Casi veinte borradores después y muchos cafés de la máquina expendedora, la madre de Marlene leyó el primer borrador oficial que las mujeres escribieron en una noche de madrugada. Lo hizo sentada en su silla de ruedas, frente a la ventana y con un luminoso amanecer de invierno.
Marlene estaba tan nerviosa porque su madre leyera su voz interior que tuvo que salir del cuarto, pero Lily se quedó con ella, esperanzada de tener una primera impresión femenina.
La mujer sollozó en la mitad del texto y dejó el borrador sobre su regazo para acercarse a la camilla en la que su esposo descansaba.
—Cómo quisiera que pudieras leer esto —habló y temblando sostuvo su mano tibia.
Lily supo que se desmoronaría en ese momento.
»Es precioso —musitó con los ojos llenos de lágrimas—. Y habla de mí… —Lloró orgullosa y tuvo que tomarse unos instantes para recomponerse—. Nuestra pequeña Marly va a cumplir su sueño, por fin… —rio—. Te lo advierto, Gabriel, no puedes irte sin ver a tu hija triunfar —dijo la mujer, con tono amenazante.
Lily se limpió rápido las lágrimas que le mojaban las mejillas y se rio feliz al entender que los padres de Marlene estaban orgullosos de ella.
Tras eso, se tomó unos instantes para hablar con Christopher en privado. No le gustó escucharlo cansado, ni saber que pasó toda la noche sin dormir, trabajando en la oficina y, peor se puso al escuchar que Connor, su padre, acababa de regresar.
Y quería reunirse con él a primera hora de la mañana.
Lily pudo intuir que eso no era algo bueno, aun así, no dejó que esas vibras negativas arruinaran sus momentos. Le habló del borrador y de la participación de Marlene.
Christopher no se cerró a nada y aprobó el borrador aun cuando ni siquiera lo había leído.
Tres palabras dejaron a Lily flotando en ese cuarto de hospital:
“Confío en ti”.
Al terminar y con cara cansada, caminó por los pasillos en búsqueda de Marlene. Por supuesto que vio una niña atemorizada en ella y con una sonrisa fatigosa le dijo:
—Acabo de hablar con nuestro editor en jefe. —Marlene la miró con horror—. Lo ha aprobado.
Marlene chilló feliz por la emoción y quiso hacer el baile de la victoria, pero aún no tenía tanto valor para hacer algo tan ridículo.
Pronto, tal vez.
—No lo puedo creer —sollozó la mujer por la emoción.
—Y tu madre está orgullosa —dijo Lily. Los ojos de la mujer se iluminaron—. Y le hizo prometer a tu padre que se quedará contigo hasta que el número sea lanzado.
Marlene se rio, pero pronto empezó a llorar.
Estaba sentada en una silla, tratando de aguantar el cansancio, pero se levantó efusiva para abrazar a Lily y agradecerle por esa oportunidad.
—No sé si te lo han dicho, pero llorar deshidrata —bromeó Lily, siempre en esa línea que hacía tan feliz a Marlene—. Y no quieres que tu piel perfecta se ponga arrugada —dijo.
Marlene se rio y se recompuso otra vez para volver a ser esa mujer fuerte y de actitud firme a la que todos respetaban.
—Acabo de tener la peor crisis existencial —dijo Marlene, con los ojos enrojecidos.
Lily enarcó una ceja.
—Pero solo pasaron cinco minutos —dijo incrédula.
Marlene sonrió.
—El tiempo es relativo y fueron los cinco minutos más duros de mi divina existencia —explicó la mujer con elegancia.
Lily sonrió divertida.
—Divina existencia —rio Lily, repitiendo sus últimas palabras—. Por supuesto. No podía ser “existencia” a secas… debía tener su toque Wintour.
Marlene se rio fuerte.
—Oh, Lily —sollozó otra vez, mirándola con ternura—. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? —La miró con encanto.
