Sarah
La fiesta de aniversario fue igual a las demás: muchas personas desconocidas, numerosos fotógrafos y periodistas de revistas de farándula, siempre al acecho de los mínimos detalles de nuestras vidas, con los que yo tenía completamente prohibido hablar. Solo se me permitía posar para las fotos; jamás debía conversar con alguien que no fuera un Vandervert. Ni siquiera podía decir mi verdadero apellido. Para el mundo entero, Cristhian Vandervert se había casado con Sarah Bennet, una chica proveniente de una familia humilde que vivía en un pueblo rural, a horas de la ciudad más cercana, y que había conquistado el corazón del magnate; de la que nadie sabía nada antes de convertirse en Sarah Vandervert.
Cristhian y yo llegamos con ropa del mismo color; ese año, mi suegra había elegido el turquesa y la temática de la fiesta era de bosque encantado. Todo era hermoso y perfecto, como de costumbre.
Posamos para las fotos con aquellas sonrisas acartonadas a las que nos habíamos acostumbrado a fingir. Ese año, como en los anteriores, tenía la esperanza de que algo en Cristhian cambiaría, pero no fue así. Ni siquiera el bebé que cargaba en sus brazos para las fotografías había ablandado el corazón duro de Cristhian. Después de las fotos, me entregó a nuestro hijo, bebió un par de tragos, conversó con algunos invitados y se ausentó.
Vi a mi madre llevar unas bebidas a la mesa principal. Hacía mucho que no pasábamos tiempo juntas; se me había prohibido presentarla como mi madre, ni siquiera había estado en la boda, mucho menos en las fiestas de aniversario. Necesitaba abrazarla, escuchar su voz, pedirle consejos. Ella salió del salón y yo intenté seguirla, pero en el camino, mi suegra me interceptó.
—Sarah, querida, ¿cómo la estás pasando? —preguntó sin mirarme. Cogió a Zacary de mis brazos—. ¡Bebé hermoso de la abuela! —exclamó después de darle un beso que le dejó marcada la mejilla.
—No me siento muy bien —le dije—. ¿Podría estar con Zack un momento?
—Por supuesto, cariño —no me preguntó qué tenía. No le importaba en absoluto; toda aquella amabilidad era fingida. Salí del salón y caminé por el pasillo, buscando a mi madre. Tenía un regalo para ella. Estando casada con Cristhian, tenía cierta libertad financiera, una tarjeta a nombre de él con unos miles de dólares para gastar al mes en lo que yo quisiera. La mayor parte la gastaba en cosas para mi madre; le pedí un millón de veces que dejara de trabajar para los Vandervert, le supliqué. No soportaba estar en la misma casa siendo una gran señora y ella una sirvienta, pero ella se negaba, me decía que estaba feliz por mí y cambiaba de tema.
No encontré a mi madre. Cuando iba hacia la cocina, escuché voces provenientes del despacho de mi suegro, el señor Vandervert.
—Habla, firma —era el señor Vandervert; se le escuchaba alterado.
—¿Crees que aceptará firmar e irse así, sin más? —al principio creí que hablaban de negocios hasta que escuché mi nombre.
—Sarah dejaría que limpiaras el piso con ella si se lo pidieras.
Me llevé la mano a la boca para contener la exclamación de asombro. ¿Qué era lo que quería que firmara? ¿Acaso se trataba del divorcio?
—Sí, haría cualquier cosa por mí, menos renunciar a Zack. Sabes que jamás lo dejaría.
—Resuélvelo —dijo tajante el señor Vandervert—. Resuélvelo o no podremos ganar en la corte. Oblígala a firmar o engáñala para que lo haga y luego haz que desaparezca. Podríamos decir que fue un accidente —se hizo el silencio—. Por supuesto —agregó después de unos segundos—, si muere tendrás derecho a las acciones con el documento o sin él.
—Padre, de verdad estás sugiriendo...
—Lo sabía. Sabía que no tendrías las agallas cuando llegara el momento —se escuchó una palmada.
—Lo siento, padre. Lo haré, haré lo necesario para salvar la empresa. Haré que Sarah firme su renuncia a sus acciones y luego la haré desaparecer. ¿Puedo retirarme?
—Vamos, volvamos a la fiesta. Tenemos que celebrar que serás un hombre libre y recuperarás la empresa.
Me quité los tacones de inmediato y eché a correr. Era un corredor largo y no sabía si podría llegar al salón o a la cocina sin ser vista. Corrí en dirección al salón y me metí en un armario para abrigos que estaba antes de llegar. Los escuché riendo cuando pasaron. Después de unos minutos, salí del armario; tenía que volver a la fiesta, sacar a Zack de allí y escapar lejos, muy lejos. Pero me ganó la curiosidad; tenía que entrar al despacho y saber de qué documentos hablaban Cristhian y su padre. ¿Qué acciones eran aquellas a las que debía renunciar? Yo nunca había tenido nada que ver con la empresa de los Vandervert. Ni siquiera sabía que estaban teniendo problemas. ¿Qué tenía que ver yo en todo eso?
