Astrid Sheldon es una mujer de treinta y dos años, respetada en la industria del acero. Es el brazo derecho de Donald Marshall, uno de los millonarios más importantes en la ciudad de Chicago. Con diez años de experiencia, su jefe la consideró el tutor perfecto para su arrogante e incorregible hijo, una decisión que hace que la vida de Astrid de un giro de 180°. Dylan es un joven de veintidós años, un hijo de papi que piensa que el mundo gira en torno a él, un chico que no se preocupa y responsabiliza de nada. Sin embargo, sus vidas cambian el día que Dylan sufre un aparatoso accidente que lo deja al borde de la muerte y que al despertar no parece el mismo hombre. ¿Qué secretos esconde Dylan Marshall? ¿Podrá Astrid escapar al ataque de seducción del joven Dylan? ¿Tendrá que ver con los sueños que persiguen a Astrid desde hace tiempo? Eres mía, Astrid, y tu placer es mi alimento…
Leer másBelinda aferraba las manos a la madera de la mesa de noche de su habitación, su corazón latía acelerado. Los gritos de placer que provenían de alguna parte de la casa despertaron sus propios deseos y lujuria.Su cuerpo quemaba, era una sensación que no había experimentado jamás y la presencia de Connie en su espacio privado no ayudaba.Tenía miedo, era normal. ¡Casi se había orinado de miedo cuando descubrió que estaba rodeada de personajes no humanos!Llegó incluso a pensar que se trataba de un sueño o que la locura se había apoderado de ella, pero no era ni un sueño, se había vuelto loca. Era una realidad.—Te lo suplico, Belinda —pidió Connie, acercándose unos pocos pasos. Podía oler la excitación de la mujer, el deseo que crecía a pasos agigantados y las imágenes que su cabeza recreaba. Pero también podía oler su miedo.—¡No soy una prostituta! —gritó, negando con movimientos agitados de cabeza.Connie apretó los puños, había sido un error garrafal ofrecerle dinero por ayudarla; s
«Hazme tuya.»«Aliméntate de mí.»Eran las palabras que Leviatán siempre anheló escuchar de los labios de Astrid; sin embargo, le apremiaba más poder conversar con ella. Explicarle todo para que no volviera a temerle.—Tenemos que hablar —murmuró con los labios casi pegados a la boca de Astrid.—No he dicho que no lo haremos, Leviatán. No creas que vas a escaparte de mí, hay muchas cosas que tendrás que explicarme y por las que tendrás que disculparte, pero ahora mismo, solo deseo estar contigo —le respondió, cerrando la corta distancia y apoderándose de su boca.Leviatán no encontró fuerzas para detenerla, estaba exhausto, herido y hambriento, por lo que, metió las manos entre los cabellos largos y rubios de Astrid, enredando los dedos en las hebras y presionándola contra su boca.El beso fue fogoso, el placer corrió por las venas de Leviatán, alimentando su núcleo, sintiendo cómo sus heridas más pequeñas iban curándose. Entonces, recordó que no estaban solos en la casa y que todo in
El tiempo se congeló para Connie y Efelios, mientras Zarek intentaba esquivar el ataque de Lilith, pero le fue imposible. El impacto lo lanzó varios metros hacia adelante.—¡No! —gritó Connie, corriendo para llegar a él, arrodillándose junto al cuerpo de su hijo, lo sostuvo.Sangre corrió por los labios de Zarek, manchando su mentón, su rostro tenía muchas heridas y el corazón de Connie casi se detuvo.—¡No, Zarek! —chilló.Efelios no lo pensó dos veces y se lanzó al ataque, evitando que Lilith tomara el bulto sobre el piso. Su primer ataque, impulsado por la rabia de ver a su hijo herido, envió a su madre lejos, estrellándola contra la pared.Fue una breve satisfacción, ya que el demonio se recuperó rápidamente y contraatacó, enviando a Efelios a volar.—¡Eres un maldito tonto si crees que podrás tener una oportunidad de vencerme! —gritó la mujer, enseñando los colmillos e invocando su espada.Efelios no respondió, volvió al ataque, haciendo que la lucha fuera convirtiéndose en una d
«Tráelo y te entregaré a tu hijo.»Efelios apretó los puños, sus colmillos se extendieron y se los enseñó a su madre. Mentía, podía olerlo en el ambiente y también, podía recoger el olor de la sangre de su hijo. Zarek había sido herido.«Los vidrios del auto estaban rotos.»—Déjalo ir y me quedaré en su lugar —se ofreció con decisión.Zarek apretó los puños, sus colmillos rompieron su labio inferior al morderse. Había luchado para evitar ser atrapado, pero finalmente no consiguió nada, estuvo en desventaja desde el inicio.—No te ofendas, pero no eres muy útil a mis planes, todo lo contrario de tu hermano. Necesito a Leviatán —se burló Lilith sin piedad. Era claro que no existía ninguna clase de sentimientos o emociones en ella.—¡Leviatán no está aquí! —gritó Efelios, llenándose de rabia e impotencia. Su relación con Zarek no era la mejor y todo era por su maldita culpa, por haber abandonado a Connie años atrás, pero lo quería. ¡Era su hijo y daría la vida por él!—Eso ya lo sé, idio