Lily sonrió con esa sofocante, pero reconfortante sonrisa de un hoyuelo.
—Ya sabes, por ahí… comiendo pollo frito, leyendo romance y rompiendo corazones —respondió coqueta.
Marlene suspiró aliviada.
—Gracias por ayudarme —agradeció Marlene con los ojos llenos de lágrimas.
Quería contenerse y verse fuerte, pero no podía luchar contra lo que sentía.
—Oh, no tienes nada que agradecer. Yo no hice nada —dijo Lily con modestia.
—Claro que sí —refutó Marlene, convencida de todo—. Me ayudaste a encontrarme… —Lily abrió grandes ojos al escuchar aquello y no supo qué decir—. Todos estos años… siento que estuve paralizada. —Se tocó las manos con angustia—. Me quedé paralizada en esa noche… ya sabes. —La miró diciéndole lo que era obvio.
—Aun puedes avanzar —susurró Lily, pensando en Connor y el daño que le había causado a Marlene.
Marlene sonrió desolada.
—Hay algunas cosas que le entregué… —musitó Marlene con un nudo en la garganta. Lily la miró confundida—. No son cosas tangibles. —Le ofreció una mueca torcida. Lily entendió lo que trataba de decirle—. Mi dignidad, mi libertad… —La miró con temor—. Y me dejó otras con las que ya no quiero vivir… ya no lo soporto… —sollozó sin dejar de hipar—… vergüenza, desprecio, odio… —rugió.
Lily quiso mantenerse fuerte, pero pronto descubrió que tenía las mejillas empapadas por lágrimas.
Fue doloroso ver a Marlene derrumbarse y, pronto se forzó a entender que, no era el derrumbe de sus muros el que le causaba dolor, sino, lo que encontró dentro de ellos.
Se armó de ímpetu y se dijo que no iba a sentir lástima, sino coraje, porque eso era lo que las dos necesitaban, más al recordar que Connor estaba en la ciudad otra vez.
Con agudeza le dijo:
—Creo que es hora de que recuperes lo que le entregaste y que le devuelvas lo que te dejó…
—¿Recuperar? ¿Devolver? —rio Marlene con los ojos brillantes—. No puedo… yo… —No lograba entenderlo.
—Oh, sí que puedes —rio Lily—. Ven, vamos. —La cogió por la mano y la sacó de allí.
Se montaron en un taxi y viajaron hasta Craze. En el taxi, Lily quiso advertirle a Marlene del sorpresivo regreso de Connor, pero la vio tan feliz que no quiso arruinar su felicidad con noticias tan… amargas.
Tras eso, todo sucedió rápido.
Craze estaba en caos. Todo el mundo corría por todos lados, afinando detalles por la llegada de MissTrex y la sesión que se realizaría al aire libre, en la nieve y con modelos semidesnudas.
Lily vio a su padre realizando sus labores y corrió a besarlo en la mejilla en forma de agradecimiento.
—Mija, le traje cafecito con crema y canela y un par de bollitos de queso y jamón curado. —Su padre le arregló el cabello con dulzura—. Coma algo y luego únasenos.
Lily sonrió divertida y no pudo negar que le gustó ver a su padre con un saco elegante y con la cabellera plateada bien peinada; de reojo miró a su prometido, porque sabía que él estaba detrás de todo eso.
Christopher estaba detrás de su escritorio, hablando con dos teléfonos a la vez y tecleando tan rápido en su computadora que, la pobre Lily pensó que necesitaban unas vacaciones urgentes.
Le importó una m****a que todos los vieran. Se acercó a él y le dio un gran beso de buenos días.
Christopher sonrió sorprendido y dijo:
—Esos si son buenos días. —Lily sonrió—. Aunque uno sé cuándo amaneció… —Confundido miró el cristal tras él. La ciudad nunca dormía y él tampoco—. Tu padre ha sido de mucha ayuda en estas últimas veinte horas. Se ha tomado en serio el puesto de “asistente”.
