Llamas de Traición
Llamas de Traición
Por: Liny D. Reina
Llamas de traición

Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. 

Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.

—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.

Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.

—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.

Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le  decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.

Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querido como si fuera su hermana de sangre, se encontraba tarareando dulcemente una canción fúnebre.

Sentía que estaban preparando todo para ella misma.

»¿Nessa? ¿Eres tú? —cuestionó por segunda vez. El temblor en su voz era muy notorio.

No respondió.

Su esposo, por su parte, dejó la bandeja en la mesa y se acercó para acariciar la mejilla de Aideen.

—Tú, siempre tan dulce e inocente —comenzó a hablar con suavidad, entretanto sus dedos se deslizaban por su largo cabello, provocando que un escalofrío recorriera su cuerpo—. Es una pena que este sea tu final.

—¿De qué hablas? —balbuceó, sintiendo cómo todas sus fuerzas desaparecieron.

La voz de su hermana se dejó de oír por cinco segundos, mientras entraba a la habitación. Su rostro estaba adornado con una gran sonrisa, una que estaba llena de soberbia, como si ella supiera algo que Aideen, no.

—Que él no te ama —habló finalmente—. Me ama a mí —añadió con un toque de soberbia.

Un trago grueso descendió por la garganta de Aideen, era como si le hubieran frotado hielo en todo el cuerpo o la hubieran lanzado a un lago antártico.

El semblante de Nessa se demudó a uno de aparente lástima.

»¿De verdad creíste que te amaba? —añadió llevando una mano a su pecho—. Estaba detrás de tu dinero. Más bien, el de papá… ¿Sabes lo injusto que era vivir bajo tu sombra? «la sombra de la maravillosa Aideen». ¡Qué irritante! ¡Tenías todo lo que yo en algún momento deseé! Lo merecía. Como siempre, tú estabas en todos lados.

—¿Mi sombra? Me esforcé todo este tiempo para poder ser suficiente y alcanzar los estándares de papá.

—No viene al caso lo que digas para salvar tu pellejo. Rune y yo nos amamos, obtendremos la bendición de papá para contraer matrimonio luego de tu funeral, hermanita. Vivirás en un mundo mejor mientras nosotros disfrutamos de este.

—¡¿De qué rayos están hablando?! —exclamó aterrada.

Un golpe en su mejilla fue lo suficiente para hacerla guardar silencio. Sus palabras se atoraron en la garganta a la vez que lágrimas caían por su rostro. No lograba comprender que su esposo y su hermana la estuvieran traicionando, que ellos estuvieran dispuestos a sacarla de ese plano, solo para poder estar juntos y disfrutar de todo lo que con esfuerzo consiguió Aideen.

Un golpe era dado, uno por cada vez que Nessa le decía una de las muchas razones por las que la odiaba. Su rostro estaba rojo e inflamado por los repetidos golpes. Rune, por su parte, se quedaba en silencio viendo cómo Aideen era golpeada injustamente.

Ella no podía siquiera mover sus manos para cubrir su rastro; estaba a merced de su hermana.

—Espero que ardas en el infierno, Aideen. Justo como tu madre.

Dicho eso, Rune comenzó a esparcir gasolina en cada uno de los rincones de la cabaña. Cuando todo estuvo listo e ignorando los gritos desesperados de Aideen, le prendieron fuego desde el exterior.

Se alejaban mientras los gritos horrorizados de la joven se escuchaban menos y el calor proveniente de la cabaña, se atenuaba.

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