Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.
Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.
—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.
Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.
Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mujer que tenía frente a mí; esa no era yo.
Tomé una bocanada de aire y, al ponerme de pie, decidí que ya no era momento de esconderme. Debía regresar a mi hogar, debía encontrar la manera de recuperar aquello que esos infelices me arrebataron. La hora de comenzar a reclamar lo que era mío, había llegado.
A pesar de eso, el sentimiento de traición aún seguía en mí; me sentía herida, devastada. ¿Por qué mi hermana haría algo así en mi contra? ¿No le importó lo mucho que la apoyé para que cumpliera sus sueños?
Quizá el dolor más grande que experimentaba no era el hecho de haber sido traicionada por quien creí que era el amor de mi vida, sino por el puñal que mi propia hermana clavó.
Pasaron cinco años antes de que pudiera saber algo de mi padre. Cinco, de esconderme del mundo como si yo hubiera sido la peor criminal de todas. Era injusto, injusto y cruel. Nadie debería pasar por el dolor que yo atravesé casi en completa soledad. Sé que el que siga viva ya es una bendición, pero ¿es esto realmente vida?
Sequé unas lágrimas que cayeron por mis mejillas sin ser notadas. Una parte de mí me decía a gritos que estaba actuando de manera miserable; sin embargo, ¿quién más que yo misma debería respetar mi dolor?
Eso era, lloraría hoy, una vez más, y luego comenzaría con mi venganza. Una venganza en la que no mostraría misericordia, aunque se arrodillaran en clavos para obtenerla.
•♥•
Dos semanas pasaron, me encontraba a las afueras del recinto en donde se efectuaría la boda de esos dos seres infernales. Mi corazón latía con fuerza al imaginar lo que llegaría después.
La decoración era incluso más espléndida de lo que fue la mía, y con toda la razón del mundo, ellos lo planearon por más de cinco años. En mis manos se encontraba el regalo que con especial cuidado seleccioné para ellos; por supuesto, había evitado dar cualquier pista de mi identidad, más aún si entraría a esa casa de víboras en un futuro cercano.
Aideen había muerto desde hacía mucho. Ahora, Kenna era mi nueva identidad.
Ese nombre fue elegido cuidadosamente para mí, no por mis padres, sino por el destino mismo que no quiso que ardiera en esa cabaña. Nacida del fuego, esa era yo.
—Señora, ¿me permite su identificación, por favor? —solicitó uno de los guardias de seguridad.
¿Invitación? ¿Era necesaria una? En ningún lugar los artículos la mencionaban, no existía ni siquiera una fotografía que pudiera copiar. No publicaron ninguna en sus redes sociales.
¡Vamos, Aideen! ¡Piensa rápido!
—Por supuesto —sonreí con calma, como si todo estuviera bajo control. Luego de rebuscar por unos segundos, mi sonrisa se desvaneció. —No está… —murmuré con preocupación sin detener de esculcar mi bolsa.
—Lo siento, sin invitación no puede entrar —expuso con frialdad, extendió un brazo indicando que me hiciera a un lado.
—Por lo menos, ¿podría hacerles llegar este presente de mi parte? —insistí.
Se rehusó. ¡Qué irritante! ¡Hace tan bien su trabajo! Igual se los haré llegar a mi manera.
Al alejarme unos pasos, una gran cantidad de gente se agolpó con cámaras. Eran paparazzi intentando entrar a la fuerza, y muchos reporteros hacían sus preguntas en alta voz, arruinando el momento tan romántico de los novios.
No lo pensé dos veces, mientras los guardas de seguridad se enfocaban en alejar a los paparazzi, me adentré por un rincón sin ser notada. Mi regalo cupo perfectamente en una zona inferior, sin llamar la atención.
El ruido y los forcejeos se hicieron mayores en la entrada, un par de reporteros lograron entrar y los flashes inundaron el recinto donde los novios estaban diciendo sus votos. Esto estaba demasiado bueno como para dejarlo pasar; necesitaba darle un poco de vida a esa serena boda.
Uno de los reporteros se acercó a la zona donde yo estaba intentando pasar desapercibida, así que puse mi cara más simpática y humilde posible para soltarle una joyita que le haría ganar un bono por su trabajo.
—Es increíble que ellos tuvieran que esperar años para poder casarse, ¿no es romántico? —pregunté con inocencia. Al ver su gesto confundido, continué—. La primera esposa del señor Harriman murió antes de que se cumpliera un mes de su matrimonio. Es una pena y un caso extraño, porque la primera esposa era justamente la hermana de la actual novia.
