— ¿Ya tomaste la pastilla? — Fue la pregunta realizada por el hombre, Eda de inmediato se sonroja, el hombre nada mas rueda los ojos antes de volver a hablar — ¿Sabes, Eda? Creo que deberíamos llevar la cuenta de cuántas veces te pones roja como un tomate. Ya perdí la cuenta desde esta mañana. ¿Es parte de tu rutina diaria o te entrenaste para esto? La pequeña mujer frunce el ceño ante aquel comentario de su esposo, el hombre se acerca a la venta observando el gran movimiento de sus guardias en el exterior de la Casa, entonces ve a su abuela echando conversación con la ama de llaves.— ¡Christopher, deja de molestar! Yo no... Bueno, no es para tanto ¿Tú nunca te sonrojas? — Al escuchar a su esposa el hombre se da la vuelta nuevamente para prestar atención a Eda, arqueando sus cejas con total seriedad.— A mi nadie me supera, eres tú la que no puede sostenerme la mirada sin ponerte roja cereza — Efectivamente Eda nuevamente siente sus mejillas calientes — definitivamente es una rut
La pequeña mujer se mantuvo quieta y mientras observaba al imponente hombre, el sonido del móvil era inquietante entonces Christopher se aparta y lo responde. Al descolgar, su voz habitual, grave pero controlada, respondió con una simple palabra:—¿Diga? — como de costumbre la frialdad que emana era escalofriante.Hubo una pausa breve, apenas perceptible, pero algo en su expresión cambió. Los músculos de su rostro se tensaron, y de sus labios escapó un nombre que parecía flotar entre ellos como una verdad inevitable:—¿Patricia? — continúa el silencio de parte de Christopher mientras escucha lo que dice la persona al otro lado de la Línea.Eda, desde su posición, lo escuchó claramente, pensando que la que llamaba el gran amor de su marido. No hizo preguntas; no hacía falta. Su esposo no desvió la mirada, ni siquiera pareció recordar que ella estaba allí.—Voy en un momento —dijo Christopher, con una urgencia apenas disimulada.Colgó, tomó su abrigo que descansaba sobre el respaldo de
— Mira Eda, no tienes porque atormentarte, tienes que dejar que las cosas fluyan y...— Le he pedido el divorcio hoy — Lucero arruga la frente ante las palabras de Eda.— ¿Y cual es la razón de la solicitud? — ¿No te has dado cuenta del regreso de Patricia?— ¿Que tiene que ver el regreso de ella con el divorcio tuyo? ¿No estarás pensando que tú esposo aún la ama? — No se trata de que yo lo piense o no, aquella es la realidad Lucero.— Eda, definitivamente te han dejado caer de chiquita ¿Recuerdas verdad que él no detuvo su ida? Porque no me dirás que Christopher no podía hacer nada para impedir que Patricia se vaya a los Estados Unidos, porque aquello no es así, Margaret adora a su nieto, no querrá ver el sufrimiento de Christopher entonces no iban a ser muy duros con él, no olvides que es Christopher Davenport, y si se ha casado contigo no es solo por los Imperios Empresariales, la relación con Patricia quizás ya estaba quebrada, y la esposa eres tú, Eda, serás muy ingenua si pien
Eda se acomoda nuevamente en la cama tomando su pequeño peluche — Eres tan insoportable Christopher — se queja la pequeña mujer mientras suspira con pesar, entonces varios minutos después con el pequeño peluche en manos ella cierra los ojos dejando que el sueño se apodere de ella.El reloj marcaba la medianoche cuando Eda abrió los ojos de golpe. Su estómago rugía en protesta, recordándole su decisión imprudente de acostarse sin cenar. Soltó un suspiro cansado mientras se incorporaba lentamente. La Villa estaba sumida en un silencio absoluto, tan denso que parecía envolver cada rincón en penumbra. Sin embargo, el hambre insistente la impulsó a deslizarse fuera de la cama.Descalza, caminó con cautela por el pasillo, el frío del mármol helándole la planta de los pies. La oscuridad era casi total, apenas rota por un tenue resplandor de luna que se filtraba por las ventanas. No encendió las luces; no quería despertar a nadie. Cada paso que daba parecía resonar más de lo debido, como si e
