James se rio masculino y lentamente la besó en la mejilla. Romina cerró los ojos al sentir sus labios tibios sobre su piel. Tuvo el impulso de besarlo en los labios, pero se arrepintió rápido.
—¿Y cuál es el problema? —Él fue directo. Ella no supo qué responderle—. Créame, si no tuviera que regresar a la clínica, la subiría a un avión con destino a Las Vegas, para hacerla mi esposa y luego la secuestraría para llevarla a alguna isla desierta donde nadie me la pueda quitar...
—¡No puede hacer eso! —chilló ella, riéndose por las locuras del hombre—. ¡No es legal! —exclamó sorprendida.
James se carcajeó sarcástico y la cogió por el mentón con los dedos de forma posesiva.
—¿Quiere ponerme a prueba? ¿Quiere saber de lo que soy capaz? —preguntó desafiante, y con tono arrogante le dijo—: Puedo hacerlo legal si quiero...
Romina exclamó sorprendida, puesto que le fascinó lo posesivo que era y sintió que le entraba calor por todas partes.
—No se casaría conmigo —respondió ella, traviesa, sabiendo bien hasta dónde podía llevarlo.
Le guastaban los extremos.
—¿Por qué no? —insistió él.
Ella sonrió.
—Porque es abogado, supongo que un hombre sensato. —Romina quiso ofrecerle claridad, pero James se rio fuerte con tono ácido.
—Hombre sí —dijo él sobre su boca y se levantó frente a ella para mostrarle su erección. Romina abrió grandes ojos cuando lo tuvo frente a sus ojos—. Sensato no... —dijo y con atrevimiento le abrió la camisa sobre el pecho—. Usted es la culpable —refutó él y con las uñas le pellizcó un pezón—. Usted repele la sensatez.
Romina intentó mantener los pensamientos claros, pero los pellizcos la forzaban a caer en un oscuro precipicio.
—¿Mi culpa? —preguntó ella, haciéndose la ofendida—. Para su información, soy una mujer muy sensata.
Desde su posición, James sonrió emocionado y le pasó el glande empapado por los pezones inhiestos. La joven miró su juego tentador con la boca abierta y tragó duro cuando el deseo de probarlo fue mayor a todo lo racional que podía tener en sus pensamientos.
Con la punta del dedo se limpió sus líquidos transparentes y se lo chupó para saber cómo sabía.
James gruñó cuando la vio chupándose el dedo y, aunque deseó perderse en su garganta, esperó pacientemente a que ella lo tomara.
Todo a su tiempo.
Romy se tensó al tenerlo sobre sus senos. El embarazo le había dejado muchas estrías y a veces se avergonzaba de esas marcas que la acompañarían toda su vida, pero la mirada de Dubois la hizo sentir deseaba y perfecta.
Nadie la había mirado así antes.
Se relamió los labios antes de metérselo a la boca. Nunca sintió que fuera una obligación hacerlo, solo un deseo que la invadió por dentro.
Lo hizo suavemente, porque no quería lastimarlo ni mostrar torpeza. Sus líquidos se mezclaron con su saliva y pronto se lo llevó hasta el fondo de la garganta, porque necesitaba saber si podía metérselo todo a la boca.
Se rio sobre su glande inflamado cuando entendió que no tenía una boca tan grande, ni una garganta tan profunda.
James sonrió y la cogió por la nuca con los dedos. Lo hizo suave, porque no quería obligarla y jadeó excitado con cada lamida que Romina le dedicó.
Apretó los ojos cuando sus lamidas se tornaron más y más profundas y, por más que quiso soportarlo, tuvo que tomarla por la barbilla para detenerla.
Romina sonrió satisfecha al apreciar lo que su boca le había provocado y se levantó del sofá en cuanto él se lo pidió.
De pie uno frente al otro, se besaron con efusión.
—¿No cree que todo está ocurriendo muy rápido? —preguntó ella, solo porque no quería asustarlo—. Vamos como a doscientos kilómetros por hora y... —Gimió al sentir su boca en su barbilla y su otra mano sosteniéndola fuerte por la nuca.
James sonrió besándole el cuello cuando la escuchó gemir.
Con habilidad y ya deseoso por sentirla otra vez, se sentó en el sofá, ocupando su lugar y la cogió por los muslos para montársela a horcajadas.
Romina ni siquiera pudo refutar. Se vio atrapada sobre su cuerpo, con su polla endurecida punzándole para entrar; se aferró de su espalda desnuda con los ojos cerrados y saboreó cada beso con el corazón latiéndole fuerte dentro del pecho.
—Me gusta la adrenalina —confesó él y la miró a los ojos para hundirse lentamente en ella. Los dos gimieron al sentirse otra vez, pero James terminó riéndose excitado sobre su boca—. Ni siquiera voy a usar cinturón de seguridad con usted...
Romina sonrió al escuchar aquello, puesto que le hacía entender que iba a arriesgarse a todo con ella y no pudo negar que le embelesó.
Tal vez, ese juego de palabras podría haberle dicho algo: seguridad, ponerse un cinturón... pero estaba tan perdida en los brazos de James y su polla que bien la llenaba, que se olvidó por completo del maldito preservativo.