—Así veo —susurró Lily, hojeando “El libro”—. Creo que hasta podría reemplazarme —especuló pensativa.
Rossi se rio.
—Tus palabras, no mías —dijo él y se levantó para partir.
—¡Christopher Rossi! —gritó ella para regañarlo. Todos los miraron con gracia—. ¿Acaso quieres reemplazarme? ¿Por mi padre? —preguntó divertida.
Christopher regresó, aun cuando July lo esperaba en la entrada de la oficina, con un saco limpio y zapatos frescos.
Regresó firme para decirle lo que pensaba:
—Señorita López, ha sido una asistente terrible, sin dudas, la peor que he tenido. —Lily se rio—. El maldito anticristo hecho mujer… una muy sexy, por cierto —añadió picoso y le guiñó un ojo—, pero la mejor escritora que he conocido en mi jodida vida. —La agarró por el mentón y le dio un beso dulce—. Y, aunque su padre es fantástico, usted es irremplazable.
Tras eso, se marchó con ese andar masculino que volvía locas a muchas.
Más a Lily porque sabía que él era solo suyo.
Rossi agarró sus prendas limpias y estiradas y se escabulló hasta el cuarto de baño masculino para cambiarse. No quería subir hasta la oficina de su padre y que lo viera con ropa apestosa a café y con la camisa con manchas de salsa.
Quería que viera lo mucho que relucía sin su ayuda ni apoyo.
Marlene fue parte de esa dinámica, aunque se mantuvo muy silenciosa. Tanto que Julián se acercó a ella porque podía sentir que algo no estaba bien con ella.
—No es mi intención entrometerme en su vida privada, pero cualquier cosa que necesite respecto a su padre, yo estaré aquí y mi Lily también, nunca dude de ello —dijo Julián, mirándola con dulzura.
Marlene supo que el padre de Lily estaba al tanto de sus asuntos y, aunque siempre tenía una respuesta mordaz para todo, en ese momento solo pudo dedicarle una dulce sonrisa.
—Gracias —musitó complicada.
—¿Café? —preguntó Julián y le ofreció un café que había preparado para él. Marlene rio y se negó—. Si quiere, puedo llevarla a por uno de ese té chinos que solo aportan dos calorías… —dijo divertido y se acercó para cuchichearle—: eso lo aprendí hoy. Es sorprendente la habilidad que tienen para contar calorías. —Rio de buen humor—… yo perdí la cuenta después de las seis donas que me comí y la tarta de arándanos que estaba deliciosa. —Se cogió su panza plana con diversión.
Marlene lo miró con curiosidad y no pudo evitar sentir envidia. No sabía si existía la envidia sana, pero quiso sentirse como él por una vez en su m*****a vida.
Libre, feliz, despreocupada.
—¿Cómo lo hace? —preguntó Marlene, atreviéndose a romper el silencio.
Julián enarcó una ceja. No entendía su pregunta.
—¿Cómo hago que, señorita? —respondió con otra pregunta.
Marlene se rio. Julián no pudo negar que tenía una risita muy linda.
—Ser tan feliz —dijo Marlene.
Julián formó una divertida “o” con sus labios y se largó a reír.
—No la persigo, porque cuando la perseguía, se me escapaba entre los dedos —dijo y se puso serio—. Forcé un matrimonio por años y siempre supe que estábamos destinados al fracaso, incluso antes de que comenzara, pero fui ciego y terco. —Marlene lo escuchó atenta. Tuvo curiosidad sobre su vida privada y… romántica—. Forcé felicidad, persiguiéndola a toda costa. Me convertí en un cazador experimentado, pero, al final del día, seguía en la misma amargura y miseria. —Marlene se tocó el pecho al entender lo que Julián trataba de decirle. Ella también lo sentía—. Entonces la solté, la dejé libre… —Sonrió emocionado—. ¿Y sabe que ocurrió? —preguntó. La mujer ante él negó emocionada—. Regresó y se quedó, porque no la estaba persiguiendo ni obligándola a quedarse.
