Eda Calloway y Christopher Davenport, se han unido en matrimonio por acuerdos familiares, claro que ninguno de los involucrados alberga sentimientos hacía el otro, es más Christopher siempre estuvo enamorado de su primer amor, Patricia Grenville, pero el amor no era más fuerte que los Imperios y los intereses familiares, aquello obliga a Christopher a tomar distancia de su gran amor. Patricia viaja a los Estados Unidos mientras que los Davenport cortan todo lazo y toda conexión de los enamorados, hasta que encuentran a la candidata perfecta para su esposa.Eda Calloway, es el epítome de la dulzura y la fragilidad, una joven que irradia pureza y encanto con cada paso que da. Su inocencia, reflejada en su mirada clara y su disposición amable, es lo que la hace destacar en un mundo lleno de ambición y máscaras. Como heredera de la prestigiosa familia Calloway, Eda combina elegancia natural con una humildad que desarma incluso al más frío de los corazones.Los Davenport la han elegido como esposa del Gran CEO, Christopher Davenport, no solo por sus impecables conexiones familiares, sino porque Eda posee un aura especial, capaz de atravesar las murallas que Christopher ha construido a lo largo de los años. Su dulzura contrasta con el carácter frío y calculador del CEO, convirtiéndola en la pieza que equilibra y complementa su personalidad.Para la poderosa familia Davenport, Eda representa no solo una alianza estratégica entre dos linajes prominentes, sino también una esperanza de que su calor y bondad puedan suavizar el alma endurecida de Christopher, despertando en él emociones que ha mantenido enterradas durante años. Su capacidad de ver lo mejor en los demás y su inquebrantable optimismo la convierten en una figura única, destinada a marcar una diferencia en la vida del gran Davenport.
Leer másDespués de darse una ducha, Eda apagó la luz de la lámpara de su mesita de noche y se acomodó bajo las sábanas, abrazando la almohada mientras Salem, aquel travieso gatito saltaba a la cama para acurrucarse junto a sus pies. Todo estaba en calma, solo el suave ronroneo del felino rompía el silencio. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de cerrar los ojos, el sonido de la puerta abriéndose la hizo sobresaltarse.—¿Quién…? —musitó, incorporándose rápidamente y encendiendo la luz.Allí, enmarcado en la puerta con su impecable porte, estaba Christopher. Su expresión era indescifrable, y una sombra de cansancio suavizaba sus rasgos. Salem, siempre alerta, emitió un maullido de advertencia, como si compartiera la confusión de su dueña.—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Eda, con una mezcla de sorpresa y nerviosismo en la voz.Christopher, sin perder la compostura, cruzó el umbral como si aquello fuera lo más natural del mundo. Cerró la puerta tras de sí y caminó hacia la cama con una
La sala estaba apenas iluminada por el resplandor dorado de las lámparas de pared qué ya fueron colocadas, proyectando sombras que parecían danzar sobre los muebles, los cartones y las cortinas de terciopelo. El silencio era casi absoluto, roto únicamente por el eco distante de un reloj marcando el paso lento de los segundos.La pequeña mujer retrocede y Christopher no la detiene, ella avanza hasta la ventana y es el hombre quien va por detrás de ella. Eda permanecía de pie junto a una de las grandes ventanas, sus manos entrelazadas frente a su pecho, tratando de controlar el temblor que las recorría. Su vestido, de un azul profundo, caía con elegancia alrededor de su figura, pero incluso la tela parecía aprisionarla bajo la intensidad de aquella mirada.Christopher vuelve a colocarse por delante de ella, tan cerca que el aroma de su perfume—una mezcla de madera, cuero y algo inconfundiblemente masculino—envolvía sus sentidos. Alto, imponente, con los hombros anchos y una postura que
El amanecer se filtraba suavemente por las cortinas de la habitación. Salem fue el primero en despertarse, estirando sus diminutas patas y maullando con suavidad. Eda abrió los ojos con lentitud, sintiendo la calidez del sol en su rostro. A su lado, Christopher ya estaba de pie, apoyado contra la puerta con los brazos cruzados y una ceja arqueada.— El felino me ha arañado esta mañana. Creo que quiere quedarse contigo y no conmigo —dijo Christopher con un tono divertido algo no muy usual en él.—Tal vez siente que eres demasiado… frío para él —respondió Eda mientras recogía a Salem en sus brazos y le daba un beso en la cabeza.—¿Frío? —Christopher dejó escapar una risa seca—. No te confundas, fiera. Puedo ser bastante cálido cuando quiero.Eda frunció el ceño, confundida por el comentario, pero decidió ignorarlo mientras se levantaba de la cama. Salem saltó de sus brazos con elegancia y corrió hacia el pasillo.—¡Ah! Se me olvidaba. Hoy me gustaría desayunar contigo en la terraza —com
El olor a desinfectante impregnaba cada rincón de la habitación. La luz blanca de los fluorescentes caía implacable sobre las sábanas impolutas de la cama donde Eda estaba sentada. Sus mejillas seguían ligeramente pálidas, y aunque su cuerpo aún mostraba rastros de debilidad, sus ojos reflejaban esa suave determinación que siempre la caracterizaba, mientras que el porte de Christopher era la de un homnre inquebrantable, mientras se mantenía por delante de la doctora.—Recuerde, señor Davenport —dijo la Médica con tono profesional mientras sostenía una carpeta con instrucciones médicas— La Señora Davenport necesita descansar lo suficiente. Nada de esfuerzos físicos, comidas ligeras, evitar situaciones estresantes... y sobre todo, debe tomar estos medicamentos exactamente a las horas indicadas.Christopher, apoyado contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho, asintió con un gesto rígido. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos tenían esa sombra permanente de fastidio que Eda no
