Romy alzó las cejas al entender lo que el hombre trataba de decirle y se ruborizó también.
Tuvo que bajar la mirada unos instantes, porque no podía con tanto.
—No es mi intención faltarle el respeto... —James no quería que las cosas empeoraran.
Romy le sonrió traviesa y miró a su hermana antes de responderle lo que verdaderamente pensaba.
Lily y Chris voltearon sobresaltados al verse descubiertos y disimularon mirando las decoraciones del árbol navideño.
Con un susurro ella le dijo:
—Hay lugares y momentos en los que sí me gusta que me falten el respeto, señor Dubois.
El hombre se quedó perplejo.
Tuvo que suspirar para asimilar lo que acababa de escuchar y, aunque pensó que tendría tiempo de responder algo tan inteligente como lo que Romina acababa de revelarle, Julián se hizo presente y tuvieron que aplacar el ardor en el que empezaban a arder.
—El pavo está listo —dijo Julián, con cierto fastidio en la voz—. ¿Va a acompañarnos, señor Dubois? —preguntó mirándolo con una ceja enarcada—. ¿Ya se decidió? Por fin...
James se rio y asintió.
De fondo, Chris se carcajeó fuerte al apreciar los roces de su suegro con su invitado. Nadie lo disfrutaba más que él.
—Voy a quedarme. —James miró a Romina con una sonrisa.
Julián suspiró rendido y preparó un lugar en la mesa para él.
Frente a su hija, porque no quería que estuvieran tan cerca. Necesitaba tenerlos a los dos donde sus ojos pudieran verlos.
Cuando se reunieron todos a comer, el único que desteñía con la decoración era James. Su ropa negra era un gran contraste a todo el salón lleno de color.
—¿No tenías algo más colorido en tu armario para vestir? —preguntó Rossi, desde la cabecera de la mesa, con una copa de vino blanco en la mano—. Algo más... navideño. —Miró su ropa negra con una ceja enarcada.
James se mostró confundido.
—Toda mi ropa es negra —respondió.
—Alguien no superó la etapa emo —bromeó Romy.
Todos se carcajearon.
James no pudo negar que, su respuesta fue perfecta. Se rio también de sí mismo, de su mundo cuadrado y negro y se ruborizó al entender que, tal vez, ya era hora de ponerle un poco de color a su vida.
Las risas alivianaron la tensión. Hicieron que las cosas fluyeran con mayor desenvoltura.
—Vamos, yo tengo algo... —Chris se levantó de la mesa y se llevó a su invitado a su cuarto, a buscar un chaleco navideño con imágenes ridículas de renos para que fuera al compás de su día familiar.
Abrió el armario y rebuscó un par de segundos antes de ofrecerle un horrible chaleco rojo con un estampado que James miró con mueca grotesca.
Quiso negarse, pero no le quedó de otra que aceptarlo.
—¿Qué fue todo eso? —Rossi lo encaró—. Si vuelves a irte así... Dios, apiádate de mí... Lily va a matarme. —Se agarró la cabeza con las dos manos.
James se rio y se quitó el saco negro que vestía para cubrirse con el chaleco de navidad.
—No fue mi intención, es solo que... —James no supo cómo defenderse.
—Eres abogado, por el amor de Dios, no un maldito cavernícola... usa tus malditas habilidad para comunicarte —exigió Rossi—. Se supone que eres inteligente.
James volvió a sonreír.
—No puedo. —Los dos se miraron con seriedad—. Esa mujer anula mis habilidades.
Christopher sonrió y se acercó para ofrecerle un par de palmadas en el hombro a modo de consuelo.
—Sí, sé lo que se siente —confesó Chris rendido y se dieron un abrazo sin saber por qué. Un poco de empatía masculina—. Con el tiempo te acostumbrarás. —Le sonrió. James se quedó embobado—. Mírame a mí. —Rossi se puso de ejemplo.
A James le resultó gracioso, pero cuando sintió el peso de lo que Rossi le decía, se quedó helado y tuvo que aceptar que, estaba dispuesto a perder todas sus habilidades con tal de ganarse a Romina.
Tras la comida, el señor López le pidió a Dubois que le ayudara con los platillos sucios.—A la cocina —ordenó Julián con poca flexibilidad.Dubois enarcó una ceja. Él sabía bien que Sasha era la empleada de Rossi, él mismo había redactado su contrato de trabajo y otros asuntos legales, por lo que le costó entender porque ella no hacía su maldito trabajo.James la miró fijamente, queriendo que ella interfiriera y lo salvara en ese momento tan tenso con alguna frase inteligente, pero de fondo vio la cara de Christopher y supo que debía hacer lo que le pedían.Rossi estaba pálido y con disimulo movía la cabeza en negativa. Solo eso le hizo entender que, Sasha no lo salvaría.<
En la cocina, James y Julián organizaron los platillos en el fregadero y los prepararon para llevarlos al lavavajillas.Los primeros minutos solo hablaron de cómo limpiar los restos de comida y de cómo separar los cubiertos y las copas para que todo se pudiera limpiar perfectamente.James siguió las ordenes de Julián al pie de la letra, aunque muy nervioso. No quería cometer ni un solo error y cuidó de no dejar en evidencia que no tenía habilidades para algo tan fácil.—Relájese —dijo Julián cuando cerraron la puerta del lavavajillas—. No voy a castigarlo, si eso cree...—No, yo... —James no supo qué decir.Era difícil.
