DevonMe abroché el cinturón y le indiqué a Cristhian que hiciera lo mismo, él parecía estar medio dormido aun, ambos cogimos las mascarillas y las pusimos en nuestros rostros—¡Por favor, mantengan la calma! —gritó una azafata desde el pasillo, pero su voz se perdió entre los sollozos y los gritos. El avión vibraba violentamente, como un animal herido.Intenté inhalar, pero el aire me sabía a metal y miedo. Mi mente se negaba a procesar lo que veía. Las miradas de pánico de los demás pasajeros, las manos temblorosas de un hombre que trataba de ajustar la mascarilla de su hijo, una mujer rezando con los ojos cerrados. Todo era un borrón, un caleidoscopio de terror.“Esto es real. Esto está pasando”, pensé mientras sentía un tirón en el estómago, como si el suelo se hubiera desprendido bajo mis pies. El piloto habló, pero su voz sonaba distante y opaca, filtrada por la interferencia del sistema de altavoces. Algo sobre un aterrizaje de emergencia en el agua. Pero yo no podía comprender
SarahEl espejo reflejaba mi figura de pie, y aunque me inclinaba un poco hacia adelante, tratando de discernir el cambio en mi cuerpo, la verdad es que no parecía embarazada. Mi vientre, apenas pronunciado, era un indicio tenue de lo que crecía dentro de mí. Había pasado un mes desde que la doctora confirmó lo que temía: mi embarazo era de alto riesgo, y la única solución era el reposo absoluto. Eso había significado estar bajo la estricta vigilancia de Anastasia, quien se había transformado en una especie de carcelera dulce pero inflexible. Era imposible saltarme alguna de las recomendaciones; ella siempre estaba ahí, asegurándose de que cumpliera cada indicación al pie de la letra.Me acariciel vientre, intentando conectar con los pequeños que creían en mi interior. Cerré los ojos por un momento, pero una imagen difusa en mi mente me hizo abrirlos de golpe. El recuerdo llegó con fuerza, como un torrente incontrolable.Hace quince días...Anastasia había entrado a mi habitación con
El dolor me despertó como un golpe seco en el pecho, un recordatorio cruel de que aún estaba vivo. El sonido del agua golpeando contra el fuselaje del avión me envolvía como un coro funesto. El olor a combustible y a metal quemado se mezclaba con el frío húmedo que calaba mis huesos. Abrí los ojos con dificultad y, por un momento, todo fue un caos borroso: luces parpadeando intermitentemente, gritos lejanos que se apagaban, el eco del agua entrando a raudales por algún lugar cercano. Miré hacia abajo, hacia mi costado derecho. La punzada aguda que sentía venía de un trozo de metal que se había incrustado en mi abdomen. Cada respiración era un tormento, pero no podía detenerme en eso. Mis manos temblorosas tantearon el cinturón de seguridad, buscando liberarme, mientras mis ojos buscaban desesperadamente a Cristhian. Estaba a mi lado, pero algo estaba terriblemente mal. Su cabeza descansaba en una posición extraña, ladeada, con un rastro de sangre que se deslizaba lentamente por su
DevonDesperté en un lugar que no conocía. El olor a desinfectante me invadió la nariz, y el sonido constante de las máquinas me hizo abrir los ojos, aunque mi mente aún no lograba procesar lo que estaba sucediendo. El pitido rítmico de los monitores era lo único que se escuchaba, más allá de mi respiración entrecortada y los latidos acelerados de mi corazón. Estaba desorientado. La luz era tenue, sin brillo, como si todo estuviera envuelto en una niebla espesa que no me dejaba pensar con claridad.El dolor era lo primero que percibí. Mis hombros y espalda estaban entumecidos, mi cuerpo pesado como si hubiera estado hundido en agua por días. Mi cabeza, sin embargo, era lo que más me dolía. Un dolor punzante, agudo, que no me dejaba pensar. Intenté moverme, pero el peso de mi propio cuerpo me retenía.Las voces eran distantes, como ecos que atravesaban paredes gruesas. Poco a poco, la confusión se disipó, y algo en mí despertó, algo que me hizo recordar. Cristhian. El avión… el acciden