— Definitivamente acepto que mi cabeza no tiene un cerebro al haber aceptado casarme contigo para solventar imperios que no tiene nada que ver conmigo — Christopher quizás no se habría Aquella respuesta razón por la cual sus ojos celestes Adquieren fuego fue allí que Eda, supo que estaba quizás ante la misma muerte.– ¿Te atreves a decir que los Imperios Empresariales de tus padres no tienen nada que ver contigo? — La muerte parece haberse enamorado de Eda en ese momento.— No es que me esté atreviendo, es lo que acabo de decirte esto es un matrimonio que solamente deja beneficios para ti teniendo en cuenta la presencia de la familia Calloway en...— Eda, Continuar escuchándote a ti es peor que escuchar los discursos de los políticos que año tras año van mintiendo — La pequeña mujer realiza un mohín ante las palabras Expresadas por su esposo.— Tampoco es de mi agrado mantener contigo una conversación.— ¿A quién se debe que ahora te estés convirtiendo a una leona, Eda Davenport? ¿ Ha
— Eda cariño, No tienes por qué preocuparte mañana estarás de regreso en la villa y allí vas a ver que yo y tu esposo vamos a cuidarte muy bien, ahora tengo que Irma pero volveré con una sopa a la noche, Christoher espero que estés a la altura y no la dejes sola porque si llego a enterarme que te has ido ten por seguro que te voy a dar no uno más bien 100 bastonazos — La Matriarca fulmina con la mirada a su nieto, pero segundos después su atención se posa en Eda y su mirada se suaviza.Eda que aún sentía pesado los párpados y el sueño seguía dando batalla no pudo evitar no recordar las palabras de Patricia y que la abuela era gentil con ella nada más por los acuerdos y para su conveniencia, mientras que la actitud de su esposo no le sorprendía en lo absoluto, ella sabe perfectamente que Christopher está siendo torturado al pensar que tiene que cuidar de ella.Unos minutos después Margaret se despide dejando a Christopher a Eda a solas, el hombre se aparta de ella acercándose a la vent
Christopher tenía las manos firmemente sujetas al volante, aunque sus nudillos estaban blancos por la presión. La camioneta negra avanzaba como una sombra furiosa por las avenidas de la ciudad, zigzagueando entre el tráfico y devorando la distancia que lo separaba de la Clínica Sosa Bugatti. Cada semáforo en rojo que cruzaba arrancaba un claxon o un grito de protesta, pero nada de eso importaba, entonces había llegado hasta el Sanatorio, no obstante su mirada había cambiado drasticamente, el Christopher de hace 10 segundos es distinto al Christopher que cerraba las puertas de la Camioneta.El sonido de sus pasos resonaba en el pulcro piso de mármol del sanatorio. Christopher Davenport caminaba con la misma calma glacial que lo definía, como si el peso del mundo no fuera más que un leve inconveniente en su agenda. Las luces blancas de los pasillos brillaban con una claridad hiriente, pero ni eso parecía molestarle. Su rostro, perfectamente esculpido y carente de emoción, era un imán pa
Christopher toma la decisión de abandonar el lugar, Eda no le había vuelto a dirigir ninguna mirada, unos minutos después la camioneta negra de Christopher Davenport rugía suavemente mientras recorría el camino hacia la mansión. Christopher tenía ambas manos firmemente en el volante, y las venas de sus brazos sobresalían ligeramente con cada movimiento. Eda, sentada en el asiento del copiloto, no podía apartar la vista de sus manos. Había algo hipnótico en la fuerza que irradiaban, en la tensión que parecía contener cada músculo, para ella fue imposible no recordar cómo aquellas mismas manos se entrelazaban con las suyas mientras Christopher le hacía suya una y otra vez en la noche.Sin embargo, cuando sintió el calor subir a sus mejillas, rápidamente desvió la mirada hacia la ventana. ¿Qué me pasa? se preguntó en sus adentros, tratando de calmarse. Pero su corazón pareció detenerse cuando el sonido del teléfono de Christopher irrumpió en el silencio.El hombre apartó una mano del vol
La pequeña mujer luego de aquella visita desagradable de Patricia y haber intercambiado unas cuantas palabras con la abuela toma la decisión de ir hasta el jardín allí estuvo toda la mañana hasta que ha llegado el momento del almuerzo. Eda estaba sentada a la mesa del comedor, el plato frente a ella casi intacto. La pequeña mujer miraba el contenido como si fuera un desafío insuperable. La abuela había salido con algunas amigas hacía un par de minutos dejando instrucciones claras: "Tienes que alimentarte, Eda. No puedes seguir así, piensa en mi futuro bisnieto, no puede ser débil" Pero la joven no tenía apetito. Ni siquiera el aroma del pan recién horneado había logrado tentarla, definitivamente Patricia ha dejado un montón de revoltijos en su estomago. El sol del mediodía iluminaba suavemente la estancia a través de los grandes ventanales, pero todo parecía demasiado tranquilo, casi opresivo. Eda jugueteaba con el tenedor entre los dedos, absorta en sus pensamientos, hasta que una