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Mientras Romina se preparaba para tomar un baño con agua caliente, Lily la sometió a un interrogatorio profundo.

Romina sabía que eso ocurriría, así que con soltura le habló sobre cada cosa romántica que había hecho junto a James, a donde la había llevado y como se había portado a la altura de un caballero.

Tras hablar de su tarde de patinaje, mencionó lo de la lluvia y que para protegerse subieron al apartamento de Dubois.

Lily tuvo que interrumpirla:

—¿Te acostaste con él?

Romina asomó su cabeza por la cortina de baño y con mueca traviesa le dijo:

—Un par de veces.

Lily chilló como loca por todo el vaporoso cuarto de baño y dio brinquitos por la felicidad.

—¿Y fue bueno? —Quiso saber.

—¡Oh, muy bueno! —gritó Romy, bañándose animosa.

—¿Usaste todos los preservativos? —preguntó Lily.

Y se quedó esperando su respuesta por un largo rato.

»¿Romy? —insistió aun emocionada, pero el silencio le hizo saber que algo malo estaba ocurriendo.

El agua dejó de oírse en todo el cuarto de baño y la cortina se abrió de golpe.

Lily se encontró a Romy con el cuerpo y el cabello repletos de espuma. Su cara se lo dijo todo.

—Oh, Dios mío... —Romina empezó a hipar nerviosa.

—¡No me jodas! —gritó Lily fuera de sí y respiró agitada cuando entendió lo que eso significaba—. ¡Romina eso fue muy irresponsable! —regañó y se tuvo que sentar en el váter para procesar todo.

Romina sollozó asustada.

—¡Solo me dejé llevar! —lloró—. ¡Maldito estúpido preservativo, ¿cómo pude olvidarlo?! —gritó dramática—. ¿Qué voy a hacer? —preguntó sintiéndose acorralada.

No estaba lista para embarazarse otra vez.

Tal vez sí para ser madre, pero no se sentía segura viviendo otra vez todo ese proceso ella sola, pensando que, posiblemente, sucedería lo mismo que con su hijo fallecido.

¿Y si el problema era ella? Pensó sofocada. ¿Y si ella no podía tener bebés? El vapor no ayudaba.

Lily se levantó de golpe cuando supo que su hermana estaba bloqueada, muerta del miedo y reaccionó antes de que todo se fuera a la m****a:

—Aun podemos ir a comprar la píldora. —Las dos se miraron con agudeza.

Romina asintió segura y salió de la ducha llena de espuma, aun mojada y asustada.

—Termina de bañarte primero —rio Lily y se acercó para abrazarla—. Tranquila, todo va a estar bien.

—¿Cómo estás tan segura? —Romina se vio compungida por sus miedos.

Lily le sonrió y volvió a abrir el agua caliente para que terminara de asesarse.

—Después pensaremos en eso.

Romina sintió alivio cuando entendió que tenía a su hermana a su lado para solucionarlo.

Se terminó de asear y se vistió corriendo. Estaban a pocas horas de que todo cerrara para esa gran noche y necesitaban encontrar una farmacia cuanto antes.

Lily se quitó sus ridículas prendas navideñas para poder salir de compras de último minuto con su hermana.

Mientras se cambiaba los calcetines de renos y las capuchas XXL de árboles navideños, Rossi entró por la puerta. La encontró hablando entre dientes. No podía escoger nada coherente de su armario renovado, porque su cabeza estaba hecha un lio por lo sucedido.

Tenía que apoyar a su hermana. No podía dejarla sola otra vez, aun cuando Romy se aislara o se cerrara.

—¿A quién tengo que matar? —preguntó él al entrar.

Lily escuchó su voz y soltó un gran suspiro de alivio. Era tan maravilloso tener un hombre como él. Brazos firmes que la sostenían cuando sentía que sus rodillas flaqueaban y su voz ronca que la hacía sentir a salvo.

Se rio y le dijo:

—A veces me pregunto si es una pregunta retórica.

Rossi se rio, pero de golpe se puso serio y le dijo:

—No lo es. —Ella dejó de mirar sus prendas para mirarlo a él con dulzura.

—Yo también mataría por ti —respondió ella y caminó sonriente a sus brazos—, Pero no estamos en un romance de acción o mafia, así que, dejemos esos sentimientos psicópatas de lado y volvamos al cliché —dijo riéndose.

Christopher se carcajeó y le cepilló el cabello hacia atrás. Adoraba ver su rostro descubierto. Mejillas prominentes y esa sonrisa de un hoyuelo que lo volvía loco.

—Sabes que amo el maldito cliché. —La besó con dulzura—. ¿Vas a algún lado? —preguntó cuando vio sus prendas estiradas sobre la cama.

Lily suspiró.

—Sí y es urgente —manifestó ella y corrió de regreso a su armario.

—Genial, te acompaño —dijo despreocupado y se apresuró para buscar su abrigo—. Quiero conseguir unos obsequios para los hijos de la empleada de James.

Lily le miró con una ceja enarcada.

Estaba confundida.

Rossi sonrió y le explicó:

—James dijo que tu hermana los invitó a pasar el día con nosotros. —Lily sonrió—. James dijo que eran unas fotocopias insoportables... —Rieron los dos.

—¿Fotocopias? —Lily rio.

—Son gemelos —explicó Chris.

Lily se rio más fuerte.

—Que creativo.

—Abogado —respondió él y terminó de esconder sus pijamas navideños con el abrigo.

Lily se vistió rápido y se cubrió el cabello con una gorra de Chris. No quería que vieran su versión despeinada y alborotada. Eso de ser la nueva “Chica del momento” era estresante. Lo peor, o tal vez lo mejor, no estaba muy segura, era que siempre, cada mezcla que usaba era alabada por los críticos.

Lily no sabía si estaban locos o muy desesperados por nuevas tendencias.

Tal vez la dos cosas.

—Amor, antes de irnos... —advirtió ella antes de que salieran de su cuarto y suspiró complicada sin saber cómo decirle la verdad—. Vamos a ir a una farmacia y...

—¿Farmacia? —preguntó Chris, liado—. ¿Te sientes enferma o...? —Lily negó con la cabeza.

Él apretó el ceño y la miró con agudeza.

—Tenemos que conseguir una píldora.

Rossi separó los labios y asintió, conforme procesó lo que su prometida le decía.

—¿Crees que estás embarazada? —Su pregunta le dejó distinguir a Lily la ilusión brillando en sus ojos.

Por unos instantes, ella pudo ver lo mucho que le entusiasmaba la idea de ser padre. Le dolió tener que decirle la verdad y ser ella la destructora de esas ilusiones primerizas.

—Romina... —susurró—, tuvo sexo sin protección.

Rossi se quedó boquiabierto y no tuvo valor para criticar a nadie. Entendía la pasión del momento. La había conocido con Lily, así que, asintió y prometió no decir nada que pudiera hacerla sentir mal, pero le era difícil contenerse.

Tenía una lengua muy traviesa.

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