Todo apestaba a hogar.
—Dios mío, no puedo romper mi ayuno con esta atrocidad —dijo ofendida, mirando las tostadas francesas con horror.
Romina bufó.
—Por supuesto... —Romy musitó hastiada—. ¿Qué quieres comer? —preguntó cansada.
—¿Qué tienes? —preguntó Ruby, burlesca.
Romina miró la cocina y enumeró:
—Pan blanco, miel, huevos, leche, café, chocolate, dulces de anís...
Ruby se puso peor.
—Mi dieta no incluye nada de eso... ¿Acaso no tienes otra cosa? —insistió insoportable.
—¿Hielo? —Romina fue sarcástica.
James se rio y Ruby lo miró ofendida.
—Es vegetariana —dijo uno de los gemelos.
—Le gusta el pasto... —explicó el otro.
—Ve-gana —corrigió Ruby con fastidio y con los dedos en punta.
—¿Verga-na? —preguntó Romina y se aguantó la risa cuando la empleada de Dubois y el mismo Dubois se rieron fuerte.
—¿Qué dijiste? —preguntó Ruby, ofendidísima.
—Niña, escuchaste bien lo que dijo —intervino la empleada de Dubois, defendiendo a Romy—. No debes estar aquí. No eres bienvenida. ¿Acaso no te das cuenta? —preguntó—. Si no te dejaron subir, es porque no te quieren aquí —insistió y fijó sus ojos en el administrador, quien estaba perplejo viendo toda esa descabellada escena.
El hombre entendió sus miradas y dijo:
—Llamaré a la policía.
—¿Qué? —Ruby estaba ofendida—. ¡James, diles!
—¿Qué quieres que les diga? —refutó él—. ¡Ya te lo dije! —gritó enojado—. ¡No deberías estar aquí! —añadió. Ella le miró con pavor—. Lo de Montana fue un error, ¿sí? Te llamé y te dije que no sucedería. No sé por qué insistes.
Ruby se tocó el pecho, sorprendida por sus palabras.
—Pensé que me pedirías ser tu novia... —musitó ella, con mueca entristecida. Romy y la empleada vieron más una mueca manipuladora—. Después de tantas semanas... yo...
—¡No! —James refutó firme.
Aunque no le gustaba gritarles a las mujeres, no podía dejarla continuar; además, Ruby acababa de colmarle toda su paciencia.
En su defensa, poseía poca.
—Siempre te dije que era algo casual. —La miró con agudeza. Ruby escondió la mirada, porque en el fondo sabía la verdad—. Ella es mi novia —dijo y señaló a Romina con valentía. Romina lo miró con horror. Ruby lo miró con horror—. Desde hoy, desde ahora, pero es mi novia.
Ruby se quedó boquiabierta unos instantes.
—¿Es una puta broma? —preguntó ofendida.
—La palabra con P —dijeron los gemelos al unísono, sorprendidos y miraron a su madre con horror.
—No, no es una broma —refutó James y caminó hacia donde Romina se encontraba—. Ella es mi novia y lo mejor es que te largues de una buena vez.
Ruby se rio cruel.
—¿Me cambiaste por ella? —Miró a Romina de pies a cabeza. Recién allí cayó en cuanto que vestía una camisa de James—. Por tan poca cosa... —dijo cruel y la despreció con la mirada.
James suspiró cansado y con tristeza cogió a Romina por la nuca, la besó en la frente con los ojos cerrados. Fue su modo de pedirle disculpas por tan desagradable momento.
Tras eso, caminó hacia Ruby para sacarla de su apartamento y con crueldad la cogió por el brazo y le dijo:
—No te cambié por ella, porque nunca tuvimos nada. —La jaló hacia el elevador—. Y no te compares con ella. —Se rio cruel—. No te comparas a ella, de ninguna m*****a forma. —La miró despectivo, justo como ella había mirado a Romina—. Ahora lárgate o llamaré a la policía.
La empujó dentro del elevador y el administrador la acompañó.
Suspiró cansado cuando las puertas del elevador se cerraron y, se sintió tan consumido por la situación que, se tuvo que apoyar en sus rodillas cuando el aire se le acabó y pensó que se desmayaría.
Romina se acercó asustada, preocupada y trató de contenerlo.
