Sarah Blake fue criada en la mansion más lujosa del país, siempre estuvo rodeada de la familia más poderosa; Los Vandervert, pero nunca fue una de ellos, era la hija de la sirvienta, despreciada y humillada toda su vida hasta que cumplió dieciocho años, ese día le dijeron que se casaría con Cristhian Vandervert, el hijo mayor y heredero sucesor de la presidencia del grupo Vandervert. ¡un sueño hecho realidad! la boda, su nueva vida, todo era como en los cuentos de hadas. Cristhian no era un príncipe romántico, era más bien frío y distante. Pero Sarah lo amaba, era guapo, elegante, educado y era el padre de su hijo. Sarah sabia que Cristhian no la amaba. Nunca entendió por qué se habia casado con ella, pero no lo cuestionó, despues de todo, aquel matrimonio le había dado estatus, lujos, una vida que jamás imaginó, haciendo a un lado la indiferencia de su esposo, podría decirse que era feliz, pero todo acabó el día de su tercer aniversario de bodas, como ya era costumbre, su suegro organizaba la fiesta más extravagante del mundo a la que Cristhian iba solo un par de horas, posaba para las fotos y se ausentaba, aquel año fue todo igual, excepto por una cosa, ese día su vida dio un giro total, su propio esposo la acusó de ser una criminal, fue humillada en público, la alejaron de su hijo e intentaron asesinarla. Por mucho tiempo la creyeron muerta, pero Sarah vuelve con un nombre y un rostro diferente, ya no es más la esposa sumisa de antes, ahora es fuerte y decidida, la nueva Sarah vuelve loco a Cristhian al punto de tenerlo a sus pies ¿aprovechará la oportunidad para vengarse o se dejará llevar por el amor que aún siente por su exesposo?
Leer másEl dolor me despertó como un golpe seco en el pecho, un recordatorio cruel de que aún estaba vivo. El sonido del agua golpeando contra el fuselaje del avión me envolvía como un coro funesto. El olor a combustible y a metal quemado se mezclaba con el frío húmedo que calaba mis huesos. Abrí los ojos con dificultad y, por un momento, todo fue un caos borroso: luces parpadeando intermitentemente, gritos lejanos que se apagaban, el eco del agua entrando a raudales por algún lugar cercano. Miré hacia abajo, hacia mi costado derecho. La punzada aguda que sentía venía de un trozo de metal que se había incrustado en mi abdomen. Cada respiración era un tormento, pero no podía detenerme en eso. Mis manos temblorosas tantearon el cinturón de seguridad, buscando liberarme, mientras mis ojos buscaban desesperadamente a Cristhian. Estaba a mi lado, pero algo estaba terriblemente mal. Su cabeza descansaba en una posición extraña, ladeada, con un rastro de sangre que se deslizaba lentamente por su
SarahEl espejo reflejaba mi figura de pie, y aunque me inclinaba un poco hacia adelante, tratando de discernir el cambio en mi cuerpo, la verdad es que no parecía embarazada. Mi vientre, apenas pronunciado, era un indicio tenue de lo que crecía dentro de mí. Había pasado un mes desde que la doctora confirmó lo que temía: mi embarazo era de alto riesgo, y la única solución era el reposo absoluto. Eso había significado estar bajo la estricta vigilancia de Anastasia, quien se había transformado en una especie de carcelera dulce pero inflexible. Era imposible saltarme alguna de las recomendaciones; ella siempre estaba ahí, asegurándose de que cumpliera cada indicación al pie de la letra.Me acariciel vientre, intentando conectar con los pequeños que creían en mi interior. Cerré los ojos por un momento, pero una imagen difusa en mi mente me hizo abrirlos de golpe. El recuerdo llegó con fuerza, como un torrente incontrolable.Hace quince días...Anastasia había entrado a mi habitación con
DevonMe abroché el cinturón y le indiqué a Cristhian que hiciera lo mismo, él parecía estar medio dormido aun, ambos cogimos las mascarillas y las pusimos en nuestros rostros—¡Por favor, mantengan la calma! —gritó una azafata desde el pasillo, pero su voz se perdió entre los sollozos y los gritos. El avión vibraba violentamente, como un animal herido.Intenté inhalar, pero el aire me sabía a metal y miedo. Mi mente se negaba a procesar lo que veía. Las miradas de pánico de los demás pasajeros, las manos temblorosas de un hombre que trataba de ajustar la mascarilla de su hijo, una mujer rezando con los ojos cerrados. Todo era un borrón, un caleidoscopio de terror.“Esto es real. Esto está pasando”, pensé mientras sentía un tirón en el estómago, como si el suelo se hubiera desprendido bajo mis pies. El piloto habló, pero su voz sonaba distante y opaca, filtrada por la interferencia del sistema de altavoces. Algo sobre un aterrizaje de emergencia en el agua. Pero yo no podía comprender
-No entiendo como es que mi hermana te ha inivitado a su aniversario de bodas -Cirsthian preparaba su maleta con prisa mientras me bombardeaba con dudas y preguntas -¿acaso mantuviste contacto con ella todo este tiempo? ni siquiera se hablaban cuando tú y yo érmaos amigos-Aun somos amigos, Cristhian -aclaré tratando de desviar la conversación-¿Cómo es que te ha invitado a ti y no a mí o a Ryan? -insistió Cirsthian-Porque han sido unos pésimos hermanos -bromeé y Cristhian pareció tomar mis palabras en serio-Tienes razón, nuestra familia era una mierda, Anastasia hizo bien en alejarse -miró la maleta como si esta fuese a darle alguna de las respuestas que buscaba -si yo me hubiese alejado de Richard tal vez mi vida no hubiese sido tan miserable -su rostro se ensombreció-Vamos, apurate, amigo... -cogí un calzoncillo de un cajón y se lo lancé directo a la cara -se nos hace tarde -dije mirando mi reloj -perderemos el vuelo -agregué con tono dramático aunque faltaban más de cinco horas
