El señor López se despertó por las voces indistintas que se oían a los lejos y, curioso se levantó para ver qué estaba ocurriendo afuera.
Como era semana navideña, época que él amaba, pero la que también le traía recuerdos amargos de su familia rota, se vistió con su viejo chaleco de renos, un chaleco que usaba cada año, como parte de una tradición familiar.
Apenas salió de su cuarto, se encontró de frente con Sasha.
—Buenos días. —Se saludaron al unísono y se rieron nerviosos.
Con cierta tensión se acercaron para besarse en las mejillas.
Ella vestía de blanco, muy ajena a la celebración en la que se encontraban.
—¿También se despertó por los ruidos? —preguntó Julián al verla en pie tan temprano.
Sasha se rio coqueta.
—¿Usted también escuchó los gritos? —Ella le miró divertida—. Algo estaba pasando, pero... —Los interrumpieron mientras se preparaban para entrar al chisme.
—¡Señor L, ya se despertó! —gritó Rossi al verlo en pie y lo saludó cariñoso—. Sasha, buenos días... —La besó también y con felicidad les dijo—: nosotros preparamos el desayuno...
El señor “L” abrazó a Chris y se fueron al salón así, riéndose por la complicidad que tenían.
Sasha los siguió sin poder dejar de reírse por sus locuras y frescor. Las hermanas López la recibieron con gusto y se reunieron en la mesa para desayunar.
Romy no pudo negar que le emocionó saber que, desde que había estado en la clínica, recuperándose, Rossi tenía un puesto especial para ella en la mesa.
Por supuesto que lo ocupó, sintiéndose orgullosa de tener un cuñado tan maravilloso y sensible.
Disfrutaron del desayuno en familia, aun recordando la emotiva fiesta de intercambios. Romy la catalogó como la mejor de su vida y todos estuvieron de acuerdo con su declaración.
—¿Y están despiertos de temprano? —preguntó Julián, poniéndole más malvaviscos a su chocolate caliente.
Con su mirada, Lily buscó algo en la mesa, pero le costó encontrarlo entre tantas opciones.
Chris había aprendido a leerla tan bien que, cogió el azúcar en polvo y le puso a su croissant sin que ella tuviera que pedirlo.
Lily le miró enamorada.
—Gracias, mi amor. —Se estiró para besarlo frente a todos.
Julián sonrió al verlos besándose.
—Sí, papito —respondió Romy—, no podíamos dormir.
Lily le sonrió.
—Pasamos la noche conversando junto al árbol y la chimenea —añadió Lily con la comisura de los labios llena de azúcar en polvo.
Para Rossi, era la cosa más adorable que había visto nunca. Se sintió terriblemente tentado en comerle la boca y lamerla, pero no queria que la familia lo viera como un pervertido.
Una cosa era lo que escuchaban mientras follaban. De seguro imaginaban lo bien que se lo pasaban. Pero otra cosa muy diferente, era exponerse.
—Cuando amaneció preparamos el desayuno —explicó Romy, feliz—. Queríamos que estuvieras feliz. —Cogió la mano de su padre por encima de la mesa.
Él la sostuvo y la besó con amor.
—Si mis niñas son felices, yo soy feliz. No pido más —declaró orgulloso.
—Y luego llegó el señor Dubois y... —recordó Lily con el ceño arrugado.
Julián enarcó una ceja.
—¿El señor Dubois? —preguntó Julián, liado.
No estaba muy seguro si había escuchado ese apellido antes.
—Sí, el abogado malhumorado de Chris —aclaró Lily.
—¿Cuál de todos? —bromeó Sasha.
Rossi rodó los ojos. Sabía que sus abogados eran gruñones, hoscos y un tanto agresivos, pero era lo que la industria demandaba.
Era un mundo competitivo, su apellido también, ni hablar de su fortuna.
Debía tener los perros más violentos de su lado. No de los que ladraban como advertencia, sino, de los que sacaban un pedazo de carne antes de ladrar.
—Oh, vamos, no es malhumorado... solo tiene... —Chris pensó en cómo defender al señor Dubios, pero pronto se dio cuenta que no tenía defensa—. Sí, es huraño...
Todos se rieron, excepto Romy, quien estaba seria escuchando lo que decían del señor Dubois.
Aun recordaba la extraña situación, su mirada verde intensa y esa forma terrible como la contemplaba. Era como si... la detestara.
Sí. La aborrecía. Eso no tenía otra explicación.
