—¿No lo dice para hacerme sentir mejor? —preguntó divertida, con ese tono juguetón con Dubois empezaba a adorar.
El hombre bufó.
—¿Qué quiere qué haga para que me crea? —bromeó él—. Puedo colgar unos de esos anuncios en la ciudad para que sepa lo mucho que me interesa...
—¿Anuncios? —rio Romy y empezó a soltarse otra vez.
Dubois sabía cómo apagar las estúpidas voces que no la dejaban en paz y las que la castigaban por ser quién era.
—Sí, ya sabe... “Te amo, culona” o “Nunca te olvidaré, culona. Vuelve, te extraño” —dijo él con tanta seriedad que Romina se ahogó con una risotada—. Tengo un cliente que podría ayudarme.
Dubois se unió a sus carcajadas atiborradas de alegría y se asió de sus muslos con fuerza masculina, justo la contención que ella necesitaba en ese momento de duda y miedo.
—Le creo —dijo ella, sonriente—, y quisiera decirle que no necesito uno de esos anuncios para saber cuánto le intereso, pero nunca nadie ha hecho algo romántico para impresionarme —susurró dejándole ver un poco más de ella—. Y no crea que ese tipo de cosas me parecen románticas, pero... —Ella le miró con congoja, riéndose apenada—... después de tantas decepciones, cualquier cosa es buena.
Dubois pudo entenderla. Su corazón estaba tan herido que, aun la más mínima muestra de interés la impresionaba.
Suspiró compungido, porque tenía tantas emociones dentro que, tuvo que respirar profundo para gestionarlas, para no escupir palabras ofensivas que la incomodaran.
Y no pensaba ofenderla a ella, sino a los inútiles que la había herido, pero cuando entendió que, esos inútiles habían sido parte de su vida, supo que iba a herirla de todos modos.
Y él no quería eso.
—Yo colmaría la ciudad de anuncios románticos para usted... —musitó él, acariciándole los muslos y las manos. Sus dedos se encontraron entre toda la tensión que los dominaba—. Y no quiero que se conforme con cualquier cosa... —Se estiró para acariciarla en las mejillas—. No quiero que vuelva a decir que cualquier cosa es buena, o que cualquier cosa la impresionaría...
—¿No? —Ella le miró con los ojos brillantes.
—Exíjase y exíjame —ordenó firme y ella abrió grandes ojos al escucharlo hablarle un poco más fuerte—. Lo que usted quiera, yo se lo daré...
Romina atrapó su mano conforme la acariciaba con delicadeza. Cerró los ojos cuando lo sintió en sus labios y se rindió a su caricia dulce con el corazón abierto.
—La verdad es que no pido mucho —susurró ella, con los ojos cerrados, recibiendo sus caricias que la hacían sentir segura.
—La escucho —musitó él y con decisión la agarró por el culo y la arrastró hacia su cuerpo masculino.
Romina se rio cuando lo tuvo tan cerca. Sus respiración se tocaron otra vez. La joven no supo si era bueno, porque su boca le había resultado terriblemente adictiva.
—Ya sabe, lo que toda chica quiere —rio dulce, mirándole el rostro masculino con las mejillas rojas.
—No creo que todas quieran lo mismo —respondió él con sinceridad—. Dígame que es lo que usted quiere.
Romina inhaló compungida. ¿Por qué nadie le había preguntado algo así? Pensó nerviosa, mientras se escuchó por primera vez.
—Seguridad —reveló con los ojos cerrados—. Llegar a casa, saber que estará allí, que podré encontrarle después de un día difícil —musitó con la garganta apretada. Con el ceño apretado James asintió—. Tiempo...
—¿Tiempo? —preguntó él, confundido.
Romina se rio tierna.
—Tiempo valioso juntos, como ahora... —explicó ella. James sonrió—. Tal vez piense que es un poco egoísta, pero... —Miró al hombre con timidez—: prioridad.
—No es egoísta querer ser la prioridad —refutó él con absoluta firmeza.
Romina sonrió conforme y se sacudió cosquillosa al sentir sus manos aferrándose de su culo con evidente descaro, aun así, no pudo negar que le gustó tenerlo sobre su piel.
—Honestidad. —Dejó entrever que ese era un tema que le afectaba duramente. James supo que había atravesado una relación tormentosa de mentiras—. Apoyo... —añadió. James asintió—. Y cada día... —Los ojos se le llenaron de lágrimas—... sentir que soy su elección. Que no está conmigo por lástima o...