—Estoy bien... —jadeó él y se recompuso a la fuerza.
Romina lo miró con los ojos brillantes y, aunque aún no terminaba de comprender bien el asunto de Ruby, y tenía muchas interrogantes vivas, tuvo que pasar por alto todo para concentrarse en una cosa:
Él la había nombrado su novia.
—Así que su novia —dijo con ese tono juguetón que a él lo salvaba.
—Mi novia —respondió él con validez y por encima de su hombro miró a los gemelos—: la reclamo antes de que “otros”... —Marcó bien esa palabra—... crean que tienen derecho.
—La biblia dice que hay que compartir —peleó un gemelo.
Dubois se rio fuerte y sarcástico.
—Bienvenido al mundo real, fotocopia... aquí nada se comparte —peleó Dubois.
Romina se empezó a reír cuando entendió que James estaba peleando con un gemelo.
Por ella.
Tal vez eso fue lo que más le gustó. Sus celos infantiles, su posesiva forma de marcarla como suya y su forma brusca de mostrarle al mundo, a los gemelos y a Ruby, que ella era suya.
Dubois la besó antes de que todo se le saliera de las manos otra vez. La agarró firme por la cintura y puso su mano en su culo para que nadie viera de más.
Cuando se separó de su adictiva boca, le dijo:
—En mi defensa diré que todo es su culpa.
—¿Mi culpa? —Romina peleó ofendida.
—No voy a mentirle.
—Por favor, cómo se le ocurre —dijo ella, sarcástica.
James sonrió. Amaba su maldito sarcasmo.
—Iba a Montana, pero la vi en la televisión y perdí la cabeza. No podía irme sin verla, sin decirle... —jadeó con todas las emociones atoradas en la garganta.
—Cierto. Yo guardé la maleta —lo ayudó su empleada y cuando él la miró, ella le sonrió cariñosa—. La vio con su hermana... la otra López... estaban de compras y se volvió un demonio y salió corriendo.
Romina sonrió atrapada entre sus brazos. Empezó a entender un poco más.
—¿Qué tenía que decirme? —preguntó Romina.
James sonrió.
—Que usted es la culpable de mis insomnios y mi motivo en las mañanas para levantarme. —La miró con sus bonitos ojos verdes.
Romina enarcó una ceja.
—Señor Dubois... ¿cómo puedo ser la causante de sus insomnios si apenas nos conocemos? —cuestionó ella.
Él negó sonriente y con sinceridad le preguntó:
—No se acuerda de mí, ¿verdad? —Romina apretó el ceño y quiso negar, pero no estaba muy segura—. En la clínica, los perritos calientes... los dólares falsos.
Romina escuchó aquello y abrió grandes ojos. Nadie sabía de eso. Era su secreto. Lo miró a la cara con confusión y su mente no tardó en aclararse.
Sonrió emocionada cuando todo se despejó, cuando tuvo claridad sobre lo sucedido y se largó a reír cuando revivió esa mañana de perritos calientes y a ese desconocido de bonitos ojos que había salvado su vida.
Sin pensárselo dos veces, Romina se arrojó a sus brazos y sollozó escondida en su cuello, queriendo comprender cómo el destino lo había puesto en su camino.
