Eda estaba de pie en la enorme cocina de la mansión Davenport, observando a la abuela Margaret con algo de timidez. La matriarca de los Davenport era una mujer imponente y elegante, pero siempre tenía una chispa de picardía en sus ojos, algo que desconcertaba a Eda en su totalidad, no era para nada experta en leer las personalidades de alguien y mucho menos de alguien como aquella mujer que tenía ante sus ojos.
—Querida, ¿podrías llevarle esto a Christopher? —dijo la abuela, colocando una vianda perfectamente empacada sobre la mesa de mármol. —¿A la empresa? —preguntó Eda, sujetando el delantal que había insistido en usar esa mañana para ayudar en la cocina. —Por supuesto. Ese pobre muchacho siempre está trabajando. Si no le llevamos comida casera, probablemente sobreviva a base de café y decisiones apresuradas. Eda asintió, aunque la idea de aparecer de improviso en la intimidante empresa Davenport le hacía sudar las manos. No obstante, no podía negarse a la amable abuela Margaret. —¿Y qué es lo que hay dentro? —preguntó, curiosa, mientras se inclinaba para echar un vistazo al contenido de la vianda. —Oh, solo su comida favorita: pastel de carne con puré de papas. Lo preparé con mucho cariño… y algo más. —La abuela Margaret sonrió de forma misteriosa. —¿Algo más? —Eda frunció el ceño, confundida. —Amor, querida, amor —dijo Margaret con dramatismo, llevándose una mano al corazón—. Eso es lo que necesita Christopher, aunque él no lo sepa. Eda se sonrojó. ¿Por qué le estaba diciendo eso? —Pero bueno, no te preocupes. Solo entrega esto con una sonrisa y dile que lo hice especialmente para él. —Margaret hizo una pausa y la miró con intensidad—. Aunque... podrías decirle que tú también ayudaste un poco. —¿Yo? ¡Pero no hice nada! —la pequeña mujer parpadeó rápidamente, horrorizada ante la idea de mentirle a Christopher. —Exacto, no has hecho nada… todavía —murmuró la abuela, apenas audible, mientras ajustaba un mechón rebelde del cabello de oro de Eda detrás de su oreja—. Ahora, querida, es hora de que uses tu mejor sonrisa. Recuerda: los hombres como Christopher necesitan un toque de calidez en sus vidas. —¿Un toque de...? —Eda no terminó la frase. La abuela Margaret ya la había empujado suavemente hacia la puerta principal con la vianda en la mano. Antes de que pudiera procesar lo que acababa de suceder, Margaret le dio unas palmadas en el hombro y le dijo... —Y si Christopher te sonríe… significa que estás en el camino correcto. Eda solo asintió, incapaz de comprender del todo las palabras de la abuela. ¿Cuál camino correcto? Eda estaba confundida o mejor dicho, era demasiado inocente para captar la intención oculta. Cuando ella llegó a la oficina de Christopher, un silencio expectante se apoderó del piso ejecutivo. Los empleados intercambiaron miradas mientras Eda, con su delicada figura y la vianda en las manos, avanzaba con pasos cautelosos hacia la oficina de vidrio del CEO. —¿Mi esposa? —preguntó Christopher al verla, levantando una ceja. Su tono era una mezcla de incredulidad y curiosidad. —La abuela... —Eda tartamudeó—. Digo, Margaret... quiero decir, su abuela... me pidió que le trajera esto. Christopher la miró, primero a ella y luego a la vianda. Algo en su expresión se suavizó, aunque apenas perceptiblemente después de escuchar la mención de su abuela. —¿Ella cocinó esto? —preguntó, aunque en su voz había una ligera nota de escepticismo. —Sí. Bueno, ella dijo que yo también ayudé... pero no es verdad. No quiero mentirle. Yo solo... vine a entregarlo. —Eda hablaba tan rápido que sus palabras se atropellaban entre sí, mientras su rostro adquiría un encantador tono rosado, después de todo no era para nada cercana a su marido y le temía no solo a él también a las alturas. Christopher se permitió una pequeña sonrisa. —Qué típico de mi abuela. Mientras él abre la vianda y el aroma llenaba la oficina, Eda lo miró nerviosa. Entonces, sin pensarlo demasiado, soltó: —Ella dijo que si usted me sonríe... significa que estoy en el camino correcto. Christopher levantó la mirada, sorprendido, y luego soltó una risa baja, algo que casi nunca hacía. Eda lo miró confundida, y él negó con la cabeza, todavía divertido. —Dile a mi abuela que sus planes no son tan sutiles como cree. —¿Planes? ¿Qué planes? —preguntó ella, realmente perdida y en un tono muy inocente. Christopher solo negó otra vez, llevándose un bocado a la boca, mientras su esposa lo observaba con nerviosismo. — No entiendo cuál es la necesidad de que sea yo la que traslade este plato hasta la Empresa, los edificios me marean y el Imperio Davenport quizás me lleve a la muerte, llegar con vida aquí lo debo de catalogar como un logro, no quiero