—Jamás —refutó él antes de que ella terminara esa oración—. ¿Y qué hay de lo material? —preguntó él.
Pronto se distinguió estupefacto de advertir que estaban pactando acuerdos para empezar una relación.
—¿Material? —preguntó ella, confundida.
—Sí, ya sabe... cosas típicas de chicas: joyas, flores, viajes, peluches en forma de corazón... —James enumeró con seguridad, pero ella se rio fuerte que llegó a pensar que tal vez había dicho algo malo.
—Oh... —rio dulce y puso sus dos manos sobre su barriga para contener las emociones que James le causaba—. No quiero que piense que estoy... —Se mordió el labio al entender que iban a doscientos kilómetros por hora y sin frenos—... No quiero que piense que estaré con usted por su dinero...
James arrugó el ceño.
—¿Por qué corrigió lo que estaba diciendo? —cuestionó firme—. ¿Acaso tiene dudas?
—Señor Dubois. —Ella le miró con las cejas alzadas—. He notado que es muy cuidadoso con lo que digo.
—Soy abogado, uso las palabras a mi favor —defendió él.
Ella se rio otra vez y asintió. Bien sabía que cualquier cosa que dijera, podría ser usada en su contra, pero no consideró que fuera algo arriesgado.
Más bien algo... tentador, algo con lo que podía jugar.
—Me corregí porque... —Ella respiró fuerte—... Todo ha pasado muy rápido —susurró ella, nerviosa—. Pasamos de una cita, a un beso, y ahora esto... —Miró el entorno.
Los dos seguían desnudos, apenas recuperándose de su primer encuentro, apenas asimilando cómo habían sucedido las cosas.
James se rio masculino y lentamente la besó en la mejilla. Romina cerró los ojos al sentir sus labios tibios sobre su piel. Tuvo el impulso de besarlo en los labios, pero se arrepintió rápido.—¿Y cuál es el problema? —Él fue directo. Ella no supo qué responderle—. Créame, si no tuviera que regresar a la clínica, la subiría a un avión con destino a Las Vegas, para hacerla mi esposa y luego la secuestraría para llevarla a alguna isla desierta donde nadie me la pueda quitar... —¡No puede hacer eso! —chilló ella, riéndose por las locuras del hombre—. ¡No es legal! —exclamó sorprendida.James se carcajeó sarcástico y la cogió por el mentón con los dedos de forma posesiva.—¿Quiere ponerme a prueba? ¿Quiere saber de lo que soy capaz? —preguntó desafiante, y con tono arrogante le dijo—: Puedo hacerlo legal si quiero...Romina exclamó sorprendida, puesto que le fascinó lo posesivo que era y sintió que le entraba calor por todas partes.—No se casaría conmigo —respondió ella, traviesa, sabie
Julián miró la hora en el reloj de la cocina y suspiró por milésima vez.Con mueca entristecida sacó el pavo del horno y lo llevó a la mesa, para que todos cenaran en familia. Con congoja miró el puesto vacío de Romina y volvió a suspirar.—Ya, papito —Lily intentó consolarlo—. Ella está bien.—Dubois la está tratando bien —dijo Rossi para calmar los aires.—Sí, lo sé... —Julián dijo y acomodó el pavo en el centro de la mesa—. Solo me preocupa... ¿Habrá comido? Ella no se perdería este pavo por nada del mundo.Chris miró a su prometida sin saber qué decir. No quería que fuera una cena triste. Él había hecho un gran esfuerzo para que Romy pudiera acompañarlos en esa semana navideña. No quería que las ilusiones de su suegro se hicieran añicos.—Papito, Romy no va a pasar hambre, si eso piensas —refutó Lily, ofreciéndole un cuchillo largo a Rossi para que cortara el pavo—. Se pone de mal humor y tú lo sabes.—Cierto. —Julián se oyó más calmo.Rossi puso atención a sus palabras.—¿Es algo
A la mañana siguiente, un alarido femenino histérico sobresaltó a Romina, no así a James, quien dormía tan profundamente que no supo qué estaba ocurriendo.Apabullada, Romina brincó de la cama; agarró un almohadón para esconderse, para no dejar que la vieran con tan poca ropa y se encontró frente a frente con la empleada de James.La mujer debía cuidar el apartamento y limpiar lo que ya estaba limpio para complacerlo.En vísperas de navidad.Las dos mujeres latinas se miraron con sobresalto. Romina fácil entendió quién era. Por el susto había soltado las escobas y productos de limpieza por el aire.Para la empleada también fue fácil saber quién era ella. La había visto en televisión, pero no salía de su impresión.Romina cobr
James le dio una mirada a su empleada y ahogó un suspiro antes de decirle:—Te espero en mi oficina.La mujer agachó la cabeza y asintió obediente.Los gemelos se espantaron al escuchar esas palabras y se alejaron asustados. No pensaron que sus ocurrencias arruinarían todo ese día.—James... —Romina lo llamó preocupada y lo miró con pavor—. ¿Qué va a hacer? —preguntó con voz suavizada, más al ver a la empleada caminar hacia una habitación al final del recorrido.James suspiró y con mueca entristecida le acarició los labios y la barbilla. No quería que ella lo viera como a un monstruo. Sabía que podía ser mejor que eso.
