Estaba corriendo entre dos extremos que no pensó conocer en tan pocos segundos. Tensa, pero con las rodillas tembladoras. Agitada, pero no había corrido nada. Acalorada, pero estaban en invierno.
—Le traje flores, y le seré sincero... —Los dos se miraron con agudeza. Romy supo lo que era: un golpe de adrenalina—. No sabía cómo acercarme a usted. Tal vez en mi afán por verla, actué de forma impetuosa o...
—No, fue perfecto —refutó ella y James apretó el ceño cuando escuchó aquello—. Ahora entiendo... —Le miró coqueta—. Ahora entiendo porque salió corriendo esta mañana.
James sonrió.
—Son para usted. —Le ofreció las flores—. Prometo que en nuestra primera cita, si es que usted acepta salir conmigo, después de esta cena, bueno, si me deja comer con usted, bueno, comer y cenar... —Sacudió la cabeza—. Rossi dice que puedo quedarme, pero... su padre no parecía muy convencido... le traeré... le llevaré... —Se le enredó la lengua—. M****a... —Suspiró ahogado.
Romy se mordió el labio inferior con poca discreción. Pudo verlo reducirse a nada y le encantó. Un hombre imponente, con esa barbilla perfecta y esos hombros anchos que la tenían mareada, balbuceando incoherencias.
Se sintió poderosa, porque, en el fondo, supo que ella era la causante de ese corto circuito.
Con dulzura tomó su mano y recibió las flores.
El roce de su mano tibia lo desestabilizó aún más. No pudo aguantarse y envolvió su mano en su muñeca de forma posesiva.
Romina se quedó quieta bajo su agarre varonil, conforme esas nuevas sensaciones se presentaron ante ella.
—Voy a entender si no me acepta una cita —dijo él, asumiendo su derrota.
Romy sonrió y fijó sus ojos marrones en él.
Dubois se quedó profundamente perdido en su boca. Poseía unos labios perfectos y sugerentes; un mentón pequeño que lo llevó a la tentación de un primer roce.
Con los dedos le acomodó las hebras onduladas marrones detrás de la oreja y con poca discreción deslizó su dedo corazón por el canto de su barbilla, hasta que llegó a su mentón.
Romy cerró los ojos al sentirlo tan próximo y, aunque podría haberse quedado allí, a gusto y segura, la puerta de la cocina se abrió y su padre fue el que apareció para acompañarlos.
Por supuesto que no se sentía cómodo con ese hombre extraño rondando a su hija. Sí, había cedido, pero sus intenciones aun no terminaban de convencerlo.
Él necesitaba pruebas.
Se soltaron las manos rápido e intentaron disimular las vehementes sensaciones en las que estaban enfrascados.
Romy se aferró de sus rosas julieta y James miró al frente, donde el padre de la muchacha se hallaba.
—Christopher me dijo que se quedará a comer. —Julián fue directo.
Otra vez.
James tragó duro. Sabía que ganarse el corazón de Romina sería difícil, empezando por su padre.
—Papá... —Romy quiso intervenir.
Quiso hacerlo porque, con Marcus, ella siempre había intervenido. Marcus jamás había dado la cara, ni siquiera para defender su relación o su embarazo repentino.
Romy creía que los hombres eran así y se quedó perpleja mirando a James cuando él habló y fue claro:
—Me encantaría acompañarlos, pero necesito saber si la señorita López me acepta.
Romina estaba boquiabierta.
—Romina... —Lily la llamó para que reaccionara.
Estaba entumecida.
—¿Yo? —Romy se tocó el pecho, bastante liada.
James le sonrió dulce. Ella negó sin saber qué decir.
—No voy a quedarme si mi presencia le incomoda. —Estaba dispuesto a marcharse si ella se lo pedía. Estaba dispuesto a arriesgarse—. No sienta remordimiento si quiere rechazarme.
Romy se rio y pensó que eso era lo más descabellado que había escuchado nunca.
Todos la miraron con grandes ojos. Todo dependía de ella.
Rossi y Lily se miraron tensos, porque querían que Romy disfrutara de sus vacaciones.
—¿Remordimiento? —preguntó Romy, riéndose—. Remordimiento sentiré si se va —rio feliz.
Julián enarcó una ceja cuando la escuchó reír. Mucho tiempo había pasado desde la última vez que la había escuchado reír así.
—Entonces se queda. —Julián miró a James con agudeza, queriendo parecer una m*****a muralla china: un sistema de defensa impenetrable.
—Sí. Me quedo. —James fue determinante.
Julián sonrió satisfecho.
Eso era todo lo que quería: un hombre que luchara por su niña.
