La siguiente semana, cuando todo estuvo más calmo, y los números y las ventas del número especial de final de año fueron un rotundo éxito, Christopher decidió presentar su renuncia en Craze.
Sí, fue una decisión precipitada, pero necesitaba empezar de cero y abrirse nuevos caminos como Christopher Rossi, editor.
No como Christopher Rossi, hijo de Connor Rossi y Jazmín Moreau, editores.
Necesitaba hacerse su propio nombre y si tenía que empezar de cero, que así fuera. Era imparable y ya no tenía miedo.
Su padre estuvo verdaderamente consternado al ver su carta de renuncia, también Marlene, a quien se le humedecieron los ojos al saber que se iría. No se imaginaba la revista sin su dirección y su sarcasmo cada semana y su sello en cada mes.
—Serán tiempos difíciles —dijo Marlene cuando se dieron un abrazo de despedida.
—Lo harás bien —dijo Chris, poniendo sus manos en sus hombros, dejándole claro que ahora la responsabilidad era suya.
Pero en el mejor de los sentidos. No quería que sintiera peso, sino, el amor que él tenía por Craze. El mismo que su madre había tenido en el pasado.
—¿Lo haré? —preguntó Marlene, riendo.
Chris le sonrió y con cariño le besó la mejilla.
Después, miró a su padre y con firmeza dijo lo que pensaba.
Tal vez, en el pasado, habría temido decir lo que pensaba, porque sus opiniones nunca eran bien recibidas y porque su padre siempre lo trataba como si fuera un tonto.
—Mi padre, como yo, sabe que no hay nadie mejor calificado que tú, Marlene —la miró con una sonrisa, queriendo que sintiera su confianza—. Yo era un estorbo en tu camino.
—Dios mío, me halagas, pero tengo miedo —dijo ella con un suave tono de humor.
—¿Miedo? —Rossi bufó—. ¿Cuándo Wintour ha tenido miedo?
Incluso Connor rió.
—La competencia será feroz —le guiñó un ojo.
Sabía que Eclat sería brutal. El público estaba informado gracias a las redes sociales y sabían que Lily iría con Rossi y no dudarían en seguirlos a ellos. Tal vez las ventas se desplomarían y tendrían que innovar, reestructurar y convertirse en algo nuevo.
Y tenía miedo. Porque Lily era tan poco convencional que nunca sabía a qué atenerse cuando se trataba de ella, todo era una maldita sorpresa y a los lectores les fascinaban las sorpresas.
Les fascinaba lo que representaba Lily. Y en lo que había convertido a Christopher.
—Bueno… —Chris rió, sintiéndose halagado—. No nos veas como competencia…
Connor se rió.
—Intentaremos no hacerlo, pero sabes que nos gustan los números grandes —se acercó a él para estrecharlo en un abrazo—. Gracias por darnos libertad —dijo, dándole unos golpecitos en la espalda—. Nuestros lectores te lo agradecen… has recibido muchas respuestas desde prisión…
Chris rió feliz y miró la correspondencia que había recibido. Puso una mueca divertida al imaginar lo que los reos le habían escrito. July sostenía el saco repleto de cartas con una gran sonrisa.
Tras eso, se tomó la libertad de despedirse de todos aquellos que habían trabajado con él. No para él. Caminó por todas las oficinas y, aunque nunca se imaginó haciendo algo así, ofreció un estrechón de manos y un beso en la mejilla a todos aquellos que confiaron y creyeron en él, cuando ni siquiera él creía en sí mismo.
Cuando llegó a la última oficina, ella lo estaba esperando, con los ojos llenos de lágrimas y su escritorio totalmente empacado.
Ella también había escrito su carta de renuncia.
Iría con él.
—Puedes quedarte si eso quieres, sé cuánto amas tu trabajo y sé que tu y Marlene ahora son buenas amigas —dijo él con seriedad.
Ella rió y lloró a la vez.
—Yo lo amo a usted —respondió sollozando—, y yo voy a donde usted vaya…
—Oh, mi Lily —dijo él, limpiándose las lágrimas—. Nunca creí que sería tan difícil… —suspiró.
