Lily tuvo que buscar unos minutos para hablar en privado con su padre. Fue un momento difícil y necesitó de su guía en ese momento de angustia. No sabía si lo que estaba haciendo era correcto, porque no quería que su ira y resentimiento guiaran sus pasos.
—No puedo criticar el actuar de otro padre, porque somos libres de criar y educar a nuestros hijos como queramos, pero… —Su padre suspiró al pensar en Christopher—… ¿herirlos? Jamás —dijo firme—. Puedo herirte sin ser consiente que mis acciones puedan lastimarte, pero a conciencia… —Sacudió la cabeza de forma negativa—. Eso es imperdonable.
Lily suspiró más complicada aun.
—Pero no quiero que sea imperdonable. Quiero que ambos puedan perdonarse y que puedan empezar de cero… —Parecía muy frustrada.
—Ay, mi niña, sé que tienes las mejores intenciones, pero eso no depende de ti —dijo su padre y se levantó para abrazarla y besarla en la sien—. No todos los corazones saben de perdón, y no todo el perdón será de corazón.
Lily pudo sentir la frustración creciendo en su pecho.
Le habría encantado quedarse a hablar con su padre y escuchar su palabra sabia, pero James regresó del laboratorio y pidió reunirse con ella en privado.
Lily le estaba esperando aun cuando no había pronunciado su nombre en voz alta ni una sola vez.
—Está hecho —dijo James con seguridad, refiriéndose a la prueba de ADN—. Dijo que trataría de tener los resultados cuánto antes. —Lily se mantuvo callada, pensativa—. ¿Christopher sabe de esto? —preguntó desconfiado.
Lily negó con los labios apretados en una línea.
—No quiero que pienses que soy una mala novia por ocultarle algo tan delicado, pero… —Lily suspiró y se cogió las mejillas con las dos manos—. Christopher no merece esto. —Quiso llorar, pero se contuvo—. Solo lo hago para probarle a Connor lo equivocado que está.
James asintió. No iba a realizar ningún comentario que pudiera afectarle. Sabía cómo ser discreto, además, conocía la caótica relación que existía entre padre e hijo.
—Debo regresar para llamar a Romina, así que debo marcharme, pero si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme —dijo James, tomando en serio su cita con su novia.
—¿Llamar? —preguntó Lily y lo agarró del brazo para detenerlo—, pero se supone que no puede recibir llamadas. —Lo miró con desconfianza.
James sonrió travieso.
—Hice algunos arreglos para que podamos hablar —dijo y Lily lo miró aprensiva—. No interfiero con su tratamiento, si eso piensas, solo cumplo sus caprichos.
Las muecas de Lily cambiaron. De aprensión pasaron a diversión.
—¿Caprichos dices? —preguntó irónica. James se rio—. Así que el señor Dubois cumple los caprichos de su novia…
—Y es una novia muy exigente —dijo él, divertido, fascinado.
Lily enarcó una ceja.
—Como si yo no lo supiera —rio y, si bien, quiso dejarlo marchar, le dijo—: antes de que te vayas, necesito tu ayuda con algo más… —James detuvo su andar y esperó a que le dijera que necesitaba—. Quiero iniciar mi propia revista… bueno, no mía, pero de Christopher.
James se mostró conmocionado. No pudo ocultarlo.
—¿Christopher sabe de eso? —preguntó.
Lily le rodó los ojos.
—Entiendo que te preocupes de su salud legal, pero, por favor, dale un poco de mérito a mis ideas… —defendió ella.
James la escuchó con respeto y, pese a que no tenía licencia para defender legalmente a Christopher, quiso actuar como algo más… como su amigo.
—Nunca le restaría mérito a tus ideas, Lilibeth, pero si me preocupa lo que podrían causar… —dijo James, sensato. Lily le miró preocupada—. Apenas se registre una idea bajo el nombre de Christopher, Connor será el primero en saberlo y será una m*****a guerra, y tú lo sabes… —explicó pensando en las consecuencia, advirtiéndole de lo peligroso que podía ser Connor—. Pensé que intentabas arreglar las cosas, no empeorarlas —dijo, refiriéndose a la relación de padre e hijo.
Lily sonrió calmosa y con firmeza le dijo:
—Christopher no merece las sobras de un egoísta manipulador, merece algo que tenga su propio sello. Y sé que la revista la fundó su madre, pero Connor cree que es el dueño absoluto del maldito mundo… —Se calmó para respirar—. Y Revues tampoco lo merece —dijo con cierto desprecio en su voz—. Christopher es demasiado bueno para vivir toda su vida bajo la sombra de sus padres.
James se quedó boquiabierto. No tuvo lógica para refutar a lo que la joven decía.
—¿Y ya pensaste en el nombre?
—Sí —dijo ella con firmeza.
James supo que estaba muy decidida y que nada iba a detenerla.
—¿No quieres conversarlo primero con él? Digo, es un paso muy arriesgado en tiempos de guerra.
Lily rio.
—Regístrala como Eclat —ordenó y se dio la media vuelta para partir, pero no pudo quedarse solo con eso y con valentía volteó y le dijo—: y, James, en tiempos de guerra, el que no arriesga al ir a la batalla, no gana.
James inhaló al escucharla y con firmeza asintió. Contuvo una sonrisa, porque consideró que era la guerrera más fuerte que había conocido, después de Romina, por supuesto.
Lily sonrió agradecida por su fidelidad.
—Eclat, elegante… es francés… por supuesto. —James se tocó el pecho con arrogancia.
—Lo sé —dijo ella, sonriente.
James se carcajeó fuerte.
—Por supuesto que sí, sabelotodo —bromeó divertido—. Tienes buen gusto. —Le dio una media sonrisa.
Y se marchó, dispuesto a seguir sus órdenes.
Lily volvió a unirse al equipo de trabajo. Revisó los grupos que avanzaban en sus tareas designadas y El Libro, que estaba bajo los cuidados estrictos de July, quien, de la nada, se había convertido en una agente secreto.
Vestía diferente, más masculina, algo totalmente opuesto a lo que ella siempre representaba y Lily no pudo pasar por alto ese evidente cambio.
—¿Qué se supone que eres? —preguntó Lily, riendo y notando que, pese a que vestía ropa negra con gafas oscuras, seguía viéndose terriblemente sexy.
—Es un agente secreto, por favor, ¿acaso no es obvio? —Marlene preguntó irónica y sin despegar sus ojos de la lupa de aumento con la que examinaba la sesión de MissTrex.
No quería hallar ni un solo error antes de aprobarlas.
—Lo que ella dice —dijo July, con tono serio y sin quitarse su gafas—. Mi misión es proteger El libro.
Lily sonrió cariñosa, porque admiró la valentía de July para defender con su locura lo que ella creía, y no dudó en seguirle el juego.
—Muy bien, agente —dijo y le ofreció un saludo militar, al que July respondió con firmeza—. Que nadie se acerque y si alguien lo intenta…
—Le arrancaré los ojos —dijo July, amenazante.
Lily quiso reírse, pero, en el fondo, pudo suponer que lo que July decía no era una broma, sino, totalmente cierto.
Por suerte, Roman intervino con su acento ruso cautivador:
—Yo me encargaré de eso, jefa. —Se plantó frente al libro y se cruzó de brazos, pareciendo terriblemente intimidante—. Aunque no sé qué valor tiene un cuaderno lleno de recortes… —Miró el libro con confusión.
—Muchas gracias… —Lily ni siquiera recordaba cuál era su nombre.
—Roman —completó Marlene, sin dejar de trabajar—. Su nombre es Roman. Y no es un cuaderno lleno de recortes… —Marlene se aguantó la risa.
—Muchas gracias, Roman, por tu… ¿masculinidad y fuerza? —Lily no supo qué decir.
Por unos instantes, pudo sentir el ojo derecho tiritándole.
July se subió sobre una silla para ponerle unas gafas negras a Roman, para que pareciera aún más intimidante y unirlo a su misión.
—Mucho mejor —dijo July, sonriéndole divertida.
Solo cuando Marlene se vio amenazada, dejó de trabajar y fijó sus agudos ojos en July. Sin palabras le pidió que dejara de tocar lo que era suyo, o lo que esperaba que fuera suyo.
Con tono serio July le dijo:
—Jamás pondría en riesgo mi misión por un hombre.
Lily se quedó boquiabierta, mirándolas con grandes ojos.
—Dios mío, no sé qué se traen ustedes entre manos, pero por favor, hagan que funcione.
—Si, jefa —dijo Marlene para tranquilizarla.
—Saldré un momento… —dijo Lily, metiendo algunos bolígrafos en sus bolsillos—. Visitaré a Christopher. Necesito que escriba su carta… —susurró complicada—. Marlene, estás a cargo. —La mujer asintió—. July, estás a cargo de la seguridad.
July sonrió satisfecha y se plantó firme en su lugar.
Roman le siguió el juego a las dos, aun cuando no entendía del todo porque esa misión era de vida o muerte, pero si Sasha estaba comprometida con la causa, él también.
Lily se marchó apresurada y sin mirar atrás. Para su mala suerte, la entrada del edificio donde estaba ubicado el pent-house de Christopher estaba atestado de reporteros chismosos y malintencionados.
Las preguntas fueron repugnantes y, aunque Lily sentía debilidad en ese momento, no dejo que ninguna de ellas le afectara.
Ella sabía quién era Christopher Rossi y nadie la haría cambiar de opinión con sus mentiras y especulaciones baratas.
Cuando llegó a la estación, los abogados estaban afuera, al teléfono, discutiendo por la lentitud del juez para designar la fianza. Ella no pudo quedarse a esperarlos. No tenía tiempo para perder.
—¿Otra vez? —El policía a cargo de la estación no parecía muy convencido de dejar pasar otra vez a Lilibeth—. Esto es una prisión, no una sala de visitas.
—Por favor, oficial, es de vida o muerte —rogó ella y, aunque el policía no parecía muy convencido, no pudo resistirse a la angustia de la jovencita.
Antes de abrirle la puerta, le advirtió:
—Esta es la última vez…
Ella asintió agradecida y, una vez más, se arrojó a los brazos de Christopher, que seguía atrapado allí hasta que su padre se cansara de hacerlo sufrir.
—Ya empiezo a acostumbrarme a este lugar —bromeó él, más relajado.
Sin dudas, ver a Lily le fortalecía el alma y le abrigaba el corazón.
—No lo digas ni en broma —dijo ella y se aguantó las lágrimas. Tenía tanto que decirle, pero no quería que perdieran su foco en ese momento—. Te traje esto… —De su bolso sacó una libreta y un puñado de bolígrafos—. Por favor, necesito que escribas tu carta…
Chris la miró compungido y frunció los labios.
—Pero no sé qué decir… —Chris parecía perdido.
Lily quiso echarse a llorar en ese momento, pero se obligó a ser el pilar que el tanto necesitaba en ese segundo de caos y dolor.
—Llegó el hermano de Sasha desde Rusia y parece que Marlene tiene un interés en él… —dijo, de la nada, contándole lo que estaba ocurriendo afuera—. Mi padre está siendo mejor asistente que yo y July ya no es recepcionista, es un agente secreto y su misión es proteger El libro… —rio. Christopher no entendió una m****a, pero se rio con ella—. Si tan solo pudieras verlos… —Lloró emocionada—. Todos trabajan juntos, todos se están esforzando para sacar adelante este número… —Los ojos de Chris se aguaron—. ¿Y sabes por qué? —preguntó. Él negó con un nudo en la garganta—. Porque creen en ti y en tu dirección… —Le sonrió mostrándole lo orgullosa que se sentía de él—. Yo también creo en usted, Señor Rossi.
Le pidió otra vez que aceptara su libreta.
Temblando, él la recibió, aun cuando no sabía qué escribir en esa carta del editor.
—No quiero defraudarlos —susurró cabizbajo, sin poder mirarla a los ojos.
Lily se rio.
—Por favor —dijo sarcástica—. Usted es el maldito Christopher Rossi. Nunca defrauda.
Chris sonrió y la vio partir. Un roce de manos fue su despedida, aunque no les bastó.
Cuando Christopher regresó otra vez de sus pensamientos tortuosos, esos recuerdos que no lo dejaban avanzar, se sentó en el piso de su celda y abrió la libreta de Lily para tratar de escribir algo.
Primero se rio leyendo sus anotaciones, sus ideas frescas, pero cuando llegó a las últimas páginas, descubrió algo que lo sorprendió aún más.
Encontró recortes de sus ediciones pasadas cuando comenzó en Craze, recortes de cuando ella aun no llegaba a su vida.
Las había recortado de las revistas y las tenía pegadas en su sección de inspiración.
Lloró cuando entendió algo: “él era su inspiración”, lo había sido incluso antes de que se conocieran y, sentado en esa celda, se armó de valor y escribió:
«Aunque he estado en un par de oportunidades (tal vez mas de un par) en prisión, nunca pensé que escribiría una carta desde este lugar y espero que esta carta sirva de inspiración para todos los que temen abrirse y mostrar lo que son…»
James tomó un taxi para pasar brevemente por su departamento para recoger su ropa limpia y un poco de pastel de carne, antes de regresar al departamento que tenía frente a la clínica en la que Romina se recuperaba.Apenas llegó, los gemelos de su empleada lo rodearon con energía sin igual.—Fueron tres días exactos. ¿Por qué tardaste tanto?—¿Quieres jugar Fortnite?—¿Cómo está Romina?—¿Cuándo podremos visitarla?—Ella está bien y nunca. Nunca podrán visitarla. —Fue tajante, porque había descubierto que a los gemelos les encantaba—. Es mi novia, no de ustedes… y si le permiten visitas, seré el primero y el único en visitarla. D’accord? —Les habló en francés.Los gemelos se miraron cómplices y se rieron infantiles. Lo siguieron en cada una de sus pisadas por el departamento en el que vivían gracias a él, haciéndole preguntas que James se negaba a responder.Le ayudaron a empacar camisas y sudaderas; cuando llegaron a la ropa interior, se burlaron de él y lo toleró porque, en el fondo,
Después del atardecer, Connor dejó que el juez determinara la fianza para que su propio hijo pudiera salir en libertad.Sí, sus métodos fueron cuestionados por sus abogados y consejeros, quienes le informaron que no era muy humano lo que estaba haciendo, pero actuó como siempre, como un pésimo padre, aun cuando las palabras amenazantes de Lilibeth seguían causándole malestar.Aun continuaba en el hospital, preguntándose una y otra vez cómo Lily había sido capaz de ver tan profundo en sus intenciones. Siempre había cuidado que su recelo con Christopher no fuera tan evidente, siempre se escudó en esa frase tonta que aborrecía: “lo hago para que aprenda a ser mejor”. Por supuesto que no hacía lo que hacía para beneficiarlo. Siempre buscó perjudicarlo, incluso cuando era niño.Ese niño asustado que siempre preguntaba por su “mami”, el que pedía que compraran un árbol para Navidad o que hornearan un pavo para Acción de Gracias. Nunca lo escuchó. Nunca consideró sus exigencias ni que fuera
Christopher entró solo a reunirse con su padre. Lily y el señor “L” esperaron afuera, respetando su intimidad familiar.Aunque en el último tiempo, Christopher sentía que llevaba un león dentro, en ese momento se suavizó y no dejó que sus emociones doloridas y defraudadas guiaran ese reencuentro que, tal vez, se perfilaba como una reconciliación.No quería descartarlo, porque él, más que nadie en el mundo, deseaba y se decía a sí mismo que merecía una reconciliación con su padre. También creía que el alma de su madre podría descansar en paz, y él no anhelaba nada más que ella fuera feliz, aunque estuviera lejos o en otra galaxia.Era la primera vez que Christopher veía llorar a su padre. Y lo golpeó tan profundamente que sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo mantenerse inmune ni inquebrantable ante un momento de tanta vulnerabilidad.Las emociones dentro de ese cuarto eran inmensas. Connor estaba conmocionado al ver a su hijo allí, después de todo lo que le había hecho y lo mucho
Cuando Chris y su familia se marcharon, dispuestos a terminar ese número que se lanzaba en pocos días, Connor se quedó solo en su cuarto, pensando en todo lo que acababa de suceder.Con incredulidad, se tocó el pecho, donde aún le quemaba un dolor que apenas era perceptible, y recapacitó en todo el daño que había causado en los últimos años.Supo que nunca iba a conseguir el perdón de todas esas personas a las que había herido, pero al menos sabía que sí tenía el perdón de su hijo y, tal vez, eso era todo lo que estaba bien en el mundo.Cuando pensó en su mujer, a quien amó como un loco, empezó a llorar otra vez.—Perdóname, Jazmín —dijo llorando, sintiendo como se sacaba un gran peso de encima—. Sé que lo hice mal y no quiero justificar mi actuar cruel, pero, demonios, te amaba tanto… —Lloró liberándose de ese amor que nunca le correspondió—. Nunca fui valiente, nunca fui un hombre para ti, el hombre que querías ni el que merecías… ahora lo sé, ahora que nuestro hijo se convirtió en
Existe algo de lo que siempre escuchamos hablar y que creemos entender cómo funciona, pero no tenemos idea de lo difícil que es hasta que nos toca.Y cuando nos toca, es cuando entendemos que la vida siempre nos tiene preparada una sorpresa, porque si no, sería demasiado fácil vivir.El perdón es fácil de predicar, pero no de aplicar y Marlene lo sabía. De pie, frente a ese hospital, lo tuvo en su garganta, imposibilitándole respirar. Quería entrar allí y perdonar al hombre que tanto daño le había causado, pero el rencor que él mismo le había enseñado a sentir, estaba presente también, como un arma de doble filo.Y el sentimiento era peor cuando recordaba que su padre estaba en ese mismo hospital, luchando por su vida. Su padre y Connor, los dos en el mismo hospital, separados, tal vez, por un par de pasillos. Que irónica le parecía la vida. Jamás pensó visitar a Connor en el hospital, porque le parecía que era un hombre indestructible.Pero allí estaba, saboreando las adversidades de
Cuando tuvieron que regresar al pent-house de Christopher para continuar trabajando, lo hicieron todos en el mismo taxi. No tenían tiempo que perder.Marlene viajó al frente; Lily, su padre y Chris viajaron en la parte trasera.Aunque todos estaban más silenciosos que nunca después de todos los acontecimientos, Chris no pudo guardar lo que sentía y tuvo que desahogarse:—No me malinterpretes, pero me gustaría tenerte de madrastra.Marlene lo miró con horror.—Si piensas que podrás llamarme "mami", estás muy equivocado —respondió ella con tono frío—. Ese enamoramiento se terminó… —Intentó sonar convincente, pero era difícil aceptar la verdad.Era dolorosa. Aún.—¿Estás segura? —Chris insistió.Él no se convencía de eso.Marlene inhaló con calma y, con mucha sabiduría, la que había aprendido gracias a Lily y su padre, le dijo:—Tu padre y yo estamos en sintonías diferentes. —Chris la miró con el ceño fruncido. Lily sonrió porque lo entendió de inmediato—. Él está descubriendo cómo amar y
Y, entonces, sucedió. Fue en una blanca y luminosa mañana. Las calles de Manhattan y de toda la isla se vieron empapeladas por ese nuevo número y los cambios que, no solo provenían en sus letras, sino también, desde los corazones de quienes las escribieron.Ese especial navideño llegó a todos lados, incluso a los más inimaginables.Connor recibió una copia. Su abogado se la compró en la esquina y vio a su cliente llorar por la emoción que sintió de leer las letras de su hijo.Vicky también pudo leerla a primera hora. Trabajaba en la peluquería de la prisión y las policías llevaron una copia. A ella le ganó la curiosidad y hojeó la revista con desesperación, dándose cuenta de que todo era nuevo.La madre de Marlene también compró una copia y le leyó la nota de su hija a su esposo, quien, como buen hombre, cumplió su promesa y resistió.Esa mañana, Marlene llegó al hospital, con una caja de cafés y una caja de donas. Saludó a su madre cariñosamente y se quedaron abrazadas un largo rato,
Chris cogió un par de champagne y con su equipo más cercano viajaron hasta el hospital para hacer ese primer brindis con su padre, uno de los fundadores más importantes de Craze.Connor estuvo sorprendido de verlos allí y no pudo negar que cambiaron todo su ánimo. Estaba triste, encerrado en ese cuarto pálido de hospital, con la enfermera como su única acompañante.—¡Por Craze! —celebraron todos y brindaron con emoción—. ¡Por Chris!Después de brindar y quitarse el confeti de encima, Chris y su padre intercambiaron algunas palabras mientras todo el equipo conversaba y bebía champagne, aprovechando que ya era la hora del almuerzo.Connor tuvo que serle sincero:—Me enorgullecen mucho tus cifras y éxitos, pero más tus letras. Han sido conmovedoras. Te lo dice un viejo tieso que ya ni siente. —Chris sonrió orgulloso y se rio por los dichos de su padre—. Ella habría estado orgullosa… —Se refirió a su madre. Chris lo miró con los ojos brillantes, con esa mirada de niño que aun prevalecía e