Le hincó los dedos en el cuello, porque le volvía loco cada vez que ella lo desafiaba, aun con palabras.
Palabras inteligentes que siempre le robaban una sonrisa.
—Yo también lo creí —respondió James al separarse de ella—. Pero aquí me tiene, actuando como un idiota por usted... para usted... —La contempló con agudeza—. Lo está disfrutando, ¿verdad? —Sonrió travieso.
Romina se rio.
—No sabe cuánto.
Respondió gustosa y se hinchó de algo nuevo, algo que nunca había experimentado.
Saber que tenía a James de rodillas a sus pies, la hizo sentir más mujer.
Salieron del jardín botánico cuando ya el atardecer se despedía de ellos. Cogieron el metro para regresar y, aunque Romina pensó que regresarían al pent-house de Christopher y Lily, James la llevó a otro lugar especial.
Y es que se lo había prometido.
—Pensé que regresaríamos para la cena. —Se sintió confundida.
—Aun es temprano —dijo él, guiándola por el Central Park, hasta la pista de patinaje.
—¿Vamos a patinar? —preguntó ella, ilusionada y rodeó la enorme pista con los ojos brillantes.
Pocos patinadores visitaban el parque a esa hora. La mayoría de ellos ya estaba en casa por las bajas temperaturas, disfrutando de una cena navideña y de sus vacaciones dentro y fuera del país.
—Sabía que le gustaría —musitó él, recibiéndole el terrario que ella había llevado con tanto cuidado y fue otra vez ese caballero que a ella la hacía suspirar.
Se registraron, guardaron sus abrigos y el terrario en un casillero especial y tras recibir sus patines, se prepararon para entrar juntos en la pista.
Romina no pudo negar lo romántico que se sintió patinar junto a ese hombre atractivo en ese atardecer, refugiada entre altos árboles teñidos de colores rojizos y marrones.
Tampoco pudo pasar por alto la forma en que otras chicas buscaban la atención de James. Incluso le resultó descarado el atrevimiento de algunas, de hablarle aun en presencia de ella, pero Romy no estaba dispuesta a luchar por la atención de un hombre.
Nunca más iba a rebajarse así. Si un hombre iba a quererla, iba a quererla solo a ella.
Por otro lado, James se sentía igual que ella, pero no supo ser discreto y Romina pudo advertirlo.
Otros hombres la miraban con perversión y él no pudo evitar sentir los celos quemándole desde adentro.
Cuando el descaro de algunos fue excesivo, James se puso a patinar detrás de ella. No quería que le miraran el culo.
Ese culo bendecido era suyo.
Confundida, Romina le miró por encima de su hombro. Lo encontró con el ceño fruncido, con una actitud de cavernícola posesivo que la hizo girar sobre sus patines para enfrentarlo.
—¿Qué está haciendo? —preguntó riéndose.
James la miró con seriedad unos instantes y sus ojos repasaron otra vez a esos hombres que miraban a Romina, “su Romina”, con hambre sexual.
—Siendo el escolta de su bendecido culo —respondió.
—¿Escolta? —preguntó ella, abochornada—. ¿Cómo un escolta real o qué?
James la miró y se suavizó al encontrar sus bonitos ojos que le contemplaban con inocencia.
—No quiero que la miren... —Se sintió terrible cuando dijo eso. Su lado posesivo asomó con los celos—. M****a, no crea que soy inseguro o que soy un egoísta que quiere ser su dueño o...
—Jamás creería algo así de usted —rio ella con sarcasmo.
James rodó los ojos y volvió a cogerla por la nuca para acercarla a él. La arrinconó contra uno de los pilares tras ellos y con desenfreno le dijo:
—Me vuelve loco como la están mirando todos esos... —Se contuvo sus palabras.
Romina sonrió.
—¿Está celoso?
—Sí.... —Se puso rojo—. No, yo... —corrigió rápido y cuando entendió que se había dejado llevar por la impetuosidad que la joven le causaba, reclamó entre dientes y asumió la verdad—: Sí, estoy celoso, m*****a sea. —Ella sonrió triunfante—. ¿Feliz? —preguntó al ver su mirada brillante.
Romina sonrió satisfecha.