Ella se armó de valor y volvió a follárselo a su gusto y con gusto.
Él se estiró sobre el sofá sin poder dejar de mirarla a los ojos y disfrutó de sus balanceos seductores sobre su pelvis con los ojos oscurecidos.
Se rio masculino cuando la vio buscando con urgencia el orgasmo, con roces profundos y rápidos; le agarró el culo con las dos manos para apresurar esa búsqueda y le fascinó como coordinaron en cada roce y gemido.
Romina se sostuvo de su pecho, porque necesitaba sentirlo de otra forma y los movimientos de sus caderas cambiaron.
Seductores, lentos, ondeándose completa sobre él. Sus gemidos iban al compás de su sensualidad femenina. Perfectos.
James tuvo que aferrarse de su cintura para resistir un poco más. No podía terminar en su mejor momento, ni dejarla a medias.
Resistió por unos instantes que se le hicieron eternos y cuando Romina terminaba ese violento recorrido de placer, él se le unió.
Romina abrió los ojos cuando lo escuchó gemir más fuerte. Su coño aun palpitaba por los roces profundos y sus gemidos masculinos solo mejoraron el placer que aun la anublaba completa.
—No podemos arreglar nuestros problemas con sexo —musitó ella sobre su pecho, con el cabello revuelto por la cara y la camisa cayéndole sobre los hombros.
Él la abrazó cariñoso, aun prisionero de miles de sensaciones.
—Cariño, podemos arreglar muchas cosas con sexo —dijo él, sonriente y la tomó por el cuello para buscar su boca y besarla.
Romina se rio sobre su boca húmeda y no se negó a ni un solo beso suyo.
Las respiraciones aun trabajosas fueron calmándose poco a poco. Sus dedos masculinos acariciaron su piel desnuda por debajo de la camisa. Recorrió cada curva con deseo, anhelando grabarse su cuerpo para siempre.
—Hemos avanzado, ¿no crees? —preguntó él acariciándole el cabello hacia atrás y ella le miró inocente—. Ahora sé lo que quiere. Con esa información, puedo saber qué es lo que no quiere...
—Me alegra que haga su trabajo —bromeó ella.
James se carcajeó fuerte y la besó en la frente con los ojos cerrados.
—¿Quiere ir a cenar? —investigó—. Aun podemos pedir un taxi e ir con su familia, o puedo pedir una mesa en...
—No —refutó ella, pero en ese momento sí tuvo valor para enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones—. Lo que tiene para cenar me parece perfecto.
—¿Pan y queso? —preguntó él aguantándose una carcajada—. Por favor, merece más que pan y queso...
—Lo sé —dijo ella con seguridad y lo miró a los ojos con dulzura—. Pero ya tendremos tiempo de llenar su despensa —añadió, confiando en que si habrían segundas y terceras citas; que no saldría corriendo asustado por sus impulsos—. ¿Quiere saber lo que puedo hacer con pan y queso? —preguntó coqueta y se levantó de su pecho con su sensualidad natural.
—Complázcame —musitó él.
A ella le encantó su respuesta y regresó a recostarse sobre su pecho para besarlo.
Solo un beso más antes de separarse.
James no pudo negar que el sexo era perfecto, pero más lo era ese momento. Era la recompensa, el trofeo que tanto anhelaba. Ella, sobre su piel desnuda; sus besos lentos y sus ojos oscuros.
Ella, completamente suya.
Y así cerramos este maratón de día jueves. Lamento haberlas hecho sufrir tanto pero la tensión estaba poderosa jejeje Me alegra mucho leer sus comentarios y saber que están disfrutando la historia. Gracias por su apoyo.
Julián miró la hora en el reloj de la cocina y suspiró por milésima vez.Con mueca entristecida sacó el pavo del horno y lo llevó a la mesa, para que todos cenaran en familia. Con congoja miró el puesto vacío de Romina y volvió a suspirar.—Ya, papito —Lily intentó consolarlo—. Ella está bien.—Dubois la está tratando bien —dijo Rossi para calmar los aires.—Sí, lo sé... —Julián dijo y acomodó el pavo en el centro de la mesa—. Solo me preocupa... ¿Habrá comido? Ella no se perdería este pavo por nada del mundo.Chris miró a su prometida sin saber qué decir. No quería que fuera una cena triste. Él había hecho un gran esfuerzo para que Romy pudiera acompañarlos en esa semana navideña. No quería que las ilusiones de su suegro se hicieran añicos.—Papito, Romy no va a pasar hambre, si eso piensas —refutó Lily, ofreciéndole un cuchillo largo a Rossi para que cortara el pavo—. Se pone de mal humor y tú lo sabes.—Cierto. —Julián se oyó más calmo.Rossi puso atención a sus palabras.—¿Es algo
A la mañana siguiente, un alarido femenino histérico sobresaltó a Romina, no así a James, quien dormía tan profundamente que no supo qué estaba ocurriendo.Apabullada, Romina brincó de la cama; agarró un almohadón para esconderse, para no dejar que la vieran con tan poca ropa y se encontró frente a frente con la empleada de James.La mujer debía cuidar el apartamento y limpiar lo que ya estaba limpio para complacerlo.En vísperas de navidad.Las dos mujeres latinas se miraron con sobresalto. Romina fácil entendió quién era. Por el susto había soltado las escobas y productos de limpieza por el aire.Para la empleada también fue fácil saber quién era ella. La había visto en televisión, pero no salía de su impresión.Romina cobr
James le dio una mirada a su empleada y ahogó un suspiro antes de decirle:—Te espero en mi oficina.La mujer agachó la cabeza y asintió obediente.Los gemelos se espantaron al escuchar esas palabras y se alejaron asustados. No pensaron que sus ocurrencias arruinarían todo ese día.—James... —Romina lo llamó preocupada y lo miró con pavor—. ¿Qué va a hacer? —preguntó con voz suavizada, más al ver a la empleada caminar hacia una habitación al final del recorrido.James suspiró y con mueca entristecida le acarició los labios y la barbilla. No quería que ella lo viera como a un monstruo. Sabía que podía ser mejor que eso.
