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Capítulo 01 «Nacida del fuego»

Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.

Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.

—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.

Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.

Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mujer que tenía frente a mí; esa no era yo.

Tomé una bocanada de aire y, al ponerme de pie, decidí que ya no era momento de esconderme. Debía regresar a mi hogar, debía encontrar la manera de recuperar aquello que esos infelices me arrebataron. La hora de comenzar a reclamar lo que era mío, había llegado.

A pesar de eso, el sentimiento de traición aún seguía en mí; me sentía herida, devastada. ¿Por qué mi hermana haría algo así en mi contra? ¿No le importó lo mucho que la apoyé para que cumpliera sus sueños?

Quizá el dolor más grande que experimentaba no era el hecho de haber sido traicionada por quien creí que era el amor de mi vida, sino por el puñal que mi propia hermana clavó.

Pasaron cinco años antes de que pudiera saber algo de mi padre. Cinco, de esconderme del mundo como si yo hubiera sido la peor criminal de todas. Era injusto, injusto y cruel. Nadie debería pasar por el dolor que yo atravesé casi en completa soledad. Sé que el que siga viva ya es una bendición, pero ¿es esto realmente vida?

Sequé unas lágrimas que cayeron por mis mejillas sin ser notadas. Una parte de mí me decía a gritos que estaba actuando de manera miserable; sin embargo, ¿quién más que yo misma debería respetar mi dolor?

Eso era, lloraría hoy, una vez más, y luego comenzaría con mi venganza. Una venganza en la que no mostraría misericordia, aunque se arrodillaran en clavos para obtenerla.

•♥•

Dos semanas pasaron, me encontraba a las afueras del recinto en donde se efectuaría la boda de esos dos seres infernales. Mi corazón latía con fuerza al imaginar lo que llegaría después.

La decoración era incluso más espléndida de lo que fue la mía, y con toda la razón del mundo, ellos lo planearon por más de cinco años. En mis manos se encontraba el regalo que con especial cuidado seleccioné para ellos; por supuesto, había evitado dar cualquier pista de mi identidad, más aún si entraría a esa casa de víboras en un futuro cercano.

Aideen había muerto desde hacía mucho. Ahora, Kenna era mi nueva identidad.

Ese nombre fue elegido cuidadosamente para mí, no por mis padres, sino por el destino mismo que no quiso que ardiera en esa cabaña. Nacida del fuego, esa era yo.

—Señora, ¿me permite su identificación, por favor? —solicitó uno de los guardias de seguridad.

¿Invitación? ¿Era necesaria una? En ningún lugar los artículos la mencionaban, no existía ni siquiera una fotografía que pudiera copiar. No publicaron ninguna en sus redes sociales.

¡Vamos, Aideen! ¡Piensa rápido!

—Por supuesto —sonreí con calma, como si todo estuviera bajo control. Luego de rebuscar por unos segundos, mi sonrisa se desvaneció. —No está… —murmuré con preocupación sin detener de esculcar mi bolsa.

—Lo siento, sin invitación no puede entrar —expuso con frialdad, extendió un brazo indicando que me hiciera a un lado.

—Por lo menos, ¿podría hacerles llegar este presente de mi parte? —insistí.

Se rehusó. ¡Qué irritante! ¡Hace tan bien su trabajo! Igual se los haré llegar a mi manera.

Al alejarme unos pasos, una gran cantidad de gente se agolpó con cámaras. Eran paparazzi intentando entrar a la fuerza, y muchos reporteros hacían sus preguntas en alta voz, arruinando el momento tan romántico de los novios.

No lo pensé dos veces, mientras los guardas de seguridad se enfocaban en alejar a los paparazzi, me adentré por un rincón sin ser notada. Mi regalo cupo perfectamente en una zona inferior, sin llamar la atención.

El ruido y los forcejeos se hicieron mayores en la entrada, un par de reporteros lograron entrar y los flashes inundaron el recinto donde los novios estaban diciendo sus votos. Esto estaba demasiado bueno como para dejarlo pasar; necesitaba darle un poco de vida a esa serena boda.

Uno de los reporteros se acercó a la zona donde yo estaba intentando pasar desapercibida, así que puse mi cara más simpática y humilde posible para soltarle una joyita que le haría ganar un bono por su trabajo.

—Es increíble que ellos tuvieran que esperar años para poder casarse, ¿no es romántico? —pregunté con inocencia. Al ver su gesto confundido, continué—. La primera esposa del señor Harriman murió antes de que se cumpliera un mes de su matrimonio. Es una pena y un caso extraño, porque la primera esposa era justamente la hermana de la actual novia.

—¿Qué estás insinuando? —indagó en un murmullo, con curiosidad.

Elevé mis hombros restándole importancia. No puedo darle todas las pistas si no quiero que todo se vuelva en mi contra.

—Solo dije que es extraño, no he insinuado nada. Son rumores que escuché desde que llegué. Si me disculpas.

Eso es, Aideen, escapa antes de que hables de más.

Mis pasos se frenaron de repente al ver que los guardias comenzaban a recorrer el recinto. Se acercaba a mi dirección el desgraciado que no me dejó entrar. Tragué grueso mientras me metía bajo la mesa de los aperitivos, por la parte trasera.

No podía dejar que me vieran y me sacaran antes de comenzar con la verdadera diversión.

Antes de que pudiera terminar de esconderme, alguien le dio un par de golpes a mi espalda, intentando hacer que me diera la vuelta.

—¿Quién es usted? ¿Puede girarse un momento?

Reconocí esa voz sin problema, era el hombre de mis pesadillas. Tomé aire, ¿debería girarme o simplemente salir corriendo del lugar?

—Lo siento, perdí mi lentilla y no la encuentro —dije fingiendo buscarla.

—¿Necesita ayuda? —intentó acercarse para buscarla.

—¡No! —aclaré mi garganta—. No es necesario, ya la encontré… creo —fingí tomarla y ponérmela sin darle la cara.

Parpadeé un par de veces simulando que la ajustaba. Debía hacer un trabajo de actuación perfecto. Tomé una bocanada de aire, dándome vuelta y rogando para que desde arriba evitaran que yo fuera reconocida, por lo menos, no aún, no por el desgraciado de Rune.

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