—Feliz, pero yo también estoy celosa —reconoció sin miedo.
Los ojos de James se iluminaron al escucharla confesar algo que lo sacudió completo.
—Interesante... —James sintió el corazón en descontrol.
—¿Acaso cree que no vi como todas esas mujeres le coqueteaban? —preguntó ella y se separó de su cuerpo masculino y dominante para seguir patinando.
James sintió el chispazo dentro de su cuerpo cuando ella se alejó con su juego provocador de patinar, pavoneándose seductora frente a él, con su bonito culo latino atrayéndolo a su trampa.
—No es justo —jadeó él tras patinar con esfuerzo para alcanzarla.Se puso atrás de ella otra vez y Romina redujo su velocidad para aplastarse sobre su cuerpo masculino. James suspiró cuando tuvo su culo en su pelvis, causándole estragos de los que nunca podría recuperarse.A James le fascinó lo buena que era para jugar, para seducirlo y llevarlo a órbitas desconocidas.La joven se recostó completa en su pecho y cerró los ojos cuando sus manos masculinas recorrieron su abdomen por encima de la ropa.Se abrazaron por primera vez, sintiendo sus cuerpos agitados por lo que se causaban.La mano de James subió por su pecho y con suavidad la tomó por la barbilla para atraer su rostro a
James puso los ojos en blanco.—Sí, cariño, por supuesto, incluso hice que lloviera para traerla aquí —respondió él y ella le miró ladina.Las puertas de elevador se abrieron y James la invitó a bajar primero. Romina pisó con desconfianza, sabiendo que, una vez adentró, no volvería a salir de allí.El lugar estaba en completa oscuridad. Los cristales amplios mostraban el Central Park a sus pies y la lluvia mojando toda la ciudad.Dubois la dejó recorrer su intimidad sin poder quitarle sus ojos de encima. Estudió cada uno de sus movimientos con agudeza. No pudo negar que le gustó verla en su sala.James se paralizó los primeros minutos. Muchas ideas invadiero
Dubois tomó ropa seca de su armario personal y se aseó en el cuarto de baño para invitados, sin dejar de pensar en Romina. Estaba en su ducha, en su cuarto. Usaría sus toallas y dormiría en su cama.Sufrió como un loco, pero no dejó que un poco de locura le ganara. No quería asustarla ni hacerla sentir incómoda en su primera noche juntos, por lo que tuvo que obligarse a actuar como un caballero decente.Cuando terminó de prepararse, descubrió que Romina aun continuaba en la ducha y se atrevió a entrar a su cuarto, a su baño y a recolectar toda la ropa empapada de Romina, incluida sus bragas y las llevó al cuarto de lavado.Sí, se sintió tentado a revisarlas, olerlas, colgarlas en un muro para admirarlas, pero eligió el camino de la caballerosidad y las empuñó fuerte para no sucumbir en sus más perversos deseos.Dejó la ropa mojada por la lluvia en el cuarto de lavado y regresó a la cocina.En el pasillo se olió la mano, para ver si la fragancia de su coño se le había quedado atrapada
James se rio travieso detrás de ella, conforme masajeó su culo redondo a gusto. Los labios inflamados le brillaban por la excitación que la dominaba y ansioso por saborearla y conocer su aroma, acercó todo su rostro a su centro.A Romina la exaltó la tibieza de su respiración, su lengua degustándola y sus besos apasionados. Se tuvo que inclinar buscando respirar mejor, porque pensó que iba a desmayarse, pero James bien supo manejar su cuerpo femenino y de rodillas a sus pies, le comió el coño en la cocina. Empapado y satisfecho de toda ella, se levantó para volver a su culo, el culpable de su sufrimiento de las últimas horas.Se arrancó los pantalones holgados y se agarró el miembro duro por la base para frotarse entre sus nalgas con los ojos cerrados. Se encontró el glande humedecido.La excitación que Romina le causaba había ido en aumento y ya no podía contenerse.—Ah, m*****a sea —gruñó cuando se deslizó entre sus nalgas con suavidad y halló tanto placer que no pudo parar.Adelan
