Y, entonces, sucedió. Fue en una blanca y luminosa mañana. Las calles de Manhattan y de toda la isla se vieron empapeladas por ese nuevo número y los cambios que, no solo provenían en sus letras, sino también, desde los corazones de quienes las escribieron.
Ese especial navideño llegó a todos lados, incluso a los más inimaginables.
Connor recibió una copia. Su abogado se la compró en la esquina y vio a su cliente llorar por la emoción que sintió de leer las letras de su hijo.
Vicky también pudo leerla a primera hora. Trabajaba en la peluquería de la prisión y las policías llevaron una copia. A ella le ganó la curiosidad y hojeó la revista con desesperación, dándose cuenta de que todo era nuevo.
La madre de Marlene también compró una copia y le leyó la nota de su hija a su esposo, quien, como buen hombre, cumplió su promesa y resistió.
Esa mañana, Marlene llegó al hospital, con una caja de cafés y una caja de donas. Saludó a su madre cariñosamente y se quedaron abrazadas un largo rato, conciliando lo que sentían a través de ese abrazo.
—Ya se lo leí —dijo su madre cuando vio a su hija con una copia del número navideño de Craze.
Marlene asintió calmosa y con una sonrisa se acercó a su padre. Parecía profundamente dormido. Su piel estaba más arrugada que antes y los ojos más hundidos. Supo que era hora de despedirse. Hipó con desespero, porque sabía que era inevitable. Ya no podía seguir postergándolo. No podía seguir siendo la mujer egoísta que siempre había sido.
Con valentía se sentó en la camilla en la que su padre descansaba y con los ojos llenos de lágrimas le dijo:
—Papito, hice mi mejor esfuerzo. —Lloró y se secó las lágrimas para no arruinar su bonito maquillaje—. Lo perdoné, ¿sabes? Me acordé que me enseñaste que no debía vivir con rencor y lo dejé ir… —rio—. Sorpresivamente, recuperé mi apetito. —Le dio un gran mordisco a su dona—. Sé que de algún modo u otro estarás aquí, conmigo y eso me consuela. —Acarició sus manos arrugadas con melancolía—. Antes de que te vayas, quisiera leerte algo… Es importante para mí. —Rio emocionada—. Lo escribí para Craze, porque Lily, una amiga, me motivó hacerlo. —Se sorbió los mocos—. Me hubiera gustado que la conocieras, te habrías llevado muy bien con ella.
Inhaló profundo para armarse de valor y con la voz tiritona, le leyó el articulo especial que había escrito para navidad:
«La magia de la Navidad moda:
Desde antes de poseer consciencia, la moda siempre me resultó más mágica que la Navidad. Tal vez, nunca entendí la magia de la Navidad, y creí entender la magia de la moda, pero estaba equivocada.
Bueno, hasta ayer, descubrí que viví una vida totalmente errada, pero de eso les hablaré en otro capítulo, porque ahora quiero hablarles de la magia de la moda en la Navidad.
Siempre creí que usábamos la Navidad como pretexto para reunirnos en familia y ver a esos familiares molestos, pero la Navidad es más que eso. Es una época especial, y no se trata solo de vestirse bien, y llevar el mejor atuendo, sino de como la ropa puede transformarnos.
Lo descubrí el día en que vi el viejo vestido rojo de mi madre. En ese momento, entendí que la moda y la Navidad están intrínsecamente ligadas.
Mi madre no solo vestía un hermoso y elegante vestido rojo cada navidad, estaba vistiendo confianza. Y ahí estaba yo, viendo la moda desde un nuevo ángulo, no solo como una tendencia, sino como su mejor versión.
La moda navideña tiene una manera única de unirnos. Desde los suéteres feos de renos hasta los elegantes vestidos, cada prenda lleva consigo una historia y una emoción. Es una celebración de nuestra diversidad y de cómo cada uno de nosotros elige expresarse.
Y eso es lo que hace mágica a la Navidad, la combinación de nuestras historias individuales en una sinfonía de colores, texturas y emociones.
Para esta Navidad, he decidido que no se trata solo de seguir las últimas tendencias, sino de elegir piezas que me hagan sentir poderosa y auténtica. Que me hagan sentir yo.
Porque al final del día, la verdadera magia está en creer en nosotras mismas y en la capacidad de brillar con luz propia, sin importar el tipo de cuerpo, el color de piel o los estándares de belleza impuestos por la sociedad.
Al final del día, nada de eso importa.
La Navidad y la moda me han enseñado que la verdadera belleza está en el corazón, en la forma en que nos vemos a nosotras mismas y en cómo esa percepción puede cambiar el mundo que nos rodea.
