«No juegues con fuego», escuché eso cientos de veces; sin embargo, es hora de que yo misma aprenda a aprovechar cada pequeño fuego para crear un incendio. Arzhel parece que tiene el control de todo el mundo a su alrededor, por eso mismo, debo esforzarme por jugar su juego.
No puedo dejar que esa ventaja que tiene sobre mí, se haga más grande, incluso si intenta disfrazar eso como una obra de caridad.
—A mi parecer, luce estable —me dedicó una mirada inquisitiva—. Para que nuestra relación se asemeje a la realidad, irá a vivir a mi casa —sentenció sin dar pie a que yo hablara. Su tono de voz era más helado que el ártico—. Vamos a su antigua casa para recoger sus cosas.
Sabía que todo eso era parte del trato que no supe cuándo terminé de firmar. Por otro lado, ¿debería actuar como si tuviera alguna clase de voz y voto en mi vida en este momento? Solo necesitaba lograr mi venganza sin ser descubierta.
Al salir del hospital, un gran auto negro nos esperaba en uno de los parqueaderos VIP. Es irritante que, incluso en momentos así, no hiciera a un lado su faceta de hombre adinerado. Lo tenía, cualquiera podría pensar que hacía del baño piezas de oro.
El silencio era el rey de esa tarde. El viento se colaba por la ventana mientras mantenía los ojos fijos en el cielo que parecía estarse quemando. Verlo, era como mirar el fuego de esa noche, uno que no logró matarme.
—Recuerde llevar siempre este anillo —ordenó Arzhel irrumpiendo en mis pensamientos. Depositó el anillo en mi mano, sin despegar sus ojos de la carretera—. Antes de que intente lanzarlo de nuevo, le advierto que es una reliquia familiar; si lo pierde, ni todo el dinero de su padre podrá compensarlo.
—¡¿Por qué carajos me da algo tan significativo como esto?! —chillé por la sorpresa. Deseaba regresarlo, pero él no lo permitía.
—Es mi prometida, falsa o no, los demás deben creerlo. ¿Qué mejor que una joya que ha estado desde hace décadas en nuestra familia?
—¿Por qué hace esto? ¿Qué es lo que quiere de mí? —indagué con confusión. Nadie debería darle algo así a un conocido.
—No es lo que quiero de usted, Aideen, es que la quiero a usted —se detuvo por unos segundos y tomó una bocanada de aire, mientras sentía que mi corazón se paralizaba por un momento—. No lo malinterprete, usted es la hija de uno de los mayores socios de mi compañía; esta unión traería más beneficios de los que imagina.
Llevé una mano a mi pecho, necesitaba comprobar que mi corazón estuviera latiendo y no estuviera a punto de morir por un susto. ¿Acaso entendí que ese hombre me quería a mí? ¡Ja! ¡Estaba enloqueciendo! No hay nada que nos relacione, más allá de mi padre.
—Vaya —solté por fin una risita nerviosa, pasaba mis dedos por mi cabello—. Por un momento pensé que estaba interesado en mí o algo así. Está claro que es simplemente una relación por conveniencia.
—Sí, por supuesto que lo es —desvió un poco la mirada para centrarse en la carretera. Me pareció ver un poco de rubor en sus mejillas, pero seguramente esa era idea mía.
Llegamos a su departamento. Mis ojos recorrieron el sitio con detalle, necesitaba analizar qué clase de hombre era, ¿qué mejor que tu hogar para dar esos datos sobre ti? Mientras avanzaba, una extraña sensación recorría mi cuerpo, sentía como si hubiera visitado este sitio antes; sin embargo, yo jamás había venido.
Las pocas veces que interactué con Arzhel fueron en las juntas que tenía con mi padre, y ninguna de ellas llegó a ser en su departamento. Había detalles que se me hacían extrañamente familiares, como si en mi mente hubiera una imagen difícil de identificar.
¿Habría visto una fotografía en algún lugar?
»Está demasiado callada, Aideen. Quiero decir, Kenna —se detuvo para quedar justo al frente de mí—. ¿Hay algo que le incomode en este momento?
¿Cómo era que se respiraba?