Ella sonrió y le ayudó a limpiarse algunas lágrimas.
—Cerrar ciclos siempre es difícil, pero es maravilloso —río ella, radiante—. Pero será fantástico, señor Rossi… pensaba que podemos empezar como Stephen King… publicando algo semanal, hasta fortalecernos y atrevernos a más…
Ella tenía muchas ideas. Rossi sabía que sería fantástico.
Con Lily siempre lo era, porque era su amuleto de buena suerte. Tal vez era su corazón. Nunca lo sabría. Tal vez tenía la fortuna de tenerla en su vida. Tal vez su madre la envió para retribuirle el amor que nunca le ofreció cuando era niño. Tal vez la envió como compensación por partir antes. Muchas veces pensaba en el amor infinito de Lily. Pensaba muchas cosas. A veces se preguntaba si merecía tanto amor y por qué ella estaba con él.
Ella cogió su caja con sus cosas y él le abrió la puerta de la oficina de forma caballerosa.
Después de eso, cogió su saco con las cartas enviadas desde prisión y le besó la mejilla a July, dándole las gracias por tanto. Le prometió que, en cuanto Eclat fuera algo serio, vendría a rescatarla para que trabajara con él.
Cuando se dispusieron a partir, los trabajadores salieron para despedirlo con un aplauso. Se emocionó, por supuesto, por su paso breve, pero muy apasionado por Craze. Con un nudo en la garganta, solo pudo decir:
—Gracias. Siempre los recordaré.
Le debía mucho a Craze y a Revues, porque allí no solo había entendido el significado completo de la vida, sino que también había conocido el verdadero amor, el significado de la familia, la amistad y los pilares para construir el castillo que ahora alzaba.
Cuando llegaron a la calle, Lily se montó en un taxi, pero Christopher se tomó unos instantes para admirar por última vez el edificio que lo había visto entrar como un niño y salir convertido en un hombre.
Inhaló profundo para aguantarse los sollozos. Ni siquiera él podia creérselo.
Exhaló con una sonrisa y permitió que las lágrimas tibias mojaran sus mejillas.
—Gracias, Craze. Por darme la oportunidad…
Y se montó en el taxi, con su mujer y sus cartas enviadas desde prisión.
Iba a leerlas, porque quería conocer a sus lectores.
La renuncia de Lily y Chris de Craze fue una sorpresa para todos, y más aún el hecho de que ya no formarían parte de la familia de Revues. Intentaron obtener declaraciones de Connor y Marlene, así como de otros trabajadores de Craze, pero todos guardaron silencio. Paris, por otro lado, estuvo muy consternada al saber que Marlene sería la nueva editora en jefe y no ella. Se sintió desvalorizada y no dudó en regresar a la isla cuanto antes para reunirse con su padre y exigir explicaciones.
Por otro lado, los medios especularon que Lily estaba embarazada o que la relación había llegado a su fin. Durante horas, discutieron diversas teorías, a las cuales la pareja no prestó atención, pues se dedicaron a buscar un lugar en el que comenzar a trabajar. Aunque Julián insistió en que podían trabajar en el penthouse, no querían llenar la habitación de Romina con cajas de revistas ni con nada relacionado.
Unos días después, Lily encontró en los anuncios del periódico una bodega en arriendo no muy lejos del penthouse. No dudó en ponerse en contacto con el número de teléfono que se indicaba en el anuncio y le pidió a su padre que la acompañara a reunirse con el encargado.
Estaba nerviosa, pero su padre le compró unos bagels rellenos de arándanos para tranquilizarla. Cuando el dueño de la bodega llegó, le mostró el lugar, le dio las indicaciones y, pese a que todo era muy simple, Lily supo que sería perfecto.
Tenía espacio suficiente para instalar seis mesas de trabajo, muros desnudos para planificar y desarrollar muchas ideas, y una ventana amplia que les ofrecía una bonita vista a uno de los mejores parques, donde su primer hámster descansaba en paz.