Así que, mientras nos preparamos para las festividades, recordemos que lo más importante es llevar con orgullo lo que somos y dejar que esa confianza brille más que cualquier adorno navideño.
Firma: Cobra real».
Marlene se limpió las mejillas al terminar de leerlo.
—Sé que es un poco cliché, pero realmente es lo que siento ahora que entiendo quién soy —dijo y con dulzura acarició la mano de su padre.
Él le dio un suave apretón que ella pudo sentir. El último. Después de eso, se marchó.
Marlene se echó a llorar a su lado, con su madre acompañándola.
Él cumplió su promesa. Esperó a escuchar el primer artículo escrito por su hija.
En ese mismo hospital, un par de pasillos lejos de allí, mientras se recuperaba de la golpiza y el infarto, Connor leyó también la carta del editor que su hijo había escrito y terminó la última frase con los ojos llenos de lágrimas:
«Queridos lectores y asiduos de la moda,
Aunque he estado en un par de oportunidades (tal vez más de un par) en prisión, nunca pensé que escribiría una carta desde este lugar y espero que esta carta sirva de inspiración para todos los que temen abrirse y mostrar lo que son.
Desde el confinamiento de estas cuatro paredes, he reflexionado sobre el privilegio de la libertad. Tal vez, en el pasado, cuando no tenía metas, la libertad no me parecía tan atractiva, pero ahora, con metas claras y una familia a la que proteger, he llegado a comprender su verdadero valor.
Lo curioso de estar en prisión es que tienes mucho tiempo para pensar. Y vaya si he pensado. He pensado en cómo conseguir que los guardias me traigan un café decente. Spoiler: aún no lo he logrado.
He aprendido a valorar cada pequeño momento de libertad y a no dar por sentado a las personas que me rodean. Mi equipo ha sido un apoyo increíble y, aunque no puedo estar físicamente con ellos, sé que siguen trabajando arduamente para llevar la verdad y las historias importantes a todos ustedes.
Así que, queridos lectores y asiduos de la moda, les dejo esta reflexión desde mi celda: la vida puede dar giros inesperados, pero siempre hay una lección que aprender y una historia que contar. Y aunque ahora mis historias se escriben desde un lugar pequeño y encerrado, mi espíritu sigue siendo libre y mi pasión por el periodismo sigue intacta.
Quiero expresar mi admiración y gratitud a todos los que han sacrificado su libertad, a los que mes a mes, dejan su alma leyendo esta revista. Gracias por su valentía, dedicación y por mantener viva a Craze.
Con aprecio,
Christopher Rossi Editor en jefe».
En el pent-house de Christopher, y tras seis horas del lanzamiento, Sasha corrió con las noticias.
—En las tiendas de abajo está agotada —dijo, jadeando, refiriéndose al nuevo número.
Viajó todos esos pisos con ansiedad acumulada.
—¿Agotada? —preguntó Christopher con angustia.
—Ya es hora, amor —dijo Lily, alentándolo a encender la televisión y revisar las estadísticas de venta.
Digitales y físicas.
Con valentía, Chris asintió y encendió el televisor para enfrentarse a la verdad. La crítica.
La crítica podía destruirlos o reconstruirlos. Aunque no estaban seguros si querían ser reconstruidos.
Tal vez era hora de aceptar que ya no necesitaban a la crítica. La crítica los necesitaba a ellos para tener algo de lo que hablar y no aburrirse en sus tardes frías.
—Mierda. —Sasha habló entre dientes al ver que la crítica no era la mejor de todas.
Estaban hablando de que la revista se estaba tornando sosa, romántica, tierna, cliché… femenina y feminista.
Chris enarcó una ceja y con mala cara encendió la computadora para acceder a las cifras. Se quedó perplejo al ver las ventas. Esperó que, con esas críticas negativas y tóxicas, tener las ventas desplomadas por el piso, pero las encontró en las nubes.
No, más lejos que las nubes.
Por el sol.
—Mierda… —murmuró Lily al ver las ventas.
—Tanta m****a —dijo Julián, nervioso—. Ya díganme que está pasando… —exigió agarrándose el pecho con angustia.
Pero el teléfono de Christopher timbró y rompió el silencio angustioso en el que estaban inmersos.
Cuando Chris miró la pantalla de su teléfono, vio el nombre de su padre y se paralizó. Llevaba mucho tiempo sin recibir una llamada de su padre. Se puso tenso, porque la costumbre era recibir malas llamadas y noticias.
No quería que ese fuera el caso. Habían trabajado tanto.
