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Capítulo 07 «Desgraciado»

—¿Yo? —Ellos asintieron—. No se preocupen, es solo que la comida parece haberme caído mal. Necesito comprar medicina.

—Voy contigo, Kenna —la bruja se aferró a mi brazo y me arrastró fuera de la empresa.

Estando lo suficientemente lejos de todos, terminamos en una cafetería. Era increíble la oportunidad que la vida me daba; no hay una mejor forma para hacer que Nessa confíe y dependa ciegamente en mí.

Ninguna de las dos se atrevía a decir a primera palabra. En mi caso, podría asegurar que la primera en hablar sería la más desesperada, y esa no sería yo. En estos escasos días que llevo junto a Arzhel, he aprendido a no dar nada de información, a que el enemigo no sepa qué es lo que tengo en la cabeza.

»Gracias por no haber dicho nada —susurró finalmente.

—Escuché de Arzhel que los hijos fuera del matrimonio, están mal vistos en su familia —susurré intentando hacer que nadie me escuchara.

—Tiene razón. Por eso le pido que no le diga nada de esto a nadie, mucho menos a mi padre. No sé qué sería de nosotros si llegara a enterarse —en sus ojos se denotaba la desesperación—. Le pagaré lo que quiera, haré lo que desee, simplemente, mantenga mi secreto, por favor.

Eso es, querida, sigue suplicando. Te ves maravillosa así.

—No quiero sonar mal, señora Harriman. Pero no necesito dinero —sonreí con serenidad.

—Tiene razón, está próxima a ser la señora Whitfield. Pero, ha de haber algo que quiera, ¿no? Le aseguro que haré lo que desee, simplemente no le diga nada de eso a nadie.

—No necesito ni quiero nada. Agradezco su oferta. Espero que esté tranquila, no le diré a nadie de su situación, pienso que esto es demasiado personal, yo me enteré por accidente, así que, descuide —sonreí una vez más para demostrarle mi honestidad.

No me convenía ni un poco que alguien más que yo supiera este secreto; era cuestión de tiempo para que todos se enteraran por su propia cuenta; mientras, disfrutaría del poder que ya tenía sobre ella.

—No sé cómo agradecértelo, Kenna. De verdad, te debo una.

—Solo preocúpese por tener buenos cuidados en este proceso. Si me disculpa, necesito seguir con mi trabajo.

Salí de la cafetería mientras sentía la mirada pesada de Nessa sobre mí. La conocía muy bien, si alguien para ella era una amenaza, se encargaría de deshacerse de ella, solo que había un pequeño problema en su plan: era la protegida de su padre. Eso le impediría acercarse a mí.

Las horas pasaron, mi turno estaba casi por acabar y durante todo el día sentía las miradas de esa pareja de hienas sobre mí. Pensé que solamente seguirían de esa manera, hasta que, al estar sola en la oficina, la puerta se cerró de repente.

—Señor Harriman, me tomó por sorpresa —continué centrada en la documentación como si no me preocupara su presencia.

—Así que usted es la chica de la fiesta —se cruzó de brazos mientras se apoyaba en una de las paredes—. Debí haberla reconocido desde antes, es más bella de lo que recordaba.

—Le dije a su esposa que mantendría su secreto, así que no hay necesidad en usar zalamería conmigo —sonreí de manera falsa. Detestaba que se me acercara tanto—. Mi palabra es valiosa para mí, señor, así que no se preocupe por eso y cuide de la señora.

—¿Sabes, Kenna? Una parte de mí me hace pensar que te he visto antes. Es como si hubiera un aire familiar en la manera en la que hablas y te comportas. ¿Acaso creciste viendo a la señorita Bloom? Siempre tan correcta… tan coqueta —bajó un poco su tono de voz, mientras trataba de acercarse más a mí.

—Le pido que, por favor, mantenga su distancia. Estamos en horario de oficina y no es adecuado que tengan que enviarlo directo a la sala de urgencias. Además, a su hermosa y dulce esposa no le agradará enterarse de esto, ¿me equivoco?

Mis palabras parecían haber dado en el punto que era, pues ese individuo desagradable retrocedió un par de pasos mientras elevaba sus manos en señal de rendición.

—Solo quería ser amable con usted, señorita Kenna.

—Y yo solo deseo que mantenga su distancia, señor —aclaré.

—No se haga la indiferente conmigo, ambos sabemos qué es lo que quiere, y… estoy dispuesto a dárselo todo. Por ahora, me marcharé, pero piense en mi propuesta —susurró para marcharse.

—Rayos… ni siquiera sé de qué propuesta hablaba.

¿A esto se refieren a que si una mujer es la amante, eso mismo le sucederá a ella? Quién sabe con cuántas ya le haya montado la cornamenta; sin embargo, nada de esto es de mi incumbencia, necesito mantenerme a la distancia con ese desperdicio humano.

¡Qué asco! ¡¿Cómo pude imaginar que este era un sujeto decente?! Se nota a leguas lo infiel que es, lo compararía a un hermoso can; sin embargo, sería un insulto para la naturaleza.

Debo agradecerle al cielo que me alejó de este tarado.

Ahora que lo pienso, el día de nuestro compromiso él desapareció por unos momentos, era como si la tierra se lo hubiera tragado. Sus amigos intentaban encubrirlo con excusas baratas, diciendo que quizá había comido algo en mal estado porque se la había pasado en el baño durante todo el día.

¿Por qué no pensé que él se encontraba viéndome la cara de estúpida?

»¡Agh! ¡Qué estúpida! —Estaba que me arrancaba el cabello por la vergüenza que yo mismo me daba. Mi celular sonó—. ¡¿Qué rayos quieres?! 

—Vaya, parece que alguien tuvo un mal día —respondió Arzhel. Su voz era tranquila, pero su matiz burlón hizo que me arrepintiera de haber contestado así.

Cerré los ojos y respiré hondo. ¡Claro que tenía que ser él! Solo para añadirle más diversión a mi vida.

—No es el mejor tono para hablar con tu prometido, princesa —continuó con esa calma exasperante—. Aunque tengo que admitir que es un poco encantador escucharte perder los estribos. ¿Qué te hizo enfadar tanto? ¿O fue mi ausencia lo que te alteró?

¿De verdad tenía que ser tan pedante justo cuando yo misma quería arrancarme el cabello?

—No tiene nada que ver contigo, Whitield. ¿Qué necesitas? —Intenté responder con serenidad; pero mi irritación se notaba aún más.

—Ah, ahora volvemos al «Whitield». Qué fría. ¿Así es como piensas tratar al hombre que te saca de los líos en los que te metes? —Se escuchó un leve suspiro en la línea, uno que no sabía si era de aburrimiento o puro teatro—. Estaba llamando para invitar a mi prometida a una cena romántica a la luz de las velas.

—¿A una qué? —pregunté con escepticismo.

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