Devon Desperté de nuevo, pero esta vez algo era diferente. Una voz flotaba en el aire, suave y melódica, como una canción que conocía, pero cantada en un idioma que no entendía. Era dulce, hipnotizante, un canto que parecía envolverme en una atmósfera etérea. Mi mente nublada intentó identificarla, y en ese instante, un pensamiento fugaz cruzó por mi mente: "¿Estoy muerto?" La voz seguía cantando, y una sensación cálida y reconfortante me invadió. Aquella voz… me recordó a Sarah. ¿Sería ella? No, no podía ser. Sería posible que de alguna forma ella hubieron logrado encontrarme? Abrí los ojos lentamente, y lo que vi me dejó aún más confundido. Frente a mí, se encontraba una silueta femenina envuelta en una luz cálida, casi como si un halo la rodeara. No podía ver su rostro con claridad, solo percibía una nariz respingada y una barbilla fina, contornos suaves que hacían que la imagen pareciera casi irreal. ¿Un ángel? tal vez si había muerto y estaba en el cielo siendo recibido en
Mi abuelo solía decir que el océano lo devoraba todo. Secretos, hombres, barcos enteros. No hay tumba más perfecta que el fondo del mar.Yo estaba en un punto del océano en el que no debía estar. En medio de la nada, sin más compañía que la brisa salada y el rugido de los motores de la embarcación que se mezclaba con el bramido del mar. No era la primera vez que navegaba, pero sí la primera vez que lo hacía con miedo.La embarcación en la que iba era una vieja lancha pesquera que había sido modificada para moverse rápido y pasar desapercibida. Era mi seguro de vida.Aquella noche debía ser sencilla; todo lo que tenía que hacer era interceptar un yate de lujo, subir con una pistola que nunca antes había disparado. La víctima era un hombre rico y senil que, después de la muerte de su esposa había decidido vivir en su yate, todas sus pertenencias, estaban en ese yate, joyas, relojes, dinero en efectivo...A esas horas el viejo estaría dormido y sería un robo fácil o eso prometieron pero n
Después de saber que solo habíamos sobrevivido dos personas, desperté cada día con un pensamiento; Cristhian estaba muerto. Yo seguía aquí. Pasaban las horas y yo me sentía atrapado entre sábanas ásperas y recuerdos que dolían más que las heridas, preguntándome si Dayana, Sarah, Ryan o alguien sabría que sobreviví. Me estarían buscando? Aquellos sentimiento me consumían por dentro, no tenía con quien hablar, excepto con Priya, ella era la única persona que me dirigía la palabra. A mí no me apetecía hablarle, pero ella tenía una paciencia interminable, no entendía por qué la desperdiciaba conmigo. Parecía estar decidida a animarme y yo estaba decidido a llevarle la contra. —Podrías intentar comer algo —me dijo una mañana, dejando una bandeja frente a mí. —Podrías intentar no hablar —respondí sin levantar la vista. Rodó los ojos y cruzó los brazos. Parecía que iba a insultarme, pero en lugar de eso se marchó en silencio, al día siguiente no apareció en todo el día, tenía turno en
SarahMi nombre es Sarah Blake y mi historia comienza el día que debía ser el más feliz de mi vida: mi boda.Los estilistas terminaron de arreglarme después de cuatro largas horas. Cuando me vi en el espejo, no me reconocí. El vestido hecho a medida era el más hermoso del mundo. El peinado, el maquillaje, las joyas, todo era... era un sueño.¿Cómo es que una persona como yo se casaría con un Vandervert? Aquella pregunta no había abandonado mis pensamientos desde el día en que me dieron la noticia. ¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial? El joven Cristhian jamás me había mirado. La frase más larga que me había dicho en toda su vida había sido algo como: "El piso está sucio, ve a limpiarlo". Y ahí estaba yo, una semana después de cumplir dieciocho años, casándome con ese chico rico, guapo, elegante.Tal vez se había enamorado perdidamente de mí y se había enfrentado a sus padres, diciéndoles que se casaría con la hija de la sirvienta, así el mundo estuviese en contra. Aquello no tenía el me