Dejé pasar un gran trago grueso, ¿por qué sus ojos se veían tan hipnóticos en este momento? Debía estar enloqueciendo, esto no estaba bien, ni en lo más remoto. Di un par de pasos para atrás y fingí admirar la calidad del centro de mesa.
—¡No! Eh, quiero decir, no, todo está perfectamente. No me vaya a llamar Aideen en público —desvié mi mirada—. Aunque siento que lo hace nada más para ponerme nerviosa, para que recuerde que mi secreto puede salir a la luz en cualquier momento, que estoy atrapada —reconocí elevando las manos en señal de derrota.
Mientras las yemas de mis dedos recorrían la superficie de la mesa una vez más, intentando sacarme de ese momento, la sensación de la madera se me hacía inquietantemente familiar, pero, al intentar recordar más, mi mente se nublaba, esos pensamientos se esfumaban dejando desconcierto en su lugar.
—No.
Fue lo único que salió de sus labios. Fue una respuesta tan corta que me llenó de dudas y desconcierto.
—¿No? —solté un pequeño chillido al sentirlo más cerca de mí.
—Se equivoca al pensar que la llamo Aideen como una manera de manipularla y reafirmar mi posición sobre usted —tomó mi barbilla y acercó su rostro al mío—. Es… porque me gusta su nombre, Aideen —susurró con un tono ronco.
Sus ojos estaban fijos en mis labios, podía sentir su respiración en mi rostro y mi corazón parecía querer salirse de mi pecho. Mis piernas fallarían en cualquier momento.
Soltó una risa baja y burlona, retrocedió y me dedicó su típica mirada de superioridad.
»Al parecer, la tengo entre las cuerdas, princesa —se encaminó a una habitación—. Puede instalarse aquí, y recuerde, nunca, nunca, debe entrar a la mía sin autorización. Prepárese, mañana es su primer día trabajando en la empresa de su padre.
—Idiota —escupí apretando mis puños.
Cuando finalmente estuve a solas, dejé que el aire que retenía saliera por completo. Llevé mi mano al pecho mientras soportaba las ganas de asfixiarlo con una almohada. Sin duda, esto sería más difícil de lo que imaginé.
¡Un momento! ¿Trabajaría en la empresa? ¿Cómo lo consiguió?
Cuando salí de la habitación, el lugar estaba completamente vacío, no había señal alguna de Arzhel. Estaba tan feliz que podría abrazarlo de la felicidad. Él estaba en la habitación prohibida, por lo que tendría que abrazarlo y agradecerle mentalmente por eso.
•♥•
Estaba justo en frente de la empresa de papá. Hace cinco años no ponía un pie en ella, esa sensación me llenaba de nervios y adrenalina. Esto significaba que podría verlo en cualquier momento, que podría tener a papá frente a mí.
—Se lo agradezco, Whitield —tomé una bocanada de aire para prepararme a lo que me enfrentaría, pues, aunque la emoción por ver a papá era grande, también tendría que enfrentarme a esos dos seres infernales que, sin duda alguna, merecían pagar por todo lo que me hicieron.
—No agradezca, le dije que esto me beneficia, así que, enfóquese de recuperar la empresa para que podamos asociarnos como debe de ser —sentenció para dar un par de pasos en dirección de su auto.
Por un momento pareció haber visto algo, porque se acercó a mí con una sonrisa y pasos acelerados, me rodeó por la cintura acercándome a él.
—¿Pasa algo? —quedé inmóvil por la sorpresa.
—Harriman.
Lo siguiente que noté fueron sus labios contra los míos antes de que pudiera reaccionar. Mi cuerpo quedó petrificado, me desconcertaba, no el hecho que me besara, sino que yo conocía ese beso, como si mis labios recordaran algo que mi mente ya había olvidado.
Mi corazón latía con fuerza, no de sorpresa… no del todo.