—La quiero —dijo, sin pensárselo dos veces.
Su padre la miró sonriente y, tras charlar unos minutos sobre los pagos y el resto de las condiciones, Lily usó el dinero que su hermana le había pagado mes a mes para comenzar y cerrar el trato.
Recibió una copia de las llaves, firmó el contrato y sintió una profunda alegría al saber que Eclat comenzaba a convertirse en una realidad.
Ahora solo debía darle la gran sorpresa a Chris.
Cuando llegó el día de Año Nuevo, Julián y Sasha se prepararon para salir a cenar y bailar. Mientras tanto, Roman y Marlene tendrían una cena privada y llevarían a la madre de ella para que no estuviera sola en una noche tan especial.
Romina invitó a James a pasar la noche con ella en la clínica. James también se aseguró de que Casilda, su empleada, y sus gemelos, tuvieran una buena noche en su departamento, con una cena completa.
Por otro lado, Chris se encargó de que su padre tuviera compañía para cenar, reuniéndose con algunos familiares de Italia, mientras que París pasaría la noche festejando con sus amigos.
Chris llevaría a Lily a cenar en altamar. Todo parecía perfecto, tan cuidadosamente planificado. Todos en pareja, disfrutando de la intimidad, de la conexión del amor y de la magia de esa noche especial. Lily se vistió elegantemente y Chris la admiró, totalmente enamorado. Chris condujo su Rolls-Royce para llevar a Lily hasta el puerto deportivo, donde su yate los esperaba.
Por la hora y la festividad, encontraron poco tráfico. Todo el mundo estaba en sus hogares, con sus familiares y seres amados. Ambos se sintieron un poco extraños. Era la primera vez que celebraban de una forma tan diferente.
Lily siempre lo celebraba en familia. Hacía la cuenta regresiva abrazada a su hermana. Y, por otro lado, Chris siempre lo celebraba borracho, en alguna fiesta y siempre hacía la cuenta regresiva en la cama de alguna chica, metido en un coño del que ni siquiera sabía el nombre.
Le dolió el corazón mientras conducía, porque las circunstancias eran tan opuestas que, cuando miró a la mujer que tenía al lado, quiso sostener su mano y besarla, agradecerle por estar con él. Por haberlo elegido a él y no a Joel.
Cuando bajaron del coche, él abrió la puerta para ella y sostuvo su mano caballerosamente. Caminaron juntos por el puerto iluminado con luces blancas y el mar que se sacudía frente a ellos de manera delicada. No dijeron mucho. Estaban nerviosos. Más él, quien había trabajado mucho para que esa noche fuera perfecta. La llevó hasta el yate, la ayudó a subir y le mostró lo que había preparado para ella.
—Dios mío… —susurró Lily, cautivada por cada detalle precioso—. Christopher, mi amor… ¿Tú preparaste todo esto? —preguntó, buscando su mirada.
—Tuve un poco de ayuda, pero… sí —reconoció él, sintiéndose bastante orgulloso.
Nunca había sido tan romántico. Ni siquiera sabia cómo funcionaba todo eso del románticismo y había aprendido mucho en el camino.
Lily rió emocionada. Estaba tan enamorada del amor y Chris la había sorprendido.
—Es perfecto —dijo, caminando entre los pétalos blancos y luces blancas que iluminaban el yate.
Estaban sobre su cabeza y alrededor de la mesa en la que cenarían. La champaña, las rosas, la comida, todo estaba allí, perfectamente calculado.
Con los ojos brillantes, ella buscó sus brazos, también sus labios, y no dudó en agradecerle con ternura y amor.
Chris le mostró sus habilidades para la navegación y la sorprendió cuando movió el yate de su zona de aparcamiento y navegaron sin dificultades.
—Esto de ser un niño rico tiene sus pros —dijo él, guiando la nave por el mar oscuro y situándola en una zona donde solo ellos brillaban con las luces blancas—. Bueno, también tiene sus contras…
Los dos rieron. Lily lo abrazó con fuerza. Cómo lo amaba.
