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Capítulo 05 «Regalo de bodas»

Me acercó aún más a él. Mis brazos parecían tener vida propia, pues, a pesar de que les ordenara que se mantuvieran quietos, estos terminaron de rodearlo por el cuello, como si una parte muy profunda de mí no deseara que se alejara.

Mi cabeza gritaba que no estaba bien lo que pasaba, y mi cuerpo decía todo lo contrario.

Al cabo de unos segundos que se hicieron eternos, terminamos con ese beso que, al juzgar por la mirada de Arzhel, no solo tuvo un efecto en mí.

—Pasaré por ti en la tarde, princesa —afirmó con voz ronca mientras se alejaba.

Me limité a asentir, era como si un gato hubiera devorado mi lengua por completo. Mi corazón parecía un caballo desbocado, salí de mi trance al ver que se alejó en su auto.

No tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Aclaré mi garganta y me encaminé al interior de la empresa. Hice mi mayor esfuerzo para ignorar a Rune, quien presenció toda la escena.

Por el rabillo de mi ojo, logré observar ese gesto de disgusto en su rostro.

Mi plan inicial era acercarme a mi padre; sin embargo, fui asignada como una de las secretarias. Era un paso necesario para adaptarme a este nuevo estilo de trabajo; si demostraba mis habilidades, podría terminar trabajando codo a codo con mi padre.

¿Qué cara podría colocar cuando se enterara de mi verdadera identidad? ¿Me reconocería?

Esa tarde, antes de terminar mi turno, regresaba de entregarle uno de los documentos al director. Lastimosamente, mi día se arruinó al ver a Nessa ocuparse del trabajo que yo tuve en su momento; tenía ganas de poder tomarla del cabello y gritarte que no tenía potestad de estar en la empresa como si fuera la dueña del sitio. Seguramente mamá estaría revolcándose en su tumba con tener a semejante arpía en mi lugar.

Sin embargo, todos esos deseos de desquitarme con ella directamente, debían mantenerse en una caja. Debía tragarme todas las ganas de hacerla arder de verdad, como ellos lo hicieron en el pasado conmigo.

—Señora Harriman, es un placer verla —saludé con formalidad, o eso intenté.

Se dedicó a verme por unos segundos, como si buscara algo en mí; sin embargo, una pequeña e incómoda sonrisa apareció en sus labios.

—Lo siento, creo que la he visto antes, pero no creo que nos conozcamos. ¿O sí? —me vio por un poco más, hasta que finalmente me reconoció, mi corazón dio un vuelco—. La chica de la piscina.

—De verdad lo lamento. Eso era lo último que quería provocar —llevé mi mano al pecho para demostrar mi sinceridad.

—No recuerdo haberla invitado, había tantas personas que me costaba reconocer a todas. Debí haberlo sabido, era la nueva secretaria —expuso con una serenidad desconocida para mí—. Debí haberlo imaginado. No se preocupe, seré indulgente con usted en esta ocasión; sin embargo, me temo que tendré que mantenerla vigilada.

—¿A qué se refiere?

Por supuesto, sé lo que es, una amenaza. La mirada de Nessa es incapaz de esconder sus verdaderas intenciones, por esa razón debo acercarme. Me acercaré tanto que jamás imaginará que el golpe viene de la mano de su propia hermana, así como lo hizo conmigo.

—No se haga la lista —dijo en un susurro sutil—. Puedo notar la manera en la que observa a mi esposo, vi su interacción en la ceremonia, así que le pido que se mantenga al margen si no quiere salir lastimada.

—Creo que está malentendiendo las cosas. En esa ocasión perdí una de mis lentillas; él iba a ayudarme a encontrarla, pero no fue necesario. Además, fui la acompañante de mi prometido, Arzhel —aclaré enseñando el anillo que ese hombre me estaba obligando a usar.

—¿Arzhel Whitfield? —indagó de regreso, bajando un poco sus barreras—. Creí que fue solo como acostumbraba en todas las reuniones.

—Eso fue porque no me encontraba en la ciudad —sonreí tratando de ganarme un poco más su confianza—. Ambas podemos decir que es un hombre un poco… complejo de llevar.

—Bueno, ya que lo pone de esa manera, todo ha sido un malentendido. Sin embargo, tú… cómo sea que te llames…

—Kenna.

—Bien, Kenna. Estaré viéndote de cerca —me señaló con un poco de recelo.

—Lindo collar —solté al ver que llevaba mi preciado regalo de bodas, uno que sin duda le sacará mucha felicidad, literalmente hablando. Era un collar bañado en veneno, uno que, se desprendería de a poco y acabaría con ella por, ¿causas naturales?

—Por supuesto —llevó su mano de manera inconsciente a él—. Fue uno de los regalos de boda, es realmente hermoso, digno de una mujer de mi clase. Es una lástima que no cualquiera pueda tenerlo.

Antes de que yo dijera algo, unos pasos se escucharon detrás de mí; podía reconocer esa colonia con precisión. Me giré sin pensarlo dos veces, mi padre estaba ahí, ese hombre que me cuidó con tanto amor, el cual se apreciabamucho más viejo que la última vez que lo vi.

—Señor Beauregard, es un honor verlo en persona —saludé. Necesitaba escuchar su voz una vez más.

Sus ojos cansados reposaron sobre mí, buscaban algo, pero sin duda alguna, no me encontraron. No lograron identificar a esa niña que él crio, ni a esa mujer que entregó en el altar a la persona que se la arrebataría de los brazos.

No me reconoció, y esto, en lugar de hacerme sentir tranquila, aliviada, fue como un puñal que me recordaba que ya había muerto en esa cabaña, y, lo que había ahora, era el fantasma de Kenna que deseaba tomar el control, jugando a ser quien no era.

Los recuerdos invadieron mi mente. Los momentos en los que me enfermé y él estuvo a mi lado. Cuando solo éramos, él, yo y mamá… eran momentos que jamás regresarían, sin importar cuánto me esforzara.

Sabía que llegaría el momento en que volvería a estar cerca de papá, como se suponía debería haber sido siempre, pero a mamá, la única manera de verla es cuando muera y me encuentre con ella en el paraíso, ese que ella se ganó por su corazón noble.

—¿Se encuentra bien, señorita? Sus ojos están algo enrojecidos —cuestionó él con un poco de preocupación en la voz.

—Lo estoy, señor. Es solo que los lentes de contacto hacen que mis ojos se irriten con más facilidad —mentí.

Por cada segundo de tenerlo frente a mí pasaba, más aumentaban mis ganas de abrazarlo y de decirle quién era yo en realidad; sin embargo, no era el momento, necesitaba ser fuerte, por el bien de mi venganza.

—Lamento interrumpirles, vine en busca de mi prometida.

Escuché la voz de Arzhel a mis espaldas, mientras sus manos rodeaban mi cintura. Al parecer, esa sería una de sus formas favoritas para descansar sus brazos a partir de ahora. Sonreí, tratando de hacer creíble nuestra relación falsa.

—Puntual como siempre, ¿no crees? —susurré mientras me apoyaba un poco en su pecho.

Intentaba mantener alejada mi mente del momento de esta mañana, estaba claro que todo era actuación; sin embargo, mi corazón parecía no verlo de esa forma.

—Aún más si se trata de ti —su rostro descansó en mi hombro, casi como si inhalara mi aroma.

—Así que ella es la chica de la que siempre has hablado, Arzhel —indagó mi padre con una sonrisa llena de complicidad. Parecían más amigos que socios. ¿De qué tanto me perdí durante estos cinco años?

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