Marlene se rio. Le resultó curioso ver cómo comparaba la felicidad con el amor. Pudo entrever de dónde Lily había sacado sus dotes de escritora. Su padre era un gran pensador.
—¿Y sufrió? —preguntó ansiosa—. Cuándo dejó ir a la felicidad forzada, ¿sufrió? —insistió.
Julián sonrió y se atrevió a tocar su mejilla. Tenía una bonita sonrisa que escondía detrás de una armadura de rencor y ojos empañados de soledad.
—Sufrí como un condenado, pero ya sabe lo que dicen… “no hay mal que dure mil años” —dijo y Marlene lo miró con ilusión.
Se rio coqueta unos instantes sin dejar de mirar a Julián. De pronto, vio en él otras cosas que no había visto antes. Más interesantes y seductoras.
De reojo, Lily percibió toda esa interacción tensa y no supo cómo reaccionar. Pensó en Sasha, que también estaba interesada en su padre y también en Casilda, que había mostrado gran interés durante la fiesta de navidad.
¿Y ahora Marlene? Se preguntó Lily para sus adentros. Nunca se imaginó a su padre en la posición de seductor y que tantas mujeres lo persiguieran con la mirada.
—Voy a aceptar que me lleve a tomar té —dijo Marlene, yendo directo al grano.
Lily se atrevió a mirarla con grandes ojos y no supo si tenía que intervenir o no. Tuvo celos, pero no celos tóxicos, sino, de la cercanía espontánea de Marlene con su padre.
La admiraba tanto que, por unos instantes, la imaginó como su “madrastra”, pero no como la telenovela, sino como la madrastra glamorosa y perfecta.
Los vio partir y no tuvo el valor de abrir la boca para detenerlos. Caminó disimulada detrás de ellos y los vio partir en el elevador, sin notar que July estaba a su lado, mirando lo mismo que ella.
Julián fue tan caballeroso que se encargó de llamar el elevador, de invitarla a subir primero y luego tomó su mano para ayudarla. ¿Ayudarla a qué? Se preguntó Lily, ofendida. Ni siquiera ella sabía porque tomó su mano. De seguro solo fue una excusa para tocarse.
Cuando las puertas del elevador se cerraron, July suspiró fascinada.
Solo allí, Lily supo que tenía compañía y no se guardó sus muecas desacordes.
—Tu padre es… —suspiró y gruñó como gatita. Lily se escandalizó—. Es el tipo de hombre que toda chica quiere. Un sueño hecho realidad.
Lily enarcó una ceja.
—Disculpa, pero te saca como veinte años. Podría ser tu padre… —dijo Lily para asustarla.
Pero su advertencia solo la encendió más.
—Me encantan los maduritos. Y más si puedo llamarlo “papi”. —July le guiñó un ojo.
—¡No! —peleó Lily—. Te prohíbo que te acerques a mi padre. Te prohíbo que pienses en él.
July se rio y se cruzó de brazos para hacerle frente.
—Cariño, está soltero, ¿por qué quieres prohibírmelo? —bromeó. Lily la miró con horror—. No voy a acercarme a él, Lily, tranquila… Marlene ya le puso el ojo y no puedo competir con ella…
—¿Qué? —Lily estaba impactada.
—Igual, no puedes prohibirme que piense en él, en las noches frías y…
—¡No quiero escuchar! —gritó Lily y se cubrió las orejas para salir disparada a buscar a Christopher.
Necesitaba desahogarse.
Lo encontró en el tocador masculino. Ya casi terminaba de arreglarse para reunirse con su padre a las nueve en punto.
Lily entró sin pensar en nada y lo ayudó con la corbata. Era parte de su rutina formarle el nudo y ayudarlo con los puños de la camisa.