Tras eso, cenaron en altamar. Fue romántico y único. Lily nunca creyó tener una cita así y pudo apostar que esa cita de Año Nuevo superó todas sus noches con su familia. No iba a compararlas, porque amaba a su familia, pero, Dios, Chris acababa de superarlas.
—¿Bailemos? —él la invitó a la pista de baile un poco antes de la medianoche.
Se mecieron bebiendo vino blanco, con pétalos de rosa a sus pies. Lily sintió que flotaba entre sus brazos firmes mientras hablaban sobre lo que vendría para ellos y Eclat. Chris le habló sobre la boda. Quería que empezaran a planearla cuanto antes.
—Sé que no planificamos nada antes porque no sabíamos nada sobre nuestro futuro, pero es sólido, Lily. Mi amor por ti lo es…
—Chris…. —sus ojos brillaban, como las estrellas sobre ese mar.
—Te amo, y quiero ser tu esposo.
Lily asintió. Ella también quería ser su esposa y la madre de sus hijos.
—Lo planearemos juntos —dijo ella, con las pestañas agitadas y las emociones en un torbellino agitado—. Nos casaremos cuanto antes…
Él sonrió.
—Es hora —dijo, mirando su elegante reloj de muñeca.
Lily pudo sentir el estómago apretado. Miró el reloj que él tenía en su muñeca. Vio el segundero avanzar. Lo vio avanzar más lento.
—Tres, dos, uno —susurraron los dos al unísono, sobre sus labios, meciéndose con la música romántica que escuchaban en altamar.
Los fuegos artificiales rojos y brillantes explotaron sobre sus cabezas, causando gran tensión en sus cuerpos.
—Feliz Año Nuevo, mi amor —dijo él y la tomó por la nuca para besarla profunda y apasionadamente en los labios.
—Feliz Año Nuevo, señor Rossi. —Sonrió ella y se colgó de su cuello para ofrecerle un gran abrazo.
Brindaron con champagne y admiraron abrazados el gran espectáculo de fuegos artificiales, comiendo ostras y trufas.
Rossi le enseñó a navegar y Lily lo intentó y le encantó. Fue una locura que vivieron los dos en altamar, a solas, en su mundo de enamorados.
En la madrugada, Lily le dijo que quería mostrarle algo. Él se quedó consternado, porque pensó que pasarían la noche allí.
—Es una sorpresa. —Ella le enseñó una llave.
Regresaron al puerto mientras todos estaban de fiesta y condujeron por las calles vacías casi a las tres de la mañana. Lily llevaba las fresas con chocolate y una botella de champagne para celebrar, aun cuando él no entendía los motivos.
Le siguió la corriente, porque, demonios, la amaba.
Ella lo llevó hasta la bodega que había alquilado días atrás y, pese a que no había terminado de arreglarla como ella quería y solo tenía algunos detalles, ya no podía seguir guardándole ese secreto.
—Espero que te guste.
Abrió la puerta y lo dejó entrar.
Encendió las luces blancas. Él entró con paso tímido.
Lo primero que vio fue un panel de corcho que tenía unas cuantas cartas que le habían enviado los reos de la prisión. Sus mayores fans.
Cuando Chris las vio, se carcajeó fuerte.
Sobre ese panel, un cartel de letras doradas que decía: “Eclat”
Por supuesto que entendió de qué se trataba.
Se abrió el saco con confianza y abrió su cartera. Llevaba algo muy importante guardado allí, algo que había aprendido de la mejor.
Lily lo miró con el ceño arrugado.
Él sacó un pedazo de revista y lo desenvolvió rápido.
—Nos falta algo —dijo él y tomó un alfiler para poner una página de una revista de una fotografía de Lily con su vestido negro y sus zapatillas—. Podría haber puesto tu fotografía de borracha, pero no quiero que me inspire a follar en horas laborales.
Lily se rio fuerte.
—Señor Rossi —le dijo ella, traviesa—. No estamos en horas laborales.
Y no dudó en abalanzarse encima de él para besarlo y follárselo sobre una de las mesas que había instalado.
