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Rossi ayudó a Lily a terminar con algunas decoraciones navideñas. No estaban muy convencidos con las nuevas guirnaldas, así que las pusieron en todas las ventanas, para ver mejor el panorama.

La familia Tronquitos en su jaula de cristal tuvo también sus propias decoraciones. Lily y Sasha habían preparado un árbol diminuto para ellos que decoraba el centro de su casa con elegancia.

Sasha estaba ilusionada. Era su primera navidad en tierras americanas y estaba muy sorprendida por todas las tradiciones que los acompañaban, ni hablar de la comida.

Con Julián había aprendido tantos platillos nuevos que, no sabía cuál de todos era su favorito.

—Ponche, querida. —Julián le ofreció algo para beber.

—¿A las cuatro de la tarde? —Sasha rio, pero lo aceptó de todos modos.

Julián poseía algo, magnético tal vez, pero no podía decirle que no.

El hombre se sentó a su lado, con su jarra con ponche a disfrutar de su tarde.

—Nunca es muy temprano para beber ponche, ni muy tarde para comer tarta —bromeó él y Sasha lo miró con dulzura.

Mientras Lily y Christopher se debatían sobre las decoraciones, ella miró a Julián por largo rato. Intentó disimular, pero el señor “L” se dio cuenta de sus miradas indiscretas.

—No vas a encontrar más arrugas debajo de estas arrugas —bromeó él.

No entendía porque lo miraba tanto.

Sasha sonrió avergonzada y con las mejillas coloradas negó.  

No podía negar que Julián era un hombre mayor para ella, pero tampoco podía negarse a la química. No sabía qué era lo que más le gustaba de su cercanía y compañía. Si sus ojos oscuros y dominantes, o su forma delicada de tratarla, de hablarle y de saber llegar a sitios a los que ningún otro americano ni ruso había podido llegar antes.

Tal vez la carencia paterna le jugaba en contra. Su padre la había abandonado cuando apenas era una niña y se había pasado la mitad de su vida buscando afecto masculino o un hombre que la protegiera.

Le confundía la forma protectora en que Julián se preocupaba de ella. ¿Y si solo la veía como a una hija más, como a Lily o a Romy? Cuando pensaba en eso, el corazón le dolía y se veía incapaz de avanzar sin sus consejos, postres y tardes de café y películas.

¿Qué era lo que quería ella de Julián o qué quería Julián de ella? Hasta ese momento, ninguno de los dos había dado el gran paso, pero no era un secreteo que se habían convertido en inseparables.

Pero, esa unión, ¿significaba algo? ¿O solo era una amistad que jamás terminaría de florecer?

—¿Todo está bien, querida? —preguntó Julián cuando entendió que Sasha estaba en un gran debate silencioso—. Te ves preocupada...

Sasha lo miró con sus grandes ojos y respiró antes de atreverse a decirle todo eso que la atormentaba y lo que estaba sintiendo. Era tan grande que, ya no le cabía dentro del pecho.

Quería empezar diciéndole que era el primer hombre que la hacía sentir así, segura, protegida, querida, pero las puertas del elevador campanearon y todos voltearon sorprendidos al ver a Romina y a James llegar juntos.

Venían cogidos de las manos.

—¡Al fin! —gritó Christopher y fijó sus ojos en su suegro—. ¡Estuve a punto de llamar a la policía!

Venían tan sonrientes que, todos dejaron lo que hacían para darles la bienvenida.

Algunas caras, como la de Julián y Rossi no eran muy satisfactorias, pero Lily estaba llena de felicidad. Sasha llena de ilusiones.

—¡Hermanita, llegaste! —gritó Lily y corrió a su encuentro.

Romina se rio feliz y abrazó a su hermana. Frente a ella su padre la miraba con seriedad, también miraba a Dubois, con más desconfianza que otra cosa.

—Papito... —Ella suspiró—. Lamento haberte preocupado.

Julián sonrió calmoso al escucharla y avanzó con paso seguro hacia ella para besarla en la mejilla.

—Qué bueno que la trajo sana y salva a casa —dijo Julián y saludó a James con un apretón de manos—.¿Todo bien, mi niña? —preguntó mirando a su hija mayor.

Romina le sonrió.

Lily vio la picardía en su mirada traviesa y supo que los días de aburrimiento habían terminado.

—Todo perfecto —dijo Romina con alegría—. Anoche fuimos a patinar y nos atrapó la lluvia... no encontramos un taxi y...

Julián sonrió y ella dejó de hablar.

—Mi niña, no tienes que decirme lo que ocurrió —explicó él con total serenidad. Desde el sillón Sasha los miraba con atención—. Eres una mujer adulta y eres libre de vivir tu vida como tú quieras. —Le acarició las mejillas con dulzura—. Siempre y cuando no te lastimen. —Fijó sus ojos en James.

Dubois supo que esa era otra amenaza. Se limitó a asentir de forma respetuosa.

Rossi cogió a James por los hombros y lo llevó a caminar por el pent-house.

Lo llevó lo suficientemente lejos para que nadie pudiera oírlos.

—Tuve dos micro infartos por tu culpa —dijo él con tono sarcástico—. Primero, anoche... cuando no llegaron y está mañana, cuando mi suegro descubrió que su preciado diamante no estaba en su cama, sino en la tuya —peleó, hundiéndole el dedo sobre el pecho.

—Eso duele. —James se quitó su dedo punzante del pecho y se rio—. Todo pasó muy rápido, yo...

—Ajá —dijo Rossi y se cruzó de brazos encima del pecho—. Sé que no me incumbe, pero... ¿se acostaron? —Quiso saber—. Pasaron la noche juntos, digo...

Dubois rodó los ojos.

—Maldito morboso —gruñó James.

No estaba abierto a dar detalles de su noche con Romina. Era suya y de nadie más.

—No es morbo, joder —peleó Rossi—. Solo quiero saber si la hiciste feliz.

Dubois se rio fuerte.

—Muy feliz. —Sonrió travieso—. Es todo lo que diré.

Rossi no tuvo que preguntar nada más para entender que había sido una noche muy satisfactoria para ambos. Le gustó también que Dubois se reservara esos detalles especiales para él.

Le hizo entrever que era un caballero.

Tras eso, suspiró aliviado y volvió a cogerlo por los hombros para regresar con él al salón principal.

Lily y Romy habían desaparecido. Las hermanas tenían que ponerse al día.

Solo Julián estaba allí, esperándoles.

Rossi se rio cuando vio la cara de pocos amigos de su suegro y con tono burlón miró a James y le dijo:

—Buena suerte.

Y lo lanzó a la jaula del león.

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