Sin darme cuenta, había caminado de vuelta al despacho. Mi corazón retumbaba como caballos cabalgando; ya no estaba en mi pecho, sino en mi garganta, como si intentara escapar. La puerta estaba abierta y había un montón de papeles sobre la mesa, como si estuvieran esperando por mí. Jamás fui a la escuela y tenía prohibido tener un libro. Pero mi madre me había enseñado a leer en secreto; no era muy buena porque nunca había practicado.
—Re-nuncia —leí arrastrando las sílabas. El documento decía:
"Yo, Sarah Blacke, en pleno uso de mis facultades mentales y sin ningún tipo de coacción externa, renuncio a las acciones del grupo Vanderblake que me han sido heredadas, según consta en el testamento de mi difunta madre Amanda Blake. Cediendo todos mis derechos sobre las mencionadas acciones y sobre toda ganancia que ellas hubieran generado a mi esposo, Cristhian Vandervert."
Mis lágrimas empaparon el papel y mis ojos se fueron hacia los otros documentos. "Amanda Blake", leí en una de las hojas; la levanté ansiosa. Necesitaba saber quién era Amanda Blake y por qué decía ser mi madre. Acerqué el papel a mi rostro para mirar mejor; mis ojos estaban nublados de lágrimas. "Testamento", leí. La hoja amarillenta temblaba entre mis manos.
Ojeé sobre las líneas y vi mi nombre resaltado en letras mayúsculas y más oscuras: "Dejo el cien por ciento de las acciones del grupo Vanderblake a mi hija Sarah Blacke, quien deberá cumplir los veintiún años, estar casada y tener un hijo para reclamar sus derechos. Y a mi hija Elena Blacke dejo el total de nuestras propiedades en España, Italia y Francia, los hoteles y las haciendas cafeteras...."
—Sarah —aquella voz femenina me atravesó el pecho como un trozo de metal frío. Solté la hoja, espantada, y me di la vuelta.
*Sarah*Durante mi vida entera no conocí otra familia que mi madre, ella me cuidó, me ayudó a sobrevivir en ese mundo cruel que era la mansion Vandervert y aun después de casada, era mi lugar seguro, mi refugio cuando Cristhian me gritaba, mi consuelo cuando él pasaba las noches fuera de nuestra cama, con Elena. Sus consejos me ayudaron mucho, esa mujer a la que llamé "mamá" toda la vida estaba frente a mi con ojos enormes y brillantes. Jamás había visto aquella mirada en su rostro, no supe leerla en ese momento, era una niña. Era una niña tonta, confiada, incapaz de leer a las personas. Ahora lo sé. Sé que esa mirada estaba llena de culpa. -mami -se me salió un gemido. Me acerqué a ella y la abracé -mamá. Por favor ayúdame. Necesito salir de aquí, necesito buscar a Zack y huir con él muy lejos donde los Vandervert no puedan encontrarme. Las lágrimas me empapaban las mejillas y mi madre me miraba con el ceño fruncido. Pero no estaba confundida, parecía saber bien lo que ocurría, estab
*Sarah*Estaba en el asiento trasero de un auto cuando desperté. El auto saltaba como un caballo, -¡Ayuda! -intenté gritar, pero mi voz era un susurro débil. El auto se detuvo y el conductor giró su rostro hacia el asiento trasero en el que yo estaba tendida sin poder moverme. Al principio no lo reconocí, su rostro estaba borroso-Hola Sarah -mis lágrimas salieron de mis ojos como mares desbordados -tranquila. Vas a estar bien- aquella voz me resultó familiar, era calma, suave, pero masculina, ya había escuchado antes a ese hombre-¿Dónde está Zak? -era lo.unico en lo que podía pensar en ese momento. Yo ya no estaba en la.mansión Vandervert, pero mi hijo no estaba a mi lado, se había quedado con aquellas personas peligrosas-Descuida. Te ayudaré a recuperar a tú hijo -aquella promesa parecía sincera y aunque no estaba segura de quien era aquel hombre le creí, cerré los ojos y dormí. La casa del señor x como se hacía llamar mi salvador, era pequeña y modesta, pero contaba con todas la
*Cristhian*-Felicitaciones Cristhian-dijo Percy justo después de estampar su firma en los documentos -eres el dueño oficial de la mayoría de las acciones del grupo Vandervert -me estrechó la mano. Yo tenía una mezcla agridulce de sentimientos. Era todo lo que siempre había querido ¿pero a qué costo? Tragué saliva como si tragara clavos al pensar en Sarah. Nunca pude enamorarme de ella a pesar de sus esfuerzos, pero era una buena esposa y una buena madre. Zack crecería sin ella, todo por unas acciones ¿valdría la pena?-Gracias amigo -le respondí. Percy era mi abogado de confianza, una de las pocas personas en el mundo que sabía lo que habíamos hecho por esas acciones. Nunca cuestionó nada. Sólo hacía su trabajo (resolver todo lo legal) tomaba su parte y se mantenía callado.Mi padre aplaudió y a él lo siguieron el grupo de directores ejecutivos del grupo Vandervert. Traté de sonreír. Mi padre se aclaró la garganta y los aplausos cesaron.-Querido Hijo... -hizo una pausa como si el esf