Me acercó aún más a él. Mis brazos parecían tener vida propia, pues, a pesar de que les ordenara que se mantuvieran quietos, estos terminaron de rodearlo por el cuello, como si una parte muy profunda de mí no deseara que se alejara.Mi cabeza gritaba que no estaba bien lo que pasaba, y mi cuerpo decía todo lo contrario.Al cabo de unos segundos que se hicieron eternos, terminamos con ese beso que, al juzgar por la mirada de Arzhel, no solo tuvo un efecto en mí.—Pasaré por ti en la tarde, princesa —afirmó con voz ronca mientras se alejaba.Me limité a asentir, era como si un gato hubiera devorado mi lengua por completo. Mi corazón parecía un caballo desbocado, salí de mi trance al ver que se alejó en su auto.No tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Aclaré mi garganta y me encaminé al interior de la empresa. Hice mi mayor esfuerzo para ignorar a Rune, quien presenció toda la escena.Por el rabillo de mi ojo, logré observar ese gesto de disgusto en su rostro.
—Siempre consigo lo que quiero, Beauregard —su manera de hablar era un poco jactanciosa, esto me hacía sentir como si fuera un mero objeto para él, solo una transacción.Es decir, todo esto era un plan, era un compromiso y no desconocía la manera en la que Arzhel se manejaba en los negocios. Intenté poner la sonrisa menos hipócrita del universo; no me agradaba ser comparada con una cosa.—No se imagina, señorita, lo afortunada que es. Whitfield es un gran hombre —expuso mi padre con una sonrisa esperanzadora.¿Acaso se estaba escuchando? ¡¿Si supiera que yo era su hija, pensaría de la misma manera?! ¡Claro que no! Arzhel era una persona egoísta, centrada en él mismo, no le importaba para nada lo que sucediera conmigo. Solo me quería, como una apariencia.Está bien, yo también me beneficiaba en algo con esto, pero no significaba que estuviera satisfecha.—Por supuesto, señor. Lo sé —sonreí, dedicándole una sonrisa enamorada a mi supuesto prometido—. Sé lo afortunada que soy por tenerl
—¿Yo? —Ellos asintieron—. No se preocupen, es solo que la comida parece haberme caído mal. Necesito comprar medicina.—Voy contigo, Kenna —la bruja se aferró a mi brazo y me arrastró fuera de la empresa.Estando lo suficientemente lejos de todos, terminamos en una cafetería. Era increíble la oportunidad que la vida me daba; no hay una mejor forma para hacer que Nessa confíe y dependa ciegamente en mí.Ninguna de las dos se atrevía a decir a primera palabra. En mi caso, podría asegurar que la primera en hablar sería la más desesperada, y esa no sería yo. En estos escasos días que llevo junto a Arzhel, he aprendido a no dar nada de información, a que el enemigo no sepa qué es lo que tengo en la cabeza.»Gracias por no haber dicho nada —susurró finalmente.—Escuché de Arzhel que los hijos fuera del matrimonio, están mal vistos en su familia —susurré intentando hacer que nadie me escuchara.—Tiene razón. Por eso le pido que no le diga nada de esto a nadie, mucho menos a mi padre. No sé qu
—Una cena romántica, princesa. ¿No se suponía que las falsas prometidas también disfrutan de las formalidades? —habló con ligereza, casi como si meterse conmigo lo deleitara. Era como si estuviera midiendo cada reacción mía con detenimiento.—¿Romántica? —solté una risa seca—. Claro, porque eso suena absolutamente como algo que un Whitield haría. Tú, para ser exactos.—¿Por qué no? —preguntó con gran calma—. Hasta los hombres fríos y egoístas que solo piensan en sí mismos tienen derecho a cenar, ¿no? Aunque, para ser sincero, esta cena no es solo para nuestro entretenimiento. —Su voz bajó un poco, como si me fuera a contar algún secreto—. Hay algo que creo que te interesará.Fruncí el ceño, estaba claro que ese desgraciado siempre buscaría sacarme de mis cabales, siempre tenía un plan para todo, siempre llevaba la delantera. ¡¿Por qué tenía que ser así?! ¿Qué hice para merecer esto?—¿Qué es lo que estás tramando, Whitield? —dije, suspirando mientras masajeaba mi sien.—Tramando, tram