—Padre…
—Felicidades, Christopher —dijo Connor, apenas él atendió su llamada—. He reído y he llorado con cada página de tu número especial navideño —felicitó emocionado—. Es perfecto… es… —rio—… muy navideño…
Chris se quedó perplejo por unos instantes.
—Gracias…
—No sé quiénes son tus nuevas escritoras, pero… —dijo Connor—. Los artículos son perfectos. Ya no son planos, como antes… —añadió emocionado, desconociendo que se trataba de Marlene—. Felicidades, hijo.
Chris contuvo la respiración y con un nudo en la garganta, después de años esperando escuchar aquello, y después de años esperando responder:
—Gracias, papá.
De fondo, Connor escuchó la celebración y quiso unírseles, pero después de su infarto debía continuar hospitalizado un par de semanas.
Pero lo que no sabía era que, la fiesta iría a él.
Chris cogió un par de champagne y con su equipo más cercano viajaron hasta el hospital para hacer ese primer brindis con su padre, uno de los fundadores más importantes de Craze.Connor estuvo sorprendido de verlos allí y no pudo negar que cambiaron todo su ánimo. Estaba triste, encerrado en ese cuarto pálido de hospital, con la enfermera como su única acompañante.—¡Por Craze! —celebraron todos y brindaron con emoción—. ¡Por Chris!Después de brindar y quitarse el confeti de encima, Chris y su padre intercambiaron algunas palabras mientras todo el equipo conversaba y bebía champagne, aprovechando que ya era la hora del almuerzo.Connor tuvo que serle sincero:—Me enorgullecen mucho tus cifras y éxitos, pero más tus letras. Han sido conmovedoras. Te lo dice un viejo tieso que ya ni siente. —Chris sonrió orgulloso y se rio por los dichos de su padre—. Ella habría estado orgullosa… —Se refirió a su madre. Chris lo miró con los ojos brillantes, con esa mirada de niño que aun prevalecía e
Tras graduarse de la universidad y gracias a su padre, Lily consiguió un pequeño puesto como administradora en un restaurante de comida rápida, donde los pollos fritos cautivaban a todos los habitantes de su ciudad y, no obstante, la comida era algo que le motivaba en demasía, no quería ser administradora en un restaurante.Ella soñaba con ser editora.Ojalá de una revista que pudiera cambiar el mundo. Que pudiera motivar a otros, así como la comida la motivaba a ella.Duró apenas dos semanas como administradora y vendedora de pollos y, al siguiente lunes, se escabulló por su casa sin que nadie conociera sus verdaderos planes y viajó hasta la cuna de las revistas más importantes.Caminó por esas pintorescas calles con la boca abierta. Llevaba muchos años sin visitar ese lugar y, sin dudas, se sintió fuera de lugar. Como un bicho raro.Vestía terrible y, sin embargo, se había esforzado por llevar ropa formal, su estilo de anciana no encajaba con esas jovencitas elegantes que se pavonea
Lily viajó en bus de regreso a casa.Sabía que mientras más alargara el viaje, menos tendría que discutir con su padre y así también evitaría enfrentarse a sus hermanas, quienes siempre le daban el favor a su padre en todo.En el bus leyó los documentos que había firmado. Su nuevo contrato y un extenso manual de trabajo en el que se especificaba todo tipo de reglas que, según el criterio de Lily, eran descabelladas.La regla número seis prohibía usar pintalabios de color rojo, esmaltes rojos y/o accesorios del mismo color.La regla número once exigía que todos los empleados de Craze debían estar suscritos a la revista.La regla número trece prohibía comer cualquier tipo de carbohidrato en las dependencias de Craze, una de las revistas de moda que componía el gran conglomerado mediático de Revues.—¿Craze? —se preguntó Lily mientras viajaba en el bus de regreso a los suburbios—. ¿Craze? —se repitió confundida y se apresuró para buscar su contrato.Lo revisó lenta y cuidadosamente, leye
Al otro día, Lily se levantó temprano, se aseó como ya le era costumbre y, si bien, nunca se había enfrentado con su closet, en ese momento, cuando sabía que debía pisar los terrenos más pantanosos en los que había caminado nunca, dudó de todo lo que había en su armario.Dudó de cada prenda y se odió por no tener un estilo definido.Decidió que usaría lo de siempre. Formal y para nada insinuante. Falda negra bajo la rodilla, una blusa negra y una chaquetilla que disimulaba sus caderas más gruesas.O eso creía ella, porque, en el fondo, la chaqueta le quitaba la forma natural a su cuerpo curvilíneo.Llegó temprano a las dependencias de Revues, mucho antes de que llegara la mayor parte del personal. No quería que nadie la viera, así que pidió reunirse con la encargada de recursos humanos para entregarle su carta de renuncia.—Señorita López, ¿qué la trae por aquí? —preguntó la mujer que el día anterior la había contratado.Se oía jovial y despejada.Lucía espectacular con tacones altos
