Me acercó aún más a él. Mis brazos parecían tener vida propia, pues, a pesar de que les ordenara que se mantuvieran quietos, estos terminaron de rodearlo por el cuello, como si una parte muy profunda de mí no deseara que se alejara.
Mi cabeza gritaba que no estaba bien lo que pasaba, y mi cuerpo decía todo lo contrario.
Al cabo de unos segundos que se hicieron eternos, terminamos con ese beso que, al juzgar por la mirada de Arzhel, no solo tuvo un efecto en mí.
—Pasaré por ti en la tarde, princesa —afirmó con voz ronca mientras se alejaba.
Me limité a asentir, era como si un gato hubiera devorado mi lengua por completo. Mi corazón parecía un caballo desbocado, salí de mi trance al ver que se alejó en su auto.
No tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Aclaré mi garganta y me encaminé al interior de la empresa. Hice mi mayor esfuerzo para ignorar a Rune, quien presenció toda la escena.
Por el rabillo de mi ojo, logré observar ese gesto de disgusto en su rostro.
Mi plan inicial era acercarme a mi padre; sin embargo, fui asignada como una de las secretarias. Era un paso necesario para adaptarme a este nuevo estilo de trabajo; si demostraba mis habilidades, podría terminar trabajando codo a codo con mi padre.
¿Qué cara podría colocar cuando se enterara de mi verdadera identidad? ¿Me reconocería?
Esa tarde, antes de terminar mi turno, regresaba de entregarle uno de los documentos al director. Lastimosamente, mi día se arruinó al ver a Nessa ocuparse del trabajo que yo tuve en su momento; tenía ganas de poder tomarla del cabello y gritarte que no tenía potestad de estar en la empresa como si fuera la dueña del sitio. Seguramente mamá estaría revolcándose en su tumba con tener a semejante arpía en mi lugar.
Sin embargo, todos esos deseos de desquitarme con ella directamente, debían mantenerse en una caja. Debía tragarme todas las ganas de hacerla arder de verdad, como ellos lo hicieron en el pasado conmigo.
—Señora Harriman, es un placer verla —saludé con formalidad, o eso intenté.
Se dedicó a verme por unos segundos, como si buscara algo en mí; sin embargo, una pequeña e incómoda sonrisa apareció en sus labios.
—Lo siento, creo que la he visto antes, pero no creo que nos conozcamos. ¿O sí? —me vio por un poco más, hasta que finalmente me reconoció, mi corazón dio un vuelco—. La chica de la piscina.
—De verdad lo lamento. Eso era lo último que quería provocar —llevé mi mano al pecho para demostrar mi sinceridad.
—No recuerdo haberla invitado, había tantas personas que me costaba reconocer a todas. Debí haberlo sabido, era la nueva secretaria —expuso con una serenidad desconocida para mí—. Debí haberlo imaginado. No se preocupe, seré indulgente con usted en esta ocasión; sin embargo, me temo que tendré que mantenerla vigilada.
—¿A qué se refiere?
Por supuesto, sé lo que es, una amenaza. La mirada de Nessa es incapaz de esconder sus verdaderas intenciones, por esa razón debo acercarme. Me acercaré tanto que jamás imaginará que el golpe viene de la mano de su propia hermana, así como lo hizo conmigo.
—No se haga la lista —dijo en un susurro sutil—. Puedo notar la manera en la que observa a mi esposo, vi su interacción en la ceremonia, así que le pido que se mantenga al margen si no quiere salir lastimada.
—Creo que está malentendiendo las cosas. En esa ocasión perdí una de mis lentillas; él iba a ayudarme a encontrarla, pero no fue necesario. Además, fui la acompañante de mi prometido, Arzhel —aclaré enseñando el anillo que ese hombre me estaba obligando a usar.
—¿Arzhel Whitfield? —indagó de regreso, bajando un poco sus barreras—. Creí que fue solo como acostumbraba en todas las reuniones.
—Eso fue porque no me encontraba en la ciudad —sonreí tratando de ganarme un poco más su confianza—. Ambas podemos decir que es un hombre un poco… complejo de llevar.
—Bueno, ya que lo pone de esa manera, todo ha sido un malentendido. Sin embargo, tú… cómo sea que te llames…
—Kenna.
—Bien, Kenna. Estaré viéndote de cerca —me señaló con un poco de recelo.
—Lindo collar —solté al ver que llevaba mi preciado regalo de bodas, uno que sin duda le sacará mucha felicidad, literalmente hablando. Era un collar bañado en veneno, uno que, se desprendería de a poco y acabaría con ella por, ¿causas naturales?
