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Tras eso, se reunieron los tres en secreto y se dispusieron a salir sin ser vistos.

—¿A dónde van? —preguntó Julián cuando vio a sus hijas caminar discretas al elevador.

Rossi iba tras ellas, pisando en puntitas para que nadie los oyera.

Lily volteó para dar la cara por todos y agitada dijo:

—Olvidamos comprar algunas cosas. —Le dio una sonrisa con dientes incluidos.

Era pésima mentirosa.

Julián enarcó una ceja.

—Solo iremos a comprar algunas cosas para mañana —unió Romy con la voz temblorosa.

James se levantó de su asiento y no tardó en coger su abrigo y unirse a ellos.

Romy lo miró con horror. No estaba entre sus planes que James las acompañara a comprar un anticonceptivo de emergencia.

—Iré con ustedes... también compraré algunas cosas —dijo sonriente, desconocedor de la verdad.

Rossi se rio con poco disimulo y le dijo:

—Añade globos a la lista. 

Lily lo miró con grandes ojos para que disimulara. Podría haberlo regañado, pero eso solo encendería las alertas en su padre y no querían que estuviera al tanto de la vida sexual de Romina.

No tan pronto.

Romy miró a Lily, reclamando por una explicación y Lily miró a su hermana implorando perdón.

Romy suspiró al entender que, entre Lily y su prometido no existían secretos y supo que sería una cena muy difícil. No le quedó de otra que suspirar rendida.

—¿Qué? —Dubois estaba liado—. ¿Globos? —preguntó mirando a las hermanas sin comprender lo que Rossi decía.

Romy se rio nerviosa.

Lily respondió por ella:

—Sí, para la fiesta... —Una sonrisa fingida hizo entrever a su padre que estaban manejando un secreto delicado.

Dubois la escuchó no muy convencido y fijó sus ojos verdes intensos en Romina. Podía leer su nerviosismo. Era nuevo. Estaba inquieta, asustada. Supo de inmediato que algo más estaba ocurriendo.

—Que les vaya bien... supongo... —Se despidió Julián, sospechando también y regresó a su ponche.

Los cuatro se montaron en el elevador, tensos, sin decir ni una sola palabra.

Romy estaba roja, con sus ojos fijos en su hermana. No estaba enojada con ella, eso era casi imposible, pero si se sentía muy avergonzada de tener a Dubois allí.

Lily no aguantó la presión, el sentimiento de culpa y le confesó la verdad:

—¡¿Qué querías que hiciera?! —preguntó nerviosa—. ¡Él quiso venir y pensé que decirle la verdad sería lo mejor! ¡No quería que esto terminara así! —jadeó nerviosa.

—¿De qué están hablando? —preguntó James, confundido. 

Nadie le respondió, así que apretó el ceño y miró a Rossi, buscando alguna explicación.

Las hermanas estaban tan tensas que, no supo dónde más buscar pistas.

—Romy, tienes mi apoyo —dijo Chris con seguridad—. Aunque con gusto sería tío.

—¿Apoyo? —preguntó James—. ¿Tío?

Era el único que no estaba enterado de la verdad y se sintió perdido.

Romy suspiró y se tranquilizó. Se dijo que no era el fin del mundo y se obligó a ser la mujer segura que alguna vez había sido.

—James... —Lo llamó y con agudeza lo miró a los ojos—. Tuvimos sexo sin protección. —Fue directa y clara. No quería irse por las ramas—. Y ahora vamos a conseguir una píldora.

James se quedó perplejo unos instantes y, aunque le hubiera gustado decir algo para alivianar la tensión que se respiraba en ese encerrado elevador, llegaron al primer piso y tuvieron que moverse rápido cuando vieron a otras personas esperando usar el elevador.

Se bajaron los cuatro caminando rápido, pero antes de que salieran al frío, James cogió a Romina por el brazo y la enfrentó.

Ella no lo dejó hablar:

—No tiene que preocuparse. Compraré una píldora y fin del problema. —Se oyó tajante.

James estaba mirándola con el ceño apretado. Sostenía su brazo con suavidad.

—¿Eso es lo que usted quiere? —preguntó él con tono áspero.

Romy le miró confundida.

—¿Qué? —Ella se sentía muy insegura.

—¿Eso es lo que usted quiere o eso es lo que usted cree que yo quiero? —preguntó James otra vez, pero de forma más directa. Los ojos de Romina se suavizaron—. ¿Cree que no respondería como padre si se embaraza?

Romina arrugó el ceño.

—No, no, claro que no... es solo que... —Le dolió continuar.

James supo lo que sucedía verdaderamente y la tomó por la espalda para abrazarla fuerte.

—Tiene miedo —supuso él, conteniéndola.

—Mucho... no sabe cuánto —sollozó ella.

Él la dejó desahogarse. Desde que Lily le había recordado los preservativos, no tuvo ni un segundo para ella, para soltar la carga. Solo revivió el pasado y los miedos se hicieron presentes. La sangre, la angustia, el silencio de los médicos. Todo estuvo allí, martillándole el pecho desde adentro.

James le ayudó a hacerlo con una facilidad que Lily admiró desde la puerta con los ojos llorosos.

Dubois buscó un pañuelo en su abrigo y se lo ofreció. Ella se secó el rostro con prisa y trató de recomponerse.

James usó sus habilidades para poder hablar con ella.

—Supongamos qué no toma la píldora... —especuló. Ella le miró con horror—. ¿Qué es lo que le asusta? —preguntó. Ella hizo un amago de decir algo, pero se rompió otra vez—. No tiene que tomarla si no quiere.

—Pero... —Ella quiso refutar—. No quiero obligarlo a ser padre o a asumir algo que, tal vez usted no quiere.

Él le sonrió.

—¿Y por qué cree que va a obligarme? —preguntó él. Romy le miró embrollada—. Está asumiendo que no quiero ser padre, pero no ha escuchado lo que yo quiero.  

Romy separó los labios.

—Yo, pensé... —titubeó pasmada.

Él negó.

—Yo jamás la abandonaría. —James dio un paso que cerró todo el espacio que los separaba—. Ahora, si usted quiere tomar esa pastilla, yo jamás la abandonaría.

Romina le miró agitada. Sus pestañas se batían a toda prisa. Sentía que flotaba, pero sus brazos firmes la mantenían con los pies en la tierra. Asintió temblorosa y con timidez lo miró a los ojos.

Aterrada de hallar algo que la destruyera, le preguntó:

—¿Y si ocurre otra vez? ¿Si no puedo tener hijos?

Dubois sonrió acariciándole las mejillas.

—Jamás la abandonaría.

Ella frunció los labios cuando comprendió que su respuesta siempre era la misma y contuvo otro sollozo. Un suspiro diferente, que lo acompañaba un sentimiento de alivio reconfortante que la hizo sonreír.

—¿Ante cualquier escenario...?

—Mi respuesta será siempre la misma —explicó él—. Jamás la abandonaría.

—¿Invasión zombi? —preguntó con su humor. Él negó—. ¿Si tengo un accidente y pierdo mis piernas y se me deforma el rostro?

Dubois se rio fuerte.

—Jamás... —La besó en las mejillas—... jamás la abandonaría.

Rossi abrió grandes ojos cuando lo escuchó reír.

Podía apostar que esa era la primera m*****a vez que lo veía sonreír de manera espontánea.

Y siempre había una primera vez para todo, incluso para salvar un alma perdida en la frívola Manhattan.

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