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Las parejas recorrieron juntas las calles de Nueva York.

Se veían adorables en una cita doble, aun cuando no pensaron que estaban atrapados en una.

Las chicas se detuvieron a comprar galletas de jengibre porque eran importante para su celebración navideña en familia.

Mientras recorrían la dulcería y escogían diversos bastones y caramelos, Romina pensó en un pastel de terciopelo rojo. Sabía que debía comerlo antes de que regresara a la clínica o pasaría una temporada de abstinencia muy dura.

Sabía que podía prepararlo ella, puesto que lo había hecho antes, así que compró algunos ingredientes para prepararlo y decorarlo.

Tras eso, recorrieron un centro comercial entre el caos navideño.

James y Christopher se debatieron qué compararles a los hijos de la empleada de James. No querían pedirles ayuda a las chicas, porque no querían quedar expuestos como un par de inútiles.

—Vamos, Rossi, dos cabezas piensan mejor que una —dijo James, mirando las consolas modernas y los videojuegos.

—Cuatro cabezas —corrigió Christopher, mirando los modernos teléfonos móviles, de esos que todos los jóvenes llevaban incluso al baño.

James lo miró con mueca divertida y le dijo:

—Las otras no piensas... ya te habrás dado cuenta.

Rossi se rio y James le acompañó.

Por encima de su hombro, Lily miró a su prometido con gusto. Le agradaba la idea de verlo en una relación que no fuera abogado - cliente con el que era su abogado y ahora “pretendiente” de su hermana.

Lo hacía sentir todo más familiar.

Sí, era extraño ver a James sonreír, inmerso en una faceta más... humana y menos robótica.

Como Lily no se sentía muy convencida de la charla entre Romina y James respecto al uso de la píldora, insistió:

—Aún estamos a tiempo de ir a por una píldora. —Las dos se miraron serias—. Si tú quieres... él no puede obligarte... —Sacudió la cabeza—. No estás obligada a ser madre, sé que eso te asusta, volver a embarazarte... ¿no crees que es muy pronto?... Digo, apenas lo conoces... apenas lo conocemos —insistió desconfiada y sin poder hilar ni una idea razonable.

Romina le sonrió y le correspondió con dulzura.

—Lo sé, lo sé —repitió y caminó hacia ella. No queria gritar en la mitad de una tienda repleta de niños a los que traumarían con sus charlas de mujeres—. Sabes quiero ser madre y que estoy asustada de volver a intentarlo, pero James dijo que jamás me abandonaría.

Lily enarcó una ceja.

—¿Y eso qué m****a significa? —Lily no entendía.

—Qué, pase lo que pase, él seguirá conmigo. —Romina le sonrió calmosa—. Con embarazo o sin embarazo; con piernas o sin piernas.

Lily seguía sin convencerse, pero no pudo aguantarse las carcajadas que las ocurrencias de su hermana le causaban.

Asintió y rodeó las vitrinas con relojes modernos sin poder decir ni una sola palabra.

Por supuesto que pensó en la relación pasada de Romina. Un muchacho frío, perezoso, de malos modales e irresponsable. No quería que Romina tuviera que enfrentar otra vez algo así. No merecía tan poca cosa.

—¿Y es cariñoso? —Lily le preguntó a su hermana, mientras miraba los relojes para deporte.

Necesitaba compararlo con el ex de Romina. Hacer una tabla comparativa mental y evaluar si James era una buena opción, aun cuando eso no le correspondía.

—Define cariñoso —respondió Romina, paseando sus ojos por toda la tecnología.

Lily caminó hacia la ropa de deporte masculina y fingiendo que miraba algunas sudaderas, le dijo:

—Ya sabes... se preocupa por ti, te cuida, te abre las puertas.

Romy sonrió.

—Lo es. —Su contestación no dejó muy feliz a Lily.

Ella necesitaba saber que su hermana pisaba en pavimento sólido, no en hielo quebradizo. Era su lado protector preocupándose por su corazón.

—¿Te habló de algo serio o...? —Lily insinuó cuidadosa.

No quería incomodar a su hermana con sus preguntas protectoras.

Romy suspiró y se acercó a su oreja para decirle la verdad.

No quería incomodar a James, ventilando su conversación pre y post sexo.

—Me dijo que yo era su presente y su futuro. —Lily le miró con grandes ojos—. Y que yo soy la culpable de sus insomnios y su motivo en la mañana para levantarse.

Lily se quedó boquiabierta y, de la nada, dejó de sentir ese abrumante peso en los hombros.

Sonrió y con mueca traviesa miró a James. Luchó por dejar sus prejuicios a un lado e imaginarse a ese rudo abogado como un sentimentalista romántico.

—Quien lo diría —dijo divertida, paseando sus manos por encima de las prendas deportivas—. James Dubois duerme y se desvela.

Romy se carcajeó fuerte y le pegó con el codo para que se guardara sus opiniones. No quería que James se sintiera expuesto, porque intuía que la abertura de sus sentimientos era como ver pasar el cometa Halley, algo que solo podía ser visto una vez en la vida.

—Su secreto está a salvo conmigo —dijo Lily, mirando a su hermana con alegría—. No sabes cuánto alivio me da eso. No quiero que te lastimen ni que jueguen contigo. No mereces volver a pasar por todo eso.

Romy le sonrió y, aunque se sentía muy sensible como para habar de todo lo ocurrido con James, puesto que todo había sucedido muy presuroso, no pudo quedarse callada.

Necesitaba que su hermana la escuchara. Al final, Lily siempre había estado a su lado en los momentos difíciles, era justo tenerla a su lado en los momentos bonitos.

—Me llevó a una sala de ira —confesó seria.

Lily enarcó una ceja.

—¿De ira? —preguntó confundida—. ¿De esas que golpeas y rompes cosas?

—Las mismas. —Romy sonrió y cogió a su hermana del brazo para alejarla de los hombres que seguían debatiéndose qué obsequio era mejor para los gemelos—. Llevó una incubadora... ya sabes...

La mueca de Lily fue desfavorable.

—Dios mío...

—Y la molí a golpes y, m****a, se sintió tan bien —confesó Romy soltando un gran suspiro. Su hermana la miró con congoja—. Me preguntó su nombre... —Romina la miró con los ojos llorosos—. El nombre de mi hijo... —suspiró—... ni siquiera su padre lo hizo —reconoció cabizbaja, dejando salir algunas lágrimas. Lily sintió dolor en el pecho—. Y prometió que nos haría un pasillo de honor... —musitó con los ojos llorosos—... para Tyler...

Lily se rompió cuando oyó el nombre de su pequeñito sobrino y estrechó a su hermana en un gran abrazo.

—Tyler y tú lo merecen —dijo Lily entre sus brazos, llorando al entrever que el abogado no había llegado para herirla, sino, para curarla.

Las jóvenes se escabulleron al cuarto de baño para recomponerse. Estaban hechas un mar de lágrimas y remolinos de emociones que apenas las dejaban hablar. No querían que los hombres las vieran así, o empezarían con sus preguntas.

Era navidad. Querían que todo fuera perfecto.

Lila Steph

Buen mes para todos. Como comuniqué en mis redes sociales, me encuentro un poco delicada de salud, he hecho un esfuerzo para empezar con capis esta semana. Dejaré dos capítulos para hoy y espero poder escribir más esta tarde. Gracias por su comprensión y amor Les envío abrazos a todos CaroYimes

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