molestarlo, pero tampoco quería negarme de la Señora Margaret — ella fue sincera y los ojos celestes de su esposo se posan en ella, tanto que Eda se siente pequeña ante aquella mirada. Eda Calloway y Christopher Davenport, se han unido en matrimonio por acuerdos familiares, claro que ninguno de los involucrados alberga sentimientos hacia el otro, es más Christopher siempre estuvo enamorado de su primer amor, Patricia Grenville, pero el amor no era más fuerte que los Imperios y los intereses familiares, aquello obliga a Christopher a tomar distancia de su gran amor. Patricia viaja a los Estados Unidos mientras que los Davenport cortan todo lazo y toda conexión de los enamorados, es así que Christopher empieza a sumergirse cada vez más en el mundo Empresarial hasta coronarse como uno de Empresarios más influyentes de Inglaterra, Escocia entre otros Países, hasta que sus familiares encuentran la candidata perfecta para su esposa. Eda Calloway, es el epítome de la dulzura y la fragilidad, una joven que irradia pureza y encanto con cada paso que da. Su inocencia, reflejada en su mirada clara y su disposición amable, es lo que la hace destacar en un mundo lleno de ambición y máscaras. Como heredera de la prestigiosa familia Calloway, Eda combina elegancia natural con una humildad que desarma incluso al más frío de los corazones. Los Davenport la han elegido como esposa del Gran CEO, Christopher Davenport, no solo por sus impecables conexiones familiares, sino porque Eda posee un aura especial, capaz de atravesar las murallas que Christopher ha construido a lo largo de los años. Su dulzura contrasta con el carácter frío y calculador del CEO, convirtiéndola en la pieza que equilibra y complementa su personalidad. Para la poderosa familia Davenport, Eda representa no solo una alianza estratégica entre dos linajes prominentes, sino también una esperanza de que su calor y bondad puedan suavizar el alma endurecida de Christopher, despertando en él emociones que ha mantenido enterradas durante años. Su capacidad de ver lo mejor en los demás y su inquebrantable optimismo la convierten en una figura única, destinada a marcar una diferencia en la vida del gran Davenport. — Puedes volver, me comunicaré con mi abuela — esta vez la seriedad había vuelto y Eda solo asintió inocentemente, la mujer se da la vuelta y empieza a avanzar hasta que la voz de su esposo la detiene antes de que abriera la puerta. — A la noche tengo una cena importante, como mi esposa debes de acudir conmigo — Eda se había asustado, ella no acostumbra a salir y mucho menos quería hacerlo — enviaré al chófer por ti. Eda no pronuncia ninguna palabra, esta vez nada la detiene para que avance y al salir de la oficina se muerde los labios, sintiendo la presión y el temor acerca de la invitación de su esposo, de inmediato saca su teléfono y mientras se acomoda en la camioneta le envía un mensaje de texto a su mejor amiga Lucero, que rápidamente contesta y le dice que debe de hacer, pero como si escribir fiera poco, Lucero había llegado en la mansión antes de que Eda lo haga. La pequeña mujer se había asustado al encontrar a Lucero sentada en el Sillón. — ¿Qué estás haciendo aquí? — Pregunta Eda observando con las cejas fruncidas a su amiga. — Vine a ayudarte, ya sé qué evento tiene tu marido, es la Fiesta de reintegro de unas tres familias al Mundo Empresarial Inglés, y todos acuden con sus esposas o familia. — ¿Qué vela tengo en el entierro? — Sigo creyendo firmemente que la Tía Anastasia te ha dejado caer de pequeña por eso dices tantas incoherencias ¿Se te olvida que eres esposa de Christopher Davenport? — Esposa de contrato. Estamos en un mundo lleno de intereses. —"¡Mira, Eda, aunque los aliens hayan hecho de cupidos cósmicos, aquí en la Tierra o en Marte, tú y Christopher son esposos intergalácticos! ¡No hay escapatoria, señora galáctica!" — Tengo mis sospechas de que la Tía Úrsula te ha rescatado de los extraterrestres — ataca Eda, logrando que Lucero sonriera enérgicamente. — Veamos qué vestidos tienes — Lucero abre el gran placar. — No quiero ir — Eda fue sincera sentándose en la cama y cruzando los brazos como una niña pequeña. — Lamento decirte querida, que tu esposo no tiene los mismos planes que tú — responde Lucero escogiendo los vestidos que su amiga tenía en el placar, después de buscar y buscar tal parece que Lucero había dado con el vestido especial para la noche que se avecinaba — este vestido es perfecto Eda, este vestido está diseñado para resaltar tu elegancia y presencia angelical. Eda al escuchar los calificativos que su amiga estaba dando frunce el ceño, no cree que sea para tanto, pero al ver el vestido ella entiende la algarabía