré.
—No se haga la indiferente conmigo, ambos sabemos qué es lo que quiere, y… estoy dispuesto a dárselo todo. Por ahora, me marcharé, pero piense en mi propuesta —susurró para marcharse.
—Rayos… ni siquiera sé de qué propuesta hablaba.
¿A esto se refieren a que si una mujer es la amante, eso mismo le sucederá a ella? Quién sabe con cuántas ya le haya montado la cornamenta; sin embargo, nada de esto es de mi incumbencia, necesito mantenerme a la distancia con ese desperdicio humano.
¡Qué asco! ¡¿Cómo pude imaginar que este era un sujeto decente?! Se nota a leguas lo infiel que es, lo compararía a un hermoso can; sin embargo, sería un insulto para la naturaleza.
Debo agradecerle al cielo que me alejó de este tarado.
Ahora que lo pienso, el día de nuestro compromiso él desapareció por unos momentos, era como si la tierra se lo hubiera tragado. Sus amigos intentaban encubrirlo con excusas baratas, diciendo que quizá había comido algo en mal estado porque se la había pasado en el baño durante todo el día.
¿Por qué no pensé que él se encontraba viéndome la cara de estúpida?
»¡Agh! ¡Qué estúpida! —Estaba que me arrancaba el cabello por la vergüenza que yo mismo me daba. Mi celular sonó—. ¡¿Qué rayos quieres?!
—Vaya, parece que alguien tuvo un mal día —respondió Arzhel. Su voz era tranquila, pero su matiz burlón hizo que me arrepintiera de haber contestado así.
Cerré los ojos y respiré hondo. ¡Claro que tenía que ser él! Solo para añadirle más diversión a mi vida.
—No es el mejor tono para hablar con tu prometido, princesa —continuó con esa calma exasperante—. Aunque tengo que admitir que es un poco encantador escucharte perder los estribos. ¿Qué te hizo enfadar tanto? ¿O fue mi ausencia lo que te alteró?
¿De verdad tenía que ser tan pedante justo cuando yo misma quería arrancarme el cabello?
—No tiene nada que ver contigo, Whitield. ¿Qué necesitas? —Intenté responder con serenidad; pero mi irritación se notaba aún más.
—Ah, ahora volvemos al «Whitield». Qué fría. ¿Así es como piensas tratar al hombre que te saca de los líos en los que te metes? —Se escuchó un leve suspiro en la línea, uno que no sabía si era de aburrimiento o puro teatro—. Estaba llamando para invitar a mi prometida a una cena romántica a la luz de las velas.
—¿A una qué? —pregunté con escepticismo.
—Una cena romántica, princesa. ¿No se suponía que las falsas prometidas también disfrutan de las formalidades? —habló con ligereza, casi como si meterse conmigo lo deleitara. Era como si estuviera midiendo cada reacción mía con detenimiento.—¿Romántica? —solté una risa seca—. Claro, porque eso suena absolutamente como algo que un Whitield haría. Tú, para ser exactos.—¿Por qué no? —preguntó con gran calma—. Hasta los hombres fríos y egoístas que solo piensan en sí mismos tienen derecho a cenar, ¿no? Aunque, para ser sincero, esta cena no es solo para nuestro entretenimiento. —Su voz bajó un poco, como si me fuera a contar algún secreto—. Hay algo que creo que te interesará.Fruncí el ceño, estaba claro que ese desgraciado siempre buscaría sacarme de mis cabales, siempre tenía un plan para todo, siempre llevaba la delantera. ¡¿Por qué tenía que ser así?! ¿Qué hice para merecer esto?—¿Qué es lo que estás tramando, Whitield? —dije, suspirando mientras masajeaba mi sien.—Tramando, tram
El trayecto al restaurante fue rápido, demasiado para mi gusto. Mis dedos jugueteaban con el dobladillo del vestido mientras miraba por la ventana, intentaba con todas mis fuerzas no pensar en la noche que me esperaba. Rune y Nessa. Sus nombres rondaban en mi mente como un castigo infernal.Cuando llegamos, el asistente salió primero y me ofreció su mano para ayudarme a bajar. La puerta del restaurante era imponente, iluminada por un suave resplandor dorado. Antes de entrar, el asistente hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia mí.—El señor Whitield está adentro esperándola. —Su tono era neutro, pero algo en su mirada sugería que sabía exactamente el efecto que tendría mi entrada.Me enderecé, alzando ligeramente el mentón. Si vamos a hacer esto, que sea a lo grande.Al cruzar por las puertas, el murmullo del restaurante se detuvo por un breve instante, lo suficiente como para que sintiera las miradas sobre mí. El vestido cumplía su propósito con creces: captaba la atención de
Regresamos a casa y cuando terminé de contarle, el silencio llenó la habitación. Arzhel estaba apoyado contra el respaldo del sofá, girando lentamente el vaso de whisky entre los dedos, como si estuviera procesando cada palabra. Sus ojos permanecían fijos en mí.—Déjame aclarar esto. Encontraste la prueba en el baño, tu encantadora hermanastra trató de comprarte, y… no aceptaste el dinero. ¿Correcto? —Su tono era suave, pero el sarcasmo apenas se contenía.—Correcto —respondí, cruzando las piernas y devolviéndole la mirada con firmeza.—¿Por qué no tomaste el dinero? Podríamos haberlo gastado en algo interesante. —Arzhel sonrió, pero no había humor en su expresión, solo curiosidad.—Porque no lo necesito, y tampoco es mi objetivo. —Hice una pausa, permitiéndome respirar profundamente antes de continuar—. Es mejor que ella crea que puede confiar en mí. Ganarme su confianza será mucho más útil que unas cuantas monedas, Whitield.Arzhel dejó escapar una risa baja, dejando el vaso sobre l
—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me diri
Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospit
Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu