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A Julián le tomó unos instantes procesarlo. Volvió a mirar al hombre frente a él con agudeza y luego vio las flores que aun sostenía en su mano. No iba a negar que eran hermosas y que era un gesto noble llevarle flores a una dama.

Suspiró cuando entendió que no iba a poder proteger a Romina para siempre, además, ella merecía ser feliz, justo como Lily lo era.

Tenía miedo, por supuesto. La había soltado una vez para pudiera volar libre, pero se la habían herido y aun no terminaba de curarle las alas. 

Con los ojos brillantes se plantó frente a él y le habló de hombre a hombre:

—Mi Romina ha sufrido mucho y yo no la traje al mundo para que sufriera. —James se quedó paralizado al escucharlo. El dolor de padre no se igualaba a ninguno que hubiese escuchado antes en sus años de carrera—. Quiero verla feliz, y si usted... —Julián bajó la mirada para pensar bien en sus palabras. No podía decirle: si usted “cree” que puede hacerla feliz, porque no quería desfavorecerlo, así que le dijo—: Si usted puede hacerla feliz, hágalo. Ninguna fuerza le va a impedir llegar a su corazón.

James se quedó conmovido con las palabras de Julián y con firmeza le dijo:

—No prometo ganarme su corazón, porque no sé si soy lo que ella quiere, pero prometo cuidarla.                                      

Julián le sonrió y le regaló un asentimiento respetuoso.

Para aliviar las tensiones, Chris le sirvió un poco de licor a su suegro y se sentaron los tres a conversar.                                 

Sería una comida familiar muy interesante.                                                                                   

Por otro lado, Lily llamó a la puerta del cuarto que compartía con Romy antes de entrar.

El cuarto estaba vacío, así que supo que Romina estaba escondida en la armario.

Entró gateando, con los calcetines navideños feos y la encontró en una esquina, jugando con una pequeña figura decorativa navideña.

—¿Ya se fue? —Romy preguntó sin poder mirarla a la cara.

Estaba avergonzada.

Lily fue directa:

—Se quedará a comer y de seguro a cenar porque Chris querrá que se quede...

Romina conocía la respuesta, aun así, quiso preguntar, porque quería que fuera real.

Sí, tenía miedo de que un hombre la cortejara, pero a la vez lo deseaba. Necesitaba sentirse mujer, deseada, bonita...

—¿Te asustaste? —preguntó Lily.

Necesitaba saber qué sucedía en la cabeza de su hermana.

Romy le sonrió melancólica y se agarró la cabeza con las dos manos para dejar en claro que estaba terriblemente avergonzada.

—Qué vergüenza... —Se lamentó compungida.

Lily se arrastró un poco más hacia donde ella estaba y divertida le dijo:

—No creas. —Juntó sus pies con los de ella—. Una vez le mamé la polla a Chris en un restaurante y nos descubrieron... —confesó para hacerla sentir mejor.

Romy no ocultó su sorpresa y, tras eso, se largó a reír por las locuras sexuales de su hermana.

Las risas cesaron y se quedaron en silencio un rato. Lily tenía miles de cosas que preguntarle, pero quería que ella le hablara.

Romy tenía inseguridades y las dejó entrever en ese momento:

—Es demasiado apuesto para mí... —Le miró con congoja.

Lily se rio.

—Si no te diste cuenta... él es el interesado... —Le recordó lo que ya era obvio. Romy le miró con espanto—. Sé lo que sientes, pero no dejes que tus miedos te hagan creer cosas que no son...

—Lily, yo no soy como tú —refutó Romina.

Lily la miró dulce.

—Lo sé. —Se acercó un poco más—. Tú eres mejor que yo...

—Lily... —Romina lloró.

Lilibeth se abrazó de su cuerpo con habilidad y llorando las dos hablaron:

—Eres mejor en todos los sentidos. Estabas dispuesta a ser madre soltera, aun cuando él queria que abortaras... —Recordó el viejo amor de Romina—. Y te abandonó, te engañó, se robó el dinero que papá te dio para el bebé y cargaste con la pérdida de tu hijo por meses, ¡tú sola! Yo jamás habría podido hacer algo tan valiente. —Romy siguió llorando—. Fuiste el pilar de papá y mío... cuando todo se caía a pedazos... Sostuviste nuestra familia, nuestra casa... —Lily la miró a los ojos y con dulzura le secó las mejillas—. Así que deja la humildad y no te creas poca cosa, porque no lo eres... —Respiró—. ¡Y estoy tan jodidamente orgullosa de ti que quiero gritar! —chilló—. ¡Ahhhh, estoy orgullosa de ti! —chilló otra vez.

Romy se rio fuerte y gritó con ella. Patalearon, mientras gritaron y se rieron felices.

Desde la sala, los tres hombres que conversaban voltearon para mirar y entender de dónde provenían esos gritos histéricos.

Chris y su suegro se miraron cómplices y se rieron al entender que se trataba de las locas hermanas.

James se tensó y miró a sus anfitriones con preocupación.

—No se están matando entre ellas, si eso crees... —dijo Chris y se levantó para servirle más alcohol—. Lo necesitarás...

Julián se rio fuerte y, antes de regresar con Sasha a la cocina, le palmeó la espalda a James para darle la bienvenida, aun cuando no sabían si Romy caería en su persuasión.

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