Algunos días después, con los pensamientos más claros y las ideas mejor estructuradas, aunque no se podía negar que con los corazones aún agitados, James recibió los resultados de las pruebas de paternidad. Quizás, si todo no se hubiera detenido para despedir el año y dar la bienvenida a uno nuevo, los resultados habrían llegado antes. Sin embargo, llegaron justo a tiempo, en el momento en que la relación entre Christopher y su padre se estaba solidificando, tan fuerte e irrompible como un diamante.Lily y el abogado se reunieron en una cafetería cercana a las nuevas instalaciones de Eclat, donde compartieron un café y una charla amena sobre sus celebraciones de Año Nuevo. A Lily le alegró saber que su hermana había disfrutado de una cena romántica, acompañada por dos nuevos integrantes en su hogar: unos adorables gatos. Escuchar sus nombres la llenó de risa.En ese instante, supo con certeza que su relación con James era sólida, como un refugio en el cual Romina siempre podría halla
Las primeras semanas de enero fueron un verdadero caos.Craze, Éclat, y cada revista de moda vivían un frenesí tan abrumador que parecía imposible contener. Todo convergía hacia un solo destino: la esperada Semana de la Moda de Alta Costura Primavera-Verano, ese titán de la industria donde cualquier error podía ser fatal.Ningún detalle podía pasarse por alto. Ninguno.Christopher, con el peso del mundo sobre los hombros, intentó contactar desesperadamente a los organizadores, pero todas las líneas estaban muertas.Todos estaban de viaje, ocupados en mil direcciones, y aunque muchos prometieron devolverle la llamada, aquellas promesas se disolvieron en el aire.La tensión lo envolvía, pero Rossi sabía que el pánico era un lujo que no podía permitirse. Era la maldita Semana de la Moda, y todo, absolutamente todo, debía rozar la perfección.Tenía su invitación asegurada, claro, como editor de Éclat, cortesía de la Federación de la Alta Costura, pero las sombras acechaban en forma de un
Tras graduarse de la universidad y gracias a su padre, Lily consiguió un pequeño puesto como administradora en un restaurante de comida rápida, donde los pollos fritos cautivaban a todos los habitantes de su ciudad y, no obstante, la comida era algo que le motivaba en demasía, no quería ser administradora en un restaurante.Ella soñaba con ser editora.Ojalá de una revista que pudiera cambiar el mundo. Que pudiera motivar a otros, así como la comida la motivaba a ella.Duró apenas dos semanas como administradora y vendedora de pollos y, al siguiente lunes, se escabulló por su casa sin que nadie conociera sus verdaderos planes y viajó hasta la cuna de las revistas más importantes.Caminó por esas pintorescas calles con la boca abierta. Llevaba muchos años sin visitar ese lugar y, sin dudas, se sintió fuera de lugar. Como un bicho raro.Vestía terrible y, sin embargo, se había esforzado por llevar ropa formal, su estilo de anciana no encajaba con esas jovencitas elegantes que se pavonea
Lily viajó en bus de regreso a casa.Sabía que mientras más alargara el viaje, menos tendría que discutir con su padre y así también evitaría enfrentarse a sus hermanas, quienes siempre le daban el favor a su padre en todo.En el bus leyó los documentos que había firmado. Su nuevo contrato y un extenso manual de trabajo en el que se especificaba todo tipo de reglas que, según el criterio de Lily, eran descabelladas.La regla número seis prohibía usar pintalabios de color rojo, esmaltes rojos y/o accesorios del mismo color.La regla número once exigía que todos los empleados de Craze debían estar suscritos a la revista.La regla número trece prohibía comer cualquier tipo de carbohidrato en las dependencias de Craze, una de las revistas de moda que componía el gran conglomerado mediático de Revues.—¿Craze? —se preguntó Lily mientras viajaba en el bus de regreso a los suburbios—. ¿Craze? —se repitió confundida y se apresuró para buscar su contrato.Lo revisó lenta y cuidadosamente, leye