Se acordó de su frase: “Estoy aquí por usted, señorita”, y eso solo empeoró lo que estaba pasándole.
—¿Romy? —Lily la llamó y se quedó mirándola con curiosidad—. Estás muy silenciosa...
—¿Te afectó la visita de James? —preguntó Chris.
No era tonto. Sabía que algo más había sucedido entre ellos. O tal vez estaba imaginando cosas, porque, en todos sus años de trabajo con James, jamás lo había visto flaquear así.
—¿James? —El señor López preguntó firme.
—James Dubois —respondió Chris con mirada coqueta.
Romy vio que se estaban malinterpretando las cosas y sacudió la cabeza para sacárselo de los pensamientos.
—No, no... —titubeó nerviosa.
Todos la miraron.
Lily se rio.
Julián notó que su hija estaba incómoda.
—¿Acaso ese hombre te dijo algo, Romy? ¿Algo que te ofendió? —El señor “L” estaba a la defensiva.No iba a permitir que lastimaran a su niña otra vez.Romy le miró asustada. Siempre tenía respuesta para todo, pero no para eso.Titubeó otra vez.—¿Romy? —Lily empezó a preocuparse.Y si Lily se preocupaba, Christopher entraba en alerta.—Solo... —Los miró a todos con terror y le dio vergüenza reconocer la verdad frente a ellos, pero supo que no era normal y les dijo—: dijo que estaba aquí por... ¿mi? —Fue una pregunta nerviosa, porque ni siquiera ella estaba segura de lo que estaba diciendo.Rossi arrugó el ceño y su mueca incómoda fue tan evidente que se tuvo que levantar de la mesa.—¿Christopher? —Lily lo llamó confundida y se tuvo que levantar para ir tras él.Lo llamó otro par de veces, pero él no respondió. Iba caminando firme a su oficina.Cuando entraron a la oficina, ella le miró perpleja, pero Chris no le dio tiempo de hacer preguntas cuando levantó el teléfono para llamar a s
Dubois se preparaba para viajar a Big Sky, Montana, para pasar la navidad con una de las mujeres que se acostaba de vez en cuando.No tenía familia con la que pasar las fiestas. Acostumbraba a pasarlas solo en su apartamento o a trabajar, pero después de lo que Rossi le había dicho por la mañana, no pensaba trabajar ni un solo día.Eso le había removido algo que creía tener olvidado.Cogió la maleta y su abrigo y le dio una mirada fría a la mujer de la limpieza. Ella se quedaría allí un par de días, vigilando que todo estuviera en orden.La mujer lo vio alistándose para partir y se quedó de pie frente a la televisión, sosteniéndose en la escoba. Estaba mirando un programa de chismes que siempre la acompañaba en sus mañanas de limpieza.Dubois la miró con cierta arrogancia y rodó los ojos antes de llamar el elevador.—Las visitas están prohibidas. Eso incluye la familia —ordenó antes de que el elevador llegara.Sabía que la mujer acostumbraba a llevar a sus hijos y a sus hermanas. Se c
No sé rio en su propia cara porque no quería seguir ofendiéndola, pero la sonrisa socarrona la tuvo hasta que vio el ramo terminado.Solo allí aterrizó y tuvo que enfrentarse a la verdad, a lo que estaba haciendo.¿En serio iba a enviarle flores a Romina? ¿Con que excusa?—Un ramo de rosas julieta. No hay nada más perfecto sobre la tierra —explicó la mujer, ofreciéndole el ramo.Se marchó tras pagar y tuvo que detenerse en una cafetería para pensar con un café en la mano.El hombre más metódico del mundo, convertido en un impulsivo que abandonaba la lógica para comprarle flores a una mujer a la que ni siquiera conocía.El informe que había leído de ella no era ella. Eso era una ilusión. Algo que ya no existía.Volvió a repetirse que todo era lástima, pero la excusa que buscaba no tenía raciocinio cuando recordaba que se había enfrentado a casos más horribles y nunca había sentido nada. Mientras James se debatía y luchaba con lo que Romy había despertado en él, Christopher recibió un