«Zarek ha desaparecido.»Connie se fijó en los dos hombres, su corazón latía a toda prisa, su pulso acelerado parecía querer romper la piel de su cuello.—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Efelios, acercándose a ella. La preocupación en los ojos de Connie y el ambiente denso que se formó en la habitación no le permitieron darse cuenta de que Astrid continuaba parada detrás de Connie.Astrid tenía la mano aferrada al pomo de la puerta, impactada por el reciente descubrimiento. Connie no era humana, ni Efelios, ni Leviatán lo eran. Un escalofrío le corrió por la columna vertebral y un vacío se le abrió en la boca del estómago. Tenía la sospecha, pero la confirmación era un golpe mortal. La estuvieron engañando todo este tiempo.—Intenté llegar a él antes de que su rastro se perdiera, pero no lo conseguí. Cuando llegué, el auto estaba abandonado a un lado de la autopista, el motor encendido y el vidrio roto. ¡Alguien se ha llevado a nuestro hijo! —gritó Connie y Astrid no supo a quién de lo
«Porque vine a matarla.»Las palabras de Asmodeo se repitieron en la cabeza de Leviatán desde que fueron dichas. Su padre no se molestó en decirle nada más, desapareció de la misma manera en la que llegó.Aunque, sinceramente, no le preocupaba lo que ese par hiciera, siempre y cuando no trataran de hacerle daño a su familia.Sin embargo, ese descubrimiento de que su madre antes fue una humana, le hizo pensar en la cantidad de veces que escuchó esa historia en los rincones más alejados del inframundo, pero era imposible de creer viendo al demonio que era Lilith, siempre sedienta de atenciones y adulaciones.—Has estado muy pensativo todo el tiempo, ¿te sucede algo? —le preguntó Astrid. Llevaban varias horas revisando la propuesta de nuevos proveedores para la adquisición de materias primas. Tiempo en el que Leviatán quedaba absorto en sus pensamientos.—Todo está bien —mintió, acomodándose en la silla y aclarándose la garganta.—Sobre ayer… —Astrid no sabía cómo tocar el tema.—¿Te arr
Astrid miró a su hijo, había regresado tarde de la oficina, Leviatán y ella habían tenido dos rondas más de sexo. Su coño dolía, pero se sentía satisfecha.—Lamento la demora, cariño —musitó cuando Nathan le tendió los pequeños brazos para abrazarla.—No tienes por qué preocuparte, Astrid. Nathan se ha portado bien como todos los días —le dijo Zarek, viéndola desde el umbral de la puerta. El íncubo tenía un aspecto despreocupado.—Me ha sorprendido verte aquí —murmuró Astrid, caminando a la cuna para dejar a su hijo de nuevo. Necesitaba bañarse antes de alimentarlo.—Espero que no te moleste, pero mis padres andan en plan de luna de miel y no quiero estar alrededor. No es nada agradable escucharlos —musitó. El íncubo también se alimentaba de las emociones y pasiones carnales, pero alimentarse de sus padres a estas alturas era una locura.—Por supuesto que no, me agradas mucho y Nathan es muy feliz de tenerte, quizá cuando sea un poco más grande, te vea como a un hermano —musitó, toman
«Tu placer es mi alimento, Astrid.»Ella abrió los ojos abruptamente cuando escuchó aquellas palabras resonar dentro de su cabeza. Con asombro, se dio cuenta de que estaba acostada en la cama y no en la regadera. ¿Cómo y a qué hora llegó allí? No lo sabía, lo único que tenía claro y presente era que había soñado con Leviatán Bennett haciéndole el amor.Su nuevo socio había causado estragos en su cabeza y en su cuerpo. La falta de sexo también le pasaba factura, pero no creía que fuese esa la razón de haber soñado con él.El llanto de Nathan la hizo levantarse, se fijó en la hora de su reloj, apenas eran las cuatro de la mañana y se sentía acalorada por culpa de su húmedo sueño.—Ven, mi niño —susurró, tomando al pequeño entre sus brazos, acunándolo para que volviera a dormirse; sin embargo, Nathan tenía otros planes, quería alimentarse y no dudó en señalar el pecho de Astrid.—¿Tienes hambre? —le preguntó, acariciándole la mejilla, desnudando su pecho y colocando el pezón entre los ca
«Leviatán.»Astrid se estremeció y su corazón latió acelerado cuando el nombre se repitió en su cabeza. No estaba soñando, ¿verdad? Ese hombre delante de ella no era el producto de su imaginación.—Señora Marshall —le susurró Leviatán. El íncubo trató de entrar a la mente de Astrid, pero le fue imposible. Existía una barrera que no le permitía tener acceso, eso como consecuencia de haberle manipulado los recuerdos o era lo que creía.—Lo siento, señor Bennett —se disculpó. Astrid lo invitó a sentarse mientras ella tomaba el asiento a la cabecera de la mesa.No había nadie más que ellos en la habitación, por lo que, Astrid era consciente de la mirada penetrante de esos ojos color hielo. Sabía que Leviatán Bennett la estaba mirando. Su piel quemaba y los intestinos se apretaron junto con un deseo que le nació desde lo más profundo de su ser. Llevaba poco más de un año sin una pareja sexual y no había tenido ningún interés en tener una.Todos estos meses se dedicó a cuidar de su hijo y d