de su amiga. El vestido era de un color suave tono pastel como el azul hielo o el rosa empolvado, evocando pureza y delicadeza. Confeccionado en gasa fluida que aporta movimiento y un aire etéreo, el corte es de Silueta ajustada en el corpiño con un escote corazón delicado, que resalta la figura de manera sutil y elegante, con detalles decorada con bordados florales finos y detalles brillantes que añaden un toque mágico sin sobrecargar. La falta caída fluida y ligera, que termina en una pequeña cola para mayor sofisticación. — Definitivamente, aquel vestido es muy hermoso pero... — No hay peros Eda, vas a ponerte este vestido y punto final — Sentencia Lucero, Eda sabe que no podrá en contra de su amiga así que guarda silencio. Cuando a la noche había llegado la hermosa mujer ya tenía puesto el vestido los ojos de Lucero se habían iluminado al observar la hermosura de su amiga, que combinaba aquel vestido con Pendientes de pequeños diamantes, Brazalete de plata minimalista, zapatos de tacón bajo en tonos metálicos. Maquillaje natural, con tonos suaves y un leve brillo en los labios. Cabello recogido en un moño bajo con mechones sueltos para enmarcar su rostro angelical. Este vestido es ideal para que Eda deslumbre en un evento empresarial, destacando por su presencia inocente y elegante y Lucero no estaba equivocada. — ¡Estás hermosa Eda! — Exclama Lucero emocionada.La pequeña mujer se recostó ligeramente contra el asiento del coche, ajustándose la delicada tela de su vestido mientras observaba cómo el paisaje de Londres comenzaba a cambiar. Desde que Cristopher había enviado al chofer para recogerla, todo parecía moverse a una velocidad distinta, como si cada paso que daba la acercara más al corazón de un mundo que aún le resultaba extraño, pero que, a pesar de su timidez, había aprendido a navegar. Al llegar al imponente salón, una mansión restaurada con elegancia y rodeada de jardines perfectamente cuidados, el chofer la ayudó a salir, ofreciendo una mirada discreta mientras ella ajustaba la falda de su vestido. El maquillaje impecable y el peinado perfectamente elaborado no lograban ocultar la fragilidad que la envolvía, pero, como inesperadamente Lucero había logrado que se sintiera como la mujer más hermosa en una sala llena de poderosas figuras de la alta sociedad inglesa.Mientras avanzaba hacia la entrada, el murmullo en el aire creció.
El salón principal de aquella imponente mansión para esas alturas y ante la llegada de Patricia estaba abarrotado de figuras clave del mundo empresarial. La prensa, ejecutivos influyentes y miembros de la alta sociedad no querían perderse el evento que marcaba el regreso de la familia Granville al panorama empresarial inglés, después de todos los actos ocurridos la separación de la familia Davenport y Granville después de la ruptura de Christopher y Patricia marcaba una pauta sobre una absoluta expectativa acerca de lo que sería el regreso de la mujer que Christopher adoraba con la vida. En el centro del escenario, Patricia Granville se erguía con una presencia que acallaba cualquier murmullo.Con un vestido negro impecable y una mirada calculadora, Patricia tomó el micrófono y dirigió una sonrisa medida a los asistentes. Su voz, firme y melodiosa, resonó con la claridad de quien domina tanto las palabras como el momento.—Damas y caballeros, gracias por estar aquí esta noche para pre
El hombre al percatarse del estado de su esposa informa al anfitrión de que ya es hora de abandonar la fiesta posteriormente el chofer acerca el vehículo del hombre, Christopher ayuda a Eda a subirse para que posteriormente abandonen el lugar. Christopher aceleró el coche mientras las luces de Londres se deslizaban por las ventanas, un borrón de colores que apenas podía captar su atención. Su mente estaba ocupada en la mujer que tenía a su lado. Ella había empezado a reír de manera excesiva en el vehículo, sus ojos brillantes de una chispa desconocida. Ahora, bajo la iluminación tenue del vehículo, sus rasgos se volvían más intensos; su piel resplandecía y su sonrisa, persuasiva.—Eda, ¿cómo te sientes? —preguntó Christopher, con la ronquera en su voz. Ella giró la cabeza hacia él, sus ojos destellando con una mezcla de picardía y vulnerabilidad.—Perfectamente bien, Chris. Solo que... me siento un poco más... viva y claro tengo una sensación de calor que va subiendo y arrasando con