James nunca había contenido a nadie; difícil le fue entender que tenía que abrazarla.Pronto recordó su abrazo con su empleada y rememoró lo bien que se había sentido corresponderle a otro cuerpo cálido y tembloroso; ofrecer calma y consuelo sin esperar nada a cambio.Abrazó a Romina por la espalda y encontró que se sentía diez veces mejor; era diferente, por supuesto. No deseaba a su empleada; a Romina sí, de todas las formas que un hombre podía llegar a imaginarse.Frente a él, los gemelos le decían con gestos animados que tenía que abrazarla y besarla. Algunos gestos fueron más obscenos que otros, pero a Dubois le hicieron entrever que tenía que actuar.Se armó de valor para cogerla
Hasta ese momento, ella creía que el Coco asustaba a los niños, jamás se habría imaginado que podía hacerlos reír.Supo que sería una navidad maravillosa, cuando vio a sus hijos sonreír otra vez y disfrutar de un desayuno con otras personas.Tal vez, se había acabado la soledad para ellos.—¡No puedes apagarlos! —gritó Romina, riéndose fuerte y se levantó para luchar con James.—¡Deben tener un interruptor! —gritó James, enloquecido y buscó debajo de sus axilas—. ¡Un interruptor de reinicio!Los cuatro se vieron rápido en el piso, enrollados y luchando, riéndose y buscando ganarle a ese enorme hombre de fuerza incon
Se besaron y se acariciaron mirándose diferente. Les costó un poco separarse. Sus pieles se buscaban naturalmente; cada roce, beso y mirada fue nuevo para los dos.Pocas horas habían pasado, pero las suficientes para saber que estaban dispuestos a dar ese gran paso juntos.Sin decir mucho, usaron el cuarto de baño juntos y se prepararon para salir.No les costó hallar un ritmo de pareja. James fue el más sorprendido, porque nunca había dejado que una mujer llegara tan lejos.Utilizaron el mismo cepillo de dientes y, mientras ella se puso su desodorante masculino en las axilas y vistió su ropa interior, él se retocó la barba con una cuchilla, tan torpemente que se cortó la mejilla.—A ver, d&
James sonrió.—Secreto profesional —susurró él con tono juguetón. Ella rodó los ojos y quiso decir algo, pero James se le adelantó—: quería que encontrara a los receptores de los órganos de su hijo.Romina sabía la respuesta, aun así, necesitaba escucharla.Ella escondió la mirada. Aun le dolía y fue terrible descubrir que la herida seguía allí.—Ya veo... —susurró abatida—. ¿Y cómo llegó a la clínica?James se rio.—Curiosidad —sinceró—. No encontré ninguna foto suya. Quería saber cómo lucía.
Cuando se bajaron del taxi, encontraron las calles totalmente nevadas, pero nada los detuvo de seguir con sus planes.Se cogieron de las manos para caminar sin resbalar y James la condujo hacia un edifico que Romina miró con una ceja enarcada.—¿Una sala de destrucción? —preguntó ella, confundida por esa “salida” no tan “especial”.James sonrió y después se rio.—Una sala de ira —corrigió él con suavidad. No quería que se ofendiera—. Vamos a romper algunas cosas...Ella se sobresaltó aún más al escuchar aquello.—¿Con qué fin? —preguntó un poco negativa.
Rossi ayudó a Lily a terminar con algunas decoraciones navideñas. No estaban muy convencidos con las nuevas guirnaldas, así que las pusieron en todas las ventanas, para ver mejor el panorama.La familia Tronquitos en su jaula de cristal tuvo también sus propias decoraciones. Lily y Sasha habían preparado un árbol diminuto para ellos que decoraba el centro de su casa con elegancia.Sasha estaba ilusionada. Era su primera navidad en tierras americanas y estaba muy sorprendida por todas las tradiciones que los acompañaban, ni hablar de la comida.Con Julián había aprendido tantos platillos nuevos que, no sabía cuál de todos era su favorito.—Ponche, querida. —Julián le ofreció algo para beber.
Mientras Romina se preparaba para tomar un baño con agua caliente, Lily la sometió a un interrogatorio profundo.Romina sabía que eso ocurriría, así que con soltura le habló sobre cada cosa romántica que había hecho junto a James, a donde la había llevado y como se había portado a la altura de un caballero.Tras hablar de su tarde de patinaje, mencionó lo de la lluvia y que para protegerse subieron al apartamento de Dubois.Lily tuvo que interrumpirla:—¿Te acostaste con él?Romina asomó su cabeza por la cortina de baño y con mueca traviesa le dijo:—Un par de veces.Lily chilló
Tras eso, se reunieron los tres en secreto y se dispusieron a salir sin ser vistos.—¿A dónde van? —preguntó Julián cuando vio a sus hijas caminar discretas al elevador.Rossi iba tras ellas, pisando en puntitas para que nadie los oyera.Lily volteó para dar la cara por todos y agitada dijo:—Olvidamos comprar algunas cosas. —Le dio una sonrisa con dientes incluidos.Era pésima mentirosa.Julián enarcó una ceja.—Solo iremos a comprar algunas cosas para mañana —unió Romy con la voz temblorosa.James se levantó de su asiento y no tardó en coger su