Sarah—Cristhian corrió hacia las llamas, Sarah. Tuvieron que detenerlo. Estaba destrozado. ¿Cómo puedes pensar que alguien capaz de eso intentó matarte? —La voz de Anastasia era firme, pero su mirada reflejaba tristeza. Sabía que no era fácil para ella decirme estas cosas.Una parte de mí quería gritar, aferrarse a la idea de que había tenido razón todo este tiempo. Pero otra parte, más profunda y vulnerable, quería creerle. Y esa parte era la que ahora me llenaba los ojos de lágrimas.—Si todo esto es cierto… entonces ¿qué he hecho? —susurré mientras una lágrima rodaba por mi mejilla.—Has sobrevivido, Sarah. Has hecho lo que debías para protegerte. Pero quizá es momento de mirar hacia adelante.Anastasia sostuvo mi mano mientras yo intentaba contener un llanto que amenazaba con desbordarse. No quería llorar, no allí, no frente a ella. Pero el peso de sus palabras, la confusión, el dolor, la esperanza inesperada… todo se mezcló y me sentí tan pequeña y frágil como nunca antes.Cuand
—Lo he encontrado —anunció Jacob entrando al salón donde Anastasia y yo tomábamos té.Entendí de quién hablaba de inmediato. Me puse de pie casi de un salto.—Cuidado, cariño, no te alteres —advirtió Anastasia. Ya había escuchado esas palabras una y otra vez durante los últimos diez días.—¿Dónde? ¿Dónde está? —pregunté desesperada, como si tener una ubicación exacta en ese preciso instante resolviera todo en un abrir y cerrar de ojos.—Uno de mis agentes ha encontrado a Théo Valiraski.Jacob era inversionista en el grupo Vanderblacke, pero ese era un negocio secundario, uno que en realidad solo dotaba de herramientas al primero. Dirigía una empresa de consultoría de estrategia militar. Costaba imaginarse a ese hombre delgado y apacible en el ejército, pero sí, era un exmilitar dado de baja con honores debido a una lesión que le impedía volver. Sin embargo, él no se echó a morir; hizo de su pasión una fuente de dinero. Tenía contratos millonarios con agencias de inteligencia del gobie
DevonCristhian se había convertido en una sombra de sí mismo. Desde la muerte de Sarah y Zackary, su vida era una espiral descendente, un pozo sin fondo en el que se refugiaba en el alcohol para mitigar un dolor que, por lo visto, nunca menguaría. No lo culpaba. Su padre estaba en prisión, su madre muerta, Elena también había muerto, y Sarah… Sarah, la mujer que había amado aunque jamás lo admitiera, también había partido y su hijo, perder un hijo debía ser un golpe duro. Todo en el mismo año. Ningún hombre podría soportar tanto. Yo había prometido cuidar de él. Sarah me lo había pedido antes de desaparecer, y no era algo que pudiera rechazar. Pero, Dios, qué difícil se estaba volviendo esa tarea. No había día en el que Cristhian no se metiera en problemas: una noche en la comisaría por conducir ebrio, otra por chocar el auto, y siempre lo mismo. Un hombre que alguna vez fue imponente ahora era apenas un cadáver ambulante. Aquella mañana, recibí la llamada del oficial de turno.
Recuerdo perfectamente el día en que recibí la primera llamada de Anastasia. Era la mañana siguiente a la rueda de prensa en la que anuncié al mundo lo que muchos habían creído imposible: que Rubí era en realidad Sarah Blake, la mujer que todos pensaban muerta hace más de una década. Me preparaba un café, aún con el cuerpo y la mente agotados tras el despliegue mediático, cuando mi teléfono sonó.El número en la pantalla no estaba registrado. Por un instante, pensé en no contestar. Mi mente, siempre en alerta desde que comencé esta venganza. Pero pensé que querría saber quién intentaba comunicarse conmigo justo después de anunciarle al mundo quien era en realidad.—¿Sarah? —dijo una voz, insegura que me pareció familiar —Soy Anastasia —mi mente no relacionó el nombre con el apellido hasta que ella misma lo qclaró —Anastasia Vandervert —agregó con un tono extraño, como con vergüenza de decir su propio nombre—Anastasia —respondí con frialdad, mi corazón parecía haberse contraído a la e
SarahLas horas me parecieron eternas. Bajamos del auto un par de veces para comer algo y estirar las piernas. Las conversaciones giraron en torno a cosas triviales, como tips para sacar las manchas de los calcetines blancos, recetas de pavo relleno y experiencias traumáticas de nuestros embarazos. Pero, en cuanto Zackary se quedó dormido, Anastasia no perdió oportunidad.—Sarah —mi nombre salió de sus labios como un susurro. Por suerte, tenía que mantener la vista fija en el camino; ya era de noche y aquella ruta llena de curvas cerradas y acantilados exigía ir con cuidado—. Quiero que sepas que lamento mucho lo que hicieron contigo...Hizo una pausa, como si sopesara lo que acababa de decir.—Lo que te hicimos —rectificó—. "Mi familia te arrebató tu vida y, para colmo, hice que tu infancia fuera insoportable."Dejó salir un suspiro, casi como un lamento. Su voz, cargada de arrepentimiento, resonaba en el vehículo.—Lo siento tanto, fui una niña tonta y mimada.Un escalofrío recorrió