Christopher amaba que ella lo ayudara con esos detalles. Cuando Lily lo hacía, él se sentía contenido entre sus manos suaves y dulces.
—¿Estás bien? —preguntó Chris, notándola extrañamente exaltada.
Lily suspiró y lo miró con ahogo.
—Acabo de descubrir que mi padre revolucionó las hormonas del personal femenino de Craze —dijo ella con antipatía.
Chris se rio.
—Es increíble cómo me supera, tiene más arrastre que el mismísimo Brad Pitt —dijo Chris y Lily enarcó una ceja—. Escuché que las chicas lo llaman: “lomo plateado”.
Fue inevitable que Lily se carcajeara.
—¿Y qué m****a significa eso? —pregunto riéndose.
Se levantó en la punta de sus pies para besar a Chris en los labios. Amaba que siempre le robara una sonrisa, incluso en los momentos más tensos.
—Supongo que se refiere a un macho maduro dominante… —Chris levantó los hombros.
—Oh, por Dios, ¿acaso creen que mi padre es Christian Grey viejo? —preguntó Lily muerta de la risa.
—Y maduro y plateado —unió Chris y abandonaron el tocador masculino muertos de la risa—. Voy a reunirme con mi padre, en su oficina. No sé cuánto tardaré.
Lily inhaló profundo para contener el aliento unos instantes.
—Puedo acompañarte, si tu gustas o si me necesitas. —Intentó mostrarle que estaría siempre a su lado.
Chris sonrió y acarició su mejilla con dulzura. No podía negar que estaba cansado, los ojos le pesaban y extrañaba como un loco su cama, pero halló todo lo que necesitaba en ese momento en esa cautivadora sonrisa de un hoyuelo.
Se sintió tan lleno de vida…
—Cariño, sabes que me encantaría ir a todos lados contigo, pero no quiero que mi padre te salpique con su m****a apestosa e inseguridades —susurró dulce y la besó en la frente. Lily sintió alivio cuando vio que Chris ya no le temía a su padre—. Además, te necesitan aquí. Marlene querrá ver “El libro” y es importante escuchar su opinión antes de enviarlo a la imprenta y reunir todos los artículos de este mes.
Lily le miró complicada.
—¿Quieres qué yo me encargue de eso? —preguntó ella, sorprendida.
Chris la cogió por las mejillas para mirarla a los ojos, con una de esas sonrisas cautivadoras que ponía sus rodillas a temblar.
—Sí —confirmó él con normalidad—. ¿Por qué? ¿Acaso dudas? —Sus preguntas fueron directas.
—No, yo… —Ella se rio—. ¿No crees que es mucha responsabilidad solo para una asistente? —Lo miró nerviosa.
Chris sonrió.
—Cariño, ya quedó claro que res una pésima asistente —dijo él—, pero una maravillosa escritora. —La besó otra vez en la frente—. Lo harás bien, además, confío en ti. —Le guiñó un ojo antes de partir.
Lily sonrió emocionada, con las mariposas aleteando por toda su panza, porque pudo entrever que las palabras de Chris eran reales.
Sus acciones se lo decían.
Él confiaba en ella y era esa confianza la base más consistente de su relación.
Hola, no he tenido mucho tiempo para venir aquí. Mi hijo menor esta hospitalizado desde hace 12 días y me ha tocado estar con él 24/7. Este capi lo tenia escrito y no había tenido tiempo de traérselos. Disfrutenlo y les pregunto: Marlene o Sasha para ese macho plateado? Las leo en los comentarios.
Julián llevó a Marlene a tomar una taza de té. Fue un caballero espléndido, algo a lo que Marlene no estaba acostumbrada, así que, cada cosa que hizo solo terminó de maravillarla más y más.Toda su vida había estado rodeada de patanes arrogantes y egocéntricos que solo se deslumbraban por su propio brillo. Julián, por otro lado, parecía deslumbrado por el brillo de todos. Era una versión madura de Lily. Siempre veía lo mejor en los demás: la bondad, la perseverancia, la gratitud.¿Dios, cómo podía existir tanta gratitud en una persona?A Marlene no le tomó mucho tiempo darse cuenta de que estaba viviendo su vida de forma equivocada.Tal vez, envolverse en un mundo de quejas y odio le había atrofiado el cerebro y, peor aún, el corazón. Mientras Julián le hablaba de su vida en la excéntrica Manhattan y de su amor por la comida, Marlene se tocó el pecho, donde su corazón latía con más fuerza que nunca.—¿Se siente bien? —preguntó Julián cuando la vio tocándose el pecho.Marlene pudo apost
Sasha nunca creyó que su hermano se atreviera a dejar su amada Rusia, mucho menos para visitarla a ella en la asquerosa América. Así que, cuando lo vio ahí, de pie en ese amplio pent-house de lujo, se quedó paralizada, tratando de entender qué demonios estaba ocurriendo.¿Acaso estaba alucinando?—¿Roman? —preguntó lo obvio y avanzó tímidamente hacia él.Julián no se quedó atrás, y aunque Sasha quiso ser la protagonista de ese reencuentro, Roman tenía sus ojos fijos en Julián, y por otro lado, Julián tenía sus ojos fijos en ese desconocido de tamaño imponente y ojos azules penetrantes.—¡Sestrenka! —gritó Roman cuando su rostro frívolo se llenó de ternura y abrazó a su hermana pequeña con dulzura.Con un solo brazo le bastó para envolverla completamente y levantarla del suelo hasta su pecho.Los hermanos hablaron en ruso, alegres de volverse a ver después de tantos años difíciles.Julián miró de reojo a Marlene, quien se acercó temerosa pero terriblemente curiosa. No pudo negar que le
Lily estaba nerviosa y estaba sola, lo que lo hacía peor. Su padre se había marchado con Marlene y Christopher había subido a hablar con su propio padre. No le quedaba a nadie que fuera su cable a tierra para mantenerse cuerda.Intentó mantener la mente ocupada. Se esforzó fuertemente por concentrarse en ese número especial navideño. Revisó la entrevista con MissTrex, los nuevos anuncios pagados, que los favorecían en demasía, y buscó la carta del editor para leerla. Se sorprendió cuando llegó a ese espacio extraordinario de Christopher, el editor en jefe, y lo halló vacío. Christopher no había escrito ni una sola palabra.Buscó su agenda y revisó los pendientes de Christopher para ese día. Aunque era una de sus escritoras, también era su asistente y quería ser la mejor de todas, sin opacar a su padre, por supuesto.Chris tenía un par de reuniones con algunos inversionistas, sobre todo con las marcas de lujo que se peleaban por una página en Craze y una videoconferencia con el organiz
Lily y James regresaron a la comisaría en la que Christopher continuaba detenido, a la espera de que el juez dictaminara la fianza. Sin embargo, los abogados de Connor lo estaban haciendo difícil y aun no tenían información acerca de su libertad.En ese momento, Lily comprendió que el poder de Connor era mayor. Claro, era entendible; tenía más años de experiencia en esa industria sucia y corrompida y, aunque Christopher también tenía contactos valiosos, Connor le sacaba una gran ventaja.Por unos instantes, Lily quiso dejar salir su lado latino y armar un escándalo para que liberaran a su hombre, pero luego recordó que debía mantener la compostura o la pondrían a ella tras las rejas también y no podía descuidar Craze.No en ese momento de vulnerabilidad, porque eso era exactamente lo que Connor quería. Era el trabajo de Christopher el que estaba en juego y ella no iba a permitir que esos lobos hambrientos lo desmembraran por partes.Pidió volver a verlo, porque no aguantaba la ansieda