La joven no supo cómo manejar la situación, porque, claro, no entendía esa nueva amistad que acababa de surgir entre su padre y su supuesto pretendiente.Hasta hacía una comida atrás, su padre le lanzaba miradas como cuchillos y, después de lavar los platos juntos, se lanzaban miradas cómplices que la hacían poner en duda lo que había sucedido detrás de esa puerta.—¿Y tu hermana? —preguntó Julián, terminando de retocar el orden de la cocina, su lugar favorito en toda la casa—. No me digas que ya te dejó sola...Con las mejillas rojas y aún desconcertada por los hechos, Romina miró a su padre y luego a Dubois y no dudó en decir la verdad:—Follando. Por supuesto. &mdas
Pudo sentir el ardor en las mejillas y las cosquillas en la espalda baja. Tal vez sintió otras cosas un poco más abajo, pero prefirió ignorarlas, porque no quería verse tan desesperada.—No soy un experto en la cocina.... —musitó James y miró a padre e hija por igual.—Si no me dice, no me doy cuenta —bromeó Julián.Dubois sonrió.—Pero puedo intentarlo —añadió James y volvió a fijar sus ojos en Romina.A Julián le encantó escuchar algo así. Eso era todo lo que pedía. Que alguien quisiera intentarlo con su hermosa hija.—Ya saben lo que dicen... La intención es lo que cuenta &md
Cuando Lily entró por la puerta del cuarto de su hermana, la encontró hiperventilando y caminando en círculos alrededor de su cama.Lily comprendió que su hermana estaba asustada. Después de más de un año, un hombre se interesaba en ella. Y no era cualquier hombre. Era un hombre decente, respetable y con una carrera.—Vale, vamos a calmarnos. —Lily intentó ser la hermana sensata.Romy paró de caminar como loca y se agarró las sienes para empezar a respirar profundo, una y otra vez.—¿Y si pasamos tiempo juntos y ya no le gusto? —preguntó lo primero que se le cruzó por sus tortuosos pensamientos—. ¿Y si se da cuenta de que soy aburrida, sosa, y que como mucho? —Estaba en pánico—. A los hombres no le gustan las mujeres que comen mucho y no puedo disimular o me pongo de mal humor. —Se puso más nerviosa—. Es un defecto de fábrica.Lily bufó, aunque aguantándose una carcajada. De eso ella bien sabía. No podía tener buen humor si no empezaba el día con pan y café.—Tú no eres aburrida y no
James estaba esperándola, por supuesto, más impaciente que nunca.Sonriente la recibió y, tras despedirse de Rossi y Lily, se marcharon usando el elevador.Al principio fueron en silencio y, aunque quisieron decirse muchas cosas, no encontraron la confianza ni el momento para hacerlo.Él fue cortés desde el primer segundo y le sostuvo la puerta del elevador al subir. El encierro en el elevador fue una tortura, pero los dos trataron de manejar sus emociones de la mejor forma.Por un lado, él no quería verse como un maldito obsesivo y, por otro, ella no quería parecer tan desesperada.Romy le echó miradas poco discretas a través del cristal que recubría el elevador, y él pudo sentir sus ojos oscurecidos sobre él en todo momento; y no pudo negar que le encantó.Ninguno tuvo valor para romper la tensión que sentían. Tampoco pudieron negar que les gustaba sentirla. Los mantenía temblorosos y con el corazón latiéndoles fuerte dentro del pecho.Era la adrenalina que los tenía a mil por hora
De seguro era su castigo por haber sido tan cruel.—¿Qué le hace tanta gracia? —preguntó ella cuando él no supo qué responderle.—Yo —confesó él y la miró con agudeza—. Me rio de mí mismo.Romy enarcó una ceja. No iba a negar que le enloqueció su decisión masculina y su valentía para asumir que podía reírse de sí mismo sin sentir pizca de pena.—Explíquese —exigió y retomó el camino.Él la vio caminar frente a él y dio grandes pasos para alcanzarla. Se plantó a su lado con una sonrisa y le gustó esa sensación que se le metió bajo la piel cuando descubrió que ella lo estaba esperando.Se miraron y conectaron. Fue espontáneo.—Por semanas luché con esto y míreme, perdí... Nunca había perdido. —La miró por largo rato. Ella negó liada—. Siempre creía que lo que sentía por usted era lástima, pero ahora sé que fue una lucha en vano, porque estoy aquí, con usted...—¿Disculpe? —preguntó ella, ofendida.—Usted sabe lo que dicen de mí y no es falso, soy un maldito sin corazón, incapaz de antep
Romina no pudo recuperarse después de las palabras de James. Solo podía pensar en eso. En que “ella sería suya” y más en lo que vino después: “que él ya era completamente suyo”. ¿Qué demonios significaba? Ella no se sentía apta para traducir algo tan significativo porque solo pensaba en una cosa.Una cosa que la hacía sentir ardorosa y temblorosa.Durante todo el recorrido, solo pudo pensar en su boca, los roces que le dedicaba por encima de la ropa, ropa que ya le estorbaba, y su voz masculina detrás de su oreja llenándola de escalofríos y humedad.Si no hubiera estado en inverno, se habría desnudado, solo para poder sentir su tacto sobre su piel tostada.Le urgía.Conforme el recorrido avanzaba, Romy buscó plantarse de espaldas frente a él, porque la volvía loca cuando él le susurraba en la oreja para ofrecerle su opinión sobre algo o simplemente decirle: sigamos caminando.Su mano ciñéndose en su cintura era otra cosa de la que no se sentía lista para hablar.En la mitad del recorr