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Capítulo 38. Quiero a Leviatán
«Zarek ha desaparecido.»

Connie se fijó en los dos hombres, su corazón latía a toda prisa, su pulso acelerado parecía querer romper la piel de su cuello.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Efelios, acercándose a ella. La preocupación en los ojos de Connie y el ambiente denso que se formó en la habitación no le permitieron darse cuenta de que Astrid continuaba parada detrás de Connie.

Astrid tenía la mano aferrada al pomo de la puerta, impactada por el reciente descubrimiento. Connie no era humana, ni Efelios, ni Leviatán lo eran. Un escalofrío le corrió por la columna vertebral y un vacío se le abrió en la boca del estómago. Tenía la sospecha, pero la confirmación era un golpe mortal. La estuvieron engañando todo este tiempo.

—Intenté llegar a él antes de que su rastro se perdiera, pero no lo conseguí. Cuando llegué, el auto estaba abandonado a un lado de la autopista, el motor encendido y el vidrio roto. ¡Alguien se ha llevado a nuestro hijo! —gritó Connie y Astrid no supo a quién de lo
Tory Sánchez

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