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Capítulo 02 «La reconocería donde fuera»

La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.

—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.

No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.

—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.

Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.

 Eso hasta que noté que a mi espalda se encontraba una fotografía de mi antigua yo, colgando en una especie de altar. Esa era una de las viejas costumbres de la familia de Rune para «honrar a los muertos».

Mi corazón se aceleró al considerar que las probabilidades de ser reconocida en ese lugar eran, cada vez, mayores.

Decidí que era el momento de irme. Pero cuando salía apresurada, tropecé con alguien y escuché un grito agudo. Al ver a la novia caer al agua, aunque en mi interior me reía a carcajadas, ante la mirada de todos, grité aterrada —¡Dios mío, lo siento mucho! ¡No fue mi intención! —Y sin dudarlo, salté al agua para sacarla y evitar levantar demasiadas sospechas.

Intentaba sacarla; sin embargo, la bruta me hundía para sacar su cabeza del agua y evitar morirse. Por mi parte, intentaba tomar aire, pero ella lo impedía. Mis fuerzas me estaban abandonando de a poco mientras luchaba por arrastrarla al borde para que se sostuviera.

El sonido de personas saltando al agua, retumbaron en mis oídos, hasta que vi que me quitaron a la bruja. Antes de sentirme liviana para poder tomar aire, terminé sintiendo debilidad en mi cuerpo, no estaba en condiciones de patalear o hacer lo necesario para salvarme. Mi cuerpo estaba aceptando su destino.

Hasta la próxima, Kenna. Sobreviviste al fuego, pero no al agua.

Mi corazón dio un vuelco al sentir que un par de brazos bastante firmes me rodearon e hicieron salir a la superficie. Mis ojos se cerraron, no dejando que estuviera consciente.

Adiós, vida cruel.

•♥•

—Puede decirse que no está en sus cabales. Saltó al agua para salvar a esa mujer —habló alguien cerca de mí.

Mis ojos permanecían cerrados; sin embargo, lentamente recuperaba mis cinco sentidos. Esa voz se me hacía familiar, pero no lo suficiente para reconocerla. Mi cabeza parecía que iba a estallar en cualquier momento y lo último que deseaba era tener que enfrentarme a la pareja desastrosa de despreciables novios.

»Si tarda en recuperar la conciencia, puede dejarla al lado de la playa, los medios dirán que fue un suicidio —continuó hablando—. Recuérdeme no volver a hacer obras benéficas.

Finalmente, mi cerebro decidió funcionar y unir las pistas. Esa voz le pertenecía a uno de los socios de mi padre; si bien esta sonaba un poco más ronca y atractiva de lo que recordaba, era una de las últimas personas que me gustaría que me descubrieran.

»Aideen, abra los ojos. Usted está despierta. —gruñó.

Mis ojos se abrieron de par en par. ¡¿Qué carajos estaba pasando?! ¡Se suponía que nadie me reconocería! Es decir, si Rune, siendo una de las personas que más me conocía, no se dio cuenta de que era yo, ¡¿cómo este sujeto me ha reconocido tan fácil?!

—¿Aideen? Creo que se confunde, mi nombre es Kenna, Kenna Lancaster —expuse con serenidad. Lo menos que necesitaba ahora era que no me creyera—. ¿Usted es? —Me giré un poco para buscar su mirada con mis ojos.

—Arzhel Whitfield —soltó con frialdad.

Esa era una de las muchas cosas que siempre había detestado de él, su arrogancia y presunción, sus intentos de aparentar ser mejor que los demás. ¡Era irritante en toda su manera de actuar! No me gustaba ni un poco.

—Un placer conocerlo, señor Whitield —expuse con debilidad, intentando contener la tos.

—Aideen, deje de fingir. La reconocería donde fuera —afirmó sin prestarme mucha atención.

—No tengo idea de lo que está hablando, ¿quién es Aideen? —indagué tratando de sonar convincente.

Por primera vez, me centré en el lugar que me rodeaba. Me encontraba en el hospital, ¿desde cuándo estoy aquí?

—No estoy seguro de cómo usted hizo para obtener nuevos documentos, «Kenna». Sé y estoy convencido de que no eres esa persona que afirma. Reconocería a ti aunque cambiaras de cuerpo mil veces.

—Realmente no sé de lo que habla, señor Whitield.

—Ahí lo tiene. Aideen es la única que no se interesó en pronunciar adecuadamente mi apellido. ¿Seguirá ocultándolo?

Me callé. Esto, sin duda, estaba saliéndose de control. Si me hubiera imaginado que todo esto pasaría, entonces le habría pedido a mi querido Ciprian de que los hubiera mandado a pelar. Pero no se trataba de eso, quería que supieran y apreciaran cómo las cosas que codiciaron, se esfumaban frente a sus ojos.

—¿Qué la trajo de regreso? ¿Venganza? —Se acercó demasiado a mi rostro y su voz se hizo un poco más gruesa—. Puedo ver ese fuego en tus ojos que jamás tuvo. No lo niegue, si me dice qué pasó, la dejaré usarme como una marioneta para llevarla a cabo —su voz sonaba tan jactanciosa que me irritaba.

La propuesta, por otro lado, era tan tentadora, que sería una estúpida si la llegaba a rechazar.

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