—Por supuesto —llevó su mano de manera inconsciente a él—. Fue uno de los regalos de boda, es realmente hermoso, digno de una mujer de mi clase. Es una lástima que no cualquiera pueda tenerlo.
Antes de que yo dijera algo, unos pasos se escucharon detrás de mí; podía reconocer esa colonia con precisión. Me giré sin pensarlo dos veces, mi padre estaba ahí, ese hombre que me cuidó con tanto amor, el cual se apreciabamucho más viejo que la última vez que lo vi.
—Señor Beauregard, es un honor verlo en persona —saludé. Necesitaba escuchar su voz una vez más.
Sus ojos cansados reposaron sobre mí, buscaban algo, pero sin duda alguna, no me encontraron. No lograron identificar a esa niña que él crio, ni a esa mujer que entregó en el altar a la persona que se la arrebataría de los brazos.
No me reconoció, y esto, en lugar de hacerme sentir tranquila, aliviada, fue como un puñal que me recordaba que ya había muerto en esa cabaña, y, lo que había ahora, era el fantasma de Kenna que deseaba tomar el control, jugando a ser quien no era.
Los recuerdos invadieron mi mente. Los momentos en los que me enfermé y él estuvo a mi lado. Cuando solo éramos, él, yo y mamá… eran momentos que jamás regresarían, sin importar cuánto me esforzara.
Sabía que llegaría el momento en que volvería a estar cerca de papá, como se suponía debería haber sido siempre, pero a mamá, la única manera de verla es cuando muera y me encuentre con ella en el paraíso, ese que ella se ganó por su corazón noble.
—¿Se encuentra bien, señorita? Sus ojos están algo enrojecidos —cuestionó él con un poco de preocupación en la voz.
—Lo estoy, señor. Es solo que los lentes de contacto hacen que mis ojos se irriten con más facilidad —mentí.
Por cada segundo de tenerlo frente a mí pasaba, más aumentaban mis ganas de abrazarlo y de decirle quién era yo en realidad; sin embargo, no era el momento, necesitaba ser fuerte, por el bien de mi venganza.
—Lamento interrumpirles, vine en busca de mi prometida.
Escuché la voz de Arzhel a mis espaldas, mientras sus manos rodeaban mi cintura. Al parecer, esa sería una de sus formas favoritas para descansar sus brazos a partir de ahora. Sonreí, tratando de hacer creíble nuestra relación falsa.
—Puntual como siempre, ¿no crees? —susurré mientras me apoyaba un poco en su pecho.
Intentaba mantener alejada mi mente del momento de esta mañana, estaba claro que todo era actuación; sin embargo, mi corazón parecía no verlo de esa forma.
—Aún más si se trata de ti —su rostro descansó en mi hombro, casi como si inhalara mi aroma.
—Así que ella es la chica de la que siempre has hablado, Arzhel —indagó mi padre con una sonrisa llena de complicidad. Parecían más amigos que socios. ¿De qué tanto me perdí durante estos cinco años?
—Siempre consigo lo que quiero, Beauregard —su manera de hablar era un poco jactanciosa, esto me hacía sentir como si fuera un mero objeto para él, solo una transacción.Es decir, todo esto era un plan, era un compromiso y no desconocía la manera en la que Arzhel se manejaba en los negocios. Intenté poner la sonrisa menos hipócrita del universo; no me agradaba ser comparada con una cosa.—No se imagina, señorita, lo afortunada que es. Whitfield es un gran hombre —expuso mi padre con una sonrisa esperanzadora.¿Acaso se estaba escuchando? ¡¿Si supiera que yo era su hija, pensaría de la misma manera?! ¡Claro que no! Arzhel era una persona egoísta, centrada en él mismo, no le importaba para nada lo que sucediera conmigo. Solo me quería, como una apariencia.Está bien, yo también me beneficiaba en algo con esto, pero no significaba que estuviera satisfecha.—Por supuesto, señor. Lo sé —sonreí, dedicándole una sonrisa enamorada a mi supuesto prometido—. Sé lo afortunada que soy por tenerl
—¿Yo? —Ellos asintieron—. No se preocupen, es solo que la comida parece haberme caído mal. Necesito comprar medicina.—Voy contigo, Kenna —la bruja se aferró a mi brazo y me arrastró fuera de la empresa.Estando lo suficientemente lejos de todos, terminamos en una cafetería. Era increíble la oportunidad que la vida me daba; no hay una mejor forma para hacer que Nessa confíe y dependa ciegamente en mí.Ninguna de las dos se atrevía a decir a primera palabra. En mi caso, podría asegurar que la primera en hablar sería la más desesperada, y esa no sería yo. En estos escasos días que llevo junto a Arzhel, he aprendido a no dar nada de información, a que el enemigo no sepa qué es lo que tengo en la cabeza.»Gracias por no haber dicho nada —susurró finalmente.—Escuché de Arzhel que los hijos fuera del matrimonio, están mal vistos en su familia —susurré intentando hacer que nadie me escuchara.—Tiene razón. Por eso le pido que no le diga nada de esto a nadie, mucho menos a mi padre. No sé qu