Eda despertó con el peso de una realidad que no deseaba enfrentar. El recuerdo de la noche anterior, tan intenso como perturbador, la invadía con cada segundo que pasaba. Cerró los ojos por un instante, deseando volver a dormir y evadir el remolino de emociones que la embargaba, pero sabía que no podía. A pesar de la intimidad compartida con Christopher, una punzada de inseguridad le atravesó el corazón. Los recuerdos de la intimidad con el hombre hacen que su cuerpo sienta escalofríos al recordar las embestidas profundas y como su pequeño cuerpo soportaba las penetraciones de aquel imponente o más que se apoderaba centímetros a centímetros de su cuerpo.La cama estaba vacía. Christopher ya no estaba allí. Con un suspiro de alivio tembloroso, Eda se levantó y decidió tomar una ducha. El agua fría caía sobre su piel como un intento desesperado de borrar los rastros de lo ocurrido, de enjuagar los remanentes de una conexión que, aunque IV deseada en el momento, ahora la atormentaba. Se
Eda había salido al jardín después del desayuno, como solía hacerlo cada mañana, necesitaba sacar la tensión que había adquirido ante la presencia de Patricia. El aire fresco le ayudaba a despejar la mente mientras cuidaba sus plantas. Se agachó junto a un rosal, con las tijeras de podar en mano la abuela le había mostrado como debía de hacer, cuando un pequeño tropiezo la hizo perder el control. Un ardor intenso recorrió su palma: las tijeras le habían herido.Eda, siseó de dolor, observando cómo la sangre comenzaba a brotar. Sin pensarlo dos veces, dejó las herramientas y caminó apresuradamente hacia la casa en busca del botiquín. Fue entonces cuando se cruzó con Christopher en el pasillo.—¿Qué te pasó? —preguntó él al ver las gotas escarlata marcando el suelo.—Un accidente... —murmuró Eda, evitando su mirada mientras sujetaba la mano herida contra su pecho.Christopher no esperó explicaciones. Tomándola por el brazo, la condujo hacia la cocina, donde sacó una toalla limpia y el b
Eda estaba sentada en la sala de la mansión Davenport, hojeando un libro mientras la suave luz del sol se infiltra entre más cortinas, iluminaba sus delicados rasgos. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, que realzaba su natural belleza. Justo en ese momento, la puerta principal se abrió y uno de los socios de Christopher, el Sr. Allenworth, fue guiado hacia el despacho por el asistente de Christopher.Al pasar por la sala, Allenworth quedó paralizado por un instante, sus ojos atrapados en la figura de Eda. Ella levantó la mirada un breve segundo, esbozando una sonrisa educada, antes de volver a su libro. Esa sonrisa fue suficiente para dejarlo intrigado.Eda era cordial, aunque se había percatado de la mirada que él hombre le había dedicado también estaba un poco curiosa acerca de la presencia de Christopher en la Villa, después de todo el hombre pasaba muy poco tiempo allí, pero hoy estaba todo el día, no obstante Eda sabe que aquello no tiene nada que ver con ella, entonces mi
El asistente y el socio de Christopher abandonan el despacho dejando a Eda y el hombre a solas, las piernas de ella estaban temblorosas mientras sentía la cercanía de su espoo, por supuesto Eda no se atreve a mirarlo manteniendo la cabeza agachada, entonces la Loción cara y muy masculina de su esposo entra en las fosas nasales de la pequeña mujer, segundos después la palma caliente de Christopher se siente en la piel de su brazo, ella se muerde los labios consciente de que había cometido un error y ahora deberá de lidiar con Christopher Davenport, ella cierra los ojos.— ¿Sabes aquello que acabas de hacer? — La poderosa voz de su marido genera escalofríos en ella, entonces Eda se anima a levantar la vista, sus miradas se encuentran y la cercanía de Christopher es inquietante para ella.— He cometido un error yo no quería, pero estoy a disposición para que me cobre de la manera en la que quiera.Christopher al escuchar aquello deja ver una pequeña sonrisa Aladino mientras el agarre de
Segundos después Christopher extiende una tarjeta, Eda se muerde los labios tratando de seguir de pie, entonces Christopher se da la vuelta de inmediato la pequeña mujer agacha la cabeza no estaba acostumbrada y mucho menos se imaginaba que en algún momento de su vida durante aquel matrimonio ella vería a su esposo desnudo sin pudor por delante de ella.Eda toma la tarjeta que Christopher le ofrece posteriormente busca o trata de arreglar sus prendas rotas, ella no quería seguir ni un segundo más en el mismo lugar que su esposo.Eda salió del despacho con pasos apresurados, sus mejillas ardiendo mientras intentaba cubrir con las manos las partes de su blusa que estaban desgarradas. Su cabello dorado, normalmente recogido y ordenado, caía en mechones desordenados sobre su rostro, una clara señal del caos que acababa de vivir. El eco de las risas contenidas de las mujeres de limpieza llegó hasta sus oídos apenas cruzó el umbral. Podía sentir sus miradas clavadas en ella, como dagas af