Al otro día, Lily se levantó temprano, se aseó como ya le era costumbre y, si bien, nunca se había enfrentado con su closet, en ese momento, cuando sabía que debía pisar los terrenos más pantanosos en los que había caminado nunca, dudó de todo lo que había en su armario.Dudó de cada prenda y se odió por no tener un estilo definido.Decidió que usaría lo de siempre. Formal y para nada insinuante. Falda negra bajo la rodilla, una blusa negra y una chaquetilla que disimulaba sus caderas más gruesas.O eso creía ella, porque, en el fondo, la chaqueta le quitaba la forma natural a su cuerpo curvilíneo.Llegó temprano a las dependencias de Revues, mucho antes de que llegara la mayor parte del personal. No quería que nadie la viera, así que pidió reunirse con la encargada de recursos humanos para entregarle su carta de renuncia.—Señorita López, ¿qué la trae por aquí? —preguntó la mujer que el día anterior la había contratado.Se oía jovial y despejada.Lucía espectacular con tacones altos
Lily estuvo segura de que ese era el momento perfecto para sentir arrepentimiento y salir corriendo por la puerta y no regresar jamás, pero ahí estaba, firmando y con sangre un pacto que, de seguro, cambiaría toda su vida.Ya no era la simple empleada de un restaurante de pollos fritos, que atendía junto a su padre por las tardes y que, se desenvolvía en un ambiente familiar y agradable. No, ahora era la asistente de un editor en jefe, de una célebre y respetada revista de moda, reconocida mundialmente por su innovación dentro del mundo de la moda.Ya no trabajaría con su alegre familia, sino, con muchachas que vivían de ayuno y agua.—Y que me dice —expuso el Señor Rossi en cuanto Lily se quedó desconcertada, de pie en la mitad de la oficina.—¿Yo? —investigó ella, liada—. ¿Qué quiere que le diga? —Estaba muy asustada.Rossi se carcajeó y se tomó con normalidad su actitud. Era común ver a las jovencitas actuar así antes de entrar al gran templo de la moda.—¿Lista para entrar en el t
Por supuesto que se alarmaron en cuanto vieron el aspecto de Lily. Descuidado, al parecer de muchos. Toda ella era un caso aparte de Craze y llegaron a pensar que se había equivocado de oficina.Con las luces blancas sobre ella, cada detalle se veía exagerado. Las puntas de su cabello parecían más abiertas, las cutículas de sus uñas más resecas y, ni hablar de los puntos negros que tenía en la nariz.La oficina del editor en jefe se encontraba al final del gran recorrido, con la mejor vista de todas y con cristales en lugar de muros.Detrás de un escritorio exagerado de dos metros y con el culo acomodado en una silla de dos millones de dólares, Christopher Rossi fingía que tenía todo bajo control.Su padre sabía que no era cierto y, por mucho que su heredero fingiera poder, estaba al borde de llevar su primera publicación al fracaso.El hombre dio dos golpecitos en su puerta de cristal para anunciar su llegada y entró en su elegante oficina con los brazos abiertos para estrecharlo en
Desde afuera de la oficina, Lily miró a Christopher con inquietud y notó lo angustiado que el joven hombre estaba.Como sabía que debía ajustar su estrategia para trabajar para y con él, dio pasos tímidos hacia su oficina, decidida a presentarse y comenzar con el pie derecho.—Buenos días, Señor Rossi, mi nombre es…—Cierra la puerta —ordenó Christopher sin dejarla terminar su presentación y, si bien, a Lily le resultó muy atrevido e irrespetuoso, asintió obediente y dio la media vuelta para hacer lo que él le pedía.Cuando Lily volteó para mirarlo, se lo encontró frente a frente y no pudo ocultar el espanto que le causó. Puso un grito en el cielo y luego se carcajeó, nerviosa por su cercanía.Estaba segura de que esa era la primera vez que un hombre tan elegante y guapo se le acercaba tanto.—Señor, yo…—¿Qué fue lo que mi padre te ofreció a cambio de ser mi asistente? —disparó Rossi y la miró desafiante.Lily se puso pálida y pasó saliva ruidosamente.—Nada, Señor —respondió ella y