—¿Qué estás insinuando? —indagó en un murmullo, con curiosidad.
Elevé mis hombros restándole importancia. No puedo darle todas las pistas si no quiero que todo se vuelva en mi contra.
—Solo dije que es extraño, no he insinuado nada. Son rumores que escuché desde que llegué. Si me disculpas.
Eso es, Aideen, escapa antes de que hables de más.
Mis pasos se frenaron de repente al ver que los guardias comenzaban a recorrer el recinto. Se acercaba a mi dirección el desgraciado que no me dejó entrar. Tragué grueso mientras me metía bajo la mesa de los aperitivos, por la parte trasera.
No podía dejar que me vieran y me sacaran antes de comenzar con la verdadera diversión.
Antes de que pudiera terminar de esconderme, alguien le dio un par de golpes a mi espalda, intentando hacer que me diera la vuelta.
—¿Quién es usted? ¿Puede girarse un momento?
Reconocí esa voz sin problema, era el hombre de mis pesadillas. Tomé aire, ¿debería girarme o simplemente salir corriendo del lugar?
—Lo siento, perdí mi lentilla y no la encuentro —dije fingiendo buscarla.
—¿Necesita ayuda? —intentó acercarse para buscarla.
—¡No! —aclaré mi garganta—. No es necesario, ya la encontré… creo —fingí tomarla y ponérmela sin darle la cara.
Parpadeé un par de veces simulando que la ajustaba. Debía hacer un trabajo de actuación perfecto. Tomé una bocanada de aire, dándome vuelta y rogando para que desde arriba evitaran que yo fuera reconocida, por lo menos, no aún, no por el desgraciado de Rune.
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.
Él tenía por ahora lo que yo necesitaba para adentrarme con mayor facilidad en ese agujero de cobras. Tenía el dinero, los contactos, y los medios; si realmente estaba dispuesto a facilitar mi venganza, entonces sería exactamente lo que requería para avanzar en mi plan.Arzhel Whitield podía ser codicioso, arrogante, pedante y frío, pero había algo en él que me inspiraba una oscura confianza: jamás mentía. Su honestidad brutal era su mejor y peor cualidad, porque no necesitaba engañar cuando podía doblegar a todos a su alrededor con solo una mirada de hielo.Me tomé un tiempo para analizar todas mis opciones; lo ideal sería mantener a los Lancaster fuera de esto, al menos hasta que fuera necesario. Pero sabía que cualquier error podría costarme la ventaja que tanto me había costado conseguir.—Está bien —dije, sentándome en el borde de la cama, tratando de ignorar el dolor punzante en mi pecho—. ¿Qué es lo que averiguó?Arzhel se quedó en silencio por un momento, su expresión era tan
«No juegues con fuego», escuché eso cientos de veces; sin embargo, es hora de que yo misma aprenda a aprovechar cada pequeño fuego para crear un incendio. Arzhel parece que tiene el control de todo el mundo a su alrededor, por eso mismo, debo esforzarme por jugar su juego.No puedo dejar que esa ventaja que tiene sobre mí, se haga más grande, incluso si intenta disfrazar eso como una obra de caridad.—A mi parecer, luce estable —me dedicó una mirada inquisitiva—. Para que nuestra relación se asemeje a la realidad, irá a vivir a mi casa —sentenció sin dar pie a que yo hablara. Su tono de voz era más helado que el ártico—. Vamos a su antigua casa para recoger sus cosas.Sabía que todo eso era parte del trato que no supe cuándo terminé de firmar. Por otro lado, ¿debería actuar como si tuviera alguna clase de voz y voto en mi vida en este momento? Solo necesitaba lograr mi venganza sin ser descubierta.Al salir del hospital, un gran auto negro nos esperaba en uno de los parqueaderos VIP.
Me acercó aún más a él. Mis brazos parecían tener vida propia, pues, a pesar de que les ordenara que se mantuvieran quietos, estos terminaron de rodearlo por el cuello, como si una parte muy profunda de mí no deseara que se alejara.Mi cabeza gritaba que no estaba bien lo que pasaba, y mi cuerpo decía todo lo contrario.Al cabo de unos segundos que se hicieron eternos, terminamos con ese beso que, al juzgar por la mirada de Arzhel, no solo tuvo un efecto en mí.—Pasaré por ti en la tarde, princesa —afirmó con voz ronca mientras se alejaba.Me limité a asentir, era como si un gato hubiera devorado mi lengua por completo. Mi corazón parecía un caballo desbocado, salí de mi trance al ver que se alejó en su auto.No tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Aclaré mi garganta y me encaminé al interior de la empresa. Hice mi mayor esfuerzo para ignorar a Rune, quien presenció toda la escena.Por el rabillo de mi ojo, logré observar ese gesto de disgusto en su rostro.