Cuando James y su empleada dejaron atrás la oficina en la que habían hecho las “paces”, encontraron el apartamento en completo silencio.Romina y los gemelos ya no estaban en ninguna parte.James y su empleada se miraron liados y recorrieron el lugar sin decir mucho.—Qué extraño... —murmuró James con el ceño apretado y buscó a Romina en los cuartos que aún no estaban terminados.Encontró cajas con expedientes de sus casos, apiladas una sobre otra, hasta el techo.—Mis gemelos —jadeó su empleada cuando, con el pasar de los minutos, no los encontró en ninguna parte; empezó a registrar otra vez todas las habitaciones con desesperación—. ¡Mis gemelos! —chilló histérica y corrió a los brazos de Dubois a clamar por su ayuda.Dubois se quedó paralizado. Le costó reaccionar. Realmente no sabía qué decir, ni cómo actuar. No entendía qué demonios estaba ocurriendo. Muchas cosas se cruzaron por su cabeza.Muchas ideas contradictorias: ¿por qué Romina huiría y con gemelos? ¿Por qué se llevaría a
—¿Café con leche batida o...? —Romina apareció de la nada, con una botella de leche en la mano y su maldita sonrisa que lo llevaba a otras galaxias.Su voz lo hizo aterrizar. Su sonrisa lo hizo calmarse.Los gemelos se exaltaron al escucharla. Dubois estaba pálido y las rodillas le tiritaban.—Entonces vieron a la niña calva en una cafetería, donde murió un señor...—Sí, y aparecieron los agentes federales y mataron a todos...Los gemelos hablaron lo primero que se les ocurrió.—¿Todo está bien? —Romina estaba confundida.Los miró a los tres con curiosidad.La cara de James era un poema.—Sí, sí... los gemelos me están hablando de... —Los miró pidiendo ayuda.—Una serie de televisión —dijo el gemelo mayor y se acomodó las gafas en el puente de la nariz.El otro gemelo sonrió falso para Romina.Odiaban mentirle.Romina supo que algo extraño estaba ocurriendo y asintió calma. Volvió a mirar a James, a la espera de que respondiera su pregunta.James reaccionó al ver la leche en su mano.
No tuvo que hacer mucho. Los gemelos salieron en su defensa:—Ella cree que es su novia.James se quedó con la boca estirada. Pretendía decir algo en su defensa, como buen abogado, pero descubrió que tenía dos defensores.—Nunca formalizaron su relación, de ninguna forma. —El otro gemelo parecía tan seguro de sí mismo.Romina los miró con las cejas en alto, sorprendida de escuchar a los gemelos hablando por él.Con desconfianza la joven fijó sus ojos en el abogado y esperó a que se justificara.—Señor Dubois... —Llamó cuidadosa.—Sí, así me llamo —respondi
Todo apestaba a hogar.—Dios mío, no puedo romper mi ayuno con esta atrocidad —dijo ofendida, mirando las tostadas francesas con horror.Romina bufó.—Por supuesto... —Romy musitó hastiada—. ¿Qué quieres comer? —preguntó cansada.—¿Qué tienes? —preguntó Ruby, burlesca.Romina miró la cocina y enumeró:—Pan blanco, miel, huevos, leche, café, chocolate, dulces de anís...Ruby se puso peor.—Mi dieta no incluye nada de eso... ¿Acaso no tienes otra cosa? —insistió insoportable.
James nunca había contenido a nadie; difícil le fue entender que tenía que abrazarla.Pronto recordó su abrazo con su empleada y rememoró lo bien que se había sentido corresponderle a otro cuerpo cálido y tembloroso; ofrecer calma y consuelo sin esperar nada a cambio.Abrazó a Romina por la espalda y encontró que se sentía diez veces mejor; era diferente, por supuesto. No deseaba a su empleada; a Romina sí, de todas las formas que un hombre podía llegar a imaginarse.Frente a él, los gemelos le decían con gestos animados que tenía que abrazarla y besarla. Algunos gestos fueron más obscenos que otros, pero a Dubois le hicieron entrever que tenía que actuar.Se armó de valor para cogerla