Le fascinó su tamaño, su largor, tanto que terminó sonriendo entre sus labios.Romina se armó de valor y tomó la iniciativa. Supo que tenía que hacerlo. James ya había derrumbado el primer muro que los separaba y le tocaba contribuir con la causa.Además, había promedio ser sujeto de prueba y necesitaba experimentar para obtener resultados positivos.Llevó a James a la sala. Él la siguió idiotizado entre la oscuridad. Caminó a su lado agarrándose la polla erecta, masturbándose para calmar la angustia que sentía.Cuando estuvieron frente a frente, Romina lo empujó suavemente por el pecho y sin palabras le pidió que se recostara en el amplio sofá.James obedeció sin chistar y gustoso la recibió cuando ella se montó a horcajadas, pero al revés.—Maldita sea, Romina... —reclamó él cuando tuvo su culo sobre su abdomen—. Quieres matarme, ¿verdad? —jadeó excitado.Romina se rio mirándolo por encima de su hombro y con su mano guio su polla endurecida a su abertura humedecida.Se lo engulló co
A Romina siempre le pesaban las decisiones impetuosas que tomaba.Era como una condena.Lo sabía, por supuesto que sí, llevaba lidiando consigo misma por casi tres décadas. Se suponía que era tiempo suficiente como para aprender a hacer las cosas bien, o al menos intentarlo, pero ahí estaba, otra vez, con las mejillas rojas y las voces de su cabeza diciéndole que sus acciones acarrearían consecuencias.La tortuosa voz mental que le hacía creer que, sus arrebatos, la conducían por el camino de la humillación: Salté sobre él en nuestra primera cita. No volverá a llamarme. Regresará a Francia con la peor opinión de las latinas. Una vergüenza al apellido López. Al menos Lily se hizo de rogar un poquito. Incluso Vicky sabría darse más valor.Eso de sobrepensar las cosas era un tema de familia y así como Lily se ponía en miles de escenarios que nunca iban a ocurrir, Romina también llegaba a esos extremos.Por suerte James supo ver las señales de humo a tiempo y acudió a ella sin que Romina
—¿No lo dice para hacerme sentir mejor? —preguntó divertida, con ese tono juguetón con Dubois empezaba a adorar.El hombre bufó.—¿Qué quiere qué haga para que me crea? —bromeó él—. Puedo colgar unos de esos anuncios en la ciudad para que sepa lo mucho que me interesa...—¿Anuncios? —rio Romy y empezó a soltarse otra vez.Dubois sabía cómo apagar las estúpidas voces que no la dejaban en paz y las que la castigaban por ser quién era.—Sí, ya sabe... “Te amo, culona” o “Nunca te olvidaré, culona. Vuelve, te extraño” —dijo él con tanta seriedad que Romina se ahogó con una risotada—. Tengo un cliente que podría ayudarme.Dubois se unió a sus carcajadas atiborradas de alegría y se asió de sus muslos con fuerza masculina, justo la contención que ella necesitaba en ese momento de duda y miedo.—Le creo —dijo ella, sonriente—, y quisiera decirle que no necesito uno de esos anuncios para saber cuánto le intereso, pero nunca nadie ha hecho algo romántico para impresionarme —susurró dejándole ve
James se rio masculino y lentamente la besó en la mejilla. Romina cerró los ojos al sentir sus labios tibios sobre su piel. Tuvo el impulso de besarlo en los labios, pero se arrepintió rápido.—¿Y cuál es el problema? —Él fue directo. Ella no supo qué responderle—. Créame, si no tuviera que regresar a la clínica, la subiría a un avión con destino a Las Vegas, para hacerla mi esposa y luego la secuestraría para llevarla a alguna isla desierta donde nadie me la pueda quitar... —¡No puede hacer eso! —chilló ella, riéndose por las locuras del hombre—. ¡No es legal! —exclamó sorprendida.James se carcajeó sarcástico y la cogió por el mentón con los dedos de forma posesiva.—¿Quiere ponerme a prueba? ¿Quiere saber de lo que soy capaz? —preguntó desafiante, y con tono arrogante le dijo—: Puedo hacerlo legal si quiero...Romina exclamó sorprendida, puesto que le fascinó lo posesivo que era y sintió que le entraba calor por todas partes.—No se casaría conmigo —respondió ella, traviesa, sabie