Pudo sentir el ardor en las mejillas y las cosquillas en la espalda baja. Tal vez sintió otras cosas un poco más abajo, pero prefirió ignorarlas, porque no quería verse tan desesperada.
—No soy un experto en la cocina.... —musitó James y miró a padre e hija por igual.
—Si no me dice, no me doy cuenta —bromeó Julián.
Dubois sonrió.
—Pero puedo intentarlo —añadió James y volvió a fijar sus ojos en Romina.
A Julián le encantó escuchar algo así. Eso era todo lo que pedía. Que alguien quisiera intentarlo con su hermosa hija.
—Ya saben lo que dicen... La intención es lo que cuenta —dijo Julián y le guiñó un ojo.
Romina soltó un suspiro y con suavidad se alejó un par de pasos de él.
No quería hacerlo, porque se sentía bien cómoda con su cercanía y tibieza, pero tampoco quería verse tan necesitada, mucho menos con la mirada de su padre tan cerca.
—¿Y qué sabe cocinar? —Romina tenía curiosidad.
James se rio y titubeó.
—Algunos platillos típicos de mi país...
—¿Su país? —Romina intervino.
Tenía los ojos bien abiertos. Estaba sorprendida de saber que James tenía otra nacionalidad. Eso explicaba algunas cosas: el aire elegante, la seriedad, el acento.
—Francia —confirmó él y ella formó una bonita “o” con sus labios. Se ruborizó, por supuesto. El solo hecho de saber que era francés, les revoloteó a sus pobres hormonas—. Ya sabe, lo típico. —James le sonrió.
Eso empeoró todo.
Romina pudo imaginarse a sus pobres hormonas alborotadas. Todas despertándose después de invernar por meses, preparándose para enfrentarse a un macho francés con esperma perfecta.
—¿Y qué es lo típico? —preguntó coqueta.
Julián rodó los ojos. Los dos eran nefastos en las artes del coqueteo.
Se cansó de su lentitud y decidió apurar las cosas.
—Duh, ¿acaso no es obvio? —Julián preguntó sarcástico—. Ratatouille, por supuesto —dijo después—. ¿Acaso no viste la película del ratón que habla? —cuestionó con el ceño fruncido—. Siempre dije que era esquizofrénico porque alucinaba con un chef muerto, pero no estoy seguro si los roedores...
—Papá... —Lily lo interrumpió en la mitad de su análisis cinematográfico.
Ver a Romina y James juntos, en un lugar tan estrecho le hizo entrever que, aunque su padre no tenía malas intenciones, solo dificultaba que ese coqueteo fluyera.
—¡Cierto! —Rossi entró en la cocina para hablar con su suegro. Aunque el lugar era amplio, se hizo pequeño cuando todos estuvieron allí—. Siempre creí que Linguini estaba loco, pero ahora tengo dos hámsteres y creo entenderlo un poco... ¡Si hasta citan a Aristóteles!
Lily se rio.
Dubois estaba desconcertado. No podía creer que el tema de conversación fueran ratones parlanchines.
—No, amor —refutó ella, pero con voz tierna—. El que cita a Aristóteles eres tú.
—¡Lilibeth López! —reprochó él con una sonrisa traviesa y caminó hacia ella para besarla en la boca—. Tu misma hablaste con tronquitos una vez, que en paz descanse.
Dubois no podía creer ni entender la dinámica de pareja que tenían. Mucho menos a dinámica familiar y, aunque pensó que todos estaban locos, m****a, le gustó disfrutar de su locura.
—Que Dios lo guarde en su santo reino. —Julián se persignó al recordar a Tronquitos fallecido.
Romina puso los ojos en blanco por largo rato.
—Sí, una vez acepté sus consejos, porque estaba asustada. Te habías marchado y tuve que recurrir a su sabiduría —confesó Lily, juiciosa, siguiéndole el juego a su juguetón prometido.
Rossi sonrió de oreja a oreja y la tomó por las mejillas para llenarla de besos.
Mientras Romina ponía muecas nauseabundas, por otro lado, Julián disfrutaba del amor que Rossi y su hija se tenían; Dubois supo entonces qué o quién había cambiado el corazón de Christopher.
Sonrió y, a su lado, su suegro le cuchicheó:
—En ocasiones, un poco de locura, todo lo cura.
Dubois lo miró con enormes ojos y se quedó aturdido por sus palabras, porque, en el fondo, sabía que eran reales.
Tuvieron que salir de la cocina cuando Sasha llegó y vio un desastre que terminó de ponerle los pelos de punta.
—Todos fuera, ahora —ordenó con su acento ruso y todos salieron gritando y riéndose de la tirana rusa.
Julián se quedó con ella, porque adoraba compartir esos momentos, mientras que, las parejas salieron para reunirse otra vez en la sala.
La tensión los tenía a todos chispeantes.