El trayecto al restaurante fue rápido, demasiado para mi gusto. Mis dedos jugueteaban con el dobladillo del vestido mientras miraba por la ventana, intentaba con todas mis fuerzas no pensar en la noche que me esperaba. Rune y Nessa. Sus nombres rondaban en mi mente como un castigo infernal.Cuando llegamos, el asistente salió primero y me ofreció su mano para ayudarme a bajar. La puerta del restaurante era imponente, iluminada por un suave resplandor dorado. Antes de entrar, el asistente hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia mí.—El señor Whitield está adentro esperándola. —Su tono era neutro, pero algo en su mirada sugería que sabía exactamente el efecto que tendría mi entrada.Me enderecé, alzando ligeramente el mentón. Si vamos a hacer esto, que sea a lo grande.Al cruzar por las puertas, el murmullo del restaurante se detuvo por un breve instante, lo suficiente como para que sintiera las miradas sobre mí. El vestido cumplía su propósito con creces: captaba la atención de
Regresamos a casa y cuando terminé de contarle, el silencio llenó la habitación. Arzhel estaba apoyado contra el respaldo del sofá, girando lentamente el vaso de whisky entre los dedos, como si estuviera procesando cada palabra. Sus ojos permanecían fijos en mí.—Déjame aclarar esto. Encontraste la prueba en el baño, tu encantadora hermanastra trató de comprarte, y… no aceptaste el dinero. ¿Correcto? —Su tono era suave, pero el sarcasmo apenas se contenía.—Correcto —respondí, cruzando las piernas y devolviéndole la mirada con firmeza.—¿Por qué no tomaste el dinero? Podríamos haberlo gastado en algo interesante. —Arzhel sonrió, pero no había humor en su expresión, solo curiosidad.—Porque no lo necesito, y tampoco es mi objetivo. —Hice una pausa, permitiéndome respirar profundamente antes de continuar—. Es mejor que ella crea que puede confiar en mí. Ganarme su confianza será mucho más útil que unas cuantas monedas, Whitield.Arzhel dejó escapar una risa baja, dejando el vaso sobre l
—Es un alivio que esté aquí, señor Harriman. Dejo a su esposa en sus manos. —Mis palabras salieron cargadas de apuro y casi distante, mientras recogía mi bolso del asiento en la sala de espera.—¿Te vas ya? —cuestionó dando un paso hacia mí. Había algo en su tono que parecía genuino, pero su sonrisa siempre lograba borrar cualquier atisbo de sinceridad.Ese era él, uno de los hombres más manipuladores que conocía. Este era el segundo en mi lista, pues, el primer lugar se lo ganaba con creces, mi adorable prometido.La diferencia entre ellos dos, era que Rune era completamente desagradable para mí, era como si mi cuerpo hubiera desarrollado una especie de rechazo a todo lo relacionado con él. Por otro lado, Arzhel, él tenía algo que me llamaba la atención. Estaba tan rodeado de misterio que me resultaba completamente hipnótico.—Sí, pero llamaré para saber cómo sigue Nessa. Estoy segura de que estará bien contigo aquí. —Incliné ligeramente la cabeza, evitando su mirada mientras me diri
Parecía la Guerra Fría. Mis ojos viajaban de un lado a otro, sentía que, en medio de su silencio, se estaban comunicando algo, quizá a través de sus ojos. No me pregunten lo que era, porque no tenía ni la más mínima idea.Una parte de mí se sentía como si fuera un trozo delicioso de carne, en medio de una hambruna, y ellos pelearan por mí. ¿Debería sentirme halagada? Pues, estaba haciendo lo contrario. Quería salir de ahí y de ninguna manera era un halago para mí.—Creo que ya es suficiente. Arzhel, cariño, es hora de que nos vayamos —susurré tomándolo del brazo para alejarlo; sin embargo, sentía como de manera inconsciente su cuerpo ejerciera resistencia.—Ya escuchaste a Kenna. Huye, cobarde.—Señor Harriman, no. No es el momento —gruñí deseando que esa escena terminara de una vez por todas—. Arzhel, no vale la pena nada de esto, ¿sí? Vámonos, no queremos llegar tarde —susurré por segunda vez.¿Qué sería de mí si les daba por agarrarse a golpes? Bueno, estábamos muy cerca del hospit