—Siempre consigo lo que quiero, Beauregard —su manera de hablar era un poco jactanciosa, esto me hacía sentir como si fuera un mero objeto para él, solo una transacción.Es decir, todo esto era un plan, era un compromiso y no desconocía la manera en la que Arzhel se manejaba en los negocios. Intenté poner la sonrisa menos hipócrita del universo; no me agradaba ser comparada con una cosa.—No se imagina, señorita, lo afortunada que es. Whitfield es un gran hombre —expuso mi padre con una sonrisa esperanzadora.¿Acaso se estaba escuchando? ¡¿Si supiera que yo era su hija, pensaría de la misma manera?! ¡Claro que no! Arzhel era una persona egoísta, centrada en él mismo, no le importaba para nada lo que sucediera conmigo. Solo me quería, como una apariencia.Está bien, yo también me beneficiaba en algo con esto, pero no significaba que estuviera satisfecha.—Por supuesto, señor. Lo sé —sonreí, dedicándole una sonrisa enamorada a mi supuesto prometido—. Sé lo afortunada que soy por tenerl
—¿Yo? —Ellos asintieron—. No se preocupen, es solo que la comida parece haberme caído mal. Necesito comprar medicina.—Voy contigo, Kenna —la bruja se aferró a mi brazo y me arrastró fuera de la empresa.Estando lo suficientemente lejos de todos, terminamos en una cafetería. Era increíble la oportunidad que la vida me daba; no hay una mejor forma para hacer que Nessa confíe y dependa ciegamente en mí.Ninguna de las dos se atrevía a decir a primera palabra. En mi caso, podría asegurar que la primera en hablar sería la más desesperada, y esa no sería yo. En estos escasos días que llevo junto a Arzhel, he aprendido a no dar nada de información, a que el enemigo no sepa qué es lo que tengo en la cabeza.»Gracias por no haber dicho nada —susurró finalmente.—Escuché de Arzhel que los hijos fuera del matrimonio, están mal vistos en su familia —susurré intentando hacer que nadie me escuchara.—Tiene razón. Por eso le pido que no le diga nada de esto a nadie, mucho menos a mi padre. No sé qu
—Una cena romántica, princesa. ¿No se suponía que las falsas prometidas también disfrutan de las formalidades? —habló con ligereza, casi como si meterse conmigo lo deleitara. Era como si estuviera midiendo cada reacción mía con detenimiento.—¿Romántica? —solté una risa seca—. Claro, porque eso suena absolutamente como algo que un Whitield haría. Tú, para ser exactos.—¿Por qué no? —preguntó con gran calma—. Hasta los hombres fríos y egoístas que solo piensan en sí mismos tienen derecho a cenar, ¿no? Aunque, para ser sincero, esta cena no es solo para nuestro entretenimiento. —Su voz bajó un poco, como si me fuera a contar algún secreto—. Hay algo que creo que te interesará.Fruncí el ceño, estaba claro que ese desgraciado siempre buscaría sacarme de mis cabales, siempre tenía un plan para todo, siempre llevaba la delantera. ¡¿Por qué tenía que ser así?! ¿Qué hice para merecer esto?—¿Qué es lo que estás tramando, Whitield? —dije, suspirando mientras masajeaba mi sien.—Tramando, tram
El trayecto al restaurante fue rápido, demasiado para mi gusto. Mis dedos jugueteaban con el dobladillo del vestido mientras miraba por la ventana, intentaba con todas mis fuerzas no pensar en la noche que me esperaba. Rune y Nessa. Sus nombres rondaban en mi mente como un castigo infernal.Cuando llegamos, el asistente salió primero y me ofreció su mano para ayudarme a bajar. La puerta del restaurante era imponente, iluminada por un suave resplandor dorado. Antes de entrar, el asistente hizo una pausa, inclinándose ligeramente hacia mí.—El señor Whitield está adentro esperándola. —Su tono era neutro, pero algo en su mirada sugería que sabía exactamente el efecto que tendría mi entrada.Me enderecé, alzando ligeramente el mentón. Si vamos a hacer esto, que sea a lo grande.Al cruzar por las puertas, el murmullo del restaurante se detuvo por un breve instante, lo suficiente como para que sintiera las miradas sobre mí. El vestido cumplía su propósito con creces: captaba la atención de