135

—¿Café con leche batida o...? —Romina apareció de la nada, con una botella de leche en la mano y su m*****a sonrisa que lo llevaba a otras galaxias.

Su voz lo hizo aterrizar. Su sonrisa lo hizo calmarse.

Los gemelos se exaltaron al escucharla. Dubois estaba pálido y las rodillas le tiritaban.

—Entonces vieron a la niña calva en una cafetería, donde murió un señor...

—Sí, y aparecieron los agentes federales y mataron a todos...

Los gemelos hablaron lo primero que se les ocurrió.

—¿Todo está bien? —Romina estaba confundida.

Los miró a los tres con curiosidad.

La cara de James era un poema.

—Sí, sí... los gemelos me están hablando de... —Los miró pidiendo ayuda.

—Una serie de televisión —dijo el gemelo mayor y se acomodó las gafas en el puente de la nariz.

El otro gemelo sonrió falso para Romina.

Odiaban mentirle.

Romina supo que algo extraño estaba ocurriendo y asintió calma. Volvió a mirar a James, a la espera de que respondiera su pregunta.

James reaccionó al ver la leche en su mano.

—¿Leche? —preguntó confundido—. No, no... café negro... —jadeó nervioso—. Por favor... —pidió después, cuando entendió que, todo se podía ir al demonio en cualquier segundo.

—Negro como su alma —fastidió su empleada en español.

Los gemelos se rieron, pero tensos.

Romina sonrió y se dio la media vuelta para terminar de preparar el café.

James suspiró sintiéndose fatal. No quería mentirle a Romina, no después de una noche tan perfecta. Si Romina lo descubría, no iba a perdonarlo. Al menos, él no se perdonaría por algo así.

Había planeado una semana en Montana con otra mujer. Tenía que decírselo, pero hablarle de eso involucraba también hablarle de los perritos calientes.

Pensó que, si Ruby aparecía por el ascensor en ese segundo, se moría.

Sí, se moría. Su cuerpo no iba a resistir tanto.

Vio a Romina regresar a la cocina abierta y preparar el café con una sonrisa relajada en los labios. M****a, le fascinó verla ahí. Se veía perfecta, bajo la luz de la mañana y el indiscutible aroma de las tostadas francesas.

Pain perdu, pensó sonriente, embobado.

—¿Señor Dubois? —Los gemelos lo llamaron. Él estaba perdido—. Tierra llamando al patrón... Dubois...

—Sí... yo... —jadeó nervioso—. M****a... —Se frotó las sienes con angustia.

Los gemelos se miraron con grandes ojos al escuchar esa mala palabra.

—Sí, María —respondieron ellos y James los miró más confundido—. No podemos decir la palabra con M, así que decimos María.

James se quedó boquiabierto unos segundos y, aunque consideró que era lo más estúpido que había escuchado nunca, se terminó riendo por las estupideces que esos jóvenes decían.

—María, triple María... ¡Maldita María! —gritó James, maldiciendo al estilo de esos gemelos y se rio más fuerte.

Desde la cocina, su empleada lo miró con la boca abierta; a su lado, Romina estaba encantada tostando el pan y poniéndole canela extra. Hasta suspiraba corazones.

—¿Alguna vez escuchó la historia de ese hombre que le arrancó la cabeza a un murciélago con sus dientes? —preguntó la empleada, de la nada.

Romina enarcó una ceja y la miró con cierta confusión.

—¿Ozzy Osbourne? —respondió ella con otra pregunta.

La empleada asintió con convicción.

—Siempre me imaginé así al patrón y siempre creí que, cuando mis gemelos le hablaran, él les arrancaría la cabeza...

Romina se rio fuerte por las ocurrencias de la empleada de James y, todo estuvo bien hasta ese momento.

Pero, de la nada, las campanillas del elevador anunciaron que no estaban solos.

Dubois se puso más pálido, como si eso fuera posible y corrió al elevador para detener a la vaca... a Ruby, antes de que enredara toda su romántica mañana.

Los gemelos corrieron con él, para respaldarlo, pero se sorprendieron al ver al administrador del edificio allí. Jadeaba exaltado y parecía sobresaltado por una razón que nadie conseguía entender.

—Señor Dubois... —El hombre dejó el elevador con mueca preocupada—. Lamento interrumpirlo de este modo, pero no logré comunicarme con usted de otra forma.

Dubois apretó el ceño.

Recordó haber olvidado por completo su teléfono en cuanto había llegado a la casa de Rossi. Romina se había robado toda su atención. De seguro su teléfono estaba descargado en el fondo de algún bolsillo de su abrigo.

—No se preocupe. —Fue lo único coherente que pudo responder. Los gemelos le jalaron la ropa, uno a cada lado. Querían decirle algo, pero él aun entendía que estaban allí para ayudarlo—. ¿Todo está en orden?

—Una mujer insistió en subir, alegando que era su novia y le negamos el acceso, pero... —El hombre lo miró complicado. Dubois tragó duro—. Se escapó por las escaleras de emergencia y no la encontramos en ninguna parte...

Dubois sintió que le faltaba el aire.

—María bendita —suspiró un gemelo.

—¿Novia? —Romina preguntó.

Dubois apretó los ojos al escuchar su voz detrás de él y tuvo que armarse de valor para voltear y enfrentarla.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo