152

Cuando Romina abrió las puertas, se encontraron con Julián. El hombre intentaba entender cómo habían desaparecido sin dejar rastro y cuando los vio salir del closet, suspiró mirando al cielo.

—No es lo que usted piensa —dijo James en su defensa.

Acababa de salir de un closet, literal.

Julián enarcó una ceja y se rio cuando notó lo mucho que le preocupaba al abogado que se pusiera en duda su masculinidad.

Decidió divertirse un poco.

—Pero acaba de salir del closet —dijo Julián.

James se sonrojó.

—Pero no de esa forma —refutó James.

—¿Acaso existe otra forma? —bromeó Julián.

James titubeó.

—Papito, solo fue una noche de terapia —dijo Romina besándolo en la mejilla para darle los buenos días.

James estaba tenso entre padre e hija. 

—Terapia, sí, claro —respondió Julián, sarcástico—. En mis tiempos las “llevábamos al huerto” —bromeó, recordando un viejo libro que había leído en su juventud.

James se rio cuando entendió su referencia.

—Si lo dice por Calisto, de “La Celestina”, no, no fue esa clase de encuentro... —refutó James con tono respetuoso.

Julián fijó sus ojos en el abogado y los entrecerró mostrándole su desconfianza.

Lo hizo brevemente, analizándolo con cuidado. Cuando terminó, le sonrió de oreja a oreja y con cariño le dijo:

—Venga, vamos a tomarnos un cafecito y a hablar de ese libro y el huerto...

—No, papá. —Romy quiso oponerse—. Deja a James en paz. —Se rio mirándolo.

Podía ver la travesura en su mirada.

—¿James? —preguntó Lily al entrar a su habitación—. Buenos días y feliz navidad. —Abrazó a su hermana y con dulzura la miró a la cara—. ¿Ya no hay más: “Señor Dubois”? —preguntó divertida.

Romy y James se miraron con los ojos brillantes, atiborrados de ilusión y solo allí fueron conscientes del gran paso que habían dado juntos. Se habían olvidado de las formalidades.

—Ya no más. Ahora es James. Mi James —dijo ella, mirando coqueta a James.

Julián se puso triste.

—Me gustaba más “señor Dubois” —dijo con su sarcasmo y se puso su mantel blanco en el hombro para partir.

Christopher entró por la puerta. Llevaba orejas de reno sobre la cabeza y una nariz roja brillante que le cubría la mitad de la cara.

James se quedó boquiabierto en cuanto lo vio y todo se puso peor cuando Christopher se acercó a él, lo abrazó por los hombros y le ofreció un par de narices rojas y brillantes.

—¡Vamos, es hora de la fotografía familiar! —Chris estaba muy emocionado.

—¿Usando esto? —preguntó James mirando la nariz con mueca de horror—. Pero es ridículo.

Ni loco posaba con una nariz así. Iba contra su evolución.

Chris lo miró con seriedad y con un tono bajo le dijo:

—Mi casa, mis m*****as reglas. —Se miraron de editor a abogado—. Te pones la m*****a nariz y punto.

James enarcó una ceja y con tono divertido les dijo a todos:

—La próxima navidad la celebraremos en mi casa, sin narices ridículas.

—¡No! —gritó Chris y corrió tras él para discutir ese asunto de vida o muerte.

James lo ignoró y caminó a la sala acomodándose la nariz falsa y roja sobre su nariz perfecta pulida por los mismísimos dioses franceses.

Se sentía ridículo.

Tras ellos, las hermanas López caminaron risueñas. Romy estaba atiborrada de hormigueos, más al escuchar a James hacer planes “familiares” a futuro. Eso significaba una cosa: quería seguir en su vida.  

En la sala encontraron al resto de la familia.

Todos se preparaban para capturar ese momento en una fotografía. La madre de los gemelos no estaba muy segura si debía participar. Ella no era parte de esa familia, pero James le hizo saber que sí era parte de su vida.

A su estilo, por supuesto.

—Feliz navidad, Señor Dubois —saludó Casilda con timidez.

—Feliz navidad —correspondió él—. ¿Durmieron bien? —preguntó cuando sintió más confianza.

—Sí —dijo ella y riéndose le dijo—: a mis niños les encantó dormir con la calefacción encendida toda la noche. —Lo miró dulce—. Y a mí también.

Noel dejó sus consolas de videojuegos y se unió a ellos.

James arrugó el ceño.

—¿Qué? —James estaba perplejo.

—Nos encantaron todos su obsequios, señor Dubois —dijo Liam con entusiasmo.

—Sí, este IPad es perfecto —suspiró Noel enamorado de su nuevo juguete.  

—No, yo... —James titubeó—. Lo de la calefacción... no entiendo... —musitó dolido.

Buscó la mirada de Casilda con urgencia. Ella hablaba con Romina con una tímida sonrisa.

James quiso intervenir, pero Noel le respondió lo que tanto lo agobiaba.

—No podemos permitirnos tanto. —James y el gemelo se miraron con agudeza—. En invierno dormimos los tres juntos.

—Yo me escapo en las noches —refutó Liam con mueca nauseabunda.

No quería que nadie supiera que aun dormía con su madre.

—No mientas —impugnó Noel—. Duermes abrazado a ella y aun te chupas el dedo.

—¡Yo no me chupo el dedo! —gritó Liam, ofendido y corrió tras su gemelo para enfrentarlo.

Romina se acercó a James riéndose por las locuras de los gemelos y no tardó en percibir lo preocupado que parecía. Con dulzura lo abrazó y buscó su mirada.

—¿Estás bien? —preguntó preocupada.

James asintió.

—Soy un jefe de m****a —susurró dolido. Romina no supo qué decir. No entendía el contexto de los hechos—. A mi empleada no le alcanza para pagar la calefacción en invierno, y sus hijos... y yo... —Se agarró la frente para esconderse avergonzado.

Romina tomó sus manos con dulzura y las besó en repetidas veces para tranquilizarlo, para que pensara en otra cosa y no se agobiara por algo que él desconocía.

—No te culpes por el pasado —susurró ella aun besándolo en las manos. James suspiró y miró a Romina con una sonrisa tranquila—. ¿Quieres ayudarla? —preguntó sin parecer muy invasiva.

No podía imponerle ayudar a otros. Eso tenía que nacerle.

El hombre miró a Romina con agudeza por largos segundos. No quería hacer algo impulsivo y luego arrepentirse por su actuar que, claramente, era motivado por su deseo descontrolado de impresionar a una mujer.

De impresionarla a ella.

Sonrió cuando entendió que no se trataba de impresionarla a ella, sino, de hacerla feliz.

De reojo miró a su empleada y se armó de valor para hablar con ella. Dejó que Romina estuviera con ellos, porque quería ver sus ojos bonitos cuando hablara con la mujer.

—¿Podemos hablar? —preguntó James.

Su empleada le miró con lio y asintió; de reojo miró a Romina, imaginándose algo terrible.

—¿Todo está bien? —preguntó ella con timidez, pensando que sus gemelos habían incomodado a alguien con sus ocurrencias.

La mujer se apretó los dedos con angustia. James supo lo nerviosa que estaba.

—Pensé en lo que dijo hace un momento y creo que lo mejor es que venga a vivir conmigo —dijo y fue tan directo que Romina y Casilda se quedaron boquiabiertas.

—¿Disculpe? —Casilda estaba impresionada.

Romina estaba desconcertada.

James suspiró agitado.

—No quiero que me malinterprete, pero puedo entrever que tiene problemas de dinero y...

—Señor Dubois... —La mujer no lo dejó hablar.

Su orgullo no la dejó. Movió la cabeza de lado a lado, negando y negándose a la proposición sorpresiva de James.

—No piense en nuestros problemas del pasado... —dijo y miró a Romina. Ella estaba orgullosa de él—. Piense en sus hijos. —La miró con agudeza—. Y piense en usted.

Casilda se quedó perpleja y con los ojos llorosos miró a sus hijos. Ellos conversaban sonrientes con Julián y Sasha. Tuvo que esconder la mirada cuando sintió las lágrimas luchando por salir.

Había luchado tanto por darles una mejor vida que, se había olvidado de sí misma y nunca pensó que el señor Dubois pensaría en ella.

—Yo... no sé qué decir —musitó conteniéndose el llanto.

—No tiene que decir nada. Solo tiene que aceptar —dijo James—. Hay tres habitaciones disponibles y... —No pudo continuar cuando la mujer volvió a abrazarlo fuerte.

James le correspondió y le sonrió.

A su lado, Romina le sonrió también y con un susurro dulce le dijo:

—Feliz navidad, James.

Y lo besó en la mejilla antes de que Casilda la abrazara a ella también.

Entonces la fotografía familiar llegó.

Se reunieron en la sala, junto al árbol luminoso y colorido. Christopher posó junto a su prometida, con su mano envuelta en su cintura y, cuando estaba listo para el primer disparo, recordó algo muy importante:

—¡Mis troncos! —gritó y corrió a la jaula de sus hámsteres.

Ellos también eran parte de la familia.

Riendo, Lily fue tras él y tomó a Tronquitos Jr. con dulzura entre sus dedos. Chris llevó a Tronca en su hombro y volvieron a posar con las narices rojas.

James y Romina miraron a los hámsteres peludos y dientones con muecas de horror, después se miraron a los ojos y se rieron al entender que estaban pensando lo mismo.

—Sí, somos más de gatos —dijeron los dos al unísono y se rieron cómplices.

Quisieron besarse, pero las narices rojas se los impidieron. Se rieron más fuerte, en compañía de Julián, quien disfrutó mucho de ese beso fallido.

Los gemelos se recostaron en la alfombra peluda y posaron divertidos con sus orejas de renos. Piernas en el aire y gestos divertidos con sus manos.

Julián se vio atrapado entre Sasha y Casilda. Cada mujer se le colgó en un brazo y a él no le importó. Solo se tocó su gran barba blanca falsa y se rio imitando a Santa.

—¡Sonrían! —gritó Lily y Chris disparó.

Una, dos, tres fotografías.

Corrieron para cambiarse de puestos. James y Chris corrieron a posar con los gemelos. Lily y Romina se quedaron con los hámsteres y su padre. Y Sasha y Casilda se cruzaron de brazos y se apoyaron en sus espaldas para posar como los Ángeles de Charlie.

Tres fotografías más.

Al final, todos brincaron y gritaron, rompiendo las poses navideñas y Chris registró otra ráfaga de fotografías.

Su primera navidad en familia y, sin dudas, una navidad que jamás olvidaría.

Lila Steph

Muchas gracias por su paciencia, ya estoy mejor de salud, pero trabajando mucho porque uno de mis libros: El mejor comprador (mafia, BDSM y romance), se está publicando en papel, en portugues y español y eso me ha demandado mucho trabajo y tiempo. Pero ya vine, les dejé tres capis que espero que disfrutaran mucho. Abrazos para todos.

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