159

Casi veinte borradores después y muchos cafés de la máquina expendedora, la madre de Marlene leyó el primer borrador oficial que las mujeres escribieron en una noche de madrugada. Lo hizo sentada en su silla de ruedas, frente a la ventana y con un luminoso amanecer de invierno.

Marlene estaba tan nerviosa porque su madre leyera su voz interior que tuvo que salir del cuarto, pero Lily se quedó con ella, esperanzada de tener una primera impresión femenina.

La mujer sollozó en la mitad del texto y dejó el borrador sobre su regazo para acercarse a la camilla en la que su esposo descansaba.

—Cómo quisiera que pudieras leer esto —habló y temblando sostuvo su mano tibia.

Lily supo que se desmoronaría en ese momento.

»Es precioso —musitó con los ojos llenos de lágrimas—. Y habla de mí… —Lloró orgullosa y tuvo que tomarse unos instantes para recomponerse—. Nuestra pequeña Marly va a cumplir su sueño, por fin… —rio—. Te lo advierto, Gabriel, no puedes irte sin ver a tu hija triunfar —dijo la mujer, con tono amenazante.

Lily se limpió rápido las lágrimas que le mojaban las mejillas y se rio feliz al entender que los padres de Marlene estaban orgullosos de ella.

Tras eso, se tomó unos instantes para hablar con Christopher en privado. No le gustó escucharlo cansado, ni saber que pasó toda la noche sin dormir, trabajando en la oficina y, peor se puso al escuchar que Connor, su padre, acababa de regresar.

Y quería reunirse con él a primera hora de la mañana.

Lily pudo intuir que eso no era algo bueno, aun así, no dejó que esas vibras negativas arruinaran sus momentos. Le habló del borrador y de la participación de Marlene.

Christopher no se cerró a nada y aprobó el borrador aun cuando ni siquiera lo había leído.  

Tres palabras dejaron a Lily flotando en ese cuarto de hospital:

“Confío en ti”.

Al terminar y con cara cansada, caminó por los pasillos en búsqueda de Marlene. Por supuesto que vio una niña atemorizada en ella y con una sonrisa fatigosa le dijo:

—Acabo de hablar con nuestro editor en jefe. —Marlene la miró con horror—. Lo ha aprobado.

Marlene chilló feliz por la emoción y quiso hacer el baile de la victoria, pero aún no tenía tanto valor para hacer algo tan ridículo.

Pronto, tal vez.

—No lo puedo creer —sollozó la mujer por la emoción.

—Y tu madre está orgullosa —dijo Lily. Los ojos de la mujer se iluminaron—. Y le hizo prometer a tu padre que se quedará contigo hasta que el número sea lanzado.

Marlene se rio, pero pronto empezó a llorar.

Estaba sentada en una silla, tratando de aguantar el cansancio, pero se levantó efusiva para abrazar a Lily y agradecerle por esa oportunidad.

—No sé si te lo han dicho, pero llorar deshidrata —bromeó Lily, siempre en esa línea que hacía tan feliz a Marlene—. Y no quieres que tu piel perfecta se ponga arrugada —dijo.

Marlene se rio y se recompuso otra vez para volver a ser esa mujer fuerte y de actitud firme a la que todos respetaban.

—Acabo de tener la peor crisis existencial —dijo Marlene, con los ojos enrojecidos.

Lily enarcó una ceja.

—Pero solo pasaron cinco minutos —dijo incrédula.

Marlene sonrió.

—El tiempo es relativo y fueron los cinco minutos más duros de mi divina existencia —explicó la mujer con elegancia.

Lily sonrió divertida.

—Divina existencia —rio Lily, repitiendo sus últimas palabras—. Por supuesto. No podía ser “existencia” a secas… debía tener su toque Wintour.

Marlene se rio fuerte.

—Oh, Lily —sollozó otra vez, mirándola con ternura—. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? —La miró con encanto.

Lily sonrió con esa sofocante, pero reconfortante sonrisa de un hoyuelo.

—Ya sabes, por ahí… comiendo pollo frito, leyendo romance y rompiendo corazones —respondió coqueta.

Marlene suspiró aliviada.

—Gracias por ayudarme —agradeció Marlene con los ojos llenos de lágrimas.

Quería contenerse y verse fuerte, pero no podía luchar contra lo que sentía.

—Oh, no tienes nada que agradecer. Yo no hice nada —dijo Lily con modestia.

—Claro que sí —refutó Marlene, convencida de todo—. Me ayudaste a encontrarme… —Lily abrió grandes ojos al escuchar aquello y no supo qué decir—. Todos estos años… siento que estuve paralizada. —Se tocó las manos con angustia—. Me quedé paralizada en esa noche… ya sabes. —La miró diciéndole lo que era obvio.

—Aun puedes avanzar —susurró Lily, pensando en Connor y el daño que le había causado a Marlene.

Marlene sonrió desolada.

—Hay algunas cosas que le entregué… —musitó Marlene con un nudo en la garganta. Lily la miró confundida—. No son cosas tangibles. —Le ofreció una mueca torcida. Lily entendió lo que trataba de decirle—. Mi dignidad, mi libertad… —La miró con temor—. Y me dejó otras con las que ya no quiero vivir… ya no lo soporto… —sollozó sin dejar de hipar—… vergüenza, desprecio, odio… —rugió.

Lily quiso mantenerse fuerte, pero pronto descubrió que tenía las mejillas empapadas por lágrimas.

Fue doloroso ver a Marlene derrumbarse y, pronto se forzó a entender que, no era el derrumbe de sus muros el que le causaba dolor, sino, lo que encontró dentro de ellos.

Se armó de ímpetu y se dijo que no iba a sentir lástima, sino coraje, porque eso era lo que las dos necesitaban, más al recordar que Connor estaba en la ciudad otra vez.

Con agudeza le dijo:

—Creo que es hora de que recuperes lo que le entregaste y que le devuelvas lo que te dejó…

—¿Recuperar? ¿Devolver? —rio Marlene con los ojos brillantes—. No puedo… yo… —No lograba entenderlo.

—Oh, sí que puedes —rio Lily—. Ven, vamos. —La cogió por la mano y la sacó de allí.

Se montaron en un taxi y viajaron hasta Craze. En el taxi, Lily quiso advertirle a Marlene del sorpresivo regreso de Connor, pero la vio tan feliz que no quiso arruinar su felicidad con noticias tan… amargas.

Tras eso, todo sucedió rápido.

Craze estaba en caos. Todo el mundo corría por todos lados, afinando detalles por la llegada de MissTrex y la sesión que se realizaría al aire libre, en la nieve y con modelos semidesnudas.

Lily vio a su padre realizando sus labores y corrió a besarlo en la mejilla en forma de agradecimiento.

—Mija, le traje cafecito con crema y canela y un par de bollitos de queso y jamón curado. —Su padre le arregló el cabello con dulzura—. Coma algo y luego únasenos.

Lily sonrió divertida y no pudo negar que le gustó ver a su padre con un saco elegante y con la cabellera plateada bien peinada; de reojo miró a su prometido, porque sabía que él estaba detrás de todo eso.

Christopher estaba detrás de su escritorio, hablando con dos teléfonos a la vez y tecleando tan rápido en su computadora que, la pobre Lily pensó que necesitaban unas vacaciones urgentes.

Le importó una m****a que todos los vieran. Se acercó a él y le dio un gran beso de buenos días.

Christopher sonrió sorprendido y dijo:

—Esos si son buenos días. —Lily sonrió—. Aunque uno sé cuándo amaneció… —Confundido miró el cristal tras él. La ciudad nunca dormía y él tampoco—. Tu padre ha sido de mucha ayuda en estas últimas veinte horas. Se ha tomado en serio el puesto de “asistente”.

—Así veo —susurró Lily, hojeando “El libro”—. Creo que hasta podría reemplazarme —especuló pensativa.

Rossi se rio.

—Tus palabras, no mías —dijo él y se levantó para partir.

—¡Christopher Rossi! —gritó ella para regañarlo. Todos los miraron con gracia—. ¿Acaso quieres reemplazarme? ¿Por mi padre? —preguntó divertida.

Christopher regresó, aun cuando July lo esperaba en la entrada de la oficina, con un saco limpio y zapatos frescos.

Regresó firme para decirle lo que pensaba:

—Señorita López, ha sido una asistente terrible, sin dudas, la peor que he tenido. —Lily se rio—. El maldito anticristo hecho mujer… una muy sexy, por cierto —añadió picoso y le guiñó un ojo—, pero la mejor escritora que he conocido en mi jodida vida. —La agarró por el mentón y le dio un beso dulce—. Y, aunque su padre es fantástico, usted es irremplazable.

Tras eso, se marchó con ese andar masculino que volvía locas a muchas.

Más a Lily porque sabía que él era solo suyo.

Rossi agarró sus prendas limpias y estiradas y se escabulló hasta el cuarto de baño masculino para cambiarse. No quería subir hasta la oficina de su padre y que lo viera con ropa apestosa a café y con la camisa con manchas de salsa.

Quería que viera lo mucho que relucía sin su ayuda ni apoyo.

Marlene fue parte de esa dinámica, aunque se mantuvo muy silenciosa. Tanto que Julián se acercó a ella porque podía sentir que algo no estaba bien con ella.

—No es mi intención entrometerme en su vida privada, pero cualquier cosa que necesite respecto a su padre, yo estaré aquí y mi Lily también, nunca dude de ello —dijo Julián, mirándola con dulzura.

Marlene supo que el padre de Lily estaba al tanto de sus asuntos y, aunque siempre tenía una respuesta mordaz para todo, en ese momento solo pudo dedicarle una dulce sonrisa.

—Gracias —musitó complicada.

—¿Café? —preguntó Julián y le ofreció un café que había preparado para él. Marlene rio y se negó—. Si quiere, puedo llevarla a por uno de ese té chinos que solo aportan dos calorías… —dijo divertido y se acercó para cuchichearle—: eso lo aprendí hoy. Es sorprendente la habilidad que tienen para contar calorías. —Rio de buen humor—… yo perdí la cuenta después de las seis donas que me comí y la tarta de arándanos que estaba deliciosa. —Se cogió su panza plana con diversión.

Marlene lo miró con curiosidad y no pudo evitar sentir envidia. No sabía si existía la envidia sana, pero quiso sentirse como él por una vez en su m*****a vida.

Libre, feliz, despreocupada.

—¿Cómo lo hace? —preguntó Marlene, atreviéndose a romper el silencio.

Julián enarcó una ceja. No entendía su pregunta.

—¿Cómo hago que, señorita? —respondió con otra pregunta.

Marlene se rio. Julián no pudo negar que tenía una risita muy linda.

—Ser tan feliz —dijo Marlene.

Julián formó una divertida “o” con sus labios y se largó a reír.

—No la persigo, porque cuando la perseguía, se me escapaba entre los dedos —dijo y se puso serio—. Forcé un matrimonio por años y siempre supe que estábamos destinados al fracaso, incluso antes de que comenzara, pero fui ciego y terco. —Marlene lo escuchó atenta. Tuvo curiosidad sobre su vida privada y… romántica—. Forcé felicidad, persiguiéndola a toda costa. Me convertí en un cazador experimentado, pero, al final del día, seguía en la misma amargura y miseria. —Marlene se tocó el pecho al entender lo que Julián trataba de decirle. Ella también lo sentía—. Entonces la solté, la dejé libre… —Sonrió emocionado—. ¿Y sabe que ocurrió? —preguntó. La mujer ante él negó emocionada—. Regresó y se quedó, porque no la estaba persiguiendo ni obligándola a quedarse.

Marlene se rio. Le resultó curioso ver cómo comparaba la felicidad con el amor. Pudo entrever de dónde Lily había sacado sus dotes de escritora. Su padre era un gran pensador.

—¿Y sufrió? —preguntó ansiosa—. Cuándo dejó ir a la felicidad forzada, ¿sufrió? —insistió.

Julián sonrió y se atrevió a tocar su mejilla. Tenía una bonita sonrisa que escondía detrás de una armadura de rencor y ojos empañados de soledad.

—Sufrí como un condenado, pero ya sabe lo que dicen… “no hay mal que dure mil años” —dijo y Marlene lo miró con ilusión.

Se rio coqueta unos instantes sin dejar de mirar a Julián. De pronto, vio en él otras cosas que no había visto antes. Más interesantes y seductoras.

De reojo, Lily percibió toda esa interacción tensa y no supo cómo reaccionar. Pensó en Sasha, que también estaba interesada en su padre y también en Casilda, que había mostrado gran interés durante la fiesta de navidad.

¿Y ahora Marlene? Se preguntó Lily para sus adentros. Nunca se imaginó a su padre en la posición de seductor y que tantas mujeres lo persiguieran con la mirada.

—Voy a aceptar que me lleve a tomar té —dijo Marlene, yendo directo al grano.

Lily se atrevió a mirarla con grandes ojos y no supo si tenía que intervenir o no. Tuvo celos, pero no celos tóxicos, sino, de la cercanía espontánea de Marlene con su padre.   

La admiraba tanto que, por unos instantes, la imaginó como su “madrastra”, pero no como la telenovela, sino como la madrastra glamorosa y perfecta.

Los vio partir y no tuvo el valor de abrir la boca para detenerlos. Caminó disimulada detrás de ellos y los vio partir en el elevador, sin notar que July estaba a su lado, mirando lo mismo que ella.

Julián fue tan caballeroso que se encargó de llamar el elevador, de invitarla a subir primero y luego tomó su mano para ayudarla. ¿Ayudarla a qué? Se preguntó Lily, ofendida. Ni siquiera ella sabía porque tomó su mano. De seguro solo fue una excusa para tocarse.

Cuando las puertas del elevador se cerraron, July suspiró fascinada.

Solo allí, Lily supo que tenía compañía y no se guardó sus muecas desacordes.

—Tu padre es… —suspiró y gruñó como gatita. Lily se escandalizó—.  Es el tipo de hombre que toda chica quiere. Un sueño hecho realidad.

Lily enarcó una ceja. 

—Disculpa, pero te saca como veinte años. Podría ser tu padre… —dijo Lily para asustarla.

Pero su advertencia solo la encendió más.

—Me encantan los maduritos. Y más si puedo llamarlo “papi”. —July le guiñó un ojo.

—¡No! —peleó Lily—. Te prohíbo que te acerques a mi padre. Te prohíbo que pienses en él.

July se rio y se cruzó de brazos para hacerle frente.

—Cariño, está soltero, ¿por qué quieres prohibírmelo? —bromeó. Lily la miró con horror—. No voy a acercarme a él, Lily, tranquila… Marlene ya le puso el ojo y no puedo competir con ella…

—¿Qué? —Lily estaba impactada.

—Igual, no puedes prohibirme que piense en él, en las noches frías y…

—¡No quiero escuchar! —gritó Lily y se cubrió las orejas para salir disparada a buscar a Christopher.

Necesitaba desahogarse.

Lo encontró en el tocador masculino. Ya casi terminaba de arreglarse para reunirse con su padre a las nueve en punto.

Lily entró sin pensar en nada y lo ayudó con la corbata. Era parte de su rutina formarle el nudo y ayudarlo con los puños de la camisa.

Christopher amaba que ella lo ayudara con esos detalles. Cuando Lily lo hacía, él se sentía contenido entre sus manos suaves y dulces.

—¿Estás bien? —preguntó Chris, notándola extrañamente exaltada.

Lily suspiró y lo miró con ahogo.

—Acabo de descubrir que mi padre revolucionó las hormonas del personal femenino de Craze —dijo ella con antipatía.

Chris se rio.

—Es increíble cómo me supera, tiene más arrastre que el mismísimo Brad Pitt —dijo Chris y Lily enarcó una ceja—. Escuché que las chicas lo llaman: “lomo plateado”.

Fue inevitable que Lily se carcajeara.

—¿Y qué m****a significa eso? —pregunto riéndose.

Se levantó en la punta de sus pies para besar a Chris en los labios. Amaba que siempre le robara una sonrisa, incluso en los momentos más tensos.

—Supongo que se refiere a un macho maduro dominante… —Chris levantó los hombros.

—Oh, por Dios, ¿acaso creen que mi padre es Christian Grey viejo? —preguntó Lily muerta de la risa.

—Y maduro y plateado —unió Chris y abandonaron el tocador masculino muertos de la risa—. Voy a reunirme con mi padre, en su oficina. No sé cuánto tardaré.

Lily inhaló profundo para contener el aliento unos instantes.

—Puedo acompañarte, si tu gustas o si me necesitas. —Intentó mostrarle que estaría siempre a su lado.

Chris sonrió y acarició su mejilla con dulzura. No podía negar que estaba cansado, los ojos le pesaban y extrañaba como un loco su cama, pero halló todo lo que necesitaba en ese momento en esa cautivadora sonrisa de un hoyuelo.

Se sintió tan lleno de vida…

—Cariño, sabes que me encantaría ir a todos lados contigo, pero no quiero que mi padre te salpique con su m****a apestosa e inseguridades —susurró dulce y la besó en la frente. Lily sintió alivio cuando vio que Chris ya no le temía a su padre—. Además, te necesitan aquí. Marlene querrá ver “El libro” y es importante escuchar su opinión antes de enviarlo a la imprenta y reunir todos los artículos de este mes.

Lily le miró complicada.

—¿Quieres qué yo me encargue de eso? —preguntó ella, sorprendida.

Chris la cogió por las mejillas para mirarla a los ojos, con una de esas sonrisas cautivadoras que ponía sus rodillas a temblar.

—Sí —confirmó él con normalidad—. ¿Por qué? ¿Acaso dudas? —Sus preguntas fueron directas.

—No, yo… —Ella se rio—. ¿No crees que es mucha responsabilidad solo para una asistente? —Lo miró nerviosa.

Chris sonrió.

—Cariño, ya quedó claro que res una pésima asistente —dijo él—, pero una maravillosa escritora. —La besó otra vez en la frente—. Lo harás bien, además, confío en ti. —Le guiñó un ojo antes de partir.

Lily sonrió emocionada, con las mariposas aleteando por toda su panza, porque pudo entrever que las palabras de Chris eran reales.

Sus acciones se lo decían.

Él confiaba en ella y era esa confianza la base más consistente de su relación.

Lila Steph

Hola, no he tenido mucho tiempo para venir aquí. Mi hijo menor esta hospitalizado desde hace 12 días y me ha tocado estar con él 24/7. Este capi lo tenia escrito y no había tenido tiempo de traérselos. Disfrutenlo y les pregunto: Marlene o Sasha para ese macho plateado? Las leo en los comentarios.

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