—Una cena romántica, princesa. ¿No se suponía que las falsas prometidas también disfrutan de las formalidades? —habló con ligereza, casi como si meterse conmigo lo deleitara. Era como si estuviera midiendo cada reacción mía con detenimiento.—¿Romántica? —solté una risa seca—. Claro, porque eso suena absolutamente como algo que un Whitield haría. Tú, para ser exactos.—¿Por qué no? —preguntó con gran calma—. Hasta los hombres fríos y egoístas que solo piensan en sí mismos tienen derecho a cenar, ¿no? Aunque, para ser sincero, esta cena no es solo para nuestro entretenimiento. —Su voz bajó un poco, como si me fuera a contar algún secreto—. Hay algo que creo que te interesará.Fruncí el ceño, estaba claro que ese desgraciado siempre buscaría sacarme de mis cabales, siempre tenía un plan para todo, siempre llevaba la delantera. ¡¿Por qué tenía que ser así?! ¿Qué hice para merecer esto?—¿Qué es lo que estás tramando, Whitield? —dije, suspirando mientras masajeaba mi sien.—Tramando, tram
El trayecto al restaurante fue rápido, demasiado para mi gusto. Mis dedos jugueteaban con el dobladillo del vestido mientras miraba por la ventana, intentaba con todas mis fuerzas no pensar en la noche que me esperaba. Rune y Nessa. Sus nombres rondaban en mi mente como un castigo infernal.Cuando llegamos, el asistente salió primero y me ofreció su mano para ayudarme a bajar. La puerta del restaurante era imponente, iluminada por un suave resplandor dorado. Antes de entrar, el asistente hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia mí.—El señor Whitield está adentro esperándola. —Su tono era neutro, pero algo en su mirada sugería que sabía exactamente el efecto que tendría mi entrada.Me enderecé, alzando ligeramente el mentón. Si vamos a hacer esto, que sea a lo grande.Al cruzar por las puertas, el murmullo del restaurante se detuvo por un breve instante, lo suficiente como para que sintiera las miradas sobre mí. El vestido cumplía su propósito con creces: captaba la atención de
Regresamos a casa y cuando terminé de contarle, el silencio llenó la habitación. Arzhel estaba apoyado contra el respaldo del sofá, girando lentamente el vaso de whisky entre los dedos, como si estuviera procesando cada palabra. Sus ojos permanecían fijos en mí.—Déjame aclarar esto. Encontraste la prueba en el baño, tu encantadora hermanastra trató de comprarte, y… no aceptaste el dinero. ¿Correcto? —Su tono era suave, pero el sarcasmo apenas se contenía.—Correcto —respondí, cruzando las piernas y devolviéndole la mirada con firmeza.—¿Por qué no tomaste el dinero? Podríamos haberlo gastado en algo interesante. —Arzhel sonrió, pero no había humor en su expresión, solo curiosidad.—Porque no lo necesito, y tampoco es mi objetivo. —Hice una pausa, permitiéndome respirar profundamente antes de continuar—. Es mejor que ella crea que puede confiar en mí. Ganarme su confianza será mucho más útil que unas cuantas monedas, Whitield.Arzhel dejó escapar una risa baja, dejando el vaso sobre l
—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me diri
Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospit
Pasaron unos pocos minutos en completo silencio. No se trataba de un silencio incómodo, sino de uno que nos permitía reflexionar y disfrutar de la compañía del otro. Seguía golpeando de manera rítmica y delicada mi mano.Podía ser a causa de todas las emociones que viví en un instante, que hicieron que mi cuerpo se sintiera mucho más cansado de lo normal. Era como si mis ojos me estuvieran pidiendo que descansara. Sin darme cuenta, mi cabeza estaba descansando en el hombro de Arzhel.—¿Sería de mal gusto si hago una pregunta? —inquirió con un tono suave de voz. Luego de que yo asintiera, continuó hablando:— ¿Quién es Ciprian o cómo lograste salir de ese lugar? No me malinterpretes, cuando relataste lo que pasaste, no diste más información que decir que alguien te sacó de ahí y comenzaste una nueva vida.Me mantuve callada mientras organizaba mis ideas de manera mental. Él tenía razón, no di muchos detalles sobre lo que viví, quizá porque no lo conocía o no confiaba en él lo suficiente