James se quedó de pie frente al edificio en el que Rossi vivía.Desde la acera del frente lo miró con terror y supo que nunca había tenido tanto miedo como en ese momento.Su cliente lo había invitado a subir, con la excusa de “solucionar algunos pendientes”, pero la verdadera intención era que empezara con el pie derecho con Romina y, si todo salía bien, se quedara a cenar con ellos.Era un ganar - ganar, o al menos eso había dicho Rossi.Las dudas lo asaltaron cuando supo que, una vez allí, no tendría escapatoria.Recordó lo sucedido en la mañana y arrepentido se lamentó por haber sido tan cobarde. Se había expuesto frente a Romina como un maldito loco.En esos minutos, mientras se buscaba las pelotas que se le habían escondido por el frío y se armaba de valor para subir al pent-house de Rossi, se dijo a sí mismo que Romina solo era una mujer más a la que conquistaría como a muchas otras, y a la que llevaría a la cama para terminar con esa maldita angustia de una buen vez.Se lo dij
James se adelantó para abrirle la puerta a Romina, quien iba caminando primero y tan apresurada que James supo que lo estaba evitando.—Déjeme ayudarla —dijo, sosteniéndole la puerta.Liada, ella le miró por un instante que para él fue eterno, pero no le dijo nada. Se limitó a escabullirse hasta el elevador.Tras ella, Lily la excusó:—Discúlpela, nunca un hombre fue caballeroso con ella.James se quedó con esa frase pegada en la cabeza. ¿Caballeroso? ¿Acaso él sí?Subieron los tres al elevador sin decir ni una sola palabra.Lily iba sonriente. Sabía que la segunda visita de James no era mera coincidencia.Pero, por otro lado, Romy y Dubois estaban tensos. Ella aun recordaba su extraña visita de la mañana y él sentía que le faltaba el aire.El encierro lo obligaba a conocer el aroma de Romina y no sabía si estaba preparado para hundirse más en lo que una muchacha con estabilidad cero le estaba causando.Lily presionó la tecla de su piso y, apenas las puertas se cerraron, fijó sus ojos
Lily suspiró entristecida al ver la respuesta de su hermana ante la llegada de un nuevo interés romántico y dejó caer los hombros cuando entendió que, pese a que las heridas de la partida de su hijo estaban curándose, las heridas del corazón seguían allí, tan latentes que no había tolerado la idea de aceptar flores de un desconocido.—Si dije algo que la ofendió... —James tuvo que excusarse.Lily sacudió la cabeza para que no dejara de alimentar sus ilusiones.—No, no... —repitió nerviosa y suspiró cuando no supo cómo explicarle las cosas—. Déjeme hablar con ella y...—¡Dubois! —Rossi apareció justo a tiempo para darle la bienvenida—. Amor, por favor, no tortures al pobre señor Dubois, que está en una crisis pre-López y necesita asistencia —bromeó.Lily los miró a los dos con angustia.—Christopher... —Ella quiso advertirle.—¿Y Romina? —preguntó Chris cuando no vio a su cuñada y con la mirada la buscó en la sala. Cuando percibió la tensión, preguntó—: ¿Todo está en orden?Lily levant
A Julián le tomó unos instantes procesarlo. Volvió a mirar al hombre frente a él con agudeza y luego vio las flores que aun sostenía en su mano. No iba a negar que eran hermosas y que era un gesto noble llevarle flores a una dama.Suspiró cuando entendió que no iba a poder proteger a Romina para siempre, además, ella merecía ser feliz, justo como Lily lo era.Tenía miedo, por supuesto. La había soltado una vez para pudiera volar libre, pero se la habían herido y aun no terminaba de curarle las alas. Con los ojos brillantes se plantó frente a él y le habló de hombre a hombre:—Mi Romina ha sufrido mucho y yo no la traje al mundo para que sufriera. —James se quedó paralizado al escucharlo. El dolor de padre no se igualaba a ninguno que hubiese escuchado antes en sus años de carrera—. Quiero verla feliz, y si usted... —Julián bajó la mirada para pensar bien en sus palabras. No podía decirle: si usted “cree” que puede hacerla feliz, porque no quería desfavorecerlo, así que le dijo—: Si u
Algunas semanas atrás...El hombre dejó su oficina temprano ese día.Quería pasar un par de horas en el gimnasio y cumplir a su cita con el médico.Llevaba semanas postergándolo, porque, en el fondo sabía la verdad de sus problemas y no estaba listo para enfrentarse a ellos.Llevó su coche a lavar y esperó dentro del auto para seguir trabajando. Su asistente se había tomado un par de días libres porque su hijo había enfermado por tercera vez en menos de un mes.Encendió la computadora y trabajó mientras le enceraron y pulieron la carrocería de su mercedes.La constante ausencia de