Cuando James y su empleada dejaron atrás la oficina en la que habían hecho las “paces”, encontraron el apartamento en completo silencio.Romina y los gemelos ya no estaban en ninguna parte.James y su empleada se miraron liados y recorrieron el lugar sin decir mucho.—Qué extraño... —murmuró James con el ceño apretado y buscó a Romina en los cuartos que aún no estaban terminados.Encontró cajas con expedientes de sus casos, apiladas una sobre otra, hasta el techo.—Mis gemelos —jadeó su empleada cuando, con el pasar de los minutos, no los encontró en ninguna parte; empezó a registrar otra vez todas las habitaciones con desesperación—. ¡Mis gemelos! —chilló histérica y corrió a los brazos de Dubois a clamar por su ayuda.Dubois se quedó paralizado. Le costó reaccionar. Realmente no sabía qué decir, ni cómo actuar. No entendía qué demonios estaba ocurriendo. Muchas cosas se cruzaron por su cabeza.Muchas ideas contradictorias: ¿por qué Romina huiría y con gemelos? ¿Por qué se llevaría a
—¿Café con leche batida o...? —Romina apareció de la nada, con una botella de leche en la mano y su maldita sonrisa que lo llevaba a otras galaxias.Su voz lo hizo aterrizar. Su sonrisa lo hizo calmarse.Los gemelos se exaltaron al escucharla. Dubois estaba pálido y las rodillas le tiritaban.—Entonces vieron a la niña calva en una cafetería, donde murió un señor...—Sí, y aparecieron los agentes federales y mataron a todos...Los gemelos hablaron lo primero que se les ocurrió.—¿Todo está bien? —Romina estaba confundida.Los miró a los tres con curiosidad.La cara de James era un poema.—Sí, sí... los gemelos me están hablando de... —Los miró pidiendo ayuda.—Una serie de televisión —dijo el gemelo mayor y se acomodó las gafas en el puente de la nariz.El otro gemelo sonrió falso para Romina.Odiaban mentirle.Romina supo que algo extraño estaba ocurriendo y asintió calma. Volvió a mirar a James, a la espera de que respondiera su pregunta.James reaccionó al ver la leche en su mano.
No tuvo que hacer mucho. Los gemelos salieron en su defensa:—Ella cree que es su novia.James se quedó con la boca estirada. Pretendía decir algo en su defensa, como buen abogado, pero descubrió que tenía dos defensores.—Nunca formalizaron su relación, de ninguna forma. —El otro gemelo parecía tan seguro de sí mismo.Romina los miró con las cejas en alto, sorprendida de escuchar a los gemelos hablando por él.Con desconfianza la joven fijó sus ojos en el abogado y esperó a que se justificara.—Señor Dubois... —Llamó cuidadosa.—Sí, así me llamo —respondi
Todo apestaba a hogar.—Dios mío, no puedo romper mi ayuno con esta atrocidad —dijo ofendida, mirando las tostadas francesas con horror.Romina bufó.—Por supuesto... —Romy musitó hastiada—. ¿Qué quieres comer? —preguntó cansada.—¿Qué tienes? —preguntó Ruby, burlesca.Romina miró la cocina y enumeró:—Pan blanco, miel, huevos, leche, café, chocolate, dulces de anís...Ruby se puso peor.—Mi dieta no incluye nada de eso... ¿Acaso no tienes otra cosa? —insistió insoportable.
Último capítulo