—¿Tarde de películas? —preguntó Lily y miró a su hermana para que la apoyara—. Pensé que podríamos ver Ratatouille...
—En realidad... —James la interrumpió y todos se tensaron. Su actuar era tan impredecible que los tenía tensos a todos—. Quería llevar a Romina al jardín botánico o a patinar... —Fijó sus ojos verdes intensos en ella.
Romina escuchó aquello y los ojos le brillaron cuando su niña interna floreció. Ella amaba patinar, pero desde que se había embarazado, lo había dejado en el olvido.
Lily sonrió y traviesa miró a su hermana, esperando que ella respondiera.
—¿A patinar? —preguntó Romina con los ojos brillantes y no tardó en decir—: me encantaría.
Dubois sonrió aliviado. Por fin hacía algo bien y lo supo cuando Rossi le dio un par de palmaditas en la espalda.
—¿Ahora? —preguntó Romina. James asintió firme. Solo quería sacarla de allí y tenerla a solas para él. La familia era encantadora, pero, demonios, no cooperaban—. Iré por mi abrigo —explicó muerta de los nervios.
Caminó un par de pasos y miró por encima de su hombro varias veces, buscando a Lily, pero ella estaba perdida en otro universo.
Cuando Romy llegó a la puerta de su habitación, carraspeó un par de veces, queriendo llamar la atención de Lily, pero ella estaba emocionada de imaginar a su hermana patinando con ese hombre fascinante.
—¡Cof, cof! —Romy fingió tos y todos la miraron preocupados—. Lily... podrías...
—¡Sí, sí, claro que sí! —Lily cayó en cuenta de lo que su hermana trataba de decirle y aunque corrió en su ayuda, no dudó en regresar y con el dedo índice elevado le advirtió a Dubois—: quiero que llegue feliz, ¿oíste, Dubois?
James se quedó boquiabierto y miró a Christopher con grandes ojos.
—Ella es la que manda —respondió Chris.
No pensaba decir nada para defender eso. Lily quería ver a su hermana feliz y la ecuación era simple:
Romina feliz = Lily + Julián felices.
Eso equivalía a Rossi feliz.
Dubois entendió lo que sucedía, porque, gracias a Dios, tenía una mente diestra y no dudó en seguirle el juego al par que tenía al frente:
—Como usted mande, señora. A las ocho estaremos aquí para la cena.
Lily sonrió satisfecha y tras mirar a su prometido con dulzura, se marchó para ayudar a su hermana.
Por supuesto que la encontró en la mitad de una crisis.
Cuando Lily entró por la puerta del cuarto de su hermana, la encontró hiperventilando y caminando en círculos alrededor de su cama.Lily comprendió que su hermana estaba asustada. Después de más de un año, un hombre se interesaba en ella. Y no era cualquier hombre. Era un hombre decente, respetable y con una carrera.—Vale, vamos a calmarnos. —Lily intentó ser la hermana sensata.Romy paró de caminar como loca y se agarró las sienes para empezar a respirar profundo, una y otra vez.—¿Y si pasamos tiempo juntos y ya no le gusto? —preguntó lo primero que se le cruzó por sus tortuosos pensamientos—. ¿Y si se da cuenta de que soy aburrida, sosa, y que como mucho? —Estaba en pánico—. A los hombres no le gustan las mujeres que comen mucho y no puedo disimular o me pongo de mal humor. —Se puso más nerviosa—. Es un defecto de fábrica.Lily bufó, aunque aguantándose una carcajada. De eso ella bien sabía. No podía tener buen humor si no empezaba el día con pan y café.—Tú no eres aburrida y no
James estaba esperándola, por supuesto, más impaciente que nunca.Sonriente la recibió y, tras despedirse de Rossi y Lily, se marcharon usando el elevador.Al principio fueron en silencio y, aunque quisieron decirse muchas cosas, no encontraron la confianza ni el momento para hacerlo.Él fue cortés desde el primer segundo y le sostuvo la puerta del elevador al subir. El encierro en el elevador fue una tortura, pero los dos trataron de manejar sus emociones de la mejor forma.Por un lado, él no quería verse como un maldito obsesivo y, por otro, ella no quería parecer tan desesperada.Romy le echó miradas poco discretas a través del cristal que recubría el elevador, y él pudo sentir sus ojos oscurecidos sobre él en todo momento; y no pudo negar que le encantó.Ninguno tuvo valor para romper la tensión que sentían. Tampoco pudieron negar que les gustaba sentirla. Los mantenía temblorosos y con el corazón latiéndoles fuerte dentro del pecho.Era la adrenalina que los tenía a mil por hora