Lily estuvo segura de que ese era el momento perfecto para sentir arrepentimiento y salir corriendo por la puerta y no regresar jamás, pero ahí estaba, firmando y con sangre un pacto que, de seguro, cambiaría toda su vida.Ya no era la simple empleada de un restaurante de pollos fritos, que atendía junto a su padre por las tardes y que, se desenvolvía en un ambiente familiar y agradable. No, ahora era la asistente de un editor en jefe, de una célebre y respetada revista de moda, reconocida mundialmente por su innovación dentro del mundo de la moda.Ya no trabajaría con su alegre familia, sino, con muchachas que vivían de ayuno y agua.—Y que me dice —expuso el Señor Rossi en cuanto Lily se quedó desconcertada, de pie en la mitad de la oficina.—¿Yo? —investigó ella, liada—. ¿Qué quiere que le diga? —Estaba muy asustada.Rossi se carcajeó y se tomó con normalidad su actitud. Era común ver a las jovencitas actuar así antes de entrar al gran templo de la moda.—¿Lista para entrar en el t
Por supuesto que se alarmaron en cuanto vieron el aspecto de Lily. Descuidado, al parecer de muchos. Toda ella era un caso aparte de Craze y llegaron a pensar que se había equivocado de oficina.Con las luces blancas sobre ella, cada detalle se veía exagerado. Las puntas de su cabello parecían más abiertas, las cutículas de sus uñas más resecas y, ni hablar de los puntos negros que tenía en la nariz.La oficina del editor en jefe se encontraba al final del gran recorrido, con la mejor vista de todas y con cristales en lugar de muros.Detrás de un escritorio exagerado de dos metros y con el culo acomodado en una silla de dos millones de dólares, Christopher Rossi fingía que tenía todo bajo control.Su padre sabía que no era cierto y, por mucho que su heredero fingiera poder, estaba al borde de llevar su primera publicación al fracaso.El hombre dio dos golpecitos en su puerta de cristal para anunciar su llegada y entró en su elegante oficina con los brazos abiertos para estrecharlo en
Desde afuera de la oficina, Lily miró a Christopher con inquietud y notó lo angustiado que el joven hombre estaba.Como sabía que debía ajustar su estrategia para trabajar para y con él, dio pasos tímidos hacia su oficina, decidida a presentarse y comenzar con el pie derecho.—Buenos días, Señor Rossi, mi nombre es…—Cierra la puerta —ordenó Christopher sin dejarla terminar su presentación y, si bien, a Lily le resultó muy atrevido e irrespetuoso, asintió obediente y dio la media vuelta para hacer lo que él le pedía.Cuando Lily volteó para mirarlo, se lo encontró frente a frente y no pudo ocultar el espanto que le causó. Puso un grito en el cielo y luego se carcajeó, nerviosa por su cercanía.Estaba segura de que esa era la primera vez que un hombre tan elegante y guapo se le acercaba tanto.—Señor, yo…—¿Qué fue lo que mi padre te ofreció a cambio de ser mi asistente? —disparó Rossi y la miró desafiante.Lily se puso pálida y pasó saliva ruidosamente.—Nada, Señor —respondió ella y
Tomó el elevador y presionó la tecla del piso uno con angustia. Un par de pisos más abajo, el elevador se detuvo y una simpática colorina se montó a su lado. Con ella llevaba un perchero de organización repleto de prendas metalizadas y muy extravagantes.—Balenciaga va a lanzar su nueva línea con nosotros —cuchicheó la colorina y cogió una prenda, casi diminuta y se la puso sobre el pecho—. Espero perder algunos kilos para poder quedarme con esta. ¿Qué te parece? —preguntó.Lily apenas abrió la boca para responder. Le resultaba horripilante, pero quien era ella para opinar de moda, si seguía usando los mismos zapatos de hacía años.—Linda —respondió Lily con un susurro.—¿Eres nueva? —preguntó la colorina de sonrisa alegre y se probó un sombrero igual de extravagante que la blusa anterior.—Sí, es mi primer día —susurró Lily con desconfianza.De reojo miró a la pelirroja y, cuando notó que era más como ella que el resto de las flacuchas del lugar, supo que había encontrado un tesoro.