Después de aquel fatídico encuentro con su marido Eda por fin parece tener calma, Christopher era alguien que parecía alimentarse de tu alma con su presencia, ella estaba sentada en el pequeño sofá de su habitación hasta que el teléfono había sonado y al fijarse en la pantalla se percata de que era una llamada de su madre.— Buenos días madre — responde ella con la voz cabizbajo.— Hija, debemos de hablar — Eda sostenía el teléfono con una mezcla de tensión y resignación mientras escuchaba la voz firme de su madre al otro lado de la línea —Te quiero aquí a las 11 en punto, Eda. En mi oficina. No llegues tarde, cariño.La llamada se cortó antes de que pudiera siquiera responder. Sabía que no podía negarse. Cuando Adela Calloway daba una orden, era un hecho que debía cumplirse, sin importar las circunstancias, su madre era una mujer muy estricta y exigente La pequeña mujer suspira fijándose en la hora, faltaban 90 minutos para las 11 entonces elige con cuidado las prendas a utilizar en
El silencio en la sala de observación era pesado, roto únicamente por el leve zumbido del aire acondicionado. Daniel había salido minutos atrás, dejándolos a solas. Christopher permanecía de pie, con los brazos cruzados, observando a Eda con una intensidad que hizo que ella apartara la mirada.—¿Qué pasa? —preguntó finalmente, su tono a la defensiva al notar el peso de su mirada.Christopher avanzó un paso, dejando la distancia entre ellos más corta de lo que Eda consideraba prudente.—Pasa que te salvé la vida, Eda. Y creo que eso merece una recompensa.Eda lo miró como si le hubiera salido otra cabeza.—¿Recompensa? —repitió, su tono incrédulo.Christopher esbozó una media sonrisa, esa que siempre la irritaba y, en el fondo, la desconcertaba.—Un beso. Solo eso. Me parece justo, ¿no?Eda bufó, apoyándose en la camilla para incorporarse un poco, aunque todavía sentía el cuerpo adolorido.—Estás bromeando.—¿Parece broma? —Christopher arqueó una ceja, su expresión perfectamente seria.
El silencio en la habitación del sanatorio quedó como un alivio después de que Christopher salió, aunque la presencia de Lucero aseguraba que ese silencio no duraría mucho. La amiga de Eda la miraba con los brazos cruzados y una sonrisa traviesa en los labios, una que Eda conocía demasiado bien.—Bueno, bueno, ¿me vas a explicar qué fue todo eso? —preguntó Lucero, arqueando una ceja mientras se sentaba al borde de la camilla de Eda.—¿Todo eso qué? —Eda fingió indiferencia, aunque el calor todavía le subía al rostro después de lo que había ocurrido.Lucero rodó los ojos.—No te hagas la desentendida, Eda. Tu esposo estaba marcando territorio como un lobo alfa. No sé cómo no le arrancó la cabeza al pobre Mateo ahí mismo ¿Consecuencias de probar el dulce néctar de tu esencia sexual?Eda resopló, pero su sonrisa nerviosa la traicionó.—Christopher es así, siempre tan territorial. No es nada nuevo — Mintió, ni siquiera sabe cómo es Christopher.— Eda, como máximo hablan desde hace días, e
Dos horas han pasado rápidamente, el clima se había tornado inestable y la lluvia había llegado. El sonido de las gotas de lluvia golpeaba contra las ventanas del sanatorio, un eco constante que parecía reflejar la confusión en el corazón de Eda. Había estado esperando a Christopher durante esas dos horas, pero las mismas fueron pasando. Sabía que podía haber habido un inconveniente. El reloj marcaba ya las cinco de la tarde cuando, cansada de esperar, encendió el televisor de la pequeña habitación.La imagen que apareció en la pantalla la dejó helada. Christopher estaba sentado en un elegante restaurante, con Patricia. La cámara había capturado perfectamente el momento en que Christopher le sostenía la mano, un gesto casual que en las revistas de farándula se transformaba en la prueba definitiva de un escándalo.Eda sintió cómo una punzada atravesaba su pecho. Por un momento intentó convencerse de que aquello no tenía que afectarla. Después de todo, no era su obligación venir por ell