*Sarah*Hice todo lo que Xavier me había pedido. Durante el último año estudié todo lo que no había estudiado en toda mi vida. "Eres muy inteligente" me repetía él a diario, jamás había creído que era inteligente, nunca nadie me lo había dicho. Además de estudiar, entrené mucho, artes marciales, musculación, atletismo y sobretodo; baile, aprendí todo tipo de bailes y Xavier se encargó de que me concentrara en los más eróticos "eres muy sexy" me decía siempre. También tomé clase de etiqueta y modales, claes de moda y estilo "eres muy elegante" "eres muy refinada" a Xavier le sobraban los elogios para mí y aquello realmente me caló ondo, era lo que siempre había esperado de Cristhian, y el señor X me lo dio, una cosa llevó a la otra y terminé... terminamos....teniendo una relación más allá de un maestro con su pupilo, el señor X era unos quince años mayor que yo, pero eso no lo hacía menos guapo, era incluso más guapo que Cristhian, alto, piel tostada, ojos color miel, mandíbula cuadrada
*Cristhian*Atravesé todo el local y subí las escaleras hacia el segundo andar para llegar a la mesa que el señor X había reservado. No era la clase de lugar que yo acostumbrara frecuentar, menos para una cena de negocios, pero el señor X era conocido por ser un poco extravagante, era lo que llamamos un "nuevo rico" una persona que nació en una familia de clase muy pobre y que por azares de la vida o esfuerzo propio había conseguido amasar una gran fortuna, ese tipo de ricos son un poco diferentes, ellos disfrutan de los placeres de la vida de forma, digamos,...un poco menos refinada. Una cortina de terciopelo rojo nos separaba del bullicio de la pista de baile, ahí dentro teníamos una mesa y butacas cómodas, servicio particular y un pequeño escenario.-¿Has disfrutado de este tipo de espectáculo antes? -La voz del señor X me hizo girarme, él estrechó mi mano -soy fan de este tipo de baile, dijo señalando hacia el tubo metálico en el centro del escenario, me aclaré la garganta.-En un
*Sarah*Al atravesar la puerta roja un hombre corpulento me indicó el camino hacia los camerinos, ahí me cambié e hice lo que Xavier me había ordenado; bailé para él y para Cristhian."Míralo como si lo desearas" había escrito Xavier en las instrucciones que había enviado por mensajes de texto, pensé que sería más facil mirar a Cristhian con deseo, y es que yo siempre lo había deseado, incluso antes de saber que me casaría con él, cuando era apenas una niña, yo de doce y él de dieciseis, Cristhian era mi amor platónico. Ya estando con él, esperaba con ansias las sobras de amor que me daba después de estar con Elena. No creí que mirarlo con deseo podía ser tan difícil, pero lo fue, cuando subí al escenario, cuando sentí sus ojos recorriendo mi cuerpo casi desnudo, sentí una mezcla de tristeza, rabia, dolor. Le había sido tan fácil deshacerse de mí, no le había importado dejar a nuestro hijo sin su madre, las lágrimas se acum
*Cristhian*Había algo en los ojos de Rubí que me hacía sentir que la conocía. Tenía la sensación de que sabía todo de ella y a la vez no sabía nada, me sentía intrigado. Cuando se dio media vuelta me vi tentado a sostenerla del brazo para que se quedara, di unos pasos hacia ella, pero negué con la cabeza para sacudirme aquella idea estúpida, las ideas estúpidas no eran lo mio y no iban a comenzar a serlo en ese momento.Algo brillante cayó al suelo, cuando noté qué era Rubí había desaparecido, me agaché para recoger la cadena del suelo, era un hilo plateado fino y un pequeño diamane en forma de corazón, admiré la joya unos segundos, era auténtica, me levanté y la guardé en el bolsillo de mis pántalones. Cuando salí del baño y miré hacia nuestra mesa, el corazón se me heló, Rubí y el señor X no estaban, pero si estaba Elena. No había contestado mis llamadas por lo que no pude avisarle que no debía venir, me sentí avergonzado de haberla citado en un lugar tan impropio. Di unos pasos tí
*Elena*¡Asqueroso! era una palabra perfecta para describir el club en el que Cris me había citado. No es que no me gustaran las fiestas, todo lo contrario, amaba ir a lugares repletos de gente, la música alta, el olor a cigarrillo y hierva, empaparme con el sudor del cuerpo de algún desconocido, todo eso más un par de pastillas y unos cuantos tragos, eran mi definición de diversión, pero el antro en el que me citó Cris esa noche no estaba, digamos...a mi altura. Era obvio que dejaban entrar a todo tipo de gentuza y mesclarme con gente inferior a mí es algo que he detestado toda la vida.-¿A dónde ha ido el señor Vandervert? -le pregunté a la chica que nos había servido el vino-Lo siento señorita, no lo sé -¡Imbécil! porsupuesto que no lo sabes, te lo pregunto para que vayas y lo averigues. No dije una palabra de lo que me pasó por la mente porque no estaba de humor para lidiar con la escases de inteligencia de la gente -¡Ya vete! -le dije depués de que me quedara mirando como si yo