No se pudo negar que la tensión perduró un largo rato.Si bien, todos se reunieron en la sala a charlar y a compartir con soltura y confianza, a James le costó un poco adaptarse a esa calidez familiar.No la acostumbraba y, si alguna vez la había gozado, ya la había olvidado. Tal vez, tantos inviernos en encierro, lo habían congelado; tal vez, tantos años sin amar le habían hecho desconocer ese sentimiento tan regocijante.Ver a las hermanas López con su padre removió escombros que pensaba enterrados y, aunque trató de mantenerse ajenos a ellos, supo entonces cuánto extrañaba amar y ser amado.—Papito, te trajimos un obsequio especial... —dijo Romy cuando su padre regresó de la cocina junto a Sasha.Habían servido chocolate caliente y galletas para su invitado especial y también para Rossi, quien adoraba disfrutar del chocolate caliente junto a la chimenea, con sus calcetines de polígonos y cintas navideñas.Julián sonrió emocionado y rodeó el sofá alargado para acercarse a ella con l
Se rieron maliciosas antes de lanzarlo al fuego. Lo hicieron juntas, quitándole la carga a su padre.Todos se quedaron boquiabiertos cuando la lana ardió frente a sus ojos y se rieron emocionados cuando terminaron de quemar el pasado.Literal.Fue entonces cuando James supo que se había equivocado.Se levantó con sobresalto, con la cara pálida y con un nudo en la garganta por el terrible error que había cometido; sin dudarlo mucho les dijo:—Si me disculpan...Y avergonzado volvió a salir por la puerta que conducía a las escaleras de emergencia.—Señor Dubois... —Lo llamó liada.—¡Dubois! —gritó Chris, tan perplejo como el resto de su familia.Romy se quedó paralizada al verlo partir tan inesperadamente. Le dolió, por supuesto y también se cuestionó, pero no dejó que nada de eso le afectara.No iba a cargar con ningún sentimiento de culpa. Nunca más.Lily miró a Christopher de forma desconfiada y el pobre de Rossi no puso qué decir para compensar lo que acababa de ocurrir. Todo pasó t
Romy alzó las cejas al entender lo que el hombre trataba de decirle y se ruborizó también.Tuvo que bajar la mirada unos instantes, porque no podía con tanto.—No es mi intención faltarle el respeto... —James no quería que las cosas empeoraran.Romy le sonrió traviesa y miró a su hermana antes de responderle lo que verdaderamente pensaba.Lily y Chris voltearon sobresaltados al verse descubiertos y disimularon mirando las decoraciones del árbol navideño.Con un susurro ella le dijo:—Hay lugares y momentos en los que sí me gusta que me falten el respeto, señor Dubois.El hombre se quedó perplejo.Tuvo que suspirar para asimilar lo que acababa de escuchar y, aunque pensó que tendría tiempo de responder algo tan inteligente como lo que Romina acababa de revelarle, Julián se hizo presente y tuvieron que aplacar el ardor en el que empezaban a arder.—El pavo está listo —dijo Julián, con cierto fastidio en la voz—. ¿Va a acompañarnos, señor Dubois? —preguntó mirándolo con una ceja enarcada
Tras la comida, el señor López le pidió a Dubois que le ayudara con los platillos sucios.—A la cocina —ordenó Julián con poca flexibilidad.Dubois enarcó una ceja. Él sabía bien que Sasha era la empleada de Rossi, él mismo había redactado su contrato de trabajo y otros asuntos legales, por lo que le costó entender porque ella no hacía su maldito trabajo.James la miró fijamente, queriendo que ella interfiriera y lo salvara en ese momento tan tenso con alguna frase inteligente, pero de fondo vio la cara de Christopher y supo que debía hacer lo que le pedían.Rossi estaba pálido y con disimulo movía la cabeza en negativa. Solo eso le hizo entender que, Sasha no lo salvaría.<
En la cocina, James y Julián organizaron los platillos en el fregadero y los prepararon para llevarlos al lavavajillas.Los primeros minutos solo hablaron de cómo limpiar los restos de comida y de cómo separar los cubiertos y las copas para que todo se pudiera limpiar perfectamente.James siguió las ordenes de Julián al pie de la letra, aunque muy nervioso. No quería cometer ni un solo error y cuidó de no dejar en evidencia que no tenía habilidades para algo tan fácil.—Relájese —dijo Julián cuando cerraron la puerta del lavavajillas—. No voy a castigarlo, si eso cree...—No, yo... —James no supo qué decir.Era difícil.
La joven no supo cómo manejar la situación, porque, claro, no entendía esa nueva amistad que acababa de surgir entre su padre y su supuesto pretendiente.Hasta hacía una comida atrás, su padre le lanzaba miradas como cuchillos y, después de lavar los platos juntos, se lanzaban miradas cómplices que la hacían poner en duda lo que había sucedido detrás de esa puerta.—¿Y tu hermana? —preguntó Julián, terminando de retocar el orden de la cocina, su lugar favorito en toda la casa—. No me digas que ya te dejó sola...Con las mejillas rojas y aún desconcertada por los hechos, Romina miró a su padre y luego a Dubois y no dudó en decir la verdad:—Follando. Por supuesto. &mdas
Pudo sentir el ardor en las mejillas y las cosquillas en la espalda baja. Tal vez sintió otras cosas un poco más abajo, pero prefirió ignorarlas, porque no quería verse tan desesperada.—No soy un experto en la cocina.... —musitó James y miró a padre e hija por igual.—Si no me dice, no me doy cuenta —bromeó Julián.Dubois sonrió.—Pero puedo intentarlo —añadió James y volvió a fijar sus ojos en Romina.A Julián le encantó escuchar algo así. Eso era todo lo que pedía. Que alguien quisiera intentarlo con su hermosa hija.—Ya saben lo que dicen... La intención es lo que cuenta &md
Cuando Lily entró por la puerta del cuarto de su hermana, la encontró hiperventilando y caminando en círculos alrededor de su cama.Lily comprendió que su hermana estaba asustada. Después de más de un año, un hombre se interesaba en ella. Y no era cualquier hombre. Era un hombre decente, respetable y con una carrera.—Vale, vamos a calmarnos. —Lily intentó ser la hermana sensata.Romy paró de caminar como loca y se agarró las sienes para empezar a respirar profundo, una y otra vez.—¿Y si pasamos tiempo juntos y ya no le gusto? —preguntó lo primero que se le cruzó por sus tortuosos pensamientos—. ¿Y si se da cuenta de que soy aburrida, sosa, y que como mucho? —Estaba en pánico—. A los hombres no le gustan las mujeres que comen mucho y no puedo disimular o me pongo de mal humor. —Se puso más nerviosa—. Es un defecto de fábrica.Lily bufó, aunque aguantándose una carcajada. De eso ella bien sabía. No podía tener buen humor si no empezaba el día con pan y café.—Tú no eres aburrida y no