Tras graduarse de la universidad y gracias a su padre, Lily consiguió un pequeño puesto como administradora en un restaurante de comida rápida, donde los pollos fritos cautivaban a todos los habitantes de su ciudad y, no obstante, la comida era algo que le motivaba en demasía, no quería ser administradora en un restaurante.Ella soñaba con ser editora.Ojalá de una revista que pudiera cambiar el mundo. Que pudiera motivar a otros, así como la comida la motivaba a ella.Duró apenas dos semanas como administradora y vendedora de pollos y, al siguiente lunes, se escabulló por su casa sin que nadie conociera sus verdaderos planes y viajó hasta la cuna de las revistas más importantes.Caminó por esas pintorescas calles con la boca abierta. Llevaba muchos años sin visitar ese lugar y, sin dudas, se sintió fuera de lugar. Como un bicho raro.Vestía terrible y, sin embargo, se había esforzado por llevar ropa formal, su estilo de anciana no encajaba con esas jovencitas elegantes que se pavonea
Lily viajó en bus de regreso a casa.Sabía que mientras más alargara el viaje, menos tendría que discutir con su padre y así también evitaría enfrentarse a sus hermanas, quienes siempre le daban el favor a su padre en todo.En el bus leyó los documentos que había firmado. Su nuevo contrato y un extenso manual de trabajo en el que se especificaba todo tipo de reglas que, según el criterio de Lily, eran descabelladas.La regla número seis prohibía usar pintalabios de color rojo, esmaltes rojos y/o accesorios del mismo color.La regla número once exigía que todos los empleados de Craze debían estar suscritos a la revista.La regla número trece prohibía comer cualquier tipo de carbohidrato en las dependencias de Craze, una de las revistas de moda que componía el gran conglomerado mediático de Revues.—¿Craze? —se preguntó Lily mientras viajaba en el bus de regreso a los suburbios—. ¿Craze? —se repitió confundida y se apresuró para buscar su contrato.Lo revisó lenta y cuidadosamente, leye
Al otro día, Lily se levantó temprano, se aseó como ya le era costumbre y, si bien, nunca se había enfrentado con su closet, en ese momento, cuando sabía que debía pisar los terrenos más pantanosos en los que había caminado nunca, dudó de todo lo que había en su armario.Dudó de cada prenda y se odió por no tener un estilo definido.Decidió que usaría lo de siempre. Formal y para nada insinuante. Falda negra bajo la rodilla, una blusa negra y una chaquetilla que disimulaba sus caderas más gruesas.O eso creía ella, porque, en el fondo, la chaqueta le quitaba la forma natural a su cuerpo curvilíneo.Llegó temprano a las dependencias de Revues, mucho antes de que llegara la mayor parte del personal. No quería que nadie la viera, así que pidió reunirse con la encargada de recursos humanos para entregarle su carta de renuncia.—Señorita López, ¿qué la trae por aquí? —preguntó la mujer que el día anterior la había contratado.Se oía jovial y despejada.Lucía espectacular con tacones altos
Lily estuvo segura de que ese era el momento perfecto para sentir arrepentimiento y salir corriendo por la puerta y no regresar jamás, pero ahí estaba, firmando y con sangre un pacto que, de seguro, cambiaría toda su vida.Ya no era la simple empleada de un restaurante de pollos fritos, que atendía junto a su padre por las tardes y que, se desenvolvía en un ambiente familiar y agradable. No, ahora era la asistente de un editor en jefe, de una célebre y respetada revista de moda, reconocida mundialmente por su innovación dentro del mundo de la moda.Ya no trabajaría con su alegre familia, sino, con muchachas que vivían de ayuno y agua.—Y que me dice —expuso el Señor Rossi en cuanto Lily se quedó desconcertada, de pie en la mitad de la oficina.—¿Yo? —investigó ella, liada—. ¿Qué quiere que le diga? —Estaba muy asustada.Rossi se carcajeó y se tomó con normalidad su actitud. Era común ver a las jovencitas actuar así antes de entrar al gran templo de la moda.—¿Lista para entrar en el t