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Tras la comida, el señor López le pidió a Dubois que le ayudara con los platillos sucios.

—A la cocina —ordenó Julián con poca flexibilidad.

Dubois enarcó una ceja. Él sabía bien que Sasha era la empleada de Rossi, él mismo había redactado su contrato de trabajo y otros asuntos legales, por lo que le costó entender porque ella no hacía su maldito trabajo.

James la miró fijamente, queriendo que ella interfiriera y lo salvara en ese momento tan tenso con alguna frase inteligente, pero de fondo vio la cara de Christopher y supo que debía hacer lo que le pedían.

Rossi estaba pálido y con disimulo movía la cabeza en negativa. Solo eso le hizo entender que, Sasha no lo salvaría.

Se levantó rápido de la mesa y con cortesía asintió, dispuesto a seguir el juego del padre de Romina.

Nunca había cogido un platillo para nada. Se puso tan nervioso que pensó que otra crisis lo ahogaría allí, frente a todos y, peor aún, frente a Romina.

No podía dejar que una mujer como ella, segura, decidida y jodidamente hermosa, viera que era un hombre débil, con temores y problemas.

¿Quién lo querría defectuoso? Se preguntó cruel, conforme su mano tembló al sostener una copa entre sus dedos.

—¿Todo en orden? —Julián se acercó preocupado.

Podía apreciar que algo estaba ocurriendo. Iba más allá de su falta de humildad, algo emocional que Julián pudo leer con facilidad, porque, ya tenía experiencia con eso.

De fondo, Romina le miraba con horror.

No entendía del todo porque su padre estaba actuando con tanta malevolencia.

A su lado, Lily le confirmó lo que empezaba a sospechar:

—Tiene miedo de que la fábrica de pretendientes te traiga otro cavernícola inútil.

—Con el último que mandaron, hasta ofendes a los cavernícolas —respondió Romy y tuvo que soltar un suspiro cuando vio a James cargando platillos sucios y a su padre encerrándolo en la cocina.

Su territorio.

—Tranquila... —Lily la consoló con su dulzura—. ¿Qué podría pasar? —preguntó sonriente.

Romy enarcó una ceja y se dejó caer en un sofá, rendida por tan tensa situación.

—¿Una pelea a muerte con los cuchillos de mantequilla? —rio divertida y con angustia miró a los roedores en su jaula de cristal—. ¿Por qué no fui un maldito hámster? —preguntó dramática—. Mi vida hubiera sido mucho más fácil...

Rossi se rio y se cruzó de piernas masculinamente mientras pasó páginas en la revista de su competencia. Tenía que estar preparado para ganarles otra vez.

—Créeme, no quieres vida de hámster —dijo Rossi, riéndose.

No pudo aguantarse esa charla tan interesante.

—¿Por qué no? —Romy preguntó—. Todo se ve tan simple... —Se arrodilló frente a su jaula para mirarlos curiosa.

Rossi se rio malicioso y rápido se deshizo de la revista que leía para hablarle con franqueza.

—Primero, porque son unos sádicos, se comen a sus crías y se atacan entre sí con violencia y sin motivos. Esas cosas de cinco centímetros son... —Miró a sus mascotas con los ojos entrecerrados—.  Son unas bestias letales con una carita adorable —explicó Chris con soltura.

Lily y Romy le miraron consternadas aguantándose las carcajadas.

»Segundo. Son débiles. Los pisas y pum... se les salen las tripas o el ano, en su defecto... y ni hablar de los infartos, si los asustas, se quedan tiesos. —Chris se puso tieso y con los ojos blancos. Rápido revivió al recordar algo más importante—:  Y lo peor de todo... —Puso mueca nauseabunda—... sus penes miden apenas unos milímetros —dijo horrorizado. Lily rodó los ojos—. Entiendo a Tronca, esa infelicidad que lleva a cuestas es porque está mal follada. —Se levantó para hablarle a su hámster hembra—. ¿Verdad que sí, mi amor? —preguntó con voz de ardilla y luego miró a las hermanas López con curiosidad—. ¿Será que si le conseguimos un hámster negro...?

—¡No, Christopher, por el amor de Dios! ¡No puedo creer que estés diciendo eso! —Lily le interrumpió antes de que sus ideas raciales referentes al pene fueran expuestas en voz alta.

Romy se rio fuerte. Aun le costaba creer que, ese Christopher, con sus bromas locas y sus ideas ocurrentes, fuera el mismo millonario carente de humildad que había conocido tiempo atrás.

Le gustó su cambio. Era el hombre que su hermana merecía y que la hacía locamente feliz.

—Bueno... —dijo Romy, riéndose—. Después de mi ex, dije que no quería más micropenes... así que adiós a la vida como hámster.

—No es un fetiche, ¿verdad? Esto de convertirse en hámster... —Christopher preguntó con total seriedad.

Las hermanas se rieron más fuerte y siguieron disfrutando de la locura fresca de Rossi.

Junto a ellos, Sasha intentaba seguirles el ritmo de su locura juvenil y no pudo negar que le encantó pasar su primera navidad con ellos.

Lily se acomodó en el sofá junto a su hermana. Poco les importó que fuera estrecho. Ellas se las ingeniaron para estar juntitas. Curiosa, Lily le preguntó:

—¿En serio tenía un pene pequeño? —Se miraron divertidas—. Nunca me hablaste de ese... defecto. —Se aguantó la risa.

Sasha se rio con las mejillas coloradas.

Rossi alzó las cejas dejando en claro que tenía curiosidad.

Romina asintió.

Chris puso mueca nauseabunda al imaginarse la falta de “talentos” de su ex.

—¿Y cómo logró...? —La miró apenas unos segundos.

No quería irrespetarla, ni a ella, ni mucho menos a su prometida.

—Christopher... —Lily empezó a reírse cuando entendió lo que su prometido trataba de decirles.

Riéndose, Rossi le dijo:

—Ya sabes lo que dicen... mucha carne para tan poco gato...

Las hermanas se rieron fuerte.

—Definitivamente estás pasando mucho tiempo con papá —rio Lily, sin poder parar.

Le dolió la barriga, más cuando Rossi se levantó para cargarla en su hombro y llevársela a su cuarto.

Tenía que demostrarle que no era un gato, sino, un león muy hambriento.

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