De seguro era su castigo por haber sido tan cruel.—¿Qué le hace tanta gracia? —preguntó ella cuando él no supo qué responderle.—Yo —confesó él y la miró con agudeza—. Me rio de mí mismo.Romy enarcó una ceja. No iba a negar que le enloqueció su decisión masculina y su valentía para asumir que podía reírse de sí mismo sin sentir pizca de pena.—Explíquese —exigió y retomó el camino.Él la vio caminar frente a él y dio grandes pasos para alcanzarla. Se plantó a su lado con una sonrisa y le gustó esa sensación que se le metió bajo la piel cuando descubrió que ella lo estaba esperando.Se miraron y conectaron. Fue espontáneo.—Por semanas luché con esto y míreme, perdí... Nunca había perdido. —La miró por largo rato. Ella negó liada—. Siempre creía que lo que sentía por usted era lástima, pero ahora sé que fue una lucha en vano, porque estoy aquí, con usted...—¿Disculpe? —preguntó ella, ofendida.—Usted sabe lo que dicen de mí y no es falso, soy un maldito sin corazón, incapaz de antep
Romina no pudo recuperarse después de las palabras de James. Solo podía pensar en eso. En que “ella sería suya” y más en lo que vino después: “que él ya era completamente suyo”. ¿Qué demonios significaba? Ella no se sentía apta para traducir algo tan significativo porque solo pensaba en una cosa.Una cosa que la hacía sentir ardorosa y temblorosa.Durante todo el recorrido, solo pudo pensar en su boca, los roces que le dedicaba por encima de la ropa, ropa que ya le estorbaba, y su voz masculina detrás de su oreja llenándola de escalofríos y humedad.Si no hubiera estado en inverno, se habría desnudado, solo para poder sentir su tacto sobre su piel tostada.Le urgía.Conforme el recorrido avanzaba, Romy buscó plantarse de espaldas frente a él, porque la volvía loca cuando él le susurraba en la oreja para ofrecerle su opinión sobre algo o simplemente decirle: sigamos caminando.Su mano ciñéndose en su cintura era otra cosa de la que no se sentía lista para hablar.En la mitad del recorr
Sus manos no estuvieron quietas después de ese beso.James halló múltiples formas de sentirla, de tocarla sin irrespetarla y robarle besos mientras visitaban el resto de los jardines.Lamentablemente, la belleza de la naturaleza que los rodeaba dejó de atraerles. Tenían otras cosas más atractivas en las que perderse.Sus bocas, por ejemplo.A Dubois le fascinaba ceñirse en su cintura y perderse en su cuello. Poseía un aroma tan único que, el aroma de las rosas se tornó insignificante una vez que probó a Romina.Cuando el atardecer llegó, más pronto de lo que a la pareja le hubiera gustado, puesto que sabían que debían regresar para cenar con el resto de la familia, James la llevó a la tienda de regalos y se tomaron unos minutos para hacer algo especial.James quería hacer un terrario para llevar a casa y recordarla siempre, para sentir su vida menos vacía. Podía apostar que un poco de color y vida le vendrían bien.—¿Un terrario? —preguntó ella, de pie frente a la repisa repleta de bol
Le hincó los dedos en el cuello, porque le volvía loco cada vez que ella lo desafiaba, aun con palabras.Palabras inteligentes que siempre le robaban una sonrisa.—Yo también lo creí —respondió James al separarse de ella—. Pero aquí me tiene, actuando como un idiota por usted... para usted... —La contempló con agudeza—. Lo está disfrutando, ¿verdad? —Sonrió travieso.Romina se rio.—No sabe cuánto.Respondió gustosa y se hinchó de algo nuevo, algo que nunca había experimentado.Saber que tenía a James de rodillas a sus pies, la hizo sentir más mujer.
—No es justo —jadeó él tras patinar con esfuerzo para alcanzarla.Se puso atrás de ella otra vez y Romina redujo su velocidad para aplastarse sobre su cuerpo masculino. James suspiró cuando tuvo su culo en su pelvis, causándole estragos de los que nunca podría recuperarse.A James le fascinó lo buena que era para jugar, para seducirlo y llevarlo a órbitas desconocidas.La joven se recostó completa en su pecho y cerró los ojos cuando sus manos masculinas recorrieron su abdomen por encima de la ropa.Se abrazaron por primera vez, sintiendo sus cuerpos agitados por lo que se causaban.La mano de James subió por su pecho y con suavidad la tomó por la barbilla para atraer su rostro a
James puso los ojos en blanco.—Sí, cariño, por supuesto, incluso hice que lloviera para traerla aquí —respondió él y ella le miró ladina.Las puertas de elevador se abrieron y James la invitó a bajar primero. Romina pisó con desconfianza, sabiendo que, una vez adentró, no volvería a salir de allí.El lugar estaba en completa oscuridad. Los cristales amplios mostraban el Central Park a sus pies y la lluvia mojando toda la ciudad.Dubois la dejó recorrer su intimidad sin poder quitarle sus ojos de encima. Estudió cada uno de sus movimientos con agudeza. No pudo negar que le gustó verla en su sala.